Desde muy pequeño Jung
Yunho, el hijo del hombre más envidiado y odiado del pueblo, lo había tenido
todo.
Personas que lo
mimaran, riquezas, grandes banquetes todos los días, hasta los mejores
juguetes. Todo era para él… pero si le preguntaban si acaso era feliz, ¿Qué
respondería? No estaba seguro, pero algo en su interior le gritaba que no, que
no lo era.
No sabía qué era, no
se explicaba que era lo que le faltaba. Tenía el cariño de su madre y más aún
el de su padre, aunque este solía hacer largos viajes y se ausentaba mucho en
casa.
Cuando cumplió los
catorce años, él y su padre comenzaron a ir constantemente a la vieja casa de
su tía. La idea en si no le parecía emocionante, pero luego de que conociera a
ese chico su opinión cambió. Se le veía tímido, Yunho solía mirarlo desde una
esquina mientras el chico rociaba con agua unas plantas pequeñas en una maceta.
Yunho decidió hablarle
unos días después de estarlo observando detenidamente. Se levantó curioso y
caminó hacia él. Este no notó que alguien se le acercaba, así que siguió con lo
que hacía.
— Hola – le dijo, haciendo que el chico saltara
por el susto que le dio. Se agachó de inmediato para recoger la regadera que
había soltado por el susto, en seguida miró a Yunho desde abajo. – Lo siento – se disculpó este.
Al instante apareció
la tía de Yunho, notablemente molesta. Al mirar el suelo su rostro se tensó aún
más, observando furiosa el agua sobre la alfombra.
— ¡Mira lo que hiciste! ¡¿Acaso no haces nada
bien?!
— Lo siento – se levantó, sin mirarla a la cara.
— Mejor ve a podar los rosales, anda – le dijo molesta y
llamó a una criada que iba pasando para que limpiara el desastre.
El chico apretó ambas
manos contra el frío metal de la regadera y corrió al jardín sin siquiera darle
una última mirada a Yunho. Este se le quedó mirando, hasta que su tía se lo
llevó nuevamente a la sala.
Al rato después,
cuando Yunho encontró la oportunidad, corrió por los pasillos sin ser visto,
hasta llegar al jardín En él comenzó a buscar con la vista hasta dar con la
pequeña silueta del chico.
Corrió hacia él y al
quedar a su lado oyó como el chico, mientras cortaba hojas y algunas rosas,
tarareaba una canción.
— It’s Feel
Like… Beautiful Thing… — cantaba suavemente,
cortando y trabajando con delicadeza en los hermosos rosales.
Yunho se quedó largo
rato escuchando, embelesado por la belleza de su voz. Definitivamente era la
voz más hermosa que haya escuchado en su corta vida, y no estaba exagerando.
— Cantas muy lindas… — dijo cuando terminó la
canción. El chico volvió a saltar asustado, y se giró de inmediato. Yunho notó
como sus mejillas y orejas se enrojecían al instante – Me llamo Yunho – le sonrió.
— Hmm, un gusto – volvió a girarse y
siguió con lo que hacía, ignorándolo.
— ¿Cómo te llamas tú?
— No importa… — tomó sus cosas y caminó
hacia otro rosal. Volvió a hacer lo mismo que con el anterior.
— A mí me importa – sonrió siguiéndolo.
— A mí no me interesa decírtelo.
Volvió a tomar sus
herramientas y caminó sin prisa hacia unos arbustos, para emparejarlos. Yunho
volvió a seguirlo.
— ¿Por qué no? – le preguntó,
insistente.
— Tú eres… — se calló, como pensando
en lo que diría.
— ¿Soy qué? Me llamo Yunho, ya te lo dije...
— No, no, mira – cruzó sus brazos. Se
veía como de 12 o 13 años, pero hablaba como un adulto. – Tú eres… Somos diferentes.
— Hablas como mi padre – rió Yunho — ¿Qué edad tienes?
— Míralo por este lado. Tú eres un chico mimado
que lo tiene todo y yo soy un jardinero pobre, huérfano y que no tiene nada,
por ende, no tengo permitido hablar contigo, ¿Entiendes? Así que volveré a lo
de antes y seguiré ignorándote.
— Lo siento… — Yunho se disculpó algo
cabizbajo y se fue, dejando al chico solo y aparentemente triste.
Al rato después, Yunho
volvió a ver al chico, pero notó que sus ojos estaban rojos e hinchados, como
si hubiese estado llorando.
Quería hablarle.
Quizás eso era lo que en realidad le faltaba, un amigo. Nunca había tenido uno
de verdad, quizás eso era lo que siempre había necesitado, y no lo sabía.
Fue un día lluvioso
cuando ocurrió. La cocinera había hecho pasteles y cosas dulces para la llegada
de Yunho y su padre a la mansión. Estaban todos sobre la mesa, ordenados y
decorados. En un rato comerían. Yunho escuchó a su tía gritándole a alguien.
Curioso fue a ver y encontró a la mujer regañando al chico jardinero.
— ¡Dije claramente que no podías comer ninguno!
¡¿Acaso no entendiste?!
— Y…Yo no fui… — se defendió totalmente
aterrado.
— ¡Sólo tú estabas aquí!
— ¡Pero no fui yo! – le gritó asustado y
la mujer levantó la mano para darle una cachetada.
— ¡¡Fui yo!! – gritó Yunho, interrumpiéndolos. Corrió
hacia ellos y el chico lo miró impresionado.
— ¿Tú te comiste el pastelillo que falta, Yunho?
— Si, fui yo… Lo siento, tenía hambre.
— Bueno, sólo debías decirlo. – le sonrió, le
acarició la cabeza y se fue.
Yunho miró al chico,
con una sonrisa en su rostro. Este lo miraba fijamente con los ojos abiertos
como platos, la impresión brotaba de sus poros.
— ¿Por qué hiciste eso? – le preguntó.
— No sé, no quería que te regañaran – se encogió de
hombros.
— Oh… pero tú no lo hiciste de verdad, ¿No?
— Ahá… — sonrió con naturalidad.
— Gracias… — bajó la mirada, algo
sonrojado – De verdad gracias…
— No hay problema.
— Me llamo Junsu… — se presentó al fin y
Yunho sonrió feliz.
Todo eso fue un gran
cambio, pues Junsu y Yunho terminaron siendo muy amigos. Junsu esperaba ansioso
cada vez que en la mansión se daba el aviso de que Yunho y su padre vendrían de
visita, y Yunho se emocionaba cuando se padre decía que irían nuevamente donde
su tía.
Eran lindos días.
Fueron lindos días, porque dejaron de serlo eventualmente. De un día
para el otro Yunho dejó de visitar a Junsu, quien lo esperó durante días,
incluso meses… pero nada.
Fue pasado casi un año
que Yunho volvió. Pudo ver la emoción en el rostro de Junsu cuando cruzaron
miradas, pero la respuesta de Yunho fue mirarlo con desprecio y darle vuelta la
cara, ignorándolo.
La expresión de
emoción de Junsu se volvió la mueca más dolorosa que haya visto.
El por qué de esa
reacción era la noticia de la que se había enterado Yunho meses antes. La
noticia de que su padre tenía otro hijo y una mujer además de su propia madre.
Y no sólo eso, ese hermano iría a vivir con ellos, ya que su madre había
fallecido hace poco.
Claro, Junsu no tenía
la culpa, pero aún así no quería hablarle. Seguía molesto por el hecho de tener
que compartir a su familia con un extraño.
Unos días después al
fin lo conoció. Se llamaba Jaejoong, y se rehusaba a usar el apellido
Jung. Insistía en hacerse llamar Kim Jaejoong, usando el apellido de su madre
difunta. El chico traía un largo vestido negro, al igual que su cabello largo
que, claramente, no era el suyo. Ese era el plan de su padre. Últimamente había
estado recibiendo bastantes amenazas de muerte, y no sólo él… también Jaejoong.
Y no es que a su padre le importase demasiado la integridad físico — psicológica
de su hijo, no, la razón era otra. En realidad la gran fortuna que poseía el
hombre no era de él, si no que era de su ex esposa. La mujer había dicho en su
testamento, claramente, que TODA la fortuna
era de Jaejoong, por lo que no le servía muerto. Si su hijo moría perdería el
dinero. Claro que Jaejoong no lo sabía, la excusa de su padre era querer
protegerlo.
Había otras cosas que
había experimentado Yunho últimamente. Desde pequeño él había tenido clara su
sexualidad. Nunca le atrajeron las niñas y durante su adolescencia jamás se
emocionó viendo imágenes de señoritas en poca ropa, de hecho, admiraba mucho
más la belleza masculina que la femenina. Y cuando comenzó a vivir con su
hermanastro aquello se intensificó.
Debía tomar en cuenta
también que la imagen que daba su hermano no era la de un hombre. Cambiándose
el nombre a Jejuko y usando vestido y peluca daba la impresión de que de
verdad era mujer. En un principio Yunho sólo sintió una leve atracción hacia el
chico, pero a medida pasó el tiempo y fue conociéndolo más, sus sentimientos
incrementaron… de una manera muy poco sana.
Sentía una enorme
atracción sexual hacia su hermano. No sabía qué era, no sabía por qué, sólo
sabía que necesitaba tocarlo y hacerlo suyo, y pronto.
Una noche no soportó
más esa tensión. Se sentía cansado así que había ido a dormir más temprano de
lo habitual, pero tras un húmedo sueño en que él y su hermano eran partícipes
de las más pervertidas y sucias imágenes pornográficas, su autocontrol se
esfumó definitivamente.
Fue demasiado para él.
Al despertar intentó
calmarse un poco, pero era inútil. Se sentía excitado, y el deseo carnal era
insoportable. Caminó a oscuras por los pasillos de la silenciosa mansión, hasta
dar con su habitación. Ni siquiera se molestó en tocar, sólo entró
encontrándose con Jaejoong, quien justo se había girado para mirar quien
entraba.
— Debes tocar antes de entrar… — le había dicho dándole
la espalda de nuevo, mientras quitaba su peluca.
En ese momento pudo
ver ese blanco y terso cuello que le erizó la piel, y que hizo que sus manos
cosquillearan. Debía tocar, sentir, conocer y explorar esa piel.
No pudo hacer más.
Simplemente se acercó a él y lo besó, como tanto había deseado. Se cegó
completamente y siguió con lo que hacía. Ignoró las quejas de su hermano,
lo ignoró completamente. Sólo tocó, tocó y besó. Lo desvistió con desesperación
y lo empujó sobre la cama, deleitándose con la expresión de miedo que se
dibujaba en el perfecto rostro de su misma sangre.
— ¡Eres un enfermo! – le había gritado
Jaejoong, intentando quitárselo de encima.
Si, lo era, no podía negarlo, pero era algo que necesitaba hacer y que estaba aguantando desde hace mucho. Ahora que tenía la oportunidad no podía dejarla pasar.
Si, lo era, no podía negarlo, pero era algo que necesitaba hacer y que estaba aguantando desde hace mucho. Ahora que tenía la oportunidad no podía dejarla pasar.
Las cosas se habían
salido de su control.
De un momento a otro
Yunho se encontraba embistiendo con fuerza contra el delgado cuerpo de
Jaejoong, y tapando su boca con una mano para impedir que los gritos
desgarradores que querían salir fueran escuchados por alguien.
Era un enfermo, lo
sabía. Porque el hecho de que su hermano llorara y gritara desesperado,
rogándole que se detuviera, que se retorciera de dolor bajo su cuerpo, aquello
le excitaba aún más. Le incitaba a continuar con el pecado.
Siguió. Siguió. Siguió
sin pensar, hipnotizado por los gemidos dolorosos que le brindaba su hermano.
Volvió al mundo real cuando sus miradas se cruzaron por unos segundos, y
aquellos ojos brillantes por las lágrimas, y también rojos, preguntaban "…
¿Por qué? ¿Por qué yo?"
No sabía qué
responderle. Ni él sabía por qué él, era algo que simplemente no tenía
respuesta en su cabeza. Así que sólo se limitó a continuar.
Cuando terminó se dio
cuenta de que Jaejoong estaba inconsciente. No se movía, y si no fuera porque
respiraba lentamente hubiera pensado que lo había matado de dolor. Se salió de
su interior lentamente y no tardó en besar los labios gruesos y rosados de su
hermano. Secó las lágrimas casi secas que seguían sobre sus mejillas pálidas.
— Lo siento... — susurró entre sus
labios, dándole cortitos besos. Se levantó y se fue de la habitación
(luego de vestirse, claro).
Si, se había acostado
con su hermano. De hecho, lo había hecho en contra de su voluntad, así que en
realidad había sido una violación. Pero oh, no se sentía para nada culpable del
daño físico y emocional que de seguro le había causado a su medio hermano. El
remordimiento no habitaba ni en el más mínimo rincón de su desgraciado ser.
Se sentía incluso
bastante bien, satisfecho diría él. Pero pronto quiso más, y a la noche
siguiente volvió a repetirlo, dos días después volvió a hacerlos, un día más y
fue lo mismo. Cuando logró darse cuenta aquello ya se había hecho un vicio,
algo de lo cual no podía liberarse.
Pero ese sentimiento
de placer y satisfacción al coger a su hermano pronto cambió, mutó hasta
transformarte en ese sentimiento pútrido que le hacía sentir lástima de ese
frágil cuerpo ultrajado que se movía al compás de sus embestidas, sentir
lástima de esa lastimada mirada suplicante. De esos sollozos que ahora le
partían el alma y le hacían querer detenerse, detenerse y besarlo y decirle que
todo estaría bien.
Pronto se sentía sucio
al tocar su cuerpo, y sentía que lo ensuciaba a él. Se sentía desgraciado, y
aquello le afectaba de una manera que jamás imaginó. Y sentía la enorme
necesidad de serle suave, ser tierno con él y darle todo el cariño que nunca le
había dado a alguien.
... Se había enamorado
de su hermano.
Eso no era parte de
sus planes. Ahora cada vez necesitaba más besar sus labios, aquello hacía que
su corazón se sintiera cálido, le hacía sentir como nunca antes se había
sentido. Pero no podía mostrarse débil, no podía rendirse ni hacerle ver a Jaejoong
sus sentimientos. No, porque a pesar de todo... tenía miedo. Porque nunca se
había sentido así, porque nunca había sentido estar al borde de la locura por
mirar a alguien, porque nunca había sentido su corazón a punto de estallar al
verlo sonriendo mientras conversaba con Junsu.
Anhelaba que esas
sonrisas fueran para él, pero sabía que eso jamás pasaría.
Y al mismo tiempo
había comenzado a notar algo raro en Junsu. Lo miraba demasiado, con dolor.
Sabía por qué debía ser, ya no le hablaba desde hacía muchos años. Y no sentía
la necesidad de hacerlo, pero notaba un fuerte dolor en su mirada.
Pero pronto llegó ese
hereje de Shim Changmin, el señorito perfecto. El señorito con los mejores
modales y el desgraciado al que amaba su padre. Y su tía comenzó a arreglar un
matrimonio entre él y "Jejuko", la hija mayor. Aquello le hizo hervir
la sangre, y pronto perdió el control cuando los vio a ambos... A Changmin y a
Jaejoong, besándose como si no hubiera un mañana. Y lo peor, Jaejoong se veía
feliz, ¡Más que eso! Sus ojos brillaban con tan solo mirar a Changmin.
La rabia aumentó y
aumentó. Diablos, quería matarlo. Tanto fueron los celos que comenzaron a
carcomerlo por dentro que no se dio cuenta de su reacción y fue a buscar a
Jaejoong, donde siempre estaba. En el jardín. Lo llevó arrastrando de un brazo
ignorando sus quejas y preguntas, y cuando ya estuvieron en un pasillo X de la
casa, sus manos rodearon su fino cuello blanco con fuerza, impidiendo la
entrada de aire a sus pulmones.
— Y…Yunho... N…No puedo... respirar — se quejaba Jaejoong,
intentando soltarse del fuerte agarre de su hermano. Pero no podía, Yunho
estaba poniendo casi toda su fuerza en sus manos.
El rostro de Jaejoong
comenzó a ponerse rojo, cerró sus ojos y comenzó a llorar desesperado,
sin poder soltarse. Y en ese instante, si no fuera porque su tía lo hizo entrar
en razón e hizo que lo soltara, quién sabe qué le habría hecho.
Quería a Jaejoong sólo
para él, y haría cualquier cosa para lograrlo. Como acostarse con Changmin en
la pieza de Jaejoong, para que este los descubriera y no se hablaran más. Y
claro, lo había logrado.
Una tarde buscó a
Jaejoong, sin saber exactamente por qué, pero sólo encontró a Junsu cortando
unas rosas, solo en el jardín. Junsu lo miró fijamente y cuando Yunho se dio
media vuelta para irse este lo agarró del brazo.
— Espera...
Yunho se giró. Hacía
mucho que no escuchaba la voz de Junsu dirigiéndole la palabra. Admitía que lo
extrañaba, y que sus mejores días los había pasado con él... pero una amistad
con él ya no sería lo mismo. Sabía que no lograría ser lo mismo.
Junsu lo miraba
fijamente. Su mirada penetrante reflejaba el gran dolor que debía sentir. Por
un momento incluso sintió ese dolor volverse suyo. Junsu caminó hacia Yunho,
sin dejar de mirarlo. Una vez frente a él se mordió el labio y frunció el ceño,
la mueca de dolor intensificándose por mil.
— ¿Qué pasa? — respondió Yunho al fin.
Su voz sonó suave, al contrario de lo que quería. Su idea era ser frío, como lo
era desde que se habían vuelto a ver.
— Yunho... — pronunció
ese nombre y pareció como si le doliera demasiado. — Yunho, te extraño... — dijo de pronto, y Yunho no respondió.
Un silencio incómodo
se apoderó del lugar, y de ellos dos. Se escuchaba el viento soplar por entre
las hojas de los árboles, ese sonido melodioso y relajante que se mezclaba con
los rayos de la luz del sol.
Y de un segundo a otro
Junsu había acortado la distancia entre ellos, uniendo sus bocas en un beso
desesperado que el mayor no tardó en corresponder. Era un beso desesperado y
hambriento que pronto los llevó a la habitación del menor. Que le hizo olvidar
al menor lo mucho que Yunho lo había hecho sufrir ignorándolo y tratándolo mal.
— ¡Y…Yunho...! A…Ahh, me gustas... Siempre m…me
has gustado... Ahh — gemía Junsu con fuerza, mientras Yunho
embestía con fuerza contra su cuerpo excitado.
“Lo siento...” pensó Yunho sin detenerse. ¿A quién engañaba?... no podría
corresponderle jamás, pero aún así... podía hacerle el favor de satisfacerlo
físicamente.
Y claro, como era de
esperarse… comenzó a acostarse seguido con Junsu. Sabía que le hacía el favor a
él, y al mismo tiempo intentaba olvidar aquel maldito sentimiento que
experimentaba cada vez que veía a su hermano. No era bueno enamorarse de
su hermano, no era bueno sentir aquello que sentía. Su plan era sólo hacerlo
sufrir, no esto.
Yunho había
experimentado un enorme giro en su vida; y ahora, luego de todo lo que había
pasado en esa extraña mansión (peleas, mucho sexo, incluso su hermano lo había
golpeado)... se encontraba tirado sobre su cama pensando en lo que había hecho
recientemente.
— ¿Pedirme perdón? Si claro, como si fuera fácil
para mí disculparte así como si nada. Claro, te perdono por quitarme la
virginidad, te perdono por herirme física y mentalmente, para el resto de mi
vida. No te preocupes, en serio – el sarcasmo fue más que evidente.
— ¡Por
favor! ¡Para mí tampoco es fácil!
— Claro, no es fácil pedir perdón y librarte del
cargo de conciencia, si es que tienes. Oh, de verdad perdóname tú a mí, debe
ser tan difícil disfrutar conmigo y luego sentirte tan mal por lo que hiciste.
— ¡No
lo entiendes! – le gritó.
— ¡¿Qué
no entiendo qué?!
— ¡Lo
difícil que es haberme enamorado de ti! ¡Lo difícil que es haberme enamorado de
mi propio hermano, mi sangre!
— ¿Yunho?
Escuchó una voz a su
lado, pero su mente estaba perdida en alguna otra parte. Miles de pensamientos
rondaban por su mente. "¿Debí hacerlo? ¿Debí hacer eso?"
pensaba repetidamente, una y otra vez.
— Yunho... — volvió a susurrar el
chico a su lado y Yunho lo miró. Junsu seguía a su lado, en la misma cama,
mirándolo con melancolía.
— ¿Hmm?
— ¿Estás enamorado de Jae, Yunho?
Yunho se sentó en la
cama y lo miró fijamente, sus ojos se abrieron un poco, pero intentó disimular
la impresión causada por la pregunta.
— Lo sabía... — sonrió Junsu, abrazando
sus rodillas. Al instante estiró sus brazos y los miró. Yunho hizo lo mismo,
notando varias marcas en sus muñecas y sus antebrazos. — No sé en qué pensaba... — deslizó uno de sus dedos por una de las
cicatrices y suspiró. — Podría odiar a Jae por esto... Por esconderlo,
pero no lo hago. Me odio a mi mismo.
— Me pasa lo mismo ahora... — respondió apenas.
— Cambiaste mucho, y no entiendo por qué.
Extraño al antiguo Yunho, ese que era tan tierno conmigo y logró enamorarme. — dijo Junsu, mirando
por la ventana. Su vista perdida en algún punto.
— Hmm...
Yunho se levantó y
comenzó a vestirse lentamente, sin decir nada. Junsu sonrió para sí mismo, sin
moverse. Sólo siguió mirando a Yunho como hace un rato.
— Eres una buena persona, Junsu. Te mereces a
alguien mejor — se le acercó y acarició su rostro. Junsu
sintió que sus ojos se humedecían y alejó el rostro.
Yunho terminó de
vestirse y salió de la habitación, dejando a Junsu solo. Caminó tranquilo por
los pasillos y salió al jardín. Miró a su alrededor. Allá lejos se veía alguien
en el columpio bajo un árbol, moviéndose de adelante a atrás. Su cabeza estaba
hacia atrás y sus ojos cerrados. Su cabello negro se movía al viento.
— Jaejoong — le dijo Yunho cuando se
paró a su lado, y este paró en seco. Se giró y lo miró algo molesto por haber
interrumpido su momento de reflexión.
— Qué. — respondió cortante, pero un sonido fuerte lo
distrajo. Sonó parecido a un disparo desde lejos. — ¿Qué fue eso?
— No sé...
Se quedaron callados,
olvidando la compañía del otro, intentando ver — oír qué era lo que pasaba. Se
escuchó otro disparo y ruido de gente.
— Mierda... — dijo Yunho y tomó del
brazo a Jaejoong. — Levántate... — le dijo en un susurro.
— ¿Por qué? — intentó soltarse, pero
Yunho volvió a tirar de su brazo.
— Levántate, parece que te encontraron. — le tiró el brazo
repetidas veces hasta que Jaejoong se dignó a levantarse.
— ¿Quiénes? — comenzó a caminar,
siendo arrastrado por su hermanastro.
— ¿Quiénes? ¿Acaso no recuerdas por qué estás
aquí?
— Oh, cierto... — Recordó que la razón
principal por la que había venido y "cambiado su sexo" fue
porque la gente lo odiaba por ser el hijo de su padre. Lo habían amenazado
repetidas veces — ¿Por qué me odian a mí y no a
ti?
— Porque nadie sabe que existo además de los que
viven en esta mansión, supongo... diablos, era un buen punto.
Se escuchó otro
disparo al aire y cómo alguien gritaba "¡SABEMOS QUE JUNG JAEJOONG ESTÁ
AQUÍ!".
Yunho comenzó a correr
arrastrando a Jaejoong del brazo. ¿Por qué lo perseguían a él? ¿Por qué lo
amenazaban de muerte a él por cosas que hacía su padre? ¿Cómo diablos lo habían
encontrado?
— Debieron verte en tus viajes a tus clases de
piano — dijo Yunho en voz baja y entraron a la
mansión.
Diablos, todo esto se
estaba volviendo peligroso.
Que no lo encuentren por favor, que le hagan eso a su padre, pues es el que lea ha hecho daño y no Jae, cuidaloYunho.
ResponderEliminarGracias!!!
Aun no entiendo, porqué a Jae?, porque no arreglan cuentas con el padre, el no está oculto, espero lo logre esconder Yunho.
ResponderEliminarGracias!!! ❤️💕💞