domingo, 29 de julio de 2012

Cap. 7. Toda una historia


Desde muy pequeño Jung Yunho, el hijo del hombre más envidiado y odiado del pueblo, lo había tenido todo.
Personas que lo mimaran, riquezas, grandes banquetes todos los días, hasta los mejores juguetes. Todo era para él… pero si le preguntaban si acaso era feliz, ¿Qué respondería? No estaba seguro, pero algo en su interior le gritaba que no, que no lo era.
No sabía qué era, no se explicaba que era lo que le faltaba. Tenía el cariño de su madre y más aún el de su padre, aunque este solía hacer largos viajes y se ausentaba mucho en casa.
Cuando cumplió los catorce años, él y su padre comenzaron a ir constantemente a la vieja casa de su tía. La idea en si no le parecía emocionante, pero luego de que conociera a ese chico su opinión cambió. Se le veía tímido, Yunho solía mirarlo desde una esquina mientras el chico rociaba con agua unas plantas pequeñas en una maceta.
Yunho decidió hablarle unos días después de estarlo observando detenidamente. Se levantó curioso y caminó hacia él. Este no notó que alguien se le acercaba, así que siguió con lo que hacía.
 —  Hola – le dijo, haciendo que el chico saltara por el susto que le dio. Se agachó de inmediato para recoger la regadera que había soltado por el susto, en seguida miró a Yunho desde abajo. – Lo siento – se disculpó este.
Al instante apareció la tía de Yunho, notablemente molesta. Al mirar el suelo su rostro se tensó aún más, observando furiosa el agua sobre la alfombra.
 —  ¡Mira lo que hiciste! ¡¿Acaso no haces nada bien?!
 —  Lo siento – se levantó, sin mirarla a la cara.
 —  Mejor ve a podar los rosales, anda – le dijo molesta y llamó a una criada que iba pasando para que limpiara el desastre.
El chico apretó ambas manos contra el frío metal de la regadera y corrió al jardín sin siquiera darle una última mirada a Yunho. Este se le quedó mirando, hasta que su tía se lo llevó nuevamente a la sala.
Al rato después, cuando Yunho encontró la oportunidad, corrió por los pasillos sin ser visto, hasta llegar al jardín En él comenzó a buscar con la vista hasta dar con la pequeña silueta del chico.
Corrió hacia él y al quedar a su lado oyó como el chico, mientras cortaba hojas y algunas rosas, tarareaba una canción.
 — It’s Feel Like… Beautiful Thing… cantaba suavemente, cortando y trabajando con delicadeza en los hermosos rosales.
Yunho se quedó largo rato escuchando, embelesado por la belleza de su voz. Definitivamente era la voz más hermosa que haya escuchado en su corta vida, y no estaba exagerando.
 — Cantas muy lindas…  —  dijo cuando terminó la canción. El chico volvió a saltar asustado, y se giró de inmediato. Yunho notó como sus mejillas y orejas se enrojecían al instante – Me llamo Yunho – le sonrió.
 —  Hmm, un gusto – volvió a girarse y siguió con lo que hacía, ignorándolo.
 —  ¿Cómo te llamas tú?
 —  No importa…  —  tomó sus cosas y caminó hacia otro rosal. Volvió a hacer lo mismo que con el anterior.
 —  A mí me importa – sonrió siguiéndolo.
 —  A mí no me interesa decírtelo.
Volvió a tomar sus herramientas y caminó sin prisa hacia unos arbustos, para emparejarlos. Yunho volvió a seguirlo.
 —  ¿Por qué no? – le preguntó, insistente.
 —  Tú eres…  —  se calló, como pensando en lo que diría.
 —  ¿Soy qué? Me llamo Yunho, ya te lo dije...
 —  No, no, mira – cruzó sus brazos. Se veía como de 12 o 13 años, pero hablaba como un adulto. – Tú eres… Somos diferentes.
 —  Hablas como mi padre – rió Yunho  —  ¿Qué edad tienes?
 —  Míralo por este lado. Tú eres un chico mimado que lo tiene todo y yo soy un jardinero pobre, huérfano y que no tiene nada, por ende, no tengo permitido hablar contigo, ¿Entiendes? Así que volveré a lo de antes y seguiré ignorándote.
 —  Lo siento…  —  Yunho se disculpó algo cabizbajo y se fue, dejando al chico solo y aparentemente triste.
Al rato después, Yunho volvió a ver al chico, pero notó que sus ojos estaban rojos e hinchados, como si hubiese estado llorando.
Quería hablarle. Quizás eso era lo que en realidad le faltaba, un amigo. Nunca había tenido uno de verdad, quizás eso era lo que siempre había necesitado, y no lo sabía.
Fue un día lluvioso cuando ocurrió. La cocinera había hecho pasteles y cosas dulces para la llegada de Yunho y su padre a la mansión. Estaban todos sobre la mesa, ordenados y decorados. En un rato comerían. Yunho escuchó a su tía gritándole a alguien. Curioso fue a ver y encontró a la mujer regañando al chico jardinero.
 —  ¡Dije claramente que no podías comer ninguno! ¡¿Acaso no entendiste?!
 —  Y…Yo no fui…  —  se defendió totalmente aterrado.
 —  ¡Sólo tú estabas aquí!
 —  ¡Pero no fui yo! – le gritó asustado y la mujer levantó la mano para darle una cachetada.
 —  ¡¡Fui yo!! – gritó Yunho, interrumpiéndolos. Corrió hacia ellos y el chico lo miró impresionado.
 —  ¿Tú te comiste el pastelillo que falta, Yunho?
 —  Si, fui yo… Lo siento, tenía hambre.
 —  Bueno, sólo debías decirlo. – le sonrió, le acarició la cabeza y se fue.
Yunho miró al chico, con una sonrisa en su rostro. Este lo miraba fijamente con los ojos abiertos como platos, la impresión brotaba de sus poros. 
 —  ¿Por qué hiciste eso? – le preguntó.
 —  No sé, no quería que te regañaran – se encogió de hombros.
 —  Oh… pero tú no lo hiciste de verdad, ¿No?
 —  Ahá…  —  sonrió con naturalidad.
 —  Gracias…  —  bajó la mirada, algo sonrojado – De verdad gracias…
 —  No hay problema.
 —  Me llamo Junsu…  —  se presentó al fin y Yunho sonrió feliz.
Todo eso fue un gran cambio, pues Junsu y Yunho terminaron siendo muy amigos. Junsu esperaba ansioso cada vez que en la mansión se daba el aviso de que Yunho y su padre vendrían de visita, y Yunho se emocionaba cuando se padre decía que irían nuevamente donde su tía.
Eran lindos días.
Fueron lindos días, porque dejaron de serlo eventualmente. De un día para el otro Yunho dejó de visitar a Junsu, quien lo esperó durante días, incluso meses… pero nada.
Fue pasado casi un año que Yunho volvió. Pudo ver la emoción en el rostro de Junsu cuando cruzaron miradas, pero la respuesta de Yunho fue mirarlo con desprecio y darle vuelta la cara, ignorándolo.
La expresión de emoción de Junsu se volvió la mueca más dolorosa que haya visto.
El por qué de esa reacción era la noticia de la que se había enterado Yunho meses antes. La noticia de que su padre tenía otro hijo y una mujer además de su propia madre. Y no sólo eso, ese hermano iría a vivir con ellos, ya que su madre había fallecido hace poco.
Claro, Junsu no tenía la culpa, pero aún así no quería hablarle. Seguía molesto por el hecho de tener que compartir a su familia con un extraño.
Unos días después al fin lo conoció. Se llamaba Jaejoong, y se rehusaba a  usar el apellido Jung. Insistía en hacerse llamar Kim Jaejoong, usando el apellido de su madre difunta. El chico traía un largo vestido negro, al igual que su cabello largo que, claramente, no era el suyo. Ese era el plan de su padre. Últimamente había estado recibiendo bastantes amenazas de muerte, y no sólo él… también Jaejoong. Y no es que a su padre le importase demasiado la integridad físico — psicológica de su hijo, no, la razón era otra. En realidad la gran fortuna que poseía el hombre no era de él, si no que era de su ex esposa. La mujer había dicho en su testamento, claramente, que TODA la fortuna era de Jaejoong, por lo que no le servía muerto. Si su hijo moría perdería el dinero. Claro que Jaejoong no lo sabía, la excusa de su padre era querer protegerlo.
Había otras cosas que había experimentado Yunho últimamente. Desde pequeño él había tenido clara su sexualidad. Nunca le atrajeron las niñas y durante su adolescencia jamás se emocionó viendo imágenes de señoritas en poca ropa, de hecho, admiraba mucho más la belleza masculina que la femenina. Y cuando comenzó a vivir con su hermanastro aquello se intensificó.
Debía tomar en cuenta también que la imagen que daba su hermano no era la de un hombre. Cambiándose el nombre a Jejuko y usando vestido y  peluca daba la impresión de que de verdad era mujer. En un principio Yunho sólo sintió una leve atracción hacia el chico, pero a medida pasó el tiempo y fue conociéndolo más, sus sentimientos incrementaron… de una manera muy poco sana.
Sentía una enorme atracción sexual hacia su hermano. No sabía qué era, no sabía por qué, sólo sabía que necesitaba tocarlo y hacerlo suyo, y pronto.
Una noche no soportó más esa tensión. Se sentía cansado así que había ido a dormir más temprano de lo habitual, pero tras un húmedo sueño en que él y su hermano eran partícipes de las más pervertidas y sucias imágenes pornográficas, su autocontrol se esfumó definitivamente.
Fue demasiado para él.
Al despertar intentó calmarse un poco, pero era inútil. Se sentía excitado, y el deseo carnal era insoportable. Caminó a oscuras por los pasillos de la silenciosa mansión, hasta dar con su habitación. Ni siquiera se molestó en tocar, sólo entró encontrándose con Jaejoong, quien justo se había girado para mirar quien entraba.
 —  Debes tocar antes de entrar…  —  le había dicho dándole la espalda de nuevo, mientras quitaba su peluca.
En ese momento pudo ver ese blanco y terso cuello que le erizó la piel, y que hizo que sus manos cosquillearan. Debía tocar, sentir, conocer y explorar esa piel.
No pudo hacer más. Simplemente se acercó a él y lo besó, como tanto había deseado. Se cegó completamente y siguió con lo que hacía. Ignoró las quejas de su hermano,  lo ignoró completamente. Sólo tocó, tocó y besó. Lo desvistió con desesperación y lo empujó sobre la cama, deleitándose con la expresión de miedo que se dibujaba en el perfecto rostro de su misma sangre.
 —  ¡Eres un enfermo! – le había gritado Jaejoong, intentando quitárselo de encima.
Si, lo era, no podía negarlo, pero era algo que necesitaba hacer y que estaba aguantando desde hace mucho. Ahora que tenía la oportunidad no podía dejarla pasar.
Las cosas se habían salido de su control.
De un momento a otro Yunho se encontraba embistiendo con fuerza contra el delgado cuerpo de Jaejoong, y tapando su boca con una mano para impedir que los gritos desgarradores que querían salir fueran escuchados por alguien.
Era un enfermo, lo sabía. Porque el hecho de que su hermano llorara y gritara desesperado, rogándole que se detuviera, que se retorciera de dolor bajo su cuerpo, aquello le excitaba aún más. Le incitaba a continuar con el pecado.
Siguió. Siguió. Siguió sin pensar, hipnotizado por los gemidos dolorosos que le brindaba su hermano. Volvió al mundo real cuando sus miradas se cruzaron por unos segundos, y aquellos ojos brillantes por las lágrimas, y también rojos, preguntaban "… ¿Por qué? ¿Por qué yo?"
No sabía qué responderle. Ni él sabía por qué él, era algo que simplemente no tenía respuesta en su cabeza. Así que sólo se limitó a continuar.
Cuando terminó se dio cuenta de que Jaejoong estaba inconsciente. No se movía, y si no fuera porque respiraba lentamente hubiera pensado que lo había matado de dolor. Se salió de su interior lentamente y no tardó en besar los labios gruesos y rosados de su hermano. Secó las lágrimas casi secas que seguían sobre sus mejillas pálidas.
 —  Lo siento...  —  susurró entre sus labios, dándole cortitos besos.  Se levantó y se fue de la habitación (luego de vestirse, claro).
Si, se había acostado con su hermano. De hecho, lo había hecho en contra de su voluntad, así que en realidad había sido una violación. Pero oh, no se sentía para nada culpable del daño físico y emocional que de seguro le había causado a su medio hermano. El remordimiento no habitaba ni en el más mínimo rincón de su desgraciado ser.
Se sentía incluso bastante bien, satisfecho diría él. Pero pronto quiso más, y a la noche siguiente volvió a repetirlo, dos días después volvió a hacerlos, un día más y fue lo mismo. Cuando logró darse cuenta aquello ya se había hecho un vicio, algo de lo cual no podía liberarse.
Pero ese sentimiento de placer y satisfacción al coger a su hermano pronto cambió, mutó hasta transformarte en ese sentimiento pútrido que le hacía sentir lástima de ese frágil cuerpo ultrajado que se movía al compás de sus embestidas, sentir lástima de esa lastimada mirada suplicante. De esos sollozos que ahora le partían el alma y le hacían querer detenerse, detenerse y besarlo y decirle que todo estaría bien.
Pronto se sentía sucio al tocar su cuerpo, y sentía que lo ensuciaba a él. Se sentía desgraciado, y aquello le afectaba de una manera que jamás imaginó. Y sentía la enorme necesidad de serle suave, ser tierno con él y darle todo el cariño que nunca le había dado a alguien.
... Se había enamorado de su hermano.
Eso no era parte de sus planes. Ahora cada vez necesitaba más besar sus labios, aquello hacía que su corazón se sintiera cálido, le hacía sentir como nunca antes se había sentido. Pero no podía mostrarse débil, no podía rendirse ni hacerle ver a Jaejoong sus sentimientos. No, porque a pesar de todo... tenía miedo. Porque nunca se había sentido así, porque nunca había sentido estar al borde de la locura por mirar a alguien, porque nunca había sentido su corazón a punto de estallar al verlo sonriendo mientras conversaba con Junsu.
Anhelaba que esas sonrisas fueran para él, pero sabía que eso jamás pasaría.
Y al mismo tiempo había comenzado a notar algo raro en Junsu. Lo miraba demasiado, con dolor. Sabía por qué debía ser, ya no le hablaba desde hacía muchos años. Y no sentía la necesidad de hacerlo, pero notaba un fuerte dolor en su mirada.
Pero pronto llegó ese hereje de Shim Changmin, el señorito perfecto. El señorito con los mejores modales y el desgraciado al que amaba su padre. Y su tía comenzó a arreglar un matrimonio entre él y "Jejuko", la hija mayor. Aquello le hizo hervir la sangre, y pronto perdió el control cuando los vio a ambos... A Changmin y a Jaejoong, besándose como si no hubiera un mañana. Y lo peor, Jaejoong se veía feliz, ¡Más que eso! Sus ojos brillaban con tan solo mirar a Changmin.
La rabia aumentó y aumentó. Diablos, quería matarlo. Tanto fueron los celos que comenzaron a carcomerlo por dentro que no se dio cuenta de su reacción y fue a buscar a Jaejoong, donde siempre estaba. En el jardín. Lo llevó arrastrando de un brazo ignorando sus quejas y preguntas, y cuando ya estuvieron en un pasillo X de la casa, sus manos rodearon su fino cuello blanco con fuerza, impidiendo la entrada de aire a sus pulmones.
 —  Y…Yunho... N…No puedo... respirar  —  se quejaba Jaejoong, intentando soltarse del fuerte agarre de su hermano. Pero no podía, Yunho estaba poniendo casi toda su fuerza en sus manos.
El rostro de Jaejoong comenzó a  ponerse rojo, cerró sus ojos y comenzó a llorar desesperado, sin poder soltarse. Y en ese instante, si no fuera porque su tía lo hizo entrar en razón e hizo que lo soltara, quién sabe qué le habría hecho.
Quería a Jaejoong sólo para él, y haría cualquier cosa para lograrlo. Como acostarse con Changmin en la pieza de Jaejoong, para que este los descubriera y no se hablaran más. Y claro, lo había logrado.
Una tarde buscó a Jaejoong, sin saber exactamente por qué, pero sólo encontró a Junsu cortando unas rosas, solo en el jardín. Junsu lo miró fijamente y cuando Yunho se dio media vuelta para irse este lo agarró del brazo.
 —  Espera...
Yunho se giró. Hacía mucho que no escuchaba la voz de Junsu dirigiéndole la palabra. Admitía que lo extrañaba, y que sus mejores días los había pasado con él... pero una amistad con él ya no sería lo mismo. Sabía que no lograría ser lo mismo.
Junsu lo miraba fijamente. Su mirada penetrante reflejaba el gran dolor que debía sentir. Por un momento incluso sintió ese dolor volverse suyo. Junsu caminó hacia Yunho, sin dejar de mirarlo. Una vez frente a él se mordió el labio y frunció el ceño, la mueca de dolor intensificándose por mil.
 —  ¿Qué pasa?  —  respondió Yunho al fin. Su voz sonó suave, al contrario de lo que quería. Su idea era ser frío, como lo era desde que se habían vuelto a ver.
—  Yunho...  —  pronunció ese nombre y pareció como si le doliera demasiado.  —  Yunho, te extraño...  —  dijo de pronto, y Yunho no respondió.
Un silencio incómodo se apoderó del lugar, y de ellos dos. Se escuchaba el viento soplar por entre las hojas de los árboles, ese sonido melodioso y relajante que se mezclaba con los rayos de la luz del sol.
Y de un segundo a otro Junsu había acortado la distancia entre ellos, uniendo sus bocas en un beso desesperado que el mayor no tardó en corresponder. Era un beso desesperado y hambriento que pronto los llevó a la habitación del menor. Que le hizo olvidar al menor lo mucho que Yunho lo había hecho sufrir ignorándolo y tratándolo mal.
 —  ¡Y…Yunho...! A…Ahh, me gustas... Siempre m…me has gustado... Ahh  —  gemía Junsu con fuerza, mientras Yunho embestía con fuerza contra su cuerpo excitado.
“Lo siento...” pensó Yunho sin detenerse. ¿A quién engañaba?... no podría corresponderle jamás, pero aún así... podía hacerle el favor de satisfacerlo físicamente.
Y claro, como era de esperarse… comenzó a acostarse seguido con Junsu. Sabía que le hacía el favor a él, y al mismo tiempo intentaba olvidar aquel maldito sentimiento que experimentaba cada vez que veía a su hermano.  No era bueno enamorarse de su hermano, no era bueno sentir aquello que sentía. Su plan era sólo hacerlo sufrir, no esto.
Yunho había experimentado un enorme giro en su vida; y ahora, luego de todo lo que había pasado en esa extraña mansión (peleas, mucho sexo, incluso su hermano lo había golpeado)... se encontraba tirado sobre su cama pensando en lo que había hecho recientemente.
 —  ¿Pedirme perdón? Si claro, como si fuera fácil para mí disculparte así como si nada. Claro, te perdono por quitarme la virginidad, te perdono por herirme física y mentalmente, para el resto de mi vida. No te preocupes, en serio – el sarcasmo fue más que evidente.
 —  ¡Por favor! ¡Para mí tampoco es fácil!
 —  Claro, no es fácil pedir perdón y librarte del cargo de conciencia, si es que tienes. Oh, de verdad perdóname tú a mí, debe ser tan difícil disfrutar conmigo y luego sentirte tan mal por lo que hiciste.
 —  ¡No lo entiendes! – le gritó.
 —  ¡¿Qué no entiendo qué?!
 —  ¡Lo difícil que es haberme enamorado de ti! ¡Lo difícil que es haberme enamorado de mi propio hermano, mi sangre!

 —  ¿Yunho?
Escuchó una voz a su lado, pero su mente estaba perdida en alguna otra parte. Miles de pensamientos rondaban por su mente. "¿Debí hacerlo? ¿Debí hacer eso?" pensaba repetidamente, una y otra vez.
 —  Yunho...  —  volvió a susurrar el chico a su lado y Yunho lo miró. Junsu seguía a su lado, en la misma cama, mirándolo con melancolía.
—  ¿Hmm?
 —  ¿Estás enamorado de Jae, Yunho?
Yunho se sentó en la cama y lo miró fijamente, sus ojos se abrieron un poco, pero intentó disimular la impresión causada por la pregunta.
 —  Lo sabía...  —  sonrió Junsu, abrazando sus rodillas. Al instante estiró sus brazos y los miró. Yunho hizo lo mismo, notando varias marcas en sus muñecas y sus antebrazos.  —  No sé en qué pensaba...  —  deslizó uno de sus dedos por una de las cicatrices y suspiró.  —  Podría odiar a Jae por esto... Por esconderlo, pero no lo hago. Me odio a mi mismo.
 —  Me pasa lo mismo ahora...  —  respondió apenas.
 —  Cambiaste mucho, y no entiendo por qué. Extraño al antiguo Yunho, ese que era tan tierno conmigo y logró enamorarme.  —  dijo Junsu, mirando por la ventana. Su vista perdida en algún punto.
—  Hmm...
Yunho se levantó y comenzó a vestirse lentamente, sin decir nada. Junsu sonrió para sí mismo, sin moverse. Sólo siguió mirando a Yunho como hace un rato.
 —  Eres una buena persona, Junsu. Te mereces a alguien mejor  —  se le acercó y acarició su rostro. Junsu sintió que sus ojos se humedecían y alejó el rostro.
Yunho terminó de vestirse y salió de la habitación, dejando a Junsu solo. Caminó tranquilo por los pasillos y salió al jardín. Miró a su alrededor. Allá lejos se veía alguien en el columpio bajo un árbol, moviéndose de adelante a atrás. Su cabeza estaba hacia atrás y sus ojos cerrados. Su cabello negro se movía al viento.
 —  Jaejoong  —  le dijo Yunho cuando se paró a su lado, y este paró en seco. Se giró y lo miró algo molesto por haber interrumpido su momento de reflexión.
 —  Qué.  —  respondió cortante, pero un sonido fuerte lo distrajo. Sonó parecido a un disparo desde lejos.  —  ¿Qué fue eso?
 —  No sé...
Se quedaron callados, olvidando la compañía del otro, intentando ver — oír qué era lo que pasaba. Se escuchó otro disparo y ruido de gente.
 —  Mierda...  —  dijo Yunho y tomó del brazo a Jaejoong.  —  Levántate...  —  le dijo en un susurro.
 —  ¿Por qué?  —  intentó soltarse, pero Yunho volvió a tirar de su brazo.
 —  Levántate, parece que te encontraron.  —  le tiró el brazo repetidas veces hasta que Jaejoong se dignó a levantarse.
 —  ¿Quiénes?  —  comenzó a caminar, siendo arrastrado por su hermanastro.
 —  ¿Quiénes? ¿Acaso no recuerdas por qué estás aquí?
 —  Oh, cierto...  —  Recordó que la razón principal por la que había venido y "cambiado su sexo" fue porque la gente lo odiaba por ser el hijo de su padre. Lo habían amenazado repetidas veces  —  ¿Por qué me odian a mí y no a ti?
 —  Porque nadie sabe que existo además de los que viven en esta mansión, supongo...  diablos, era un buen punto.
Se escuchó otro disparo al aire y cómo alguien gritaba "¡SABEMOS QUE JUNG JAEJOONG ESTÁ AQUÍ!".
Yunho comenzó a correr arrastrando a Jaejoong del brazo. ¿Por qué lo perseguían a él? ¿Por qué lo amenazaban de muerte a él por cosas que hacía su padre? ¿Cómo diablos lo habían encontrado?
 —  Debieron verte en tus viajes a tus clases de piano  —  dijo Yunho en voz baja y entraron a la mansión.
Diablos, todo esto se estaba volviendo peligroso.

2 comentarios :

  1. Que no lo encuentren por favor, que le hagan eso a su padre, pues es el que lea ha hecho daño y no Jae, cuidaloYunho.

    Gracias!!!

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  2. Aun no entiendo, porqué a Jae?, porque no arreglan cuentas con el padre, el no está oculto, espero lo logre esconder Yunho.

    Gracias!!! ❤️💕💞

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