domingo, 29 de julio de 2012

Cap. 8. Sueños


Su tía estaba gritando y moviéndose de un lado a otro, totalmente desesperada. Jaejoong seguía sentado en el sofá, sus manos jugaban nerviosas sobre sus rodillas y su hermano estaba parado a su lado, sus brazos cruzados sobre su pecho y su ceño fruncido, demostrando preocupación.
—  Te lo dije, ¡Te lo dije! Debías seguir siendo Jejuko, ¡Pero no!, ¡Me desobedeciste e hiciste lo que quisiste!  —  le gritó molesta, agitando los brazos escandalosamente.
 —  Sigo sin entender por qué debo pagar yo por las cosas que hace mi padre  —  bufó Jaejoong.
 —  ¡Porque tú eres su hijo!
 —  ¡Él también lo es, maldición!  —  apuntó a Yunho, levantándose molesto.
Algo atravesó de pronto el vidrio de una ventana, rompiéndola en mil pedazos. Al suelo cayó una piedra enorme. La mujer gritó aterrada y llevó las manos a su cabeza.
—  ¡Es el fin!  —  se lamentaba chillonamente. 
 —  No lo entiendo, no lo entiendo...  —  repitió Jaejoong, ahora de pie  —  ¿Por qué yo? 
 —  ¿Acaso no te lo mereces?  —  le dijo la tía.
 —  ¡Claro que no! ¡No he hecho nada! 
 —  Claro que...  —  habló la mujer, pero Yunho la interrumpió.
 —  Es porque el dinero de nuestro padre no es de él, sino tuyo.  —  habló Yunho. Su tía lo miró con los ojos bien abiertos.
 —  ¿Que es qué?  —  preguntó Jae, confundido.
 —  ¡Yunho! 
 —  El dinero que supuestamente es de nuestro padre era en realidad de tu madre. Si a ti te pasa algo él no podrá obtener ese dinero. 
Jaejoong hizo un sonido raro, molesto. Sintió como algo se revolvía en su estómago y cómo su cara se calentaba. Apretó sus puños y balbuceó algo, como no sabiendo qué decir, y se fue de la sala. Sus pasos fuertes mostraban la molestia que sentía. La tía miró irritada a Yunho y se sentó, frotando sus sienes con sus dedos. 
Jaejoong se lanzó sobre su cama, enojado. Así que esa era la razón por la cual lo amenazaban de muerte, por la que tuvo que vestirse de mujer largo tiempo, por lo que tuvo que arruinar su vida más de lo que estaba. Por su padre, por la culpa de su desgraciado y egoista padre. ¿Por qué su madre se había casado con alguien así? ¿Cómo lo había soportado durante tanto tiempo?
Estaba escondido debajo de la mesa, el largo mantel color crema llegaba hasta el suelo, así que nadie lo vería. Desde hacía bastante rato su padre le gritaba a su madre, ella jamás levantó la voz. Sólo escuchaba en silencio las atrocidades que le decía, las crueles palabras que salían de su boca. 
—  ¡Sólo eres una maldita zorra, una  inservible! ¡¿Por qué gastas tu tiempo en  esto?!  —  gritó el hombre, golpeando con fuerza algo, haciendo que cayera al suelo. 
Jaejoong se arrinconó contra la pared y abrazó sus rodillas. De seguro lo que había golpeado su padre ahora era el atril. Hacía un rato estaba con su madre, mirándola pintar. Era una mujer hermosa y también una artista, admiraba tanto a su madre. De pronto se escuchó a su padre gritar y llamar a su madre, se oía molesto. Su madre le indicó en seguida que se esconciera, y así lo hizo Jaejoong. Sólo se le ocurrió tirarse al suelo y meterse debajo de la mesa. 
Normalmente, cuando su padre estaba enojado o ebrio, lo buscaba y lo golpeaba para desquitarse de cualquier cosa, o incluso sólo por gusto. Solía tener moretones y heridas siempre. Solía tener los brazos y piernas rasguñadas y moradas, solía tener heridas en la boca y rasguños en las mejillas. Así era su vida...
—  ¿Dónde está el mocoso?  —  escuchó como su padre preguntaba.
 —  No lo sé  —  respondió suavemente la mujer. 
 —  ¡No lo escondas! ¡Dime dónde está!
 —  Querido, tranquilízate  —  intentó calmarlo  —  De verdad no sé dónde está, debe estar jugando por...  
Jaejoong escuchó un sonido fuerte y su madre se quedó callada. Ese hombre le había dado una cachetada. Jae se tapó los oídos con sus manos y hundió su rostro en sus rodillas. Odiaba que su padre la golpeara, odiaba que se atreviera incluso a tocarla, pero sólo tenía nueve años... ¿Qué más podría hacer? 
 —  Nadie sirve en esta familia  —  oyó como decía finalmente y todo se quedó en silencio... 
Jaejoong levantó un poco el mantel y miró de reojo por debajo de él. Sólo veía el vestido de su madre. 
—  ¿Mamá? —  susurró luego de un ratito, su susurro apenas se escuchó, pero su madre se giró al oírlo.
 —  Ya puedes salir, tesoro. 
Jaejoong salió y miró fijamente a su madre. Su mejilla estaba roja y algo hinchada. El pequeño corazón de Jaejoong se apretó y encongió en seguida, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sólo se le ocurrió abrazar a su madre, y así lo hizo.
—  ¿Qué pasa, Boo? ¿Por qué lloras? 
 —  Lo siento, mamá... de verdad lo siento. No sirvo para nada. Quiero defenderte...  —  se aferró a su vestido y la mujer le acarició el cabello.
 —  No digas esas cosa, pequeño. Sabes que todo esto lo hago por ti, pero nada es tu culpa...
 —  N…No quiero verte sufrir... La próxima v…vez que...  —  el hipo le impedía poder hablar con naturalidad  —  que te toque... Te de…defenderé... 
 —  Cariño...  —  sonrió la mujer, y una lágrima corrió por su mejilla. 
 —  Te quiero, mamá...  —  se sequó las lágrimas con sus muñecas, y la mujer se agachó frente a él para abrazarlo con fuerza.
 —  Y yo a ti... 

Abrió los ojos y lo primero que vio fue la luz entrando por la ventana. Luego miró al techo, dándose cuenta de que se había quedado dormido al tirarse sobre la cama. Llevó su mano a su rostro y lo tapó con ella, suspirando con fuerza.
Cómo extrañaba a su madre. Cada vez que soñaba con ella, cada vez que los recuerdos volvían a su mente le hacían desear morir... morir e ir con ella, tal vez así podría ser feliz al fin.
Miró hacia un lado y había alguien que lo miraba fijamente a los ojos. Su corazón saltó por el susto, pero al notar quién era en realidad una sonrisa se dibujó en sus labios.
—  Junsu…  —  susurró y sonrió enternecido. Hace mucho que no veía su rostro, hacía bastante que no estaba con él y que no lo abrazaba. Así que eso hizo, antes de que el chico le contestara cualquier cosa estiró sus brazos y lo abrazó con fuerza contra su cuerpo.
 —  Jae…
 —  Junsu — ah… Te he extrañado mucho.
 —  Yo también, Jae…
Se quedaron abrazados largo rato, sintiendo la calidez del otro. Era algo que se sentía reconfortante. Luego de peleas, sufrimiento y cosas malas un abrazo de amistad era algo que servía demasiado. Algo que les hacía sentirse al fin tranquilos.
—  Te quedaste dormido – le dijo Junsu, alejándose luego de un instante. Jae asintió.
 —  Creo que si…  —  miró por la ventana – estaba soñando.
 —  ¿Con ella?
 —  Si… era una mujer hermosa. – metió la mano a su bolsillo y sacó el reloj. El reloj que le había relagado la madre de Yunho, con la foto de su madre. 
Se quedaron callados un rato y Junsu se levantó de pronto. “Debo ir a hacer cosas, me regañarán” había dicho, pero Jae lo sujetó de una muñeca antes de que se alejara. Al hacer eso notó una expresión de dolor en su rostro, y vio cómo este se ponía pálido.
—  ¿Estás bien, Susu?
Junsu no le respondió, sólo asintió pálido e intentó soltar la mano de Jae de su muñeca. Jae no lo soltó, y Junsu se quejó. Intentó soltarse varias veces, pero Jae notó lo extraño que estaba.
—  Te pasa algo…  —  le levantó la manga de la camisa y vio unas vendas envolviendo su muñeca, vendas que tenían unas extrañas manchas oscuras.  —  ¿Qué es esto? – dijo serio. Junsu logró soltarse al fin del firme agarre de su amigo.
 —  Nada…  — dijo nervioso, arreglándose la manga.
 —  Junsu, ¿Qué te pasó? 
 —  No es nada…
Jaejoong se levantó y lo sujetó por los hombros. Hizo que diera media vuelta y lo sentó en la cama, con un poco de fuerza. Se sentó en la silla en la que anteriormente había estado Junsu sentado y lo miró a los ojos con firmeza. Luego miró su muñeca y volvió a levantar la manga. Lo mismo hizo con la otra. 
Y ahí se encontró con la sorpresa. En una muñeca había vendas manchadas, envolviéndola. En el otro brazo había largas marcas que viajaban desde su muñeca por todo su antebrazo. En el brazo de la venda también había algunas marcas, pero no tantas.
—  Cicatrices…
 —  No, Jae, yo no…
 —  ¿Tú te las hiciste?
 —  Jae…
 —  ¡Responde! ¡Te cortaste! – dijo notablemente molesto, pero más que nada preocupado. 
Junsu alejó la mirada, pero  la insistente mirada de Jae hizo que lo mirara a los ojos.  Jae lo abrazó con fuerza y Junsu suspiró con fuerza, sintiendo cómo sus ojos se humedecían. ¿Por qué siempre hacía eso? Con un abrazo lograba que su corazón se rompiera en mil pedazos y le hacía sentir como un desgraciado. Aunque claro… si era un desgraciado.
—  No lo vuelvas a hacer… por dios, no lo vuelvas a hacer. 
 —… Yo…  —  se quedó callado un largo rato y se alejó  —… Yo he sufrido mucho, Jae. A veces… ya no quiero seguir con esto. 
 —  No seas egoísta… Sabes que yo también he sufrido, sabes que mi vida es un asco y sólo piensas en ti. – dijo molesto. – Junsu, eres lo único que tengo… No dejes que un amor que no funciona se interponga en nuestra amistad. 
 —  Jaejoong, yo…
Algo atravesó el vidrio nuevamente, al igual que antes, y el fuerte ruido del vidrio quebrándose los asustó de sobremanera. La enorme piedra quedó en el suelo, y otras dos atravesaron el vidrio seguidas de esa. Jaejoong se levantó apurado para salir de ahí. 
—  Jaejoong…  —  Junsu lo detuvo antes de que saliera de la habitación. Este se giró para mirarlo.  – Es que… Ambos estamos solos, no tenemos a nadie que… comparta nuestros sentimientos. – Jaejoong lo miró expectante y curioso. Junsu bajó la mirada algo sonrojado – Podríamos… intentar algo. 
 —  ¿Qué cosa? 
 —  Es que… tú eres muy atractivo, y bueno… somos amigos y…
 —  Junsu, ¿Qué propones? – dijo Jaejoong bastante impresionado. Junsu se sonrojó.
 —  Un beso.
 —  ¿QUÉ? – abrió sus ojos de par en par. Junsu se sonrojó más.
 —  ¡Es sólo para intentar! Quien sabe… somos amigos, nos queremos mucho. Quizás hemos estado perdiendo el tiempo con otras personas y…
 —  Un beso – repitió – ¿Dices que nos besemos para ver si en verdad nos gustamos? – Junsu asintió. – Ok… ¡PERO! – cruzó sus brazos – Ni se te ocurra abrir la boca, ¿Entendido?
 —  Bueno – rio Junsu. Jaejoong frunció el ceño y se acercó lentamente al rostro de Junsu, quien se sonrojó. 
 —  Pero cierra los ojos, me da vergüenza así – se quejó Junsu. 
 —  ¡Tú también ciérralos! – Junsu rió y ambos cerraron sus ojos. Jaejoong comenzó a acercarse nuevamente al rostro de Junsu, pronto sintieron la cercanía y el calor contra sus pieles. Junsu comenzó a ponerse nervioso – No respires tan fuerte… me da risa.
 —  Perdón.
Finalmente Jaejoong acortó los escasos centímetros y apoyó (apoyó, porque eso jamás podría ser considerado un beso) sus labios en los del otro. Se quedaron unos segundos así, sin moverse, casi sin respirar, estáticos como si fueran sólo dos estatuas. Finalmente Jaejoong se alejó y ambos se miraron, sin ninguna expresión en sus rostros que demostrara algún sentimiento relevante. 
 —  Nada. No siento nada. – dijo Junsu. Jaejoong asintió.
 —  Yo tampoco. – rió.
 —  Bueno, lo intentamos…  —  se encogió de hombros Jaejoong y ambos rieron. 

>>> <<<

El sol ya casi se había escondido por completo, y la muchedumbre molesta que estaba afuera hacía unas horas había desaparecido casi por completo. Aquello tenía más relajada a la tía de Jaejoong, que había dejado al fin de quejarse por todo lo que pasara. Y claro, Jaejoong también estaba más relajado. ¡Era lógico, su vida estaba peligrando ahí!
—  ¡Oh, que bueno que llegan! – escuchó decir a su tía escandalosamente desde la sala. Fue a ver quién había llegado y su corazón dio un salto al verlo ahí parado, junto al hombre que se sacaba el abrigo que era recibido por una de las criadas. 
Pronto el chico notó la mirada de Jaejoong y también lo miró. Se miraron unos segundos y se sacó también el abrigo. 
—  Con permiso, señora. 
 —  Adelante, anda por ahí, debo hablar con tu padre.
Caminó lentamente hacia Jaejoong. Este lo miraba fijamente, un extraño brillo en sus ojos y un fuerte sentimiento en su pecho, el cual no sentía desde hace mucho, lo envolvía. 
—  Changmin…  —  susurró al quedar frente a frente con el alto chico de cuerpo esbelto. 
 —  Jaejoong – respondió de vuelta este, con voz educada y con un toque de sensualidad impregnada en ella. Jaejoong sintió algo recorrer su cuerpo y sintió sus piernas temblar.
 —  Ayer no viniste. 
 —  Y el día anterior tampoco, no pude… 
 —  Te extrañé – comenzaron a caminar, alejándose de cualquier persona. Finalmente se metieron en una habitación cualquiera, no se interesaron en detalles tontos.
 —  Está demás decir que yo también…  —  susurró contra sus labios y se besaron profundamente. 
Sus labios comenzaron a moverse lentamente, sintiendo la suavidad del otro. Sintiendo el aliento del otro y degustando el sabor de la gloria. Poco a poco el contacto fue incrementando. Changmin quitó la chaqueta de Jaejoong y abrió su camisa, comenzando a tocar su pecho firme y lechoso. Este gimió suavemente y comenzó a besar su cuello color canela. 
Se sentaron en la gran cama de la habitación, el colchón era bastante blando. Jaejoong se recostó sobre la cama y con la mirada invitó a Changmin a continuar con su juego. Este no se hizo de esperar y comenzó a besar su pecho, saboreando su piel y paseando su lengua por cada centímetro de esta.
Oyeron ruidos, pero Changmin se distrajo con el acompasado subir y bajar del pecho del pelinegro. Este gimió cuando el más alto le mordió un pezón. Volvieron a escuchar un ruido detrás de ellos. 
—  ¡Oh Dios Santo! – exclamó la voz de una muchacha. Al mirar hacia la muerta se encontraron  con una criada que sostenía unas sábanas. Su tierno rostro juvenil estaba totalmente rojo, y sus brazos apretaban firmemente las telas blancas dobladas contra su pecho.  —  ¡L…Lo siento tanto! ¡Yo… Yo no quería! – se sonrojó más y cerró la puerta, dejando nuevamente a Changmin y a Jaejoong solos. 
Ambos se miraron nuevamente y rieron divertidos.
—  Pobre…  —  dijo Changmin  riendo… Jaejoong también rió. 
 —  Si, pero eso no me interesa ahora…  —  lo tomó del cuello de su camisa y lo jaló con fuerza hacia sí mismo. – Ahora… tócame…  —  Changmin sintió sus mejillas calentarse y una sonrisa maliciosa adornó su rostro. 
 —  Como usted quiera…  —  habló nuevamente con esa educación que había usado antes, y comenzó a besar completamente su cuerpo, bajando cada vez más. 
Abrió su pantalón lentamente, sintiendo la urgencia que tenía Jaejoong. Lentamente los bajó y bajó también su ropa interior, dejándolo ahora sólo con la camisa abierta. Tomó su erección con una mano y comenzó a masajearla lentamente, divirtiéndose con las expresiones en la cara de Jaejoong. 
—  Me gustan las caras que pones cuando te toco – dijo Changmin, sin dejar de tocarlo. Jaejoong se sonrojó más aún y gimió suavemente.
Changmin acercó su rostro a su zona pélvica y con su lengua comenzó a jugar en la punta. Jaejoong soltó un gemido ahogado y largo. No quiso esperar mucho esta vez y luego de unas cuantas lamidas lo metió entero en su boca, y comenzó a mover su cabeza de arriba abajo, disfrutando de la hermosa composición musical que hacía Jaejoong con esos angelicales gemidos. 
Intentaría darle el mayor placer que pudiera darle, sólo para hacerlo feliz. Sólo para estar con él, unidos al fin como uno solo. 
Pasado un rato Changmin volvió a subir, quedando frente a frente nuevamente. Se besaron salvajemente y sus lenguas comenzaron a jugar entre ellas, mientras Jaejoong desvestía lentamente a Changmin.
Pronto quedaron completamente desnudos, sus cuerpos calientes se rozaban entre ellos repetidas veces. El tacto de sus pieles ardientes los dejaba sin aliento, y con ganas de no parar jamás.
—  Ah, Changmin…  —  Jaejoong sujetó a Changmin por los hombros y giraron, quedando ahora él sobre el más alto. – Estoy tan excitado…  —  se sentó sobre su regazo, sintiendo su erección rozar su parte trasera. Gimió suavemente y se inclinó para besar los labios del más alto nuevamente. 
 —  Puedo… solucionar eso…  —  le dio un beso cortito, y se enderezó. Tomó su miembro con una mano y lentamente entró en Jaejoong, quien gimió con fuerza hasta que llegó hasta adentro. 
 —  Ahh… Ahh dios – intentó acomodarse, moviéndose un poco, pero en realidad era para darle placer a Changmin. Se notaba por las expresiones que hacía que le gustaba que se moviera así. 
La cabeza de Jaejoong estaba levemente inclinada hacia atrás, Changmin se movió un poco de adentro hacia fuera. Jaejoong gimió. Volvió a moverse y esta vez Jaejoong le ayudó, comenzando a dar pequeños saltos y gimiendo más fuerte.
Pronto le fue más fácil moverse y el placer fue incrementando más y más. Jaejoong gemía en el oído de Changmin, haciéndole sentir más excitado aún. Changmin salió del interior de Jae, lo movió de encima suyo y lo recostó sobre la cama. Le abrió las piernas con fuerza y entró nuevamente en él. Tomó sus piernas y puso cada una sobre sus hombros. 
 Comenzó a embestirlo con más fuerza. Jaejoong se quedó sin aire por un momento, sólo abrió sus ojos y su boca e inclinó su cabeza hacia atrás. Luego de un rato pudo al fin aspirar una bocanada de aire y llenar de oxígeno sus pulmones, pero la respiración se le hacía dificultosa. ¿Cómo era posible que lo hiciera tan rápido? ¿Cómo era posible que le hiciera sentir así de bien?
 Pronto Changmin dio en un punto de Jaejoong que le hizo gritar. Changmin se asustó un poco pero luego notó la expresión de excitación en el rostro del pelinegro, y notó que eso le gustaba. Volvió a hacerlo una y otra vez y Jaejoong gimió con fuerza repetidas veces. Sus gemidos eran tan fuertes que podían confundirse con gritos fácilmente. 
 Hacía un calor enorme en la habitación. Jaejoong se veía demasiado excitado, el más alto tomó su miembro con una mano y no alcanzó a hacer mucho movimiento, ya que Jaejoong se corrió al instante. El rostro de Jae estaba más rojo que nunca, y sus ojos derramaron unas pequeñas lágrimas. Se aferró a la espalda de Changmin y este continuó con sus fuertes embestidas, hasta que finalmente se corrió en su interior, logrando un sensual y largo gemido de su parte.
 Changmin se dejó caer sobre Jaejoong y se quedó ahí, quieto, respirando agitadamente. Jaejoong estaba igual. Se quedaron largo rato en la misma posición, hasta que Changmin decidió acomodarse y se salió de su interior, se quitó el cabello de la frente y miró a Jae, curioso.
  —  ¿Por qué llorabas? ¿Fui muy duro? – Jae negó con la cabeza, sonrojado.  —  ¿Entonces?
 —  Era demasiado para mí…  —  rió – pero me encantó.
Se quedaron acostados uno junto al otro largo rato. Se metieron bajo las sábanas y se quedaron ahí acurrucados. Sus dedos estaban entrelazados, la  mano libre de Changmin jugaba tiernamente con el cabello de Jaejoong.
  —  Deberíamos volver a empezar…
 —  ¿Quieres hacerlo de nuevo? – dijo Changmin, impresionado.
 —  ¡Hablo de nuestra relación, idiota! – Se sonrojó – Me refiero a que… deberíamos olvidar todo lo que ha pasado, y comenzar desde cero. Ambos, juntos – Changmin sonrió enternecido. 
 —  Me gustaría…  —  le dio un besito en la nariz y se abrazaron bajo las sábanas.
Jaejoong cerró sus ojos, acurrucado en el pecho de Changmin, sonrió al oír los latidos acelerados del más alto y suspiró, para quedarse dormido al instante.

>>> <<<

Era ya de día, o era de tarde. No sabía bien. Al despertar no había nadie a su lado, no estaba Changmin. Se sintió extraño y se levantó, y lo primero que hizo fue tomar una ducha para luego vestirse.
 El ambiente estaba extraño. Se sentía incómodo, se sentía peligroso. Caminó lentamente por los pasillos y se encontró con Yunho, frente a frente. Jaejoong lo miró, pero no a los ojos, y siguió caminando. Yunho se dio media vuelta y lo siguió.
  —  Jaejoong, quiero pedirte perdón… Por todo – le dijo. Jaejoong rió, giró sus ojos y siguió caminando.
 Llegó al fin a la sala, encontrándose con su tía y con unas criadas (Entre ellas la que los había descubierto). Al verlo la criada se sonrojó y bajó la mirada, Jaejoong rió por lo bajo.
  —  ¿Changmin no está? – preguntó Jaejoong. La tía ni se movió de su sofá. 
 —  No lo sé, debe estar por ahí, creí que estaría contigo.
 Jaejoong se encogió de hombros y miró alrededor de la sala. Algo extraño había… Algo que…
  —  ¡Tía, cuidado! – gritó Yunho al ver como algo atravesaba la ventana frente a ella, la mujer se agachó y por encima pasó una gran piedra. La mujer gritó aterrada y se levantó asustada.
 Se comenzaron poco a poco a escuchar los gritos de la muchedumbre allá afuera, igual que el día anterior. Tiraban cosas a las ventanas y les gritaban insultos y obsenidades. Claro, todo iba para Jaejoong y su padre, pero más que nada por Jaejoong. Quien, sin saber bien qué hacer, permanecía quieto en el mismo lugar donde había estado todo el rato. 
 Algo golpeó la puerta con fuerza y todos se asustaron. Volvieron a golpearla repetidas veces, se escucharon gritos desde afuera. Gritaban cosas como “¡No lo escondan!” o “¡Queremos igualdad!”.
 Yunho miró a Jaejoong, podía notarse el miedo en su rostro. Sabía que en cualquier momento podían entrar y hacerle algo. Estaba tan asustado, y Changmin no estaba ahí con él, Junsu estaba ahí en una esquina, pero no podía hablar con él. Se sentía solo, aunque la mirada tierna de Junsu lo reconfortaba de vez en cuando.
 Otro vidrio se quebró y la tía gritó. Habían tirado algo con fuego, lo que hizo que las cortinas de esa ventana se prendieran también. Una de las criadas corrió a buscar agua para apagar el incendio. 
  —  No quiero estar aquí…  —  susurró Jaejoong apoyándose en la pared, asustado. – Quiero irme, quiero irme… 
 “Mamá, ayúdame…” pensaba con las manos en la cabeza, tapando sus oídos para no escuchar todas las cosas que le gritaban las personas de afuera. Quería llorar, quería gritar de miedo. Quería gritar por las atrocidades que le gritaban los de afuera. ¿Qué culpa tenía él de ser el hijo de un hombre estafador, codicioso e infiel? Jaejoong no siquiera se consideraba hijo de ese hombre, ni siquiera consideraba que el apellido Jung fuera de él. 
 Él seguía siendo Kim Jaejoong, el apellido de su madre era su apellido. El otro hombre era sólo un engendro que no tenía vida, por eso arruinaba la de los demás.
  —  ¡Jaejoong! – gritó alguien desde los pasillos. Jaejoong se giró para ver y vio a Changmin. 
 —  ¡Changmin! ¿Dónde estabas? – lo abrazó fuerte y la tía lo quedó mirando raro. 
 —  Perdón… entramos por atrás, tuve que irme un momento. – lo abrazó. 
 —  Tengo miedo…  —  susurró, sólo para que él escuchara. 
 Se separaron luego de un rato y Jaejoong miró tras Changmin, notando a otro chico. Este le hizo un gesto con la mano, sonriendo coquetamente como siempre lo hacía. 
  —  ¡Yoochun! – dijo Jaejoong. Otra piedra entrando por una ventana los interrumpió. Yoochun sonrió.
 —  ¿Estás bien? 
 —  Si…  
Se quedaron quietos un rato y oyeron un ruido extraño. Jaejoong se dio vuelta para mirar. Vio un hombre. El hombre tenía un arma y lo apuntaba. Vio todo en cámara lenta. El hombre apretó el gatillo, Jaejoong se quedó inmóvil. Lo único que hizo fue cerrar sus ojos y esperar, este sería su final. Hasta aquí llegaba su vida. 
 Pero nada. No sintió nada. Abrió sus ojos lentamente, con miedo. Quizás estaba muerto, había sido rápido. Al abrir sus ojos, su corazón dolió… Era peor que una bala. Había alguien frente a él, lo abrazaba, con fuerza. Esa fuerza era causara por dolor, el dolor que vio en su rostro.
  —  Yunho…  —  fueron las únicas palabras que pudo articular. 
 Yunho cayó al suelo. Su tía gritó. Jaejoong miró a su medio hermano en el suelo, el cual comenzó a mancharse de sangre. Jaejoong tapó su boca sin saber que decir… 
 … Y abrió sus ojos.
 Miró hacia todos lados. Estaba acostado, era de día. Changmin no estaba su lado y estaba desnudo. Llevó su mano a su rostro y estaba húmedo, secó sus ojos. Estaba llorando.
  —  ¿Qué fue eso? – susurró para si mismo. Su pecho subía y bajaba rápidamente, su respiración estaba muy agitada. Pronto recordó algunas imágenes de ese sueño, y lo primero que pensó fue…  —  Yunho.
 Se levantó rápidamente, se vistió y corrió fuera de la habitación.
 Esto no era bueno… 

1 comentario :

  1. No entiendo el odio a Jae, si el que hace mal es el padre. Ahora bien ahora que Jae sabe que es el del dinero, que trate de jablar con ellos y ayudar a esa gente.

    Gracias!!!

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