Con el pasar de los días, con el pasar de los años
algunos recuerdos desaparecían, algunos se hacían difíciles de recordar y otros
simplemente se incrustaban en su mente, torturándolo con el transcurso del
tiempo.
Y qué cosa más curiosa, ¿No? Siempre, pero siempre
recordaba con todo detalle cada memoria, cada momento que deseaba olvidar con
el alma. Los peores recuerdos, los peores sucesos, como aquel día…
No podía no sentirse culpable, pues quizás si se
hubiese quedado en su hogar todo hubiese sido distinto. Quizás hubiera podido
evitar algo, pero no… no había sido así.
Había ido al pueblo a comprar cosas para su madre,
unas medicinas principalmente, ya que estaba muy enferma. Había sido un viaje
normal, e incluso mucho más corto de lo que esperaba, pero cuando llegó a la
mansión ahí estaba parado en la puerta su padre… Lo esperaba con un semblante
oscuro, cosa no muy extraña en él, pero que en esta situación lo asustó de
sobremanera… Era la peor noticia de su vida…
“Hijo, lo siento…”
Corrió y corrió sin parar, desesperado, sin mirar
atrás.
“¿Qué cosa?”
Apenas podía respirar, pero… ¿A quién le importaba?
No podía, no quería parar… Si lo hacía sería el fin.
“Se ha ido…”
Sus ojos comenzaron a humedecerse de a poco. Seguía
corriendo, la desesperación crecía, el dolor lo perseguía.
“¿Quién? ¿De qué estás hablando?”
Corriendo sin mirar el suelo y tropezó con una rama
que sobresalía, cayendo directamente al suelo, raspándose la mejilla derecha y
rompiendo su pantalón en las rodillas.
“Tu madre… acaba de fallecer.”
Comenzó a llorar con fuerza, como un niño pequeño,
sintiendo la gran cantidad de rabia y dolor que derramaba en cada gota
cristalina que salía de sus ojos… Pero no era el dolor físico causado por sus
heridas el que le hacía sentir así, no, era el dolor que sentía al pensar en
que ya no podría abrazarla, ya no podría verla sonreír, jamás volvería a
escucharla cantar ni hablar, jamás volvería a besar sus mejillas tibias ni
verla pintar, no podría cocinar con ella y terminar cubiertos con todos los
ingredientes…
No, ya no podría… ya no volvería a verla, a ella, a
su madre. La mujer más hermosa y más perfecta que pudiera nacer, la que tanto
hizo por él, la que lo cuidó siempre, la que lo protegió de los fantasmas y
monstruos de la noche, la que le hacía saber que a pesar de todo la vida
continuaba, a pesar de todo lo malo que pudiera pasarle. Ella, la mujer que
tanto dio por él… ¿Y qué le había dado a cambio? Ni siquiera la había podido
acompañar en ese momento…
Quizás había sentido dolor, quizás había sentido
miedo… y él no había estado ahí para acompañarla, para protegerla, para tomar
su mano y decirle que todo saldría bien…
Y ahora sus heridas dolían fuertemente, pero Oh… no
le importaba, ya nada importaba… El dolor físico no era nada.
— Pequeño, ¿Estás bien?
Levantó su rostro cubierto de barro, sangre y
lágrimas y se encontró con un hombre. Era anciano, tenía un sombrero extraño de
color café, un traje de igual color y un rifle… se le veía preocupado.
Abrió su boca para responderle, pero en vez de
palabras lo único que salió de su boca fueron sollozos, seguidos de más
lágrimas amargas.
El anciano lo tomó en brazos dándole un extraño
calor, muy cómodo y paternal… Jamás había sentido calor paternal… y sólo en ese
momento notó que detrás del hombre había un chico, como de su misma edad, que
lo miraba desde atrás de sus pestañas y sus ojos muy rasgados, sujetando con
ambas manos su propio rifle.
— Tu
rostro está muy herido, ¿te caíste?
Jaejoong asintió entre sollozos y lágrimas, el
hombre comenzó a caminar con él a cuestas.
Por más que lo intentaba no podía dejar de llorar,
las lágrimas salían solas. El hombre le acarició la cabeza y aunque ni siquiera
sabía quién era él escondió su rostro en su pecho, sintiéndose totalmente protegido.
Lo llevó hasta afuera del bosque, hasta un
carruaje. El hombre lo sentó dentro y le indicó que esperara, al instante trajo
una cajita con varias cosas adentro… una botellita con un líquido verde, unos
pañitos blancos y vendas.
Comenzó a limpiarle la herida de la cara,
haciéndole sentir un fuerte ardor, y luego le limpió las rodillas.
— Te llevaré a tu casa… Dime dónde vives.
Jaejoong le indicó por dónde ir y el hombre anciano
ayudó a subir al otro chiquillo. Se sentó adelante y el carruaje partió.
Escuchó el galope de los caballos cada vez más
fuerte. Notó que el chico lo miraba fijamente, sin decir nada. No hicieron más
que mirarse en silencio durante todo el camino, hasta que miró por la ventana y
notó que estaban a las afueras de su propiedad.
— Por favor, déjeme aquí — le pidió al anciano, haciendo que parara el
carruaje.
— ¿Estás seguro? Puedo dejarte en tu casa.
— No,
no… será mejor que no — secó nuevamente las lágrimas que
habían comenzado a caer nuevamente por sus mejillas y abrió la puerta. Miró por
última vez al chico que seguía mirándolo.
— No
eres feliz, para nada… — le dijo de pronto riendo y
Jaejoong frunció el ceño, molesto. Lo ignoró, se bajó y luego de agradecerle al
anciano corrió como pudo hasta llegar a su casa.
Entró corriendo y gritó por inercia “¡Mamá,
ya llegué!”, pero un flechazo le llegó en el pecho haciéndole quedar
inmóvil. Las lágrimas volvieron a su rostro al recordar.
“Soy un imbécil” se dijo a sí mismo, sintiendo el horrible dolor envolverlo nuevamente.
— Jaejoong — dijo una voz grave desde la escalera, al
girarse se encontró con su padre — ¿Qué te pasó?
— Perdón… M — me caí — los sollozos y el hipo le impedían hablar
bien.
El hombre se le acercó lentamente, haciéndole
sentir ansioso. De verdad, en ese momento lo que más esperaba, lo que más
necesitaba era un abrazo del hombre que se hacía llamar su padre. Necesitaba un
abrazo que lo reconfortara y le diera fuerzas… pero ¿Qué fue lo que recibió en
su lugar? Una fuerte cachetada en su mejilla herida. Fue una cachetada tan
fuerte que incluso llegó a girarle el rostro y romperle el labio.
Sus ojos se mantuvieron abiertos completamente, y
sus lágrimas cesaron al instante. Al fin enderezó su rostro y miró impresionado
a su… a ese hombre.
— ¿Crees acaso que estoy de ánimos para que
llegues así? Esto del funeral me hará gastar demasiado dinero, y tú llegas como
si nada rompiendo tu ropa como si fuera divertido. Ahora esa mujer no está, así
que tendrás que obedecerme a mí. ¿Entendido?
Jaejoong bajó la cabeza con dolor y pena. ¿Por qué
tenía que ser tan cruel?
— ¡MÍRAME CUANDO TE HABLO, POR LA MISMÍSIMA
MIERDA! — lo tomó del pelo y lo tironeó.
Jaejoong chilló.
El hombre lo soltó luego de unos instantes, cuando
notó que Jae ya no se movía, simplemente te había quedado quieto soportando el
dolor. “Vete a tu cuarto” le dijo, y el pequeño sin siquiera alegar corrió a su
habitación.
Recuerdos, recuerdos. Siempre hechos para hacerle
recordar los peores momentos de su vida… Ese día cuando comenzó todo su sufrimiento.
No, en realidad fue cuando se intensificó. Su padre siempre había sido un
hombre desgraciado y sin sentimientos, pero su madre era la que le hacía seguir
adelante…
Y ahora que lo pensaba, Yunho era exactamente igual
a su padre. Tenía esa misma personalidad altanera y arrogante, esa mirada
impregnada de malos deseos… Y al igual que a ese hombre, le encantaba ver a la
gente cercana sufrir.
Cómo lo odiaba… y a la vez…
— Jaejoong…
Salió de sus pensamientos al oír aquella molesta
voz que reconocería incluso en un cuarto oscuro, sin ver a la persona que le
hablaba.
— Qué quieres, Yunho… — respondió un poco asqueado. Realmente no
estaba de ánimos para que llegara ese hombre a hacerle el día una mierda, más
mierda de lo que ya era.
— Jaejoong… — volvió a decir un poco más despacio,
lentamente… El corazón de Jaejoong dio un salto.
— Agh… — suspiró —… no
empieces, por favor… — siguió con su camino, pero su hermano
simplemente lo tomó de la mano con fuerza y lo arrastró hacia quién sabe dónde.
Al sentir el tacto de su mano fría con la propia
sintió un fuerte sentimiento de culpa y tristeza, y no lograba entender mucho
el significado ni el por qué de esos sentimientos. ¿Debería sentirse culpable
por algo? ¿Debería sentir tristeza por él? Un lado de su conciencia, el que
odiaba a Yunho, le gritaba que no, que lo justo era que sintiera un odio
pútrido hacia su persona por el resto de su miserable vida, pero ¡Santo cielo!
Su otro lado de la conciencia, aquel bueno… aquel que había heredado de su
madre le decía que lo perdonara, que él no era esa clase de persona… que él no
era de las personas que odiaba y que malgastaban su vida irradiando
negatividad. No, él no era de esos…
Y en ese momento, cuando se dio cuenta de lo que
había acabado de hacer, cuando logró reaccionar a su movimiento mecánico, a
aquel que por inercia lo obligó a abrazarlo desde la espalda con todas sus
fuerzas, sintió que al fin estaba entendiendo todo… Y había comenzado a llorar
con todas sus fuerzas sin sentirse avergonzado de hacerlo… Comenzó a llorar
como un niño pequeño que perdió a su madre en la ciudad, que grita entre un
montón de gente y que es total mente ignorado… Si, así se sentía él. Sentía que
estaba en un vacío, sentía que a su alrededor habían unas paredes de cristal
que le impedían pedir ayuda, que le impedían correr hacia la persona más
cercana y rogarle ser escuchado…
Estaba gritando, y nadie se volteaba a mirarlo.
Pero ahí, entre esa gente… Entre esas personas que fríamente lo ignoraban,
logró divisar de pronto a un chico… Delgado, alto, moreno y de rasgos marcados.
Y no lo veía feliz, cielos… Yunho jamás había sido feliz.
— ¿Jaejoong? ¿Qué te pasa?
¿Habría, entonces, una razón más profunda? ¿Había
una razón por al cual Yunho había causado todo ese daño? Él no era feliz, en lo
profundo de su ser, tras esa sonrisa hipócrita… Estaba un Yunho tierno,
sonriente… un Yunho feliz, que había sido opacado por quizás qué cosas, las
cuales desconocía…
Ahora sentía un profundo desahogo. No le importaba
estar a mitad del pasillo, abrazando desde la espalda a su hermano a quién
decía odiar con su ser, llorando con todas sus fuerzas escondiendo su rostro en
su espalda… porque ahora sentía que todo aquello que estaba guardando desde
hacía tanto tiempo estaba saliendo, estaba aflorando, y se sentía tan bien…
— Tengo tanto miedo… Yunho…
Y de pronto unas manos que ya no estaban congeladas
tomaron las suyas, las cuales rodeaban su cintura y se apoyaban en el pecho del
más alto, las apretaron y las lágrimas cesaron, dejando a su paso la paz… La
tranquilidad. Sentía ahora… que aquel desconocido era ahora alguien importante,
alguien a quien quería… Era su hermano. Yunho era su hermano.
— Yo también tengo miedo, Jaejoongie… pero no
debemos temer.
Se giró mirándolo, con una sonrisa dibujada en sus
labios… lágrimas cayendo por sus mejillas. Pero no era lágrimas de rabia, no
eran lágrimas de enojo, no eran lágrimas de tristeza…
— No sabes… No sabes lo feliz que me siento…
Jaejoong — lo abrazó con
fuerza y acarició su espalda. — Soy
un estúpido, un desgraciado… no sabes cómo, no sabes cuánto lo siento… De
verdad perdóname… — lo abrazó con más fuerza, y Jae sintió que
ahora sus lágrimas y sus sollozos si eran de dolor, de tristeza…
— No… — pronunció lentamente. Yunho se alejó de su
cuerpo y lo miró confundido, sonrojado probablemente por la situación en la que
se encontraba… Llorando frente al chico al que se había mostrado tan fuerte y
al que tanto había maltratado. — No
hay nada que perdonar… Todo está perdonado.
Jaejoong debía admitir entonces… que realmente no
odiaba a Yunho. Ya no, al menos. Y el admitir que lo había perdonado, que ya no
sentía odio ni repudio hacia su persona, le hacía sentir como nuevo. Le hacía
sentir tan bien, tan… feliz.
Y un nuevo abrazo se formó entre ambos, dibujando
una sonrisa satisfecha en el rostro de Jaejoong. Quizás, y sólo quizás… eso era
lo que había estado buscando desde el principio… Un hermano, alguien con quien
pudiera compartir sus alegrías y sus penas…
— Alguien en quien pueda confiar… — susurró.
— ¿Eh?
— Nada…
— rompió el abrazo y secó las mejillas de su
hermanastro. — Gracias…
— Jaejoong… sé que no has sido feliz, para nada…
Y que por mi culpa aquello ha sido peor, pero…
Aquello hizo eco en su mente. “Sé que no has sido feliz, para
nada…”. Ya había escuchado eso antes, estaba seguro… Y a pesar de saber
que aquello todo el mundo lo sabía, que todos sabían que no era feliz, la
manera en que lo dijo le recordó a algo…
“Miró por última vez al chico que
seguía mirándolo.
— No eres
feliz, para nada… — le dijo de pronto riendo y Jaejoong frunció el
ceño, molesto. Lo ignoró, se bajó y luego de agradecerle al anciano corrió como
pudo hasta llegar a su casa. “
Eso. Eso era… Ese día, cuando había muerto su
madre. Ese chico, el del carruaje con el anciano…
— Yunho… Eras tú — dijo impresionado. Yunho lo miró dudoso.
— ¿Qué
cosa?
— El
chico… Ese día, me encontraron llorando entre los árboles, tirado en el suelo…
Tenía la cara lastimada y las rodillas raspadas.
Yunho lo miró con la boca semiabierta, y pronto sus
ojos se abrieron más (de manera un poco graciosa), al parecer había recordado
algo.
— ¿Tú eras ese niño que lloraba tanto? — Jaejoong bajó la cabeza, en señal de
afirmación — ¿Por qué… llorabas tanto?
— Mi
madre… Ella acababa de fallecer… — sus ojos se humedecieron apenas
el rostro de la mujer se apareció en su mente. Aún no lo superaba, por mucho
tiempo que haya pasado, no lo lograba… Aún dolía el vacío que había dejado en
su ser.
— Oh…
Con que eso era… — bajó su cabeza un poco incómodo — Jaejoong, yo…
Un ruido lo interrumpió, impidiéndole continuar con
lo que diría. Fue algo quebrándose, como un vidrio. De seguro nuevamente había
aparecido la muchedumbre molesta.
— Oh
no, no otra vez… — susurró Jaejoong, poniéndose
pálido (más de lo que ya era, en todo caso).
— Ven…
vamos a la sala — lo tomó del brazo y comenzó a
correr arrastrándolo tras él.
Por alguna extraña razón que desconocía, su padre
se había ausentado más que nunca las últimas semanas. Desde que su madre había
muerto, su padre casi no iba a casa. Todos los días comía solo, se la pasaba
solo, y si su padre llegaba… era sólo por unos instantes, y sólo para regañarlo
por lo primero que se le ocurriera.
Un día llegó con un chico. Nunca había visto a su
padre tan sonriente y feliz, acariciando la cabeza del chico repetidas veces,
dándole tanto cariño… Cariño que el pobre Jaejoong jamás recibía.
— Este es tu
hermano, Yunho… — había dicho sin rodeos, con esa sonrisa
altanera en su rostro frío. Su pequeño corazón se detuvo.
— ¿Eh? — preguntó sin entender totalmente lo que había
dicho. En realidad si entendía, pero… ¿Era cierto?
— ¿Qué acaso estás sordo, mocoso? Es Yunho, tu
hermano…
— Yo no tengo hermanos, mamá sólo me tuvo a… mí…
— Si que eres idiota. ¿Quién dijo que era de
esa… mujer? Ella ya está muerta, no me sirve. Ahora vivirás con tu nueva
familia, con tu nueva madre y tu hermano.
Cuando se dio cuenta ya estaban parados en la
entrada de la sala. Su tía estaba sentada en el sofá, seguía lamentándose por
todo. Jaejoong suspiró, pero de pronto vio a alguien al otro lado de la
habitación que hizo que se le iluminara el rostro.
— ¡Changmin! — gritó y corrió hacia él sin importarle que
estuvieran su tía y su padre ahí, mirándolos. Se lanzó a sus brazos y antes de
que este alcanzara a reaccionar lo abrazó con fuerza. Y diablos, sabía que se
arrepentiría eternamente de lo que estaba a punto de hacer, pero necesitaba
hacerlo… Así que estiró su cuerpo lo más que pudo para alcanzar el rostro de Changmin
(¡Era tan alto, demonios!) y sin dudarlo siquiera unió sus labios con los
propios, en un beso tierno y cálido que hizo que el corazón de Changmin comenzara
a latir con gran rapidez.
Cuando se alejó cayó en lo que había hecho, y se
dio cuenta de que había cometido la peor acción de su vida al sentir la mirada
de su tía y su padre clavarse en su nuca. Miró primero el rostro de Changmin…
Sus ojos estaban abiertos y su rostro más rojo que nunca. Miraba repetidas
veces a Jae y luego hacia las personas que estaban en la sala. Realmente no se
esperaba eso. Entonces se giró de inmediato, preparándose para sufrir las
consecuencias, y al primero que vio fue a su padre.
Su rostro estaba tenso, rojo, la vena de su frente
parecía querer explotar en cualquier momento. El rostro de su tía no estaba muy
diferente. Su boca y sus ojos estaban muy abiertos y su mano estaba sobre su
pecho, exagerando más aún su expresión de impresión.
Finalmente miró a Yunho. Su rostro se veía
ligeramente más tranquilo, pero no por eso menos impresionado que los demás. En
seguida entendió la mirada que le daba desde la otra esquina de la habitación. “Jaejoong,
estarás muerto…”
— ¿Qué… mierda… fue eso? — dijo el hombre finalmente, levantándose del
sofá con lentitud.
— Papá,
yo… — susurró apenas, temeroso.
— ¿QUÉ
MIERDA FUE ESO? — se le acercó rápidamente,
dispuesto a golpearlo. Levantó un puño el cual iría directo a su rostro, pero
Jaejoong lo sujetó con sus manos gritando.
— ¡¿Por
qué siempre tienes que golpearme?! — el hombre lo miró totalmente
molesto por la reacción de su hijo — ¡¿Por qué nunca te detienes a escuchar lo que
tengo para decir?!
— ¿Y
qué se supone que será? ¡Espero que tengas una buena excusa, maldito desviado!
— Papá — se quedó completamente serio. Miró a Changmin,
quien lo miraba totalmente nervioso y descolocado — Yo… Yo amo a Changmin.
— J…Jaejoong…
— dijo este, nervioso
al escuchar eso y más aún al ver cómo el rostro del padre de Jaejoong se
tensaba más.
— ¿Q…Qué?
— dijo la tía desde el sofá.
Lo único que hizo el hombre fue darle una fuerte
cachetada, pero Jaejoong sólo rió y lo volvió a mirar, acariciando su propia
mejilla.
— Da igual, golpéame cuantas veces quieras… Mis
sentimientos no cambiarán.
El hombre fue a golpearlo nuevamente, pero Changmin
lo tomó del brazo con fuerza y lo miró serio, advirtiéndole que si se atrevía a
volver a tocar a Jaejoong se las vería con él. Si bien el hombre era mucho
mayor que Changmin, este lo sobrepasaba en altura… y el agarre de su brazo era
tan fuerte que en seguida notó que no tenía oportunidad alguna contra él.
Un fuerte ruido los saco de sus pensamientos.
Nuevamente, habían comenzado… Estaban tirando piedras a los vidrios y gritando
vulgaridades allá afuera. ¿Por qué? ¿Qué culpa tenía él?
— Por qué… por qué otra vez… — se quejó Jaejoong, encogiéndose de hombros. Le
dolía tanto oír todas esas atrocidades a su persona, siendo totalmente
inocente…
Changmin lo tomó de la mano, entrelazando sus
dedos. Jaejoong se sintió un poco más tranquilo con el tacto, así que la apretó
también. Suspiró con miedo.
— Vamos a una habitación para estar más seguros…
— le susurró y Jaejoong asintió. Las miradas de
odio de su padre y su tía se posaron en seguida, cuando comenzaron a avanzar a
través de la sala. Estaban ya junto a Yunho, cuando Jaejoong notó cómo sus ojos
y su boca se abrían al mirar a un punto tras él que lógicamente no veía…
Y todo lo demás pasó en cámara lenta.
Había un hombre mirando a través del vidrio roto.
Sostenía un arma que apuntaba hacia Jaejoong, quien le daba la espalda. Apretó
el gatillo, el fuerte ruido resonó por la habitación… y la única reacción que
logró tener fue gritar “¡Jaejoong!”, empujando a Changmin y
lanzándose sobre su hermanastro, abrazándolo y cayendo ambos al piso.
La mujer gritó, Changmin también… Y cuando todo
aquello pasó tan lentamente, se dio cuenta de que estaba en el suelo con el
cuerpo de Yunho encima, abrazándolo con fuerza.
— ¿Yunho? — le dijo, pero este no se movía.
“Oh no… Oh no, no… No el sueño,
no puede ser real”
— ¡¿Yunho, estás bien?! ¡Yunho! — gritó desesperado, sin poder sacárselo de
encima. No podía estar pasando, no podía estar pasando lo mismo… — ¡Yunho! — sus ojos se llenaron de lágrimas al instante.
— Oh,
mierda… — dijo de pronto — Cómo duele… — se levantó sujetando su brazo, el cual
sangraba.
— ¿Estás… bien? — dijo sin notar que había comenzado a llorar.
Su corazón latía fuerte por el miedo.
— Me
dio en el brazo… — dijo bajito — Pero al menos estás bien tú… — Jaejoong sonrió agradecido y suspiró…
Los gritos enloquecidos que venían de afuera se
hacían cada vez más fuertes. Al parecer se habían corrido la voz de que habían
lastimado al hermanastro de su víctima. Pronto comenzaron a golpear la puerta
con fuerza y nuevamente comenzaron a tirar cosas en llamas, para incendiar el
lugar.
— ¡Papá, por favor! ¡Has que paren! — le rogó Jaejoong al hombre que se hacía llamar
su padre. Este lo miró asqueado e indiferente.
— No me
llames papá, engendro…
— ¡Pero
papá… por favor!
— ¡NO
SOY TU PADRE MALDITA SEA!
— ¡Ya
deja de gritarle! — lo defendió Yunho, levantándose — ¡Deja de insultarlo, deja de tratarlo mal! — caminó hacia él quedando frente a frente — Tú, y sólo TÚ tienes la culpa de todo lo que
ha pasado. Tú eres el causante de todo esto. Tú eres el causante de la mayor
parte del sufrimiento de Jaejoong…
— ¡No
me levantes la voz!
— ¡ES
LA VERDAD! — le gritó — ¡ERES UN DESGRACIADO Y UN TOTAL EGOÍSTA!
El hombre levantó su brazo totalmente enojado,
dispuesto a golpear a Yunho como solía golpear a Jaejoong… Yunho jamás en su
vida había sido golpeado por su padre, pero en este momento él estaba tan
cegado por la rabia que no le importó nada. Daba igual, no iba a defenderse…
pero antes de que aquella futura cachetada impactara contra su mejilla, el
hombre se quedó quieto. Su brazo seguía en el aire, sus ojos y su boca se
quedaron abiertas… sus ojos miraban a la nada.
Yunho iba a preguntar qué le había pasado… Iba a
preguntar, pero no alcanzó, ya que antes de hacerlo su padre cayó al suelo,
haciendo un ruido sordo al impactar contra el piso. Y ahí lo vio. Desde una
ventana, un hombre que jamás había visto apuntaba con un arma hacia adentro, y
en segundos desapareció de su vista.
No podía creerlo, no podía procesarlo, ¿Sería
cierto? ¿Su padre estaba…?
El grito horrorizado de la mujer que hasta ese
momento se había mantenido sentada quejándose y lamentándose se escuchó por
toda la mansión como un fuerte trueno. Corrió sin importarle nada, sin
importarle empujar con fuerza a su queridísimo sobrino Yunho, y se arrodilló
frente al cuerpo inmóvil del hombre.
Jaejoong tragó saliva. Sus piernas tiritaban, pero
no podía moverse de ahí. Sus ojos se mantenían abiertos, y sintió que en algún
momento se desmayaría. No podía creerlo que acababan de ver sus ojos.
— ¡TRAIGAN A UN DOCTOR! – gritó la mujer, horrorizada.
Y en ese momento, a ver a su padre así… en el
suelo, su espalda con esa enorme mancha carmesí adornando su traje caro; su tía
gritando como desquiciada, llorando y chillando el nombre de su hermano, el que
alguna vez fue su padre…
— ¡No se queden parados ahí, por Dios santo! – seguía gritando desesperada la mujer, mirando a los dos hijos que no
hacían nada.
… fue en ese momento que supo que ese hombre ya no
estaba… En el que supo que quien lo había hecho tanto sufrir y que había hecho
sufrir tanto a su madre se había ido. Estaba muerto. Su padre estaba muerto… Su
maldito padre estaba muerto…
— Vámonos de aquí… — le susurró Yunho al oído, arrastrándolo fuera
de la sala, seguidos por Changmin que hasta ese momento había estado parado
inmóvil y totalmente mudo. Dejaron atrás al fin a su tía, al cuerpo sin vida de
su madre, y a las criadas que corrían hacia ellos.
Dejaron atrás entonces su pasado… Dejaron atrás el
dolor, el sufrimiento… Y quizás, sólo quizás… Este podría ser el comienzo de
una nueva vida. Podrían comenzar a vivir nuevamente.
>>> ♥ <<<
— Si hay alguien que te lastima, si hay
alguien que te hace sentir inferior, ¿Qué importa? Eres maravilloso, Jae… único
en el mundo, y nadie podría quitarte esa hermosa cualidad… Nadie.
Si, su madre siempre había tenido razón… Nadie
podría hacerlo sentir inferior, nadie tenía el derecho…
— Esto es tan extraño… — susurró mirando a la nada, sintiendo la fría
brisa revolviendo su cabello negro.
— ¿Qué
cosa? – respondió el más alto, tomando su mano con cariño,
entrelazando sus dedos. El pelinegro apoyó la cabeza en su hombro.
— Cuando mi mamá se fue, lloré tanto… Jamás lo
superé, y ahora… no siento nada, absolutamente nada.
Miró a lo lejos a la gente que rodeaba el ataúd
enorme de madera, el cual bajaba lentamente. El día era soleado, silencioso… No
era el mismo ambiente de ese día. Recordaba cuando habían sepultado a su madre.
Llovía a cántaros, durante todo el día había mirado a su padre… esperando un
beso en la frente y un cálido abrazo, como solía hacer ella, pero lo único que
veía era al hombre riendo mientras fumaba uno de sus cigarrillos, hablando con
su tía y con otra gente que no le interesaba conocer.
— ¡Jaejoong,
lindo! ¡Qué grande estás! – le decían mujeres gordas que jamás había visto,
pero que ellas parecían conocerlo completamente. Apretaban sus mejillas y lo
abrazaban, le hablaban largo rato cosas sin importancia que él realmente no
quería escuchar.
Ninguna respetaba que quisiera estar a solas con su
madre por última vez. Ninguna respetaba que quisiera memorizar su rostro,
sentir sus manos y el olor de su vestido… Porque jamás podría verla otra vez,
una vez que bajaran su ataúd ya no había vuelta atrás… Sólo quedarían
recuerdos, vagos y hermosos recuerdos…
— Estás
demasiado delgado querido, deberías comer más… — ¿Era
en serio? ¿Querían que pensara en comer en ese momento?
— ¿Por qué no sonríes más? Te ves muy
amargado, como un viejo en el cuerpo de un joven. – Quería huir de ahí, correr
y no ver más a esas señoras, pero no podía o sólo recibiría más golpes de su
padre.
— Con permiso… — les
decía educadamente para escapar de sus garra, para escapar de sus comentarios
totalmente estúpidos y sin sentido.
Así era toda su familia…
— Changmin… — susurró de pronto — ¿Soy muy mala persona?
— ¿Tú,
mala persona? Claro que no – rió el más alto — ¿Qué te hace pensar eso?
— ¿Soy
malo por no sentir pena? Al fin y al cabo él era mi padre, por mucho que
lo odiara…
— Jaejoong… — lo tomó por los hombros, mirándolo fijamente – Tú eres la persona con menos maldad que he
conocido. Él era un hombre malo, Jae… Estás en todo tu derecho de no sentir
tristeza con su muerte… Tómalo como un nuevo comienzo.
— Un
nuevo comienzo… sí.
Cierto. Debía dejar de pensar esas cosas, debía de
una vez dejar de dudar de sí mismo… Tenerse confianza y seguir adelante sin
dudas, sin miedos.
Y entonces vio a su hermano a lo lejos, entre las
personas que rodeaban el ataúd que ahora bajaba con lentitud, llevándose su
pasado con él… Ahí estaba Yunho, dándole la espalda a Jaejoong, con la cabeza
gacha. Quizás lo que Jaejoong había sentido al perder a su madre era lo que
estaba sintiendo Yunho en ese momento, pero cuando este se giró mirando a Jae a
lo lejos y comenzando a caminar hacia él, se dio cuenta de que al parecer no
era así. Se veía serio, normal… no se le veía tristeza ni dolor en el rostro. O
lo estaba escondiendo bien,
— Ya lo enterraron – fue lo único que dijo, con una expresión extraña en su rostro.
La familia de su padre había insistido en querer
sepultar a su padre junto a su madre, pero Jae se había negado repetidas veces,
insistiendo también en que no era la mejor idea, y lo logró gracias a su
hermano, quien lo ayudó en su opinión. Realmente sentía que su madre no hubiera
querido eso, no hubiera querido que ese hombre estuviera a su lado hasta
durante la muerte.
— Creo que era mejor – le dijo Yunho, apoyando su mano en su hombro.
— Gracias por ayudarme con eso – le respondió, y sin esperar respuesta lo abrazó con fuerza, asombrando
a Yunho. Aún así correspondió el abrazo. — ¿Cómo está tu brazo?
— Ya no
duele tanto, pero debo evitar moverlo mucho – lo acarició con cuidado, para no dañarse. Jaejoong se quedó en silencio — Esto se ha terminado aquí, Jae… — Le dijo en voz baja. El más bajo cerró sus
ojos y asintió, con una pequeña sonrisa.
— Al
fin… Al fin.
Y tal y como había dicho Yunho, su vida comenzó a
cambiar positivamente desde ese entonces… Pasando así 5 meses, en los
cuales no volvió a verlos…
Con el dinero que pudo al fin heredar de su madre
compró unas tierras lejos de su antiguo hogar, ahí hizo una humilde cabaña,
donde pronto se fue a vivir con Changmin, a quien realmente amaba con todo su
ser.
No había sido fácil, el padre de Changmin se había
negado rotundamente a permitirlo, pero terminó por ceder cuando Changmin le dijo
que era lo suficientemente maduro como para vivir solo, y él ahora debería
preocuparse por sus hermanas menores. Claro que el hombre no sabía de su
relación con Jae (le había dicho que se iría a vivir solo), pero no le haría
daño desconocerlo por un tiempo más.
— ¡Jae,
adivina quiénes vinieron! – dijo Changmin asomándose a la cocina, donde se encontraba Jaejoong,
quien preparaba algo para comer.
— ¿Quiénes? – dejó de amasar y siguió a Changmin, saliendo de la cocina. Una
expresión de asombro seguida de una enorme sonrisa se apoderaron de su rostro.
— ¡Junsu, Yoochun! – gritó emocionado y corrió hacia ellos,
abrazando a Junsu con fuerza — ¡Ha pasado tanto tiempo! – dejó a Junsu
para abrazar con fuerza a Yoochun.
— Nosotros también estamos muy felices de verte,
hyung – dijo Yoochun,
correspondiendo el abrazo y dándole palmaditas en la espalda.
— ¿Pero cómo supieron que era aquí? Digo… es un
viaje muy largo, muy alejado y… ¿Están cansados? ¿Quieren comer algo?
— Tranquilo, tranquilo… Estamos bien – dijo Yoochun riendo.
— Yo si tengo hambre – interrumpió Junsu, y Yoochun rió.
— Yo les dije… Hace días me dijiste que los
extrañabas mucho, ¿No? Así que aquí están…
— Gracias, Minnie… — le dijo con cariño, Changmin
sólo se sonrojó.
— Ustedes son unos cochinos – dijo de pronto Yoochun, con una mirada
maliciosa. Las caras de confusión que recibió como respuesta (incluso de
Junsu), le causaron bastante gracia – digo… se compraron una cabaña a mitad
del bosque, alejados completamente del mundo… O sea que – sonrió más –
nadie los escucharía, así que pueden hacer lo que quieran, cuando quieran, cómo
quieran… y gritar lo que quieran.
— ¿EHHH? – respondió Jaejoong completamente rojo. Changmin no se encontraba más
tranquilo, sus orejas resaltaban más aún con ese color rojo que se apoderó de
ellas.
— ¡Los descubrí! – los apuntó con el dedo, riendo a carcajadas.
— ¡Yoochun, eres un pervertido! – alegó Junsu, también sonrojado por la
deducción de Yoochun.
— ¿Pervertido, yo? No pensabas eso ayer, cuando
me rogabas que no me detuviera~ — movió sus cejas de manera seductora, y lo único que consiguió fue que
Junsu chillara agudamente y tapara su rostro totalmente rojo con ambas manos.
Las carcajadas de
Yoochun resonaron por la cabaña, y nuevamente las miradas confundidas de
Changmin y Jae se posaron sobre él. Yoochun secó las lágrimas que habían salido
por tanto reír y sonrió enormemente.
— ¿No lo
sabían? Junsu y yo estamos saliendo.
— ¡¿En serio?! – dijeron ambos emocionados, Junsu sólo bajó la
cabeza más sonrojado aún. Yoochun asintió.
— Sep, hace 2 meses. Al principio sólo era
coqueteo, pero pronto cayó ante mí… — lo abrazó con fuerza y frotó su mejilla con la de Junsu, quien estaba
completamente rojo.
— Ya basta, Yoochun… — se quejó y Yoochun rió enternecido.
Jaejoong rió también,
pero pronto sintió una enorme nostalgia. Todo había cambiado tanto… Todo había
mejorado tanto, ya no estaba rodeado de gente mala, era feliz viviendo con
Changmin, pero no pudo evitarlo…
Extrañaba a Yunho, y
quería verlo.
Era extraño, tomando en
cuenta todo el daño que le hizo. Tomando en cuenta cuántas veces lo hizo
llorar. Tomando en cuenta… cuántas veces dijo odiarlo…
Así que fue simple y no
necesitó pensarlo demasiado… Una tarde simplemente salió de la cabaña y viajó
hacia el pueblo, luego de contarle a Changmin, diciéndole lo que quería hacer y
que quería ir solo. Changmin aceptó, no tenía ningún problema… Pero le
pidió que no regresara muy tarde porque era peligroso y era un viaje bastante
largo.
Y finalmente, ya siendo
bastante tarde, llegó nuevamente a la cabaña, encontrándose con la sorpresa de
que Changmin había intentado cocinarle algo, había puesto la mesa y ahora se
encontraba durmiendo apoyado en la misma, ambos platos con la comida ya
completamente fría.
— Min, ya
llegué – le susurró al oído.
— Menos mal… — se movió – Tengo mucha hambre.
— Perdón, tardé un poco… — le dio un beso en la mejilla.
Se sentía más tranquilo…
Ahora que lo había visto, ahora que sabía que todos (Todos, incluyendo a Yunho)
estaban bien. Su medio hermano vivía solo con su madre, tranquilos. Junsu
se había quedado con la tía de Jae, ya que no tenía dónde ir, pero había
conseguido que le diera una habitación a Yoochun a cambio de que este le diera
lecciones de piano a la mujer para que pudiera relajarse.
La vida estaba
mejorando. Ya no existían problemas, vivía con alguien a quien amaba, tenía
excelentes y hermosos amigos y estaba reconciliado con su hermano.
Era difícil creer, que
un día igual a ese… hacía cerca de un año y medio, él era Jejuko. La dama
refinada, hija mayor de la familia Jung, la chica a la que su hermano y su
padre odiaban y que no tenía madre.
Y en ese entonces, no
hubiera creído que dentro de un año y medio aproximadamente, en un día igual a
ese, estaría viviendo completamente feliz, sin preocupaciones, en una linda
cabaña con un lindo chico y hermosos amigos.
La vida daba, sin duda,
giros extraordinarios.
~Fin~