El
fuerte petardeo de un ruidoso tubo de escape hizo que Junsu mirara hacia atrás
y luego comprobara automáticamente que tenía el bolso bien sujeto al hombro.
Era un vecindario peligroso. El otro día, la encargada de la guardería le había
advertido que no dejara ningún documento personal en su apartamento porque
había una oleada de robos, sobre todo de pasaportes. Así que ahora él llevaba
el suyo en el bolso.
— ¿Joven Kim?
Junsu
contuvo el aliento. Estaba tan ocupado mirando hacia atrás que no había visto
al hombre que ahora tenía delante, bloqueándole la entrada al remodelado
edificio en el que él había alquilado un apartamento pequeño.
Pero
sólo con mirarlo supo que no se trataba de ningún ladrón. No podía serlo con
aquel coche tan caro aparcado a su lado, que tenía toda la pinta de ser suyo. Junsu
asintió con cautela.
— ¿Y éste es su
hijo?
Junsu
sintió una oleada de aprensión mientras agarraba con fuerza a su sobrino
huérfano. Después de todo, Heechul sí era su hijo… ahora.
La
gélida lluvia de marzo que había comenzado a caer cuando él salió de la tienda
en la que trabajaba a tiempo parcial para acercarse a la guardería a recoger a Heechul
le había empapado el fino abrigo, y su cabello suave y rubio estaba muy mojado.
Para colmo, estaba atrapado en la calle con un hombre que le estaba haciendo
preguntas a las que no quería responder. Le dolían los brazos por el peso de Heechul,
añadido al del bolso y al de la bolsa de pañales.
— Si es usted un cobrador de
deudas — comenzó a decir. Junsu sentía el corazón lleno de
pena. Heechul era suyo. No había razón para pensar que aquel desconocido
pudiera amenazar su derecho a llamar a Heechul hijo suyo, aunque no fuera su
madre biológica. Eso era lo que se conseguía al vivir temiendo la llegada de
más exigencias de dinero: Una se sentía culpable y con los nervios de punta
aunque no hubiera razones para ello.
Si
lo que buscaba aquel hombre era dinero, entonces estaba perdiendo el tiempo. Ya
no había nada más que llevarse. Junsu alzó la barbilla en gesto de orgullo
inconsciente. Incluso se habían llevado el carrito de Heechul para pagar las
deudas que había dejado su hermano al fallecer. No tenía sentido compadecerse
de sí mismo ni lamentar que sus padres no hubieran pensado en dejar un
testamento en condiciones. A la larga, como era su único hijo vivo, él
heredaría algo. Confiaba en que fuera suficiente para saldar las deudas de Junho
y comprar una casita para Heechul y él. Pero según su abogado, el proceso
podría llevar bastante tiempo, dado lo complicado de la situación.
El
hecho era que sus padres, su hermano, Leeteuk, el prometido de su hermano, y
los padres de éste habían muerto junto con otras veinte personas en el mismo y
fatal accidente de tren. Había sido un golpe terrible, y Junsu se había visto
teniendo que cuidar de sí mismo y del hijo de su fallecido hermano mientras
recaía sobre él el pago de las deudas de Junho.
Y por supuesto, tuvo que lidiar con la muerte de Leeteuk.
Los
funerales fueron todavía peor que la noticia de las muertes. Por supuesto, Junsu,
como único superviviente adulto de la familia, tuvo que arreglarlo todo para
enterrar a sus padres y a su hermano. Pensó que tal vez Junho debería ser
enterrada con Leeteuk, pero Annette, la hermana mayor de Leeteuk y su único
familiar, se negó a contemplar siquiera la idea e insistió en que Leeteuk fuera
enterrado con sus padres.
Como
el funeral se celebró dos días después del de su familia, Junsu pudo asistir, y
descubrir que Annette era exactamente como la había descrito Leeteuk: estirada,
vestida con ropa cara, su marido era banquero, y muy fría.
— Mantén a ese niño alejado de mí
— le dijo con sequedad, apartándose de Junsu — Este abrigo me ha costado un fortuna.
Leeteuk
le había contado a Junsu que Roger, el marido de Annette, deseaba
desesperadamente formar un familia, pero que su hermana se negaba siquiera a
considerar la idea.
Leeteuk.
A Junsu se le llenaron los ojos de lágrimas. Su único amor. Su único amante. Si
las cosas hubieran sido distintas… si hubiera sido él el que hubiera concebido
a su hijo… Si al menos…
Haberle
perdido seguía doliéndole mucho. Cuando murió, fue cuando admitió que en lo más
profundo de su alma había estado alimentando la esperanza de que algún día
regresara con él.
>>>♥<<<
Yoochun
observó cómo las sombras iban y venían por los ojos grises profundamente
expresivos de aquél joven. Era la único parte de él que parecía estar viva.
Nunca había visto a un joven con un aspecto tan derrotado.
— ¿Un cobrador de deudas? — Yoochun
lo miró con arrogancia antes de responder — Podría decirse que sí. Aunque yo diría que se trata más bien de un ejecución
de embargo.
¿Embargo?
No quedaba nada en el apartamento que se pudiera embargar. Los policías
judiciales se lo habían llevado todo. Junsu trató de parecer más valiente de lo
que se sentía cuando miró al hombre.
La
dura luz de la calle otorgaba a sus facciones un aspecto de fría arrogancia
unida a la crueldad. Era el rostro de un hombre sin compasión, el rostro de un
hombre cuyo linaje estaba enraizado en el peligro, reconoció Junsu.
Para
Yoochun resultaba difícil entender qué podría haber visto su joven hermanastro
en aquél chico Coreano pálido y vulgar. Estaba delgado hasta el extremo de la
malnutrición, y parecía carecer de encanto o personalidad. Pero tal vez
estuviera siendo injusto. Con el suficiente champán y las drogas ilegales de
diseño que su hermanastro consumía, tal vez hubiera brillado de la enfermiza
manera en que a Yuhwan le gustaba que brillaran las mujeres y jóvenes.
Yoochun
se sintió asqueado, tanto por el disipado modo de vida de su hermanastro como
por la moral del joven que tenía delante, pero sobre todo por la tarea que le
habían encomendado.
Él
se había opuesto desde el principio. Los niños tenían que estar con su madre.
Pero Hayami había señalado que el niño seguiría estando con su madre en todo
momento, porque el encargo de Yoochun era llevárselos a los dos a Sicilia con
él. De hecho, ahora que había visto las circunstancias en la que ambos parecían
estar viviendo, Yoochun pensaba que su intervención en sus vidas sólo podría
reportarles beneficios a ambos.
Junsu
tenía frío y debía resguardar a Heechul, pero aquel hombre seguía delante. Heechul
todavía no se había recuperado del fuerte resfriado que había pillado a
principios del invierno.
Pobre
niño, había tenido tantos problemas desde que su hermano lo trajo al mundo con
tres semanas de antelación, en enero. Primero fue el hecho de que Junho no deseaba
tenerlo. Luego estuvo su incapacidad para alimentarse correctamente, seguida
del descubrimiento de que tenía dificultades para hablar que llevó a una pequeña
operación médica tras la cual había contraído una infección. Y entonces, el
destino lo golpeó dejándole sin padres y sin
abuelos.
Pero
Junsu le compensaría. Lo querría y cuidaría de él. Después de todo, era lo
único que le quedaba de Leeteuk y de su familia.
Cuando
le llegó la noticia del accidente de tren que había matado a tanta gente,
incluida su familia y la de Heechul, Junsu le prometió en silencio al hombre al
que tanto había amado que querría y protegería a aquel niño que él creía hijo
suyo.
Leeteuk
se había mostrado orgulloso y feliz cuando descubrió que Junho estaba embarazado.
Yoochun
se estaba impacientando. Después de todo, era un Jung. Y los Jung habían gobernado sus tierras
e impuesto su propia ley en Sicilia desde los tiempos de las Cruzadas. Yoochun
había crecido en un ambiente en el que ser un Jung significaba que su palabra
era la ley.
— No sé qué es lo que quiere
embargarme — comenzó a decir Junsu con
cansancio — pero mi… mi niño
tiene frío y tengo que entrar con él.
No
le apetecía abrir el bolso delante de aquel desconocido, pero necesitaba sacar
las llaves para entrar en el apartamento. Resultaba difícil hacerlo mientras
sujetaba al mismo tiempo a Heechul, y cuando se dio cuenta del modo en que lo
estaba mirando aquel hombre, con una mezcla de irritación masculina e
impaciencia, supo que su intento de discreción había sido una pérdida de tiempo.
— Deje que yo le sujete al niño — aquélla
inesperada sugerencia provocó que Junsu abriera los ojos de par en par por el
asombro. Parecía como si estuviera acostumbrado a llevar bebés.
— ¿Tiene usted hijos propios? — Junsu
se sonrojó al darse cuenta de lo personal e inapropiada que resultaba aquél
pregunta.
— No — respondió
él con sequedad.
A
Junsu, que seguía rebuscando en el bolso con un mano, se le puso bocabajo, y
varias cosas cayeron a la calle mojada, incluido el monedero, unas cuantas
facturas que pertenecían a Junho, las llaves y sus pasaportes. El de Heechul
era un triste recordatorio de la luna de miel que tanto había emocionado a su hermano,
sus primeras vacaciones en familia. Yoochun frunció el ceño al mirar la acera
mojada y ver los pasaportes entre otras cosas que habían salido del bolso del
joven.
Ignorando
las protestas de Junsu, Yoochun se agachó para recoger las facturas y los dos
pasaportes. Los tenía a ambos en la mano, ¿un accidente de la providencia o un señal
de que aquél tarea resultaría más sencilla de lo que pensaba? ¿Qué clase de joven
llevaba los pasaportes encima?, se preguntó respondiéndose al instante.
Obviamente, la que esperaba la oportunidad de viajar al extranjero y quería
estar preparada. Suponía que eso sería normal en los buscones de clase alta.
Pero aquél patético y poco atractiva joven no podía esperar nada parecido.
Yoochun recogió también la cartera, que sintió vacía, y también las llaves.
Le devolvió todo, incluidas las llaves. Junsu suspiró
aliviado.
— Hay que resguardar al bebé de
la lluvia y el viento — Yoochun le puso la mano
en el brazo, señalando en dirección a su coche — Tengo el coche ahí.
¿Se
había movido por su propia voluntad, o era una combinación del viento y de su
mano en el brazo la que le llevó hasta el vehículo? Junsu se estremeció.
¿Cuáles eran sus intenciones?
— Deje que yo lo lleve — las
largos manos del desconocido fueron hacia Heechul.
— ¿Qué es lo que quiere? — Inquirió
Junsu ansioso —
¿Quién le envía?
— Nadie me ha mandado a ningún
sitio — respondió él con frialdad — Y no debería preguntar quién soy,
sino de dónde vengo.
— No entiendo de qué está hablando.
— ¿No? A ver qué tal así. Vengo del país y de
la familia a la que pertenece el niño.
Junsu tenía los ojos tan grises como el cielo de Corea
en marzo, y los abrió de par en par con miedo al comprender el significado de aquéllas
palabras.
— ¿Viene usted de Sicilia? — le
preguntó.
— Así es — respondió
él.
De todas las posibilidades que Junsu había imaginado,
aquélla no estaba ni por asomo en la ecuación.
— ¿Quién eres? — preguntó
aterrorizado.
Yoochun
no estaba acostumbrado a que no le reconocieran. Lo miró con desprecio desde su
uno noventa de altura y se cruzó de brazos.
— Me llamo Jung. Jung Yoochun. Y
ahora que te he contestado, tal vez estés dispuesta a pasarme al niño, a mi
sobrino, para que lo meta en el coche.
Su
sobrino. Así que aquel no era Yuhwan, el rico playboy siciliano con el que su hermano
había tenido un aventura en el sur de Francia el pasado mes de mayo y que podía
o no podía ser el responsable de la concepción de Heechul. Un hecho que su hermano
le había hecho prometer no contar a Leeteuk.
Yoochun
aprovechó que estaba pensativo para quitarle al niño de los brazos y después
abrir la puerta de atrás del coche.
— ¿Qué estás haciendo?
Junsu
se sintió invadido por el pánico cuando vio cómo Yoochun colocaba a Heechul en una
sillita en la parte trasera.
— Estoy sencillamente colocando al bebé a
salvo mientras nosotros hablamos.
— Estás intentando quitármelo, ¿verdad?
— Preguntó Junsu — Te lo quieres llevar.
Yoochun
lo miró con dureza. Tendría que haber supuesto que era de los que montaban un
drama.
Junsu estaba aterrorizado. ¿Sabría que él no era la
auténtica madre de Heechul?
¿Iba
a demostrar que no tenía derechos en lo que a Heechul se refería? Era el tipo
de hombre perteneciente al tipo de familia que no se detendría ante nada para
conseguir lo que deseaba, y si querían a su sobrino… A Junsu le latía con
fuerza el corazón. Vio cómo un hombre y una mujer se acercaban a ellos desde el
otro lado de la calle. Abrió la boca para pedirles ayuda a gritos.
— Mira — Yoochun
tenía la intención de decirle que estaba exagerando, pero se detuvo al ver que Junsu
estaba mirando al otro lado de la calle, a una pareja que se acercaba hacia
ellos. Dándose cuenta al instante de lo que pretendía hacer, reaccionó al
instante. Él ya estaba cerca del coche, así que fue fácil estrecharlo entre sus
brazos y silenciar el grito que tenía pensado soltar con la presión de su boca
en la suya.
A
Yoochun no se le hubiera ocurrido nunca besar a un joven como aquél. Le llamaba
tan poco la atención físicamente como le repugnaba moralmente. Era delgado,
rubio, pálido y dispuesto a tener relaciones sexuales con cualquier hombre
siempre y cuando fuera rico.
A
él le gustaban las mujeres y jóvenes llamativos, inteligentes, orgullosos de
todo lo que hacían y de lo que eran. Su padre era el patriarca de un de las
familias aristocráticas más antiguas de Sicilia, incluso él tenía también un
título, pero era millonario por derecho propio, gracias a sus propias empresas,
y estaba muy orgulloso de ese logro. Cuando llegara el momento de sentar la
cabeza, quería un joven que fuera igual a él para que pudiera ser su compañera.
Alguien que comprendiera las exigencias inherentes a su cuna, pero que al mismo
tiempo se hubiera abierto su propio camino en el mundo.
Una
cosa que ese joven no debía hacer, sin embargo, era enamorarse de él o esperar
que se enamorara de él. Su madre había amado a su padre y ese amor la había
destruido. A él no le sucedería nunca algo así, ni quería ser responsable del
dolor de otra persona. No tenía intención de convertirse ni en la víctima que
había sido su madre ni en el responsable de ese dolor que fue su padre.
La
madre del niño estaba muy rígido entre sus brazos, y Yoochun podía sentir el
latir acelerado de su corazón.
¿Estaba
asustado? ¿De qué? ¿De él? Yoochun se sentía ultrajado. El hecho de provocar
temor en alguien, y más en alguien más débil y vulnerable, le resultaba
horrible. ¿Cómo podía tenerle miedo un joven que se había entregado al
depravado de su hermanastro? Por lo que él sabía de Yuhwan, un joven con miedo
al contacto masculino no era precisamente de su estilo. Y por lo que habían
descubierto las fuentes de Yunho sobre él, era de los que le gustaban a Yuhwan…
un supuesto modelo lleno de glamour. Aunque no había en él nada ni remotamente
glamuroso ahora.
Y
sin embargo tenía los labios dulces y carnosos, y su delgadez le atraía,
haciendo que le dieran ganas de abrazarlo con más fuerza, tentándolo a explorar
aquél línea cerrada que era su boca.
Yoochun no estaba acostumbrado a que las mujeres o
jóvenes lo rechazaran.
La
razón por la que Junsu había terminado en brazos de él había quedado sepultada
bajo una oleada de otros sentimientos y un tipo de pánico muy distinto. Leeteuk
era el único hombre al que había deseado besar así, pensó con dolor. Pero en
cierto sentido, tal vez se debiera al cansancio, al miedo o a ambas cosas, Junsu
sentía cómo su voluntad de resistirse se veía mermada por el calor que emanaba
de él.
Así
era cómo soñaba que Leeteuk lo besara y lo abrazara antes de que se
convirtieran en amantes, antes de perderlo por Junho.
Ya
había sido suficientemente duro tener que escuchar de labios de Leeteuk que,
aunque le gustaba y habían pasado buenos ratos juntos, se había enamorado de Junho.
Pero fue todavía peor tener que escuchar la confesión de Junho con unas cuantas
copas, cuando le dijo que no estaba seguro de quién era el padre del hijo no
deseado que esperaba.
Admitió
que podía ser el rico playboy siciliano con quien había tenido una aventura
pero que desde entonces la esquivaba y se negaba a responder sus cartas. Pero
iba a decirle a Leeteuk que era suyo, porque, tal como le dijo a Junsu sin
ningún reparo, podía serlo, ya que se había acostado con Leeteuk en cuanto él
regresó de su viaje.
Tener
que escuchar a Junho contándole cómo habían hecho el amor fue una auténtica
tortura. Junsu se agarró con fuerza a Yoochun. Eran sus besos los que hubiera
querido que Leeteuk deseara. Sumido en sus emociones, sintió que el hombre al
que estaba agarrado se había convertido en Leeteuk, así que lo besó con todo el
deseo y el amor que sentía por él.
La
súbita pasión de Junsu pilló a Yoochun por sorpresa. Le estaba apretando el
cuerpo contra el suyo, abriendo la boca, y tenía la respiración agitada. Sin
saber por qué, él respondió instintivamente, recibiendo la dulzura que le
ofrecían sus labios, y permitiendo que el suave gemido de asentimiento de Junsu
cuando le introdujo la lengua fuera la señal para deslizarle las manos por el
cuerpo.
La
sensación de unos duros muslos masculinos apretados contra él devolvió a Junsu a
la realidad.
Aquel hombre no era Leeteuk.
En
cuanto sintió que se resistía, Yoochun dejó de besarlo y retiró las manos de su
cuerpo. Se sintió inundado por una sensación de desagrado. ¿Desde cuándo
deseaba él las sobras de Yuhwan?
Por mucho que deseara darse la vuelta y dejarlo allí,
sabía que no podía hacerlo.
Sus deberes para con la familia se lo impedían.
— Tenemos que hablar de algunos asuntos — le
dijo a Junsu con frialdad.
— No permitiré que te lleves a mi bebé — le
advirtió él con firmeza. Yoochun lo miró frunciendo el ceño.
— No seas ridículo. Nadie quiere
llevarse a tu hijo. Se trata sencillamente de que los dos me acompañéis a
Sicilia para poder arreglar las complejidades legales de cierta situación. Lo
único que tendrás que hacer es permanecer allí una semana, diez días a lo sumo,
y luego serás libre para regresar aquí si así lo deseas. Te doy mi palabra.
Junsu
lo miró. El hecho de que le diera su palabra tendría que haber sonado patético,
y sin embargo no pudo evitar reaccionar a aquello a un nivel psicológico
profundo, como si hubieran firmado un contrato, casi pronunciado unos votos.
Cuanto
antes se pusieran camino a Sicilia, mejor, pensó Yoochun. Y ya que aquél joven
tenía los pasaportes encima, no veía la razón de prolongar su partida. Su jet
privado estaba a punto, con el plan de vuelo cumplimentado.
— Vamos a meternos en el coche
para librarnos de la lluvia — continuó
Yoochun, abriendo la puerta del copiloto para que él entrara. Junsu seguía
vacilando — Te aseguro que,
lejos de sufrir ningún daño, como pareces estar pensando, al final tú hijo y tú
saldréis beneficiados económicamente — le
aseguró con frialdad.
¿Beneficio
económico? ¿Qué significaba eso? A Junsu comenzó a latirle el corazón a toda prisa.
— Pero, ¿por qué? Quiero decir,
sé que tu hermano… — no fue capaz de decir que sabía que su
hermano podría ser el padre de Heechul, porque eso significaba admitir que Heechul
podría no ser hijo de Leeteuk. Sin embargo, era en Heechul en quien debía
pensar ahora, se dijo, y si la familia del millonario playboy con quien su hermano
había tenido un aventura estaba dispuesta a ofrecer algún tipo de ayuda económica
al niño, ¿qué derecho tenía él a negarle a su sobrino aquel beneficio?
— Yuhwan era mi hermanastro, no mi hermano. Era siciliano, por lo tanto
este niño, su hijo, también es siciliano, y como tal tiene derecho a su
herencia. Esa es la ley de nuestra familia.
Junsu se había quedado en las primeras palabras.
— ¿Yuhwan era siciliano? — Repitió
— ¿Qué quiere decir eso?
— Exactamente lo que he dicho —
replicó Yoochun con sequedad —
Mi hermanastro, tu amante, el padre del niño, ha muerto. Sin embargo, la
familia Jung no tiene otro Yuhwan y seguramente no te proporcionarán otro
amante, pero se toman muy a pecho su responsabilidad hacia los de su sangre.
Junsu
estaba ahora abotargado mental y emocionalmente, y también tenía frío. La
dureza de los últimos meses cayó de pronto encima de él como una losa.
Resultaba difícil ahora recordar que había sido un joven segura de sí mismo y
exitoso, con una prometedora carrera por delante en el ayuntamiento.
La
idea de compartir la responsabilidad de la crianza de aquel niño al que tanto
quería con una familia adecuada, con un nombre con los hombros lo
suficientemente anchos como para cargar con aquel peso, inundó a Junsu de una inesperada
sensación de alivio.
Tal
vez Jung Yoochun no rechazara a Heechul, pero estaba dejando muy claro lo que
pensaba de él, y Junsu comenzó a decir indignada:
— Pero yo no… — y
entonces se preguntó si sería inteligente decirle que él no era la madre de Heechul,
aunque fuera su tío y su tutor legal.
— ¿Tú no qué? ¿No
estás afectado por la muerte de Yuhwan? No, ya veo que no — murmuró Yoochun
mientras mantenía abierta la puerta del coche para que él entrara — La relación que tuviste con él no fue
precisamente larga, ¿verdad?
Cuando
se dejó caer en el cómodo asiento del lujoso coche, Junsu bajó la cabeza,
consciente de que ahora debía aceptar sus insultos o confesar que no era la
madre de Heechul.
— ¿Qué le ocurrió a… a Yuhwan? — Junsu
no supo por qué preguntó aquello. Ni siquiera lo había conocido.
— Vivió como murió — le
dijo Yoochun con sequedad —
Creyendo que nada ni nadie importaba aparte de él.
Junsu lo miró, sobrecogido ante el desprecio que
reflejaban sus ojos.
— Estaba luciéndose, conduciendo un coche
demasiado rápidamente para él.
Junho
le había contado que Yuhwan y él eran tal para cual, y a juzgar por lo que
Yoochun acababa de decirle, parecía que estaba en lo cierto, reconoció.
— Sin embargo, si el niño tiene
nuestra sangre — continuó Yoochun — no importa cómo haya sido concebido.
Es uno de nosotros, un Jung.
Junsu
deseó instintivamente decirle que Heechul no podía ser de ninguna manera un Jung, y que su padre era Leeteuk. Estaba tan
decidido a creer que Heechul era hijo de Leeteuk que seguía en estado de shock
ante la repentina aparición de Jung Yoochun.
Pero
estaba empezando a darse cuenta de lo que significaría que Heechul fuera el
hijo de Jung Yuhwan. Y debía poner por delante el bienestar y las necesidades
del niño hasta que llegara el momento de que Heechul fuera lo suficientemente
mayor como para tomar él mismo un decisión. Después de todo, él lo quería tanto
por sí mismo como por la idea de que fuera hijo de Leeteuk.
Así
como no podía negarse a ir a Sicilia ni rechazar ningún ventaja económica para Heechul,
tampoco podía negar el hecho de que pudiera tener «sangre Jung», tal y como había expresado Yoochun.
Estaba
claro que Jung Yoochun no sabía nada de la muerte de su hermano, y que pensaba
que él era Junho. Junsu sonrió con tristeza. Si hubiera conocido a su hermano,
nunca los habría confundido. A ambos les desagradaba la idea de que sus padres
hubieran escogido nombres tan parecidos para ellos, pero era sobre todo Junho el
que se quejaba cuando eran pequeñas, asegurando que era una estupidez, porque él
era mucho más guapo y popular que Junsu.
— ¿Qué ocurrirá cuando lleguemos a Sicilia?
— El médico de nuestra familia practicará una prueba
de ADN.
— Pero eso podríamos haberlo hecho aquí — protestó
Junsu. Yoochun continuó, ignorando el comentario.
— Harán falta al menos cinco días
para tener los resultados de la prueba. Si se demuestra que Yuhwan es el padre
de tu hijo, entonces significará naturalmente que tu hijo es parte de nuestra
familia.
— ¿Y si ése no es el resultado? — preguntó Junsu con
brusquedad, incapaz de mirarle, porque sabía que en los ojos de Jung Yoochun
habría un reproche por su falta de moral.
Yoochun
frunció el ceño. Aquél no era la actitud que esperaba. Creía que se iba a
mostrar más falso, asegurando que amaba a Yuhwan y que el hijo era sin duda de
su hermanastro. Resultaba extraño que hablara tan abiertamente de la
posibilidad de que el niño no fuera de Yuhwan.
— Entonces serás recompensado
económicamente por haber viajado hasta Sicilia y se te entregará una sustanciosa
cantidad de dinero a cambio de tu discreción.
Junsu abrió los ojos de par en par.
— ¿Quieres decir que compraréis
mi silencio? — preguntó viendo cómo
Yoochun inclinaba la cabeza en gesto de afirmación. Qué desagradable y sórdida
era toda aquél situación, pensó Junsu incómodo. Deseó que Heechul y él no
tuvieran que formar parte de aquello, pero por el bien del niño, trató de
ignorar su disgusto.
—
Por supuesto, si ya sabes que el padre no es Yuhwan…
— No, no puedo estar seguro — tuvo que
admitir Junsu. Yoochun se dio cuenta de que estaba diciendo la verdad.
El
interior del coche olía a una mezcla de cuero caro con colonia masculina igual
de cara. Junsu se giró para mirar al niño dormido, y dio gracias por haberse
tomado su tiempo para darle de comer y cambiarlo antes de salir de la guardería.
Heechul
era un niño muy tranquilo. Demasiado tranquilo, se preocupaba Junsu, y el
médico estuvo de acuerdo con él cuando le expresó sus preocupaciones.
En
un principio, Junsu no quiso traicionar a su fallecido hermano contándole al
médico que temía que Junho hubiera descuidado con frecuencia al bebé, pero la
salud de Heechul era ahora responsabilidad suya, y más importante para él que
cualquier fidelidad que pudiera deberle a un hermano cuya actitud en la vida
era la opuesta a la suya y quien la había tratado con tan poco cariño muchas
veces.
La
triste realidad, tal como Junsu se temía y el médico le confirmó, era que el
pobre Heechul había sido descuidado por su madre durante sus primeras semanas
de vida. La infección que había pillado no se había tratado bien y había puesto
en peligro su sistema inmunológico.
También
tuvo que sufrir emocionalmente por la negligencia maternal. Junsu se había
jurado a sí mismo que le compensaría por las primeras y tristes semanas de su
vida.
Heechul
había empezado poco a poco a reconocerlo y a responderle, y a principios de aquél
semana le había sonreído por primera vez, estirando los brazos para que lo
meciera. Pensar en aquellos momentos maravillosos le provocaba un nudo en la
garganta.
Yoochun arrancó el motor del coche y lo puso en
marcha. Junsu lo miró inquisitivo.
— ¿Qué estás haciendo?
— Vamos al aeropuerto. Allí
subiremos a un avión que nos llevará a casa, a Sicilia.
¿A
Sicilia? ¿En aquel momento? Solo tenía un cambio de ropa para Heechul, por no
hablar de él, y tampoco había dicho que estuviera de acuerdo con irse… al menos
no lo había hecho formalmente.
— No podemos hacer eso — protestó
él con vehemencia.
— ¿Por qué no? — preguntó
Yoochun.
— Hay cosas que necesito, gente a
la que tengo que avisar… mi casero, y mi jefe, y Heechul necesita ropa y…
— Puedes llamar a todo el mundo
con quien necesites hablar desde el coche. Y en cuanto a todo lo que el niño
pueda necesitar, eso déjamelo a mí.
Estaba
claro que no era hombre al que le gustara perder el tiempo, pensó Junsu abriendo
los ojos de par en par cuando Yoochun apretó un botón del volante y salió un
teléfono móvil del salpicadero.
Junsu
hizo las llamadas que necesitaba para poder acompañar a Yoochun hasta Sicilia.
Estaba terminado de dejar un mensaje en la guardería explicando que se iba cuando
un sollozo lo hizo mirar hacia atrás. Heechul se había despertado y estaba
llorando.
— ¿Puedes parar el coche, por
favor? — le preguntó a Yoochun. Al ver que
fruncía el ceño, se explicó mejor —
Quiero sentarme atrás con Heechul.
Yoochun
obedeció y se bajó también para abrirle la puerta. Le colocó la mano bajo el
codo y lo ayudó a salir. Sus maneras resultaban absolutamente impecables,
admitió Junsu. Igual que su forma de besar. También era de primera clase. Junsu
se quedó paralizado, la sangre le tiñó las mejillas de culpabilidad. ¿Qué
diablos le había hecho pensar en eso? Estaba conmocionado. Yoochun abrió la
puerta de atrás para que él pasara.
Junsu
no se atrevía a mirarle. Se limitó a quitarse el abrigo y dedicarse a Heechul,
que había dejado de llorar pero seguía despierto. Podía escuchar a Yoochun
hablando delante en lo que parecía ser italiano, utilizando el teléfono manos
libres que él misma acababa de usar.
Mientras
le explicaba a un exclusivo servicio de asistencia personal exactamente lo que
quería, Yoochun observó discretamente a Junsu por el espejo retrovisor y
frunció el ceño. No esperaba que estuviera tan dedicado a su hijo como estaba.
Eso, igual que el miedo que había mostrado antes ante él, le hacía sentirse
incómodo por el modo en que lo había prejuzgado.
Ahora
que se había tomado la decisión y que ya no dependía de él, Junsu podía admitir
lo agotado que se sentía. La horrible sensación de que sería más fácil
arrastrarse que caminar, o incluso mejor todavía no levantarse se apoderaba en
muchas ocasiones de él.
La
paz y la comodidad del coche, unidos al movimiento, estaban haciendo que se
durmiera. Pero no debía dejarse llevar por las ganas de cerrar los ojos. Debía
pensar en Heechul. Tenía que anteponer sus necesidades a las de él…
Yoochun
miró por el espejo retrovisor y vio que Junsu seguía todavía dormido. Había
transcurrido casi una hora desde que la había visto cerrar los ojos, y se había
quedado dormido como un bebé. Pero incluso en sueños tenía la mano colocada en
la silla del niño. Yoochun sospechaba que nadie podría tocar al niño sin
despertarlo.
El
olor a lana barata mojada secándose con la calefacción del coche le llegó a las
fosas nasales. Su fastidioso hermano mayor habría dejado claro su repulsión,
pensó Yoochun, pero él era más sensato. En la industria de la construcción,
había que ser así.
Su
padre se puso furioso cuando se enteró de lo que Yoochun tenía pensado hacer
con la tierra que le había dejado el tío de su madre. Un resort con su propio aeropuerto privado en tierras de los Jung era
impensable, una aberración, una traición hacia todo lo que significaba el
apellido Jung: tradición, continuación del linaje masculino, orgullo y
discreción.
— En las tierras de mi madre — había
corregido Yunho a su padre, intercediendo a favor de su hermano pequeño para protegerlo
de la ira de su padre, tal y como había hecho tantas veces durante su infancia.
Yoochun era leal a la sangre Jung que compartía con sus hermanos, no a la
sangre de su padre.
Las
luces del aeropuerto, que brillaban sobre el húmedo asfalto, lucían delante de
ellos en la noche de invierno, y cuando Yoochun disminuyó la velocidad del
coche, Junsu se despertó. Durante unos instantes no supo dónde estaba, y cuando
recordó, miro ansiosamente a Heechul, observando aliviado que seguía dormido. Luego
miró hacia delante y vio las manos de Yoochun apoyadas en el volante. Por alguna
razón, aquélla visión provocó que el corazón le latiera con fuerza. Tuvo que
hacer un esfuerzo por apartar la vista de él y mirar por la ventanilla.
Estaban
saliendo de la carretera principal, girando por un camino que llevaba a un
puesto de control. Yoochun sacó una tarjeta de plástico que le mostró al
guardia de seguridad, quien levantó la barrera.
El
coche volvió a adquirir velocidad y Junsu abrió los ojos de par en par sin dar
crédito al darse cuenta de que no, no estaba viendo visiones. Yoochun estaba
conduciendo directamente hacia el jet plateado que estaba aparcado delante de
ellos.
>>> ♥ <<<
— Buenas noches, señor.
Yoochun
le sonrió a Nigel Rowlins, el sobrecargo de su jet privado, cuando le abrió la
puerta del Mercedes.
— Buenas noches, Nigel. ¿Todo listo para
irnos?
— Sí, señor. El plan de vuelo
está aprobado y ya han cargado las provisiones. Ya está avisado el control de
pasaportes.
Yoochun asintió con la cabeza.
¿Iban
a viajar a Sicilia en jet privado? No se le había ocurrido semejante
posibilidad, pero es que él no estaba acostumbrado a tratar con gente cuyo
estilo de vida incluía jets privados.
Junsu
contaba con pasar por una zona de embarque para poder comprar al menos cosas
básicas para Heechul. Por suerte llevaba el calienta biberones en la bolsa,
junto con un par de cambios de ropa. Él también necesitaría cambiarse de ropa,
pero cuanto más barato, mejor, porque no le quedaba mucho dinero en efectivo.
¿Qué
iba a hacer? Recordó que Jung Yoochun había dicho que él se encargaría de todo,
pero no esperaba ni quería que les comprara nada. No quería sentirse prisionero suyo.
Tal
vez se había olvidado de lo que había dicho. Quizá debería recordárselo. Junsu aspiró
con fuerza el aire y dijo con calma:
— Confiaba en que tuviéramos tiempo para
comprar ropa.
— Encontrarás todo lo que
necesites a bordo — aseguró Yoochun dando
por finalizada la cuestión.
— ¿Todo? — preguntó Junsu con
incertidumbre. ¿Cómo podía ser? No le había preguntado qué necesitaba Heechul.
— Todo — confirmó
Yoochun con seriedad. ¿Qué esperaba él? ¿Carta blanca para comprar en las
tiendas de diseño del aeropuerto de Icheon?
Salió
del coche para abrir la puerta más cercana a Heechul. Sacó al niño, dejando que
Junsu se encargara de su abrigo, el bolso y la bolsa del bebé mientras lo seguía.
Ahora
estaba muy oscuro y frío, y él se estremeció. El cambio entre el aire frío y el
calor del coche despertó a Heechul, y su llanto le rompió el corazón a Junsu. Hacía
mucho frío para él y necesitaba comer.
Apartándose
de él, Jung Yoochun se dirigió a buen paso hacia el avión con el niño en
brazos. Junsu no tuvo más opción que seguirlo.
Si
el uniformado sobrecargo que esperaba en la lujosamente amueblada cabina se
sorprendió ante su aparición, o ante el hecho de que su jefe llevara en brazos
a un bebé lloroso, no dijo nada. Se limitó a retirarle el abrigo a Junsu y a
preguntarle si quería tomar algo.
— Algo caliente mejor que una bebida
alcohólica, Russell — Jung Yoochun estaba
contestando por él, y el hecho de que no le permitiera tomar su propia decisión
hizo que Junsu sintiera deseos de decir que quería champán, aunque lo cierto
era que no solía beber alcohol.
Pero se limitó a sonreírle al sobrecargo y a preguntar
con vacilación:
— ¿Hay algún sitio donde pueda calentar el
biberón de Heechul?
— Por supuesto. En la cocina hay
leche en polvo, y he dispuesto un cuna en el dormitorio.
— No me extraña que esté tan pálido y tan delgado, está claro que no lo
estás alimentando tú.
La
crítica de Yoochun, que formuló en el momento en que el sobrecargo desapareció
con el biberón, hizo que Junsu se lo quedara mirando fijamente. El color le
tiñó las mejillas y luego desapareció mientras él trataba de encontrar un respuesta
que consiguiera ponerlo en su sitio y le hiciera saber lo muy en serio que se
tomaba sus responsabilidades hacia Heechul.
— Tengo que salir a trabajar — fue
lo único que se le ocurrió decir, rogando para que él no hiciera ningún
comentario sobre cuánto mejor era la leche materna que la artificial.
Yoochun ignoró su respuesta.
— Como te ha dicho Russell,
encontrarás todo lo que necesitas en la cabina. Será un vuelo de tres horas,
así que si quieres dormir un poco, adelante — Yoochun
frunció el ceño al ver la desconfianza reflejada en sus ojos — ¿Qué significa esa cara? Estás completamente
a salvo. Te puedo asegurar que no estoy tan desesperado como para rebajarme
utilizando las sobras de Yuhwan.
La
repugnancia que había en su voz hirió a Junsu. ¿Por qué? Sólo había habido un
hombre que quiso que lo deseara, y ese fue Leeteuk. Y la había deseado hasta
que Junho lo engatusó y lo apartó de él. Pero no deseaba a Jung Yoochun, y
nunca lo desearía.
El sobrecargo había reaparecido.
— Vamos a despegar enseguida — le
dijo — Si quiere venir conmigo,
hemos preparado un cuna para el bebé.
Junsu
se dirigió dócilmente hacia la puerta que le indicaba. Ése era su problema, le
había dicho una vez Leeteuk. Era demasiado cumplidor y sumiso. Lo que había
querido decir, por supuesto, era que comparado con Junho, que era especialista
en correr riesgos y salir indemne de ellos, él era aburrido.
Pero
estaba vivo, se recordó con tristeza, mientras que Junho, Leeteuk y los cuatro
abuelos estaban muertos. Y todo porque Junho había querido un gran boda en un
castillo de cuento de hadas.
Cuando
el sobrecargo abrió la puerta que daba a la zona de descanso, Junsu vio que
Jung Yoochun estaba ocupado con el ordenador que había aparecido como por arte
de magia al tocar un botón en la mesita que tenía delante.
La
cabina de descanso era mucho más grande que el espacio práctico y pequeño que Junsu
había imaginado. De hecho, se trataba del dormitorio más lujoso que había visto
en su vida.
Una
moqueta gruesa de color pálido cubría el suelo. La cama, la más ancha que Junsu
había visto jamás, apenas ocupaba la tercera parte del espacio.
— Los controles de la cama están
aquí — le estaba diciendo el sobrecargo — Puede levantarla para leer o para ver
la televisión — apretó varios botones
del mando a distancia con el que le estaba haciendo la demostración, provocando
que la cama se levantara como si fuera un silla mientras un gigantesca pantalla
de televisión aparecía como por arte de magia en el armario que había en la
pared opuesta.
— Hemos colocado la cuna de viaje
aquí — añadió — justo al lado del asiento que usted utilizará para despegar. El baño y
el vestidor están al otro lado de la puerta que hay junto a la cama. He sacado
algunas cosas para el bebé y para usted y las he colgado. Serviré la cena
dentro de media hora. Si Yoochun sigue su rutina habitual, querrá trabajar en
cuando haya cenado, así que tal vez usted decida dormir un poco. Aterrizaremos
poco antes de la una de la mañana. Estaré pendiente por si me necesita para
cualquier cosa. En cuanto hayamos alcanzado nuestra velocidad de crucero, le
traeré la leche caliente.
A
Junsu le hubiera gustado decirle que preferiría cenar solo y lo más lejos
posible de Jung Yoochun, pero no lo hizo porque no quería darle más trabajo al
sobrecargo.
Se encendió una luz encima de la puerta.
—
Vamos a despegar — le dijo el sobrecargo.
Dos minutos más tarde, Heechul estaba atado en la cuna
y Junsu en su asiento.
Continuara
\\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no
les cuesta nada….
Gracias…
Lei en la descripcion que esta completo omg esto es asi? Esta demasiado interesante *o* es tuyo el fanfic o es una adaptacion? Porque si es tuyo, dejame decirte que la manera en que esta narrado es Perfecta. Muchas gracias x3 espero el proximo x3
ResponderEliminaraaaahhh ya me hacia falta un Yoosu gracias...seguiré leyendo porque lo que ambos sintieron con aquel beso y el que se niegan a siquiera pensar en ello me intriga en saber de que manera ira naciendo el amor entre ellos, aaahh Junsu cuando le dirás que no eres Junho
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarespero que la actualización sea pronto ...mil gracias
ResponderEliminarJunsu estaba enamorado de Leetuk y fue su amante! -Shockeada- ..... Wooo Yoochun es medio idiota, y Susu solo busca proteger a Hechul, pero se esta quemando al no sacar de su error a Yoochun. Wiiiii GRACIAS!
ResponderEliminarPobre Junsu, tener que aguantar los insultos de Yoochun sólo por proteger a Heechul, haber como le va.
ResponderEliminarPobre Junsu, le ha tocado una vida dura ;( ojalá que Yoochun cambie de actitud pronto y lo ayude. Gracias por publicar
ResponderEliminarPobre Junsu, le ha tocado una vida dura ;( ojalá que Yoochun cambie de actitud pronto y lo ayude. Gracias por publicar
ResponderEliminarPobre junsu le toco una vida dura,me encanta este fin es muy interezante gracias
ResponderEliminarMe encanta como va la historia, espero que los siguientes caps me enganchén más a ésta pareja. Besos atte: Giovanna Gi
ResponderEliminarPobre Junsu ha tenido una vida complicada y triste pero ante todo ha sabido sacar adelante a heechul.
ResponderEliminarYoochun sin saber nada de el lo juzga duramente y para colmo el piensa que es Junho
Wooo se nota que los Jung no se complican con pequeñeses.
ResponderEliminarPobre Junsu, se nota que la ha pasado mal en la vida y ahora Yoochun cree que es un vividor oportunista. Espero que poco a poco le demuestre lo contrario con su amor y entrega a su bebe.
Vaya inicio el de este Yoosu, todo un malentendido. Junsu y su corazón noble me dejaron conmovida bien lo dijo mi Chunnie "Junsu es tan bueno que ascepta todo". Y que decir del roll de Chunnie en este primer cap OPD¡¡¡ es que amo todas sus dimenciones¡¡¡ y el hecho de que reconozca que prejuzgó a Junsu hara que descubra cosas a las que esta reenuente a encontrar, tan facil era meterlo al auto y ya, pero terminó besandolo inecesariamente¡¡¡¡¡ jajaja. Bueno hay muchas cosas que empiezo a suponer sobre el rumbo de esta historia♡♡♡♡¡¡¡¡
ResponderEliminar