— ¿No sabes qué?
— No sé quién es el padre de Heechul
— le estaba diciendo la verdad — Sólo sé que quiero que sea Leeteuk y no Yuhwan.
— ¿Amabas a ese Leeteuk?
¿Qué
estaba haciendo? ¿Qué diferencia podía suponer lo que él sintiera, y a él qué
le importaba?
— Sí — las
lágrimas que Junsu no quería derramar le nublaron la visión y la voz.
— Pero te acostaste con mi hermano.
La voz de Yoochun era serena, pero no podía disimular
el desprecio.
— Leeteuk y yo nos habíamos
peleado. Creí que habíamos terminado. Me fui de vacaciones y… y sencillamente
ocurrió.
— ¿Sencillamente ocurrió? — lo
imitó Yoochun —
¿Así de fácil? Un momento de debilidad cuando echabas de menos al hombre que de
verdad amabas. ¿Es eso lo que quieres decir?
Junsu
tragó saliva. Aquello era lo que le había pasado a él cuando había deseado a
Yoochun durante aquellos horribles minutos, ¿verdad? Pero la traición a su amor
de tantos años por Leeteuk sólo había durado un instante.
— Sí — reconoció
con gravedad.
Yoochun
se dirigió hacia él y lo agarró con tanta fuerza de los hombros que le hundió
dolorosamente los dedos en la piel. Lo sacudió con cierta fuerza mientras le
decía con amargura:
— Mentiroso. Lo que «sencillamente ocurrió», como tú dices,
es que Yuhwan os contrató a ti y a otra chica para satisfacer un de sus
fantasías sexuales. Lo sabemos porque encontramos la factura entre sus papeles,
aunque por supuesto, tú y la otra chica que accedió a ese triste numerito no
fuisteis el único entretenimiento que pagó durante su visita a Cannes. Al menos
la madame que utilizó aseguró que sus chicas se hacían controles regulares de
salud, cuyo costo también estaba en la factura. Debo decir que me sorprende que
utilizaras tu nombre real en lugar de uno ficticio.
Yoochun
emitió un sonido de disgusto y lo soltó con tanta fuerza que Junsu se dio
contra la cama. Temblaba tanto que tuvo que sentarse. Aquello era horrible,
peor que cualquier cosa a la que pensó que tendría que enfrentarse nunca. Sabía
que Junho era sexualmente promiscuo, por supuesto, pero no aquello. Pobre Leeteuk.
Él lo había amado mucho. Gracias a Dios, nunca tuvo que saber cómo era
realmente. Eso también respondía al asunto de por qué Yoochun nunca había
puesto en entredicho la discrepancia de sus nombres. Junho había utilizado el
nombre de Junsu mientras estuvo en Cannes, traicionándolo un vez más. Los ojos
se le llenaron de lágrimas.
— ¿Le contaste a Leeteuk qué
estuviste haciendo en Cannes? — preguntó
Yoochun, como si hubiera adivinado en cierta forma la dirección de sus
pensamientos.
— Eso no es asunto tuyo — le
dijo Junsu, escupiendo aquéllas palabras para proteger al hombre al que había
amado.
— Ahí es donde te equivocas. Se
ha convertido en asunto mío al estar tú aquí. ¿Lo planeasteis todo entre los
dos, ese Leeteuk y tú? ¿Te buscó él a Yuhwan, arreglándolo todo de modo que
ambos pudierais chantajearle con la amenaza del niño? Si es así, sin duda
estabais hechos el uno para el otro.
Junsu
se levantó de la cama como movido por un resorte. Le ardía el rostro con el
calor de la ira.
— Leeteuk era un hombre decente, amable y cariñoso. Valía por mil
hombres como tú y tu hermanastro, hombres arrogantes, egoístas y emocionalmente
vacíos que creen que pueden comprar todo lo que desean.
— ¿Cómo? ¿Te atreves a situarme en la misma
categoría que a Yuhwan?
— ¿Por qué no? — le
espetó Junsu —
Después de todo, la misma sangre corre por vuestras venas.
— Tú…
Yoochun
estaba inclinado sobre él. Junsu hizo un esfuerzo frenético por liberarse de la
tenaza de sus manos en las muñecas.
— Yo amaba a Leeteuk — le
dijo — Pero alguien como tú no
podría entenderlo nunca — aseguró con voz rota.
Soltando
un palabrota, Yoochun le soltó un de las muñecas para agarrarle la barbilla,
levantársela y poder así mirarlo a los ojos. Parecía un mártir lleno de orgullo
y virtud, defendiendo un amor perdido.
— Eso dices ahora — le
dijo con fiereza — y
sin embargo estabas dispuesto a entregarte a mí.
— No. Detesto la idea de que me toques.
— ¿Te refieres a algo así?
Se
iba a arrepentir de aquello cuando se calmara, y Yoochun lo sabía, pero en
aquel momento, su orgullo le pedía que lo calmara de un modo que dejaba todo lo
demás fuera.
Mientras
Junsu protestaba, él inclinó la cabeza y lo silenció con la presión de su boca
sobre la suya.
Junsu
se dijo que no lo deseaba, que lo odiaba de verdad, pero un irresistible forma
de alquimia estaba formándose, transformando aquellos sentimientos en lo
contrario.
Alzó
la mano que tenía libre hacia su mandíbula para mantener la boca de Yoochun
sobre la suya.
El
corazón le latía con fuerza, y la parte inferior de su cuerpo también.
Yoochun
le había soltado la otra muñeca para acariciarle el cabello con la mano. Se la
pasó por la parte de atrás de la cabeza, sujetándolo mientras la besaba y su
lengua procuraba abrirle los labios.
A
Junsu seguía latiéndole a toda prisa el corazón. Su lengua encontró la de
Yoochun y la exploró con delicados toquecitos de su propia lengua. Leeteuk y él
nunca se habían besado así. A Junsu le habría gustado, pero él nunca lo había
hecho. Yoochun curvó la lengua alrededor de la suya, acariciándola
rítmicamente, provocando que todo su cuerpo se apretara contra el suyo en un
ritmo similar.
¿Cuándo
fue la última vez que Yoochun encontró aquél clase de sensualidad en un beso?,
se preguntó, consciente de la respuesta a su propia pregunta. La respuesta de Junsu
estaba provocando oleadas de deseo dentro de él, destruyendo cada obstáculo.
Tal vez tendría que admitir que nunca había encontrado aquélla sensualidad, que
nunca supo que podía encontrase hasta aquel instante.
Yoochun
agarró el rostro de Junsu con la mano libre y lo besó justo detrás de la oreja,
acariciándolo con la punta de la lengua.
El
cuerpo de Junsu se estremeció con violentos estremecimientos de placer. Giró el
rostro hacia la mano de Yoochun, acariciándole los dedos con la lengua,
sintiendo cómo dentro de él crecía un deseo ardiente.
Apartó rápidamente a Yoochun de sí, pillándole
desprevenido.
— ¿Qué
ocurre? —
tenía la voz cargada de deseo, y volvió a situarle las manos en el cuerpo,
moldeándole la cintura.
— No puedo soportarlo — le
dijo Junsu desesperado, tan atrapado en la intensidad de lo que estaba viviendo
que no fue capaz de callarse la verdad — No quiero sentir esto. No quiero
desearte tanto. Es demasiado — temblaba visiblemente.
La
intensidad de su deseo crecía dentro de él como una vida alienígena, que lo
poseía y lo controlaba. Junsu le miró la mano, preguntándose qué haría Yoochun
si se la agarraba y la colocaba sobre su sexo, donde el pulso de su deseo se
había convertido en un auténtico clamor. Se sentía perdido, asustado, y
terriblemente solo, en un lugar donde todo le resultaba extraño a su
experiencia previa.
¿Cómo
diablos esperaba que él se apartara después de que le hubiera dicho algo así?
Por no hablar del modo en que lo estaba mirando, como si lo único que deseara
era que él lo poseyera. Él sentía cómo su autocontrol se venía abajo con la
combinación del peso de sus palabras combinada con su propio deseo.
— Tú eres demasiado — le
dijo con voz tensa —
Demasiado para que yo pueda resistirme.
Lo
estrechó entre sus brazos, le deslizó las manos bajo la tela de la camisa, apartándola
a un lado. El calor invadió su piel. El pecho de Junsu, turgente ahora por el
deseo, recibió con agrado la presión de sus manos, mientras los besos que
Yoochun le estaba repartiendo por el cuello y el hombro le provocaron una reacción
que se abrió paso por todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, vibrando
como un instrumento de cuerda tocado por un músico experimentado.
Allí
en aquélla isla con sus ríos de lava enterrados, Junsu estaba reconociendo
finalmente las ocultas profundidades de su propia pasión. Como si fuera un espectador
que observara de lejos el dormido corazón del volcán, ajeno a su auténtica
naturaleza, él había estado durante demasiado tiempo al borde de su propia
pasión.
Ahora,
como si fuera lava que discurriera por dentro de la tierra, aquel hombre, un
hombre cuya sangre y cuya historia formaban parte importante de la isla, estaba
incitando deliberadamente su deseo febril hasta un punto en el que ya no podía
controlarlo. Podía sentir la pasión creciendo dentro de él, sobrecogedora,
poderosa, exigiéndole que se entregara a ella y al hombre que la había
despertado.
¿Qué
tenía aquél joven que lo capacitaba para transformarse en la encarnación
viviente del erotismo y la intensidad sensual?, se preguntó Yoochun para sus
adentros. Era como si conociera todos sus deseos y pudiera responder a ellos de
un modo que él no había experimentado nunca
antes.
Lo
que sus caricias, su piel y todo él estaba despertando en él no podría ser
nunca consecuencia de la mera experiencia sexual.
De
alguna manera, Junsu era capaz de insuflar tanta pasión en algo tan simple como
su agitada respiración, que amenazaba con acabar con su autocontrol.
Cuando
las caricias de Yoochun lo habían llevado casi al colapso, a quedarse sin
fuerzas y suplicando en silencio contra su cuerpo, Yoochun le quitó la camisa
antes de bajarle los pantalones de lino. Bajo las cóncavas hondonadas de su
vientre, Yoochun podía ver con claridad el frenético pulso de su deseo a través
de la delicada tela de sus bóxer y el todavía más íntimo vello rubio que cubría
su sexo.
Yoochun
cerró los ojos y aspiró con fuerza el aire del torso, soltándolo lentamente
como si tratara de recuperar el control. Pero no sirvió de nada. En cuando
levantó los párpados y dirigió la mirada hacia aquel pulso, todo su cuerpo
reaccionó.
Comenzó
a desvestirse, desabrochándose sólo unos cuantos botones de la camisa antes de
detenerse, conducido por su propio deseo de inclinarse hacia delante y colocar
las palmas de las manos sobre la cama, a ambos lados de sus caderas, para poder
bajar la cabeza y sentir aquel pulso y su mensaje de calor sensual contra la
boca.
Junsu
se escuchó gritar a sí mismo. Fue un sonido que se encontraba entre el deseo
incontrolable y la convicción de que ahora estaba completamente perdido.
El
calor de la boca de Yoochun penetró la fina tela que cubría su sexo, provocando
que sintiera como si se estuviera fundiendo por dentro, volviéndose húmedo y
suave.
Cuando
Yoochun se incorporó, Junsu quiso protestar, suplicarle que continuara. Una
fiebre salvaje, una urgencia física se estaba apoderando de él, haciendo que se
removiera inquieto sobre la cama. Aquellos pequeños movimientos descontrolados
de su cuerpo reflejaban su impaciencia y su deseo, pero entonces se dio cuenta
de que Yoochun se estaba quitando la ropa, y sus movimientos cesaron. Se
concentró en ver cómo se quitaba la camisa. La luz del atardecer abriéndose paso a través de las nubes arrojaba haces dorados de luz
contra su torso desnudo. Sus ojos vagaron allí donde el vello de su cuerpo
descendía hasta la cinturilla de los pantalones que ahora se estaba quitando.
En
algún momento se había sacado los zapatos, y por alguna razón, la visión de sus
pies desnudos, bronceados y masculinos, le provocó un vuelco al corazón.
Resultaba casi ridículo que algo así poseyera una carga tan intensa. ¿Sería
porque cuando Leeteuk le hacía el amor no estaba nunca convenientemente
desvestido, porque decía que el hecho de compartir su habitación de estudiante
no lo hacía aconsejable?
¿Acaso
la visión de los pies desnudos de Yoochun enviaba en cierto modo un señal a sus
sentidos?
¿Sería
verdad después de todo que no era necesario estar enamorado para disfrutar del
sexo?
Yoochun
se quitó los pantalones. El corazón de Junsu dio un vuelco de placer. Había
visto anuncios de ropa interior de hombre, pero ahora se daba cuenta de que no
se acercaban ni por asomo al grado de perfección masculina de Jung Yoochun. Y
qué bien le iba aquel apellido. Como un leopardo, tenía unos músculos
sensualmente fuertes que se movían sinuosos y con gracia; era el cuerpo de un
cazador, y Junsu se moría por estirar el brazo y acariciárselo.
Cuando Yoochun se quitó los bóxer blancos, Junsu contuvo
el aliento.
¿Había
llegado a ver alguna vez a Leeteuk desnudo? Si así era, de pronto no podía
recordarlo, y además no le importaba. El cuerpo de Yoochun era sin duda la
perfección física masculina. Junsu nunca se había parado a pensar si algún día
podría mirar el cuerpo desnudo de un hombre y solazarse en su sexualidad.
Sencillamente, nunca lo había contemplado en esos términos. Había amado a Leeteuk
como persona, no por el sexo, y no era de aquéllos jóvenes dispuestos a salir una
noche con sus amigos para ver un espectáculo de strippers. Junsu pensaba que
para desear a un hombre había que amarlo, pero ahora, para su asombro, se dio
cuenta de que con sólo mirar a Yoochun se sentía poseído por la lujuria.
Yoochun
observó a Junsu mirándolo con los ojos entornados. Tenía los labios
entreabiertos, la lengua asomando entre ellos para humedecerlos, y el corazón le
latía visiblemente contra las costillas. Tenía los pezones erectos y duros,
pero fue la expresión de maravilla no disimulada que vio en sus ojos lo que
registró su propia piel y ante lo que respondió.
Era
una expresión que decía que le estaba haciendo el mejor cumplido que un joven
podía hacerle a un hombre que todavía no se había convertido en su amante. Una
expresión que lo excitaba.
Yoochun
se tumbó a su lado en la cama, besándolo lentamente con una deliberada
intensidad erótica, utilizando la lengua para excitarlo hasta que Junsu lo
buscó, curvando las manos en los fuertes músculos de sus brazos, abriendo la
boca bajo la suya y arqueando el cuerpo en abierto abandono.
Yoochun
le cubrió el pecho y se lo acarició con el
pulgar mientras le besaba el cuello y luego el hombro, sintiendo cómo el cuerpo
de Junsu se sacudía contra el suyo en ardiente placer. Yoochun le tomó la mano
y entrelazó los dedos con los suyos, besando el interior de su muñeca mientras
jugaba sensualmente con su pezón antes de bajarle la mano para colocársela
sobre su erección. Junsu emitió un sonido ahogado y abrió los ojos de par en
par, confundido y asombrado. Le temblaban los dedos cuando rozó el cuerpo de Yoochun,
y luego agarró su sexo mientras dejaba escapar el aire.
Sintió
su piel cálida, resbaladiza y fuerte, moviéndose casi a voluntad bajo su mano,
provocando que él lo agarrara con más fuerza en posesivo placer. Junsu lo soltó
para acariciarle toda la longitud, desde la dura y brillante punta hasta el
grueso vello que crecía alrededor de la base y que le rozaba los dedos y luego
otra vez hacia atrás, hasta que la sensación de la boca de Yoochun contra su
pecho lo atravesó con un placer tan insoportable que cerró la mano sobre él. Le
resultaba imposible abarcarlo en su totalidad, pero lo rodeó mientras el
movimiento de su mano reflejaba el lento y profundo vaivén de la boca de
Yoochun en su pezón.
Yoochun
deslizó la mano para abrirle la seda de los bóxers, acariciando su miembro hinchado,
tomando una gota de pre semen en el camino. Igual que la punta de la lengua de Junsu
lo había excitado antes, la dura excitación de su miembro lo tentaba ahora.
¿Qué
estaba haciendo Yoochun? Leeteuk nunca había… pero por supuesto, sabía lo que
le estaba haciendo, pensó Junsu mientras se tumbaba, gimiendo suavemente ante
la intensidad de su propio placer. No era tan ingenuo, aunque no hubiera
experimentado semejante placer con anterioridad. Se apoderó de él, y no pudo
evitar abrir las piernas y levantar las caderas. Tembló violentamente, dispuesto
a lanzarse al cráter del volcán si fuera necesario antes que renunciar a aquel
placer.
Un
placer que le prometían las caricias de Yoochun, que recorrían la totalidad de
su ansiosa humedad de un modo que lo hacía suspirar por el embiste de su cuerpo
contra el suyo. Junsu se abrió a sus caricias y gritó bajo aquél sensación, sus
sentidos sobrepasados por el movimiento de sus dedos contra su miembro y entrada.
Yoochun
le quitó con impaciencia el bóxer de seda, y entonces se puso tenso al darse
cuenta de lo que estaba haciendo. Junsu estaba desnudo y dispuesto para él, con
las caderas alzadas para permitirle que le quitara la ropa interior, su
intimidad expuesta a su mirada. Yoochun siguió el rastro del agitado pulso que
podía ver latiendo bajo su piel. No tenía preservativos, y no confiaba en él.
Había sido el juguete de su hermanastro, y sólo Dios sabía de cuántos hombres
más. Resultaba impensable que pudiera desearlo, pero más impensable todavía era
que se arriesgara a tener una relación sexual con él. Comenzó a apartarse de Junsu,
y se dio cuenta de que él emitía un pequeño sonido de angustia.
Lo
estaba mirando con un deseo indefenso, rogándole en silencio. No estaba
haciendo ningún esfuerzo por esconder lo que le estaba sucediendo. La expresión
de su rostro podría haber sido la de un virgen que no había conocido semejante
placer con anterioridad, que todavía estaba temeroso.
Pero por supuesto, Junsu no era nada de eso.
Yoochun
suspiró y le colocó la mano en el muslo para cerrarle las piernas, era una manera
de rechazarlo sin tener que decir las palabras que sabía que lo humillarían.
¿De
dónde habían salido aquéllas ganas de ser delicado, de no hacerle daño? Y lo
que era más importante, ¿por qué?
Junsu
cerró los ojos. Las lágrimas le resbalaron por las mejillas, y sufrió un
estremecimiento profundo.
Estaba
en sus manos… literalmente, y también en sentido figurado. Podía marcharse o quedarse;
podía darle placer o dejarlo insatisfecho, podía…
Hubo
algo en el deseo que Junsu sentía por él, en la manera en que se mostraba tan
vulnerable que le llegó al corazón e hizo imposible que pudiera rechazarlo.
Yoochun
se inclinó sobre él y le besó los párpados cerrados, saboreando la sal de sus
lágrimas, acariciándolo hasta que la piel le tembló con sus caricias hasta el
punto de no retorno.
Todo
debería haber terminado allí, con el sonido de la agitada respiración de Junsu en
su oído y el frenético latido de su corazón calmándose tras los temblores del
orgasmo que agitaban su cuerpo. Después de todo, Yoochun le había dado lo que
quería, pero al hacerlo había desatado su propia pasión, y ahora le tocaba a él
el turno de desearlo más allá de la cordura.
Junsu
lo abrazó, envolviéndolo. Tenía el cuerpo húmedo por el sudor, igual que el
suyo. Yoochun le levantó las caderas y se dejó llevar por su deseo de hundirse
en él, lenta y profundamente, permitiendo que aquel placer enloquecido se
apoderara de él mientras los músculos de Junsu lo sujetaban con una firmeza que
nunca creyó posible.
¿Cómo era posible que un joven de su experiencia
mostrara tan poco artificio?
¿Cómo
podía estar tan inmerso en su propio deseo que se mostrara en el brillo de sus
ojos y resonara en sus suaves gritos de placer? ¿Cómo era posible que estuviera
tan dulcemente conmocionado por el modo en que lo estaba penetrando, que
murmurara palabras incoherentes de admiración y placer a su oído mientras le
cubría la piel de besos ansiosos? ¿Cómo era posible…?
Pero
todo era posible cuando un joven excitaba a un hombre del modo en que él lo
había hecho, reconoció él mientras permitía que el fuego se apoderara de él y
lo devorara. La explosión volcánica que produjo el clímax de Yoochun unos segundos
antes del de Junsu permitió que sintiera la presión de su carne apretándolo y
soltándolo con movimientos convulsivos.
Todo había terminado.
Junsu
cerró los ojos. Su cuerpo estaba demasiado saciado por el extraordinario poder
de su orgasmo como para que pudiera pensar. Estiró el brazo y dejó que sus
dedos acariciaran la espalda de Yoochun, húmeda por el sudor que todavía podía
saborear en sus propios labios. Se sentía maravillado, casi le costaba trabajo
creer que hubiera conocido semejante placer, y le estaba profundamente
agradecido al destino por haberle concedido la oportunidad de llegar a
conocerlo.
Yoochun
le había dado algo que Leeteuk nunca le dio, y siempre le estaría agradecido
por ello. El aroma posterior al orgasmo de sus cuerpos lo rodeó, resultaba tranquilizador y relajante. Junsu
cerró los ojos y se acercó a Yoochun, acurrucándose contra él, queriendo estar
cerca.
Junsu
no era en absoluto como había imaginado, pensó Yoochun. Era un inocente
voluptuoso que había conseguido minar de alguna forma sus defensas y lo había
llevado a un lugar donde no había estado nunca antes.
¿Un
voluptuoso inocente? Era prácticamente un prostituto, se recordó Yoochun con
seriedad. Y si parecía inocente se debía sin duda a que era lo suficientemente
experimentado como para saber que los hombres caerían en aquél farsa
envenenada.
Y sin embargo, no era capaz de dejarlo….
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Ohhh por dios!!!! pasoooo pasoooo lo que tenia que pasar y y dioooss... Yoochun, espero que hayas reparado en una cosita muuy importante mientras tomaste a Junsu eh.
ResponderEliminary Junho que desgraciado en serio.
Joder! Ya caiste Yoochun! ..... Muajajaja casi me da un paro cuando Yoochun lo iba a dejar asi....osea se iba a arrepentir, pero bueno ..... Si continuo, y llegaron al final. Fue sublime, ese deseo arrebatador q sintieron no es mas que el reconocimiento de la persona amada. Siempre pense y sigo pensando, que nunca desearas, amaras, te apasionaras, sentiras lujuria tan intensa.....por alguien que no ames con todo tu ser o el amor de tu vida. Y eso es precisamente lo que sucede entre ellos, se han reconocido. Y Junsu OMG esta vulnerable.....porq Chun ya lo desea de irrefenable manera, pero aun cree q es un desgraciado, aprovechado :( MUCHAS GRACIAS :)
ResponderEliminarEstán más Enredados con sus sentimientos, ya quiero que Yoochun sepa la verdad y decida proteger a Junsu. Que se casen
ResponderEliminarY cayo yoochun buhahahaha y olvido una pequeña cosa el cuando se acosto con junsu
ResponderEliminarOmo, omo, omoooo!!!! Hasta que gano el deseo que sentían estos dos!!!
ResponderEliminarAhora esperemos que pasara cuando amanezca, no creo que Yoochun se tome muy bien el haber perdido el control con Junsu... y si lo dejo embarazado??? Kyaaa hermanito para Heechul!!!
Oh Por Dios¡¡¡¡ Mi Chunnie no pudo con su deseo por Junsuuu¡¡¡ me encanta ese geso de besar la palma de la mano, es como "Tranquil@ estas segur@" y el berar los parpados de Junsu al verlo tan vulnerable. AIgoooo Noo quiero en una reacción mala de Yoochun, Junsu hizo el amor se entregó a él de manera inocente y seria muy dolososo que mi Chunnie se a cruel y le exhe en cara mas insultos y humillaciones. Ya decia que había un detalle entre los nombres de los Kim como que no le llamaba Junho. CHINNIE TE LO PIDO DATE CUENTA DE TU AMOR POR junsu¡¡¡
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