jueves, 16 de junio de 2016

Herencia Siliciana. Cap 8

 — ¿No sabes qué?

 — No sé quién es el padre de Heechul — le estaba diciendo la verdad — Sólo sé que quiero que sea Leeteuk y no Yuhwan.

 — ¿Amabas a ese Leeteuk?


¿Qué estaba haciendo? ¿Qué diferencia podía suponer lo que él sintiera, y a él qué le importaba?

 — Sí — las lágrimas que Junsu no quería derramar le nublaron la visión y la voz.

 — Pero te acostaste con mi hermano.

La voz de Yoochun era serena, pero no podía disimular el desprecio.

 — Leeteuk y yo nos habíamos peleado. Creí que habíamos terminado. Me fui de vacaciones y… y sencillamente ocurrió.

 — ¿Sencillamente ocurrió? — lo imitó Yoochun — ¿Así de fácil? Un momento de debilidad cuando echabas de menos al hombre que de verdad amabas. ¿Es eso lo que quieres decir?

Junsu tragó saliva. Aquello era lo que le había pasado a él cuando había deseado a Yoochun durante aquellos horribles minutos, ¿verdad? Pero la traición a su amor de tantos años por Leeteuk sólo había durado un instante.

 — Sí — reconoció con gravedad.

Yoochun se dirigió hacia él y lo agarró con tanta fuerza de los hombros que le hundió dolorosamente los dedos en la piel. Lo sacudió con cierta fuerza mientras le decía con amargura:

 — Mentiroso. Lo que «sencillamente ocurrió», como tú dices, es que Yuhwan os contrató a ti y a otra chica para satisfacer un de sus fantasías sexuales. Lo sabemos porque encontramos la factura entre sus papeles, aunque por supuesto, tú y la otra chica que accedió a ese triste numerito no fuisteis el único entretenimiento que pagó durante su visita a Cannes. Al menos la madame que utilizó aseguró que sus chicas se hacían controles regulares de salud, cuyo costo también estaba en la factura. Debo decir que me sorprende que utilizaras tu nombre real en lugar de uno ficticio.

Yoochun emitió un sonido de disgusto y lo soltó con tanta fuerza que Junsu se dio contra la cama. Temblaba tanto que tuvo que sentarse. Aquello era horrible, peor que cualquier cosa a la que pensó que tendría que enfrentarse nunca. Sabía que Junho era sexualmente promiscuo, por supuesto, pero no aquello. Pobre Leeteuk. Él lo había amado mucho. Gracias a Dios, nunca tuvo que saber cómo era realmente. Eso también respondía al asunto de por qué Yoochun nunca había puesto en entredicho la discrepancia de sus nombres. Junho había utilizado el nombre de Junsu mientras estuvo en Cannes, traicionándolo un vez más. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

 — ¿Le contaste a Leeteuk qué estuviste haciendo en Cannes? — preguntó Yoochun, como si hubiera adivinado en cierta forma la dirección de sus pensamientos.

 — Eso no es asunto tuyo — le dijo Junsu, escupiendo aquéllas palabras para proteger al hombre al que había amado.

 — Ahí es donde te equivocas. Se ha convertido en asunto mío al estar tú aquí. ¿Lo planeasteis todo entre los dos, ese Leeteuk y tú? ¿Te buscó él a Yuhwan, arreglándolo todo de modo que ambos pudierais chantajearle con la amenaza del niño? Si es así, sin duda estabais hechos el uno para el otro.

Junsu se levantó de la cama como movido por un resorte. Le ardía el rostro con el calor de la ira.

— Leeteuk era un hombre decente, amable y cariñoso. Valía por mil hombres como tú y tu hermanastro, hombres arrogantes, egoístas y emocionalmente vacíos que creen que pueden comprar todo lo que desean.

 — ¿Cómo? ¿Te atreves a situarme en la misma categoría que a Yuhwan?

 — ¿Por qué no? — le espetó Junsu — Después de todo, la misma sangre corre por vuestras venas.

 — Tú…

Yoochun estaba inclinado sobre él. Junsu hizo un esfuerzo frenético por liberarse de la tenaza de sus manos en las muñecas.

— Yo amaba a Leeteuk — le dijo — Pero alguien como tú no podría entenderlo nunca — aseguró con voz rota.

Soltando un palabrota, Yoochun le soltó un de las muñecas para agarrarle la barbilla, levantársela y poder así mirarlo a los ojos. Parecía un mártir lleno de orgullo y virtud, defendiendo un amor perdido.

 Eso dices ahora — le dijo con fiereza — y sin embargo estabas dispuesto a entregarte a mí.

 — No. Detesto la idea de que me toques.

 — ¿Te refieres a algo así?

Se iba a arrepentir de aquello cuando se calmara, y Yoochun lo sabía, pero en aquel momento, su orgullo le pedía que lo calmara de un modo que dejaba todo lo demás fuera.

Mientras Junsu protestaba, él inclinó la cabeza y lo silenció con la presión de su boca sobre la suya.

Junsu se dijo que no lo deseaba, que lo odiaba de verdad, pero un irresistible forma de alquimia estaba formándose, transformando aquellos sentimientos en lo contrario.

Alzó la mano que tenía libre hacia su mandíbula para mantener la boca de Yoochun sobre la suya.

El corazón le latía con fuerza, y la parte inferior de su cuerpo también.

Yoochun le había soltado la otra muñeca para acariciarle el cabello con la mano. Se la pasó por la parte de atrás de la cabeza, sujetándolo mientras la besaba y su lengua procuraba abrirle los labios.

A Junsu seguía latiéndole a toda prisa el corazón. Su lengua encontró la de Yoochun y la exploró con delicados toquecitos de su propia lengua. Leeteuk y él nunca se habían besado así. A Junsu le habría gustado, pero él nunca lo había hecho. Yoochun curvó la lengua alrededor de la suya, acariciándola rítmicamente, provocando que todo su cuerpo se apretara contra el suyo en un ritmo similar.

¿Cuándo fue la última vez que Yoochun encontró aquél clase de sensualidad en un beso?, se preguntó, consciente de la respuesta a su propia pregunta. La respuesta de Junsu estaba provocando oleadas de deseo dentro de él, destruyendo cada obstáculo. Tal vez tendría que admitir que nunca había encontrado aquélla sensualidad, que nunca supo que podía encontrase hasta aquel instante.

Yoochun agarró el rostro de Junsu con la mano libre y lo besó justo detrás de la oreja, acariciándolo con la punta de la lengua.

El cuerpo de Junsu se estremeció con violentos estremecimientos de placer. Giró el rostro hacia la mano de Yoochun, acariciándole los dedos con la lengua, sintiendo cómo dentro de él crecía un deseo ardiente.

Apartó rápidamente a Yoochun de sí, pillándole desprevenido.

 — ¿Qué ocurre? tenía la voz cargada de deseo, y volvió a situarle las manos en el cuerpo, moldeándole la cintura.

 — No puedo soportarlo — le dijo Junsu desesperado, tan atrapado en la intensidad de lo que estaba viviendo que no fue capaz de callarse la verdad No quiero sentir esto. No quiero desearte tanto. Es demasiado — temblaba visiblemente.

La intensidad de su deseo crecía dentro de él como una vida alienígena, que lo poseía y lo controlaba. Junsu le miró la mano, preguntándose qué haría Yoochun si se la agarraba y la colocaba sobre su sexo, donde el pulso de su deseo se había convertido en un auténtico clamor. Se sentía perdido, asustado, y terriblemente solo, en un lugar donde todo le resultaba extraño a su experiencia previa.

¿Cómo diablos esperaba que él se apartara después de que le hubiera dicho algo así? Por no hablar del modo en que lo estaba mirando, como si lo único que deseara era que él lo poseyera. Él sentía cómo su autocontrol se venía abajo con la combinación del peso de sus palabras combinada con su propio deseo.

 — Tú eres demasiado — le dijo con voz tensa — Demasiado para que yo pueda resistirme.

Lo estrechó entre sus brazos, le deslizó las manos bajo la tela de la camisa, apartándola a un lado. El calor invadió su piel. El pecho de Junsu, turgente ahora por el deseo, recibió con agrado la presión de sus manos, mientras los besos que Yoochun le estaba repartiendo por el cuello y el hombro le provocaron una reacción que se abrió paso por todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, vibrando como un instrumento de cuerda tocado por un músico experimentado.

Allí en aquélla isla con sus ríos de lava enterrados, Junsu estaba reconociendo finalmente las ocultas profundidades de su propia pasión. Como si fuera un espectador que observara de lejos el dormido corazón del volcán, ajeno a su auténtica naturaleza, él había estado durante demasiado tiempo al borde de su propia pasión.

Ahora, como si fuera lava que discurriera por dentro de la tierra, aquel hombre, un hombre cuya sangre y cuya historia formaban parte importante de la isla, estaba incitando deliberadamente su deseo febril hasta un punto en el que ya no podía controlarlo. Podía sentir la pasión creciendo dentro de él, sobrecogedora, poderosa, exigiéndole que se entregara a ella y al hombre que la había despertado.

¿Qué tenía aquél joven que lo capacitaba para transformarse en la encarnación viviente del erotismo y la intensidad sensual?, se preguntó Yoochun para sus adentros. Era como si conociera todos sus deseos y pudiera responder a ellos de un modo que él no había experimentado nunca antes.

Lo que sus caricias, su piel y todo él estaba despertando en él no podría ser nunca consecuencia de la mera experiencia sexual.

De alguna manera, Junsu era capaz de insuflar tanta pasión en algo tan simple como su agitada respiración, que amenazaba con acabar con su autocontrol.

Cuando las caricias de Yoochun lo habían llevado casi al colapso, a quedarse sin fuerzas y suplicando en silencio contra su cuerpo, Yoochun le quitó la camisa antes de bajarle los pantalones de lino. Bajo las cóncavas hondonadas de su vientre, Yoochun podía ver con claridad el frenético pulso de su deseo a través de la delicada tela de sus bóxer y el todavía más íntimo vello rubio que cubría su sexo.

Yoochun cerró los ojos y aspiró con fuerza el aire del torso, soltándolo lentamente como si tratara de recuperar el control. Pero no sirvió de nada. En cuando levantó los párpados y dirigió la mirada hacia aquel pulso, todo su cuerpo reaccionó.

Comenzó a desvestirse, desabrochándose sólo unos cuantos botones de la camisa antes de detenerse, conducido por su propio deseo de inclinarse hacia delante y colocar las palmas de las manos sobre la cama, a ambos lados de sus caderas, para poder bajar la cabeza y sentir aquel pulso y su mensaje de calor sensual contra la boca.

Junsu se escuchó gritar a sí mismo. Fue un sonido que se encontraba entre el deseo incontrolable y la convicción de que ahora estaba completamente perdido.

El calor de la boca de Yoochun penetró la fina tela que cubría su sexo, provocando que sintiera como si se estuviera fundiendo por dentro, volviéndose húmedo y suave.

Cuando Yoochun se incorporó, Junsu quiso protestar, suplicarle que continuara. Una fiebre salvaje, una urgencia física se estaba apoderando de él, haciendo que se removiera inquieto sobre la cama. Aquellos pequeños movimientos descontrolados de su cuerpo reflejaban su impaciencia y su deseo, pero entonces se dio cuenta de que Yoochun se estaba quitando la ropa, y sus movimientos cesaron. Se concentró en ver cómo se quitaba la camisa. La luz del atardecer abriéndose paso a través de las nubes arrojaba haces dorados de luz contra su torso desnudo. Sus ojos vagaron allí donde el vello de su cuerpo descendía hasta la cinturilla de los pantalones que ahora se estaba quitando.

En algún momento se había sacado los zapatos, y por alguna razón, la visión de sus pies desnudos, bronceados y masculinos, le provocó un vuelco al corazón. Resultaba casi ridículo que algo así poseyera una carga tan intensa. ¿Sería porque cuando Leeteuk le hacía el amor no estaba nunca convenientemente desvestido, porque decía que el hecho de compartir su habitación de estudiante no lo hacía aconsejable?

¿Acaso la visión de los pies desnudos de Yoochun enviaba en cierto modo un señal a sus sentidos?

¿Sería verdad después de todo que no era necesario estar enamorado para disfrutar del sexo?

Yoochun se quitó los pantalones. El corazón de Junsu dio un vuelco de placer. Había visto anuncios de ropa interior de hombre, pero ahora se daba cuenta de que no se acercaban ni por asomo al grado de perfección masculina de Jung Yoochun. Y qué bien le iba aquel apellido. Como un leopardo, tenía unos músculos sensualmente fuertes que se movían sinuosos y con gracia; era el cuerpo de un cazador, y Junsu se moría por estirar el brazo y acariciárselo.

Cuando Yoochun se quitó los bóxer blancos, Junsu contuvo el aliento.

¿Había llegado a ver alguna vez a Leeteuk desnudo? Si así era, de pronto no podía recordarlo, y además no le importaba. El cuerpo de Yoochun era sin duda la perfección física masculina. Junsu nunca se había parado a pensar si algún día podría mirar el cuerpo desnudo de un hombre y solazarse en su sexualidad. Sencillamente, nunca lo había contemplado en esos términos. Había amado a Leeteuk como persona, no por el sexo, y no era de aquéllos jóvenes dispuestos a salir una noche con sus amigos para ver un espectáculo de strippers. Junsu pensaba que para desear a un hombre había que amarlo, pero ahora, para su asombro, se dio cuenta de que con sólo mirar a Yoochun se sentía poseído por la lujuria.

Yoochun observó a Junsu mirándolo con los ojos entornados. Tenía los labios entreabiertos, la lengua asomando entre ellos para humedecerlos, y el corazón le latía visiblemente contra las costillas. Tenía los pezones erectos y duros, pero fue la expresión de maravilla no disimulada que vio en sus ojos lo que registró su propia piel y ante lo que respondió.

Era una expresión que decía que le estaba haciendo el mejor cumplido que un joven podía hacerle a un hombre que todavía no se había convertido en su amante. Una expresión que lo excitaba.

Yoochun se tumbó a su lado en la cama, besándolo lentamente con una deliberada intensidad erótica, utilizando la lengua para excitarlo hasta que Junsu lo buscó, curvando las manos en los fuertes músculos de sus brazos, abriendo la boca bajo la suya y arqueando el cuerpo en abierto abandono.

Yoochun le cubrió el pecho y se lo acarició con el pulgar mientras le besaba el cuello y luego el hombro, sintiendo cómo el cuerpo de Junsu se sacudía contra el suyo en ardiente placer. Yoochun le tomó la mano y entrelazó los dedos con los suyos, besando el interior de su muñeca mientras jugaba sensualmente con su pezón antes de bajarle la mano para colocársela sobre su erección. Junsu emitió un sonido ahogado y abrió los ojos de par en par, confundido y asombrado. Le temblaban los dedos cuando rozó el cuerpo de Yoochun, y luego agarró su sexo mientras dejaba escapar el aire.

Sintió su piel cálida, resbaladiza y fuerte, moviéndose casi a voluntad bajo su mano, provocando que él lo agarrara con más fuerza en posesivo placer. Junsu lo soltó para acariciarle toda la longitud, desde la dura y brillante punta hasta el grueso vello que crecía alrededor de la base y que le rozaba los dedos y luego otra vez hacia atrás, hasta que la sensación de la boca de Yoochun contra su pecho lo atravesó con un placer tan insoportable que cerró la mano sobre él. Le resultaba imposible abarcarlo en su totalidad, pero lo rodeó mientras el movimiento de su mano reflejaba el lento y profundo vaivén de la boca de Yoochun en su pezón.

Yoochun deslizó la mano para abrirle la seda de los bóxers, acariciando su miembro hinchado, tomando una gota de pre semen en el camino. Igual que la punta de la lengua de Junsu lo había excitado antes, la dura excitación de su miembro lo tentaba ahora.

¿Qué estaba haciendo Yoochun? Leeteuk nunca había… pero por supuesto, sabía lo que le estaba haciendo, pensó Junsu mientras se tumbaba, gimiendo suavemente ante la intensidad de su propio placer. No era tan ingenuo, aunque no hubiera experimentado semejante placer con anterioridad. Se apoderó de él, y no pudo evitar abrir las piernas y levantar las caderas. Tembló violentamente, dispuesto a lanzarse al cráter del volcán si fuera necesario antes que renunciar a aquel placer.

Un placer que le prometían las caricias de Yoochun, que recorrían la totalidad de su ansiosa humedad de un modo que lo hacía suspirar por el embiste de su cuerpo contra el suyo. Junsu se abrió a sus caricias y gritó bajo aquél sensación, sus sentidos sobrepasados por el movimiento de sus dedos contra su miembro y entrada.

Yoochun le quitó con impaciencia el bóxer de seda, y entonces se puso tenso al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Junsu estaba desnudo y dispuesto para él, con las caderas alzadas para permitirle que le quitara la ropa interior, su intimidad expuesta a su mirada. Yoochun siguió el rastro del agitado pulso que podía ver latiendo bajo su piel. No tenía preservativos, y no confiaba en él. Había sido el juguete de su hermanastro, y sólo Dios sabía de cuántos hombres más. Resultaba impensable que pudiera desearlo, pero más impensable todavía era que se arriesgara a tener una relación sexual con él. Comenzó a apartarse de Junsu, y se dio cuenta de que él emitía un pequeño sonido de angustia.

Lo estaba mirando con un deseo indefenso, rogándole en silencio. No estaba haciendo ningún esfuerzo por esconder lo que le estaba sucediendo. La expresión de su rostro podría haber sido la de un virgen que no había conocido semejante placer con anterioridad, que todavía estaba temeroso.

Pero por supuesto, Junsu no era nada de eso.

Yoochun suspiró y le colocó la mano en el muslo para cerrarle las piernas, era una manera de rechazarlo sin tener que decir las palabras que sabía que lo humillarían.

¿De dónde habían salido aquéllas ganas de ser delicado, de no hacerle daño? Y lo que era más importante, ¿por qué?

Junsu cerró los ojos. Las lágrimas le resbalaron por las mejillas, y sufrió un estremecimiento profundo.

Estaba en sus manos… literalmente, y también en sentido figurado. Podía marcharse o quedarse; podía darle placer o dejarlo insatisfecho, podía…

Hubo algo en el deseo que Junsu sentía por él, en la manera en que se mostraba tan vulnerable que le llegó al corazón e hizo imposible que pudiera rechazarlo.

Yoochun se inclinó sobre él y le besó los párpados cerrados, saboreando la sal de sus lágrimas, acariciándolo hasta que la piel le tembló con sus caricias hasta el punto de no retorno.

Todo debería haber terminado allí, con el sonido de la agitada respiración de Junsu en su oído y el frenético latido de su corazón calmándose tras los temblores del orgasmo que agitaban su cuerpo. Después de todo, Yoochun le había dado lo que quería, pero al hacerlo había desatado su propia pasión, y ahora le tocaba a él el turno de desearlo más allá de la cordura.
Junsu lo abrazó, envolviéndolo. Tenía el cuerpo húmedo por el sudor, igual que el suyo. Yoochun le levantó las caderas y se dejó llevar por su deseo de hundirse en él, lenta y profundamente, permitiendo que aquel placer enloquecido se apoderara de él mientras los músculos de Junsu lo sujetaban con una firmeza que nunca creyó posible.

¿Cómo era posible que un joven de su experiencia mostrara tan poco artificio?

¿Cómo podía estar tan inmerso en su propio deseo que se mostrara en el brillo de sus ojos y resonara en sus suaves gritos de placer? ¿Cómo era posible que estuviera tan dulcemente conmocionado por el modo en que lo estaba penetrando, que murmurara palabras incoherentes de admiración y placer a su oído mientras le cubría la piel de besos ansiosos? ¿Cómo era posible…?

Pero todo era posible cuando un joven excitaba a un hombre del modo en que él lo había hecho, reconoció él mientras permitía que el fuego se apoderara de él y lo devorara. La explosión volcánica que produjo el clímax de Yoochun unos segundos antes del de Junsu permitió que sintiera la presión de su carne apretándolo y soltándolo con movimientos convulsivos.

Todo había terminado.

Junsu cerró los ojos. Su cuerpo estaba demasiado saciado por el extraordinario poder de su orgasmo como para que pudiera pensar. Estiró el brazo y dejó que sus dedos acariciaran la espalda de Yoochun, húmeda por el sudor que todavía podía saborear en sus propios labios. Se sentía maravillado, casi le costaba trabajo creer que hubiera conocido semejante placer, y le estaba profundamente agradecido al destino por haberle concedido la oportunidad de llegar a conocerlo.

Yoochun le había dado algo que Leeteuk nunca le dio, y siempre le estaría agradecido por ello. El aroma posterior al orgasmo de sus cuerpos lo rodeó, resultaba tranquilizador y relajante. Junsu cerró los ojos y se acercó a Yoochun, acurrucándose contra él, queriendo estar cerca.

Junsu no era en absoluto como había imaginado, pensó Yoochun. Era un inocente voluptuoso que había conseguido minar de alguna forma sus defensas y lo había llevado a un lugar donde no había estado nunca antes.

¿Un voluptuoso inocente? Era prácticamente un prostituto, se recordó Yoochun con seriedad. Y si parecía inocente se debía sin duda a que era lo suficientemente experimentado como para saber que los hombres caerían en aquél farsa envenenada.

Y sin embargo, no era capaz de dejarlo….


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6 comentarios :

  1. Ohhh por dios!!!! pasoooo pasoooo lo que tenia que pasar y y dioooss... Yoochun, espero que hayas reparado en una cosita muuy importante mientras tomaste a Junsu eh.

    y Junho que desgraciado en serio.

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  2. Joder! Ya caiste Yoochun! ..... Muajajaja casi me da un paro cuando Yoochun lo iba a dejar asi....osea se iba a arrepentir, pero bueno ..... Si continuo, y llegaron al final. Fue sublime, ese deseo arrebatador q sintieron no es mas que el reconocimiento de la persona amada. Siempre pense y sigo pensando, que nunca desearas, amaras, te apasionaras, sentiras lujuria tan intensa.....por alguien que no ames con todo tu ser o el amor de tu vida. Y eso es precisamente lo que sucede entre ellos, se han reconocido. Y Junsu OMG esta vulnerable.....porq Chun ya lo desea de irrefenable manera, pero aun cree q es un desgraciado, aprovechado :( MUCHAS GRACIAS :)

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  3. Están más Enredados con sus sentimientos, ya quiero que Yoochun sepa la verdad y decida proteger a Junsu. Que se casen

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  4. Y cayo yoochun buhahahaha y olvido una pequeña cosa el cuando se acosto con junsu

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  5. Omo, omo, omoooo!!!! Hasta que gano el deseo que sentían estos dos!!!

    Ahora esperemos que pasara cuando amanezca, no creo que Yoochun se tome muy bien el haber perdido el control con Junsu... y si lo dejo embarazado??? Kyaaa hermanito para Heechul!!!

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  6. Oh Por Dios¡¡¡¡ Mi Chunnie no pudo con su deseo por Junsuuu¡¡¡ me encanta ese geso de besar la palma de la mano, es como "Tranquil@ estas segur@" y el berar los parpados de Junsu al verlo tan vulnerable. AIgoooo Noo quiero en una reacción mala de Yoochun, Junsu hizo el amor se entregó a él de manera inocente y seria muy dolososo que mi Chunnie se a cruel y le exhe en cara mas insultos y humillaciones. Ya decia que había un detalle entre los nombres de los Kim como que no le llamaba Junho. CHINNIE TE LO PIDO DATE CUENTA DE TU AMOR POR junsu¡¡¡

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