Habían
transcurrido tres días desde su llegada a Sicilia, y finalmente el viento había
cesado y había dejado de llover. Aquélla mañana por primera vez, Junsu vio el
cielo azul cuando se despertó, con la impresionante vista del Etna cubierto de
nieve.
El
clima de Sicilia, al igual que su historia, era turbulento y exigente, pensó Junsu,
y ahora, después de sus excesos, se había apaciguado.
Mientras
Heechul se echaba la siesta, Junsu se acercó a los formales salones del piano nobile, observando maravillado su
magnificencia. Lo más hogareño, si es que podía utilizarse aquél palabra para
describir tan magníficas habitaciones, era la Sala degli Arazzi, con sus
bellísimos tapices y desde la que se abría un puerta doble que daba a la
biblioteca, en la que había volúmenes encuadernados en cuero desde el suelo
hasta el techo.
Las
salas se comunicaban unas con otras, en el estilo clásico del siglo XVIII. La
última de ellas daba a un patio interior ajardinado dominado por una gigantesca
fuente barroca adornada con criaturas míticas que echaban agua por la boca en
la piscina de piedra que había debajo. Y a pesar de toda su magnificencia, la
casa tenía un aire hogareño. Había flores frescas en los jarrones situados
sobre aquellos muebles que eran joyas.
Junsu
se dirigió después a la cocina. A través de la puerta abierta le llegó por
primera vez el olor a cítrico, que se colaba con la suave brisa procedente de
los naranjos y los limoneros que había en el jardín de la villa.
— ¿Se ha tomado la medicina? — inquirió María.
Junsu
sonrió y asintió con la cabeza. Estaba tomando pastillas de hierro dos veces al
día, siguiendo las instrucciones del doctor Vittorio, y tenía que admitir que
se sentía mejor.
Junsu
se había acostumbrado a caerle mal a la anciana, pero tenía que admitir que en
lo que se refería a Heechul, María se mostraba protectora con él, como si
formara parte de su propia familia.
— Menos mal que Yoochun es un
hombre fuerte, además de bueno. Si no, sería duro para él ver al pequeño.
— ¿Porque podría ser el hijo de Yuhwan? — quiso
saber Junsu.
— No. Lo que le resulta duro es
verlo a usted con el niño — aseguró María con
firmeza.
— ¿Por qué? — preguntó
Junsu con la atención centrada en Heechul, que estaba tomando el biberón en sus
brazos.
— Porque tendrá que ver cómo el pequeño disfruta
de algo que él nunca tuvo. El amor y la atención de una madre — dijo
María alzando la vista para mirarlo.
Junsu
frunció el ceño. Resultaba tentador, aunque poco realista, imaginar que Yoochun
había llegado a la edad adulta dependiendo de alguien, y mucho menos de una mujer.
— La princesa, su madre, murió al
dar a luz a Yoochun — le contó María a Junsu con
dramatismo — Pobre mujer.
Decían que no quería vivir por culpa de la crueldad de su marido. Siempre se
supo que el príncipe se casó con él por las tierras que tenía su familia, y por
el hecho de que su linaje era tan antiguo como el de él. Así funciona la
nobleza. Ella era mucho más joven que él. Sólo tenía diecisiete años cuando se
casó. Pobrecilla, se enamoró a primera vista. Pero él no era la clase de hombre
capaz de satisfacer a una esposa joven e inocente. Porque su corazón ya
pertenecía a otra.
Junsu
le sonrió a Heechul, que seguía bebiendo con fuerza del biberón. Se estaba
alimentando mucho mejor que antes.
— Yo me atrevería a decir que le
habría ido mejor si hubiera habido muchas amantes en lugar de un sola — continuó
María — Y menos ésa, que se
negaba a admitir cuál era su sitio — añadió sombríamente — La pobre princesita no tuvo ninguna oportunidad
contra alguien como ella, experta en los modos de mantener a un hombre bajo su
poder. Le contaba a todo el que quisiera oírla que el príncipe la amaba a ella,
y no a su esposa. Ninguno de los dos lloró cuando la princesa murió, eso se lo
aseguro. Incluso me atrevería a decir que a Isabél le hubiera gustado que la
princesa Lucía se llevara con él a la tumba a sus hijos.
»Pero el príncipe, por supuesto, conocía sus responsabilidades para con
su sangre. La princesa le había dado tres hijos estupendos, pero ahora ella
estaba muerta y era libre para casarse con Isabél. Cinco años más tarde, ella
tuvo su propio hijo, y el príncipe adoró a su hijo tanto como a ella. Ningún
otro hombre podría haberse salido con la suya con un comportamiento tan
vergonzoso, pero el príncipe no le rendía cuentas a nadie. Los Jung son
orgullosos, y llevan ese orgullo como una segunda piel.
Junsu
frunció el ceño. Yoochun no había mencionado que Heechul tuviera abuela, pero
tal vez fuera comprensible dadas las circunstancias.
— ¿Dónde está Isabél ahora? — le
preguntó a María. Heechul había terminado el biberón y Junsu se lo puso en el
hombro para que echara el aire.
— ¡Ja! Está donde se merece… en
la tumba. Se cayó por las escaleras de la torre del castillo y se rompió el
cuello. Dicen que fue el fantasma de la princesa quien la empujó, y desde luego
nadie lloró su muerte, aparte del príncipe y su hijo.
— Debió de ser duro para Yoochun crecer sin
madre — reconoció Junsu.
— Fue duro para los tres — añadió
María — Su padre no tenía tiempo
para ellos, e Isabél se aseguró de que supieran quién manejaba el látigo allí…
a veces literalmente, se lo aseguro. Yo trabajaba entonces en el castillo, y en
más de un ocasión alguien bajaba del cuarto de los niños y pedía un ungüento
especial del cocinero para las heridas de Yunho. Como era el mayor, siempre se
llevaba el castigo de los otros dos.
Pobres
niños, pensó Junsu con simpatía. Pero Yoochun ya no era un niño. Era un hombre.
En un intento de ignorar la excitación que estaba experimentando, Junsu recorrió
la cocina con Heechul apoyado contra su hombro.
— Me gustaría llevar al niño fuera — le
dijo a María —
Ir a dar un paseo, tal vez. Hay un
carrito en el cuarto.
— Hace demasiado frío —
se apresuró a decir María.
— Ha salido el sol — protestó
Junsu.
— Aquí tenemos un viento que
corta la carne como si fuera un cuchillo — le
advirtió a Junsu —
Además, tiene que pedirle permiso a Yoochun, y no está aquí.
Junsu
sintió al instante cómo se ponía tenso y se llenaba de resentimiento al tener
que pensar en pedirle permiso a Jung Yoochun para algo. Ya era bastante malo
tener que aceptar su caridad viviendo bajo su techo, comiendo su comida, y lo
peor de todo, llevando la ropa que él había pagado. No iba a permitirle que lo
controlara teniendo que pedirle permiso para algo tan normal como salir a dar
un paseo, se dijo con firmeza, decidiendo al instante que eso sería justo lo
que iba a hacer, salir a dar un paseo con Heechul.
>>> ♥ <<<
No
resultó tan fácil como imaginaba bajar el carro por las escaleras. Era mucho
más pesado de lo que esperaba, pero Junsu poseía una obstinación que no le
permitía rendirse. Cuando consiguió llevar el carrito hasta el piso de abajo,
estaba exhausto. El corazón le latía aceleradamente, y había regresado la
espantosa necesidad de volver a tumbarse, pero no pensaba rendirse. Todavía
tenía que subir a por Heechul, después de todo.
Diez
minutos más tarde, mientras empujaba el carrito por el polvoriento camino que
llevaba hacia los árboles frutales, Junsu admitió que el viento era más frío de
lo que esperaba. Heechul, sin embargo, estaba bien protegido contra él,
cuidadosamente envuelto en ropa calentita y con la capota del coche levantada. Junsu
no tenía tanta suerte, había salido con un de los pantalones de lana fina que
había en el vestidor de su dormitorio. Era blanco, y combinaba bien con un
jersey de color gris y unos zapatos de piel en tono acero con un poco de tacón.
Pero había salido sin abrigo. Lo había engañado el sol y el calor generado por
el ejercicio de tirar del carrito. El sol calentaba pero el viento, en cuanto
salió de la protección del patio, cortaba como un cuchillo, tal y como había
predicho María que ocurriría.
Su
obstinada fijación en que nadie le dijera lo que tenía que hacer fue lo que le
impidió darse la vuelta. Eso y el hecho de que Heechul estuviera sonriendo tan
feliz, disfrutando sin duda de aquel paseo.
La
intención de Junsu era llegar sólo hasta los cítricos, pero no había contado
con el hecho de que el camino iba un poco cuesta abajo, así que cuando se dio
la vuelta, tuvo que caminar cuesta arriba, azotado por el viento que ahora
había formado unas nubes que ocupaban el cielo y bloqueaban el sol.
El
esfuerzo que estaba haciendo para empujar el carrito por el camino de barro
debería haberlo hecho entrar en calor, pero, curiosamente, le estaba provocando
el efecto contrario. Tenía escalofríos.
Sintió
la primera gota de lluvia al mismo tiempo que se daba cuenta de que había
caminado mucho más lejos de lo que había pretendido y estaba a más de media
hora de la villa. Para cuando le puso el protector de agua al coche ya llovía
con fuerza, y el carrito, que se hubiera deslizado rápidamente sobre asfalto o
un pavimento apropiado, no lo hacía con facilidad sobre un sendero sucio que se
estaba llenando rápidamente de barro.
¿Cómo podía haberse levantado tanto frío en tan corto
espacio de tiempo?
La
lluvia parecía hielo, y le recordaba a Corea y el frío invierno por el que
acababa de pasar, sobre todo ahora que habían aumentado las nubes de tormenta
tanto que parecía casi de noche.
Ya
era demasiado tarde para desear no haberse dejado llevar por aquel absurdo
arrebato de rebeldía.
Inclinó
la cabeza contra el viento mientras empujaba el carrito. Todo su cuerpo se
estremecía y el corazón le latía tanto por el esfuerzo que la estaba dejando
sin energía. Ni siquiera sabía que ya no estaba solo hasta que vio aquéllas
manos oscuras y masculinas en el manillar del cochecito junto a las suyas.
— ¡Yoochun!
¿Percibió
él el alivio de su tono de voz bajo culpabilidad? Si la respuesta era que sí,
no lo parecía. Cuando se giraron a mirarlo, sus ojos reflejaban una gran
desaprobación.
Junsu
estaba atrapado entre el carrito y él, pero el calor que provenía de su cuerpo
le resultaba tan gratificante que no quiso objetar.
— Toma, ponte esto — le
dijo colocándole un gruesa chaqueta de cuero por los hombros.
Su
propia chaqueta, reconoció Junsu al aspirar el aroma que desprendía. Yoochun no
esperó a que obedeciera, sino que le sacó un brazo del manillar del carrito
para ponerle la chaqueta mientras él sujetaba el coche con otra.
— La necesitas tú — protestó
Junsu dándose cuenta de que se había quitado la chaqueta.
Yoochun
sacudió la cabeza e ignoró sus protestas. La lluvia caía con tanta fuerza que
le había pegado la tela de la camisa al cuerpo, revelando el musculoso torso
que había debajo.
— ¿Qué pasa contigo? — le preguntó furioso,
alzando la voz para hacerse oír por encima del furioso viento — Dices que quieres a tu hijo, y sin
embargo haces algo así, sacarle a la calle cuando te avisaron de que el tiempo
no era bueno.
Estaba claro que María le había contado lo que le
había dicho, pensó Junsu.
— Quería que tomara
un poco de aire fresco.
— Podría haberlo
tomado en el patio. Allí estaría a salvo.
— Ahora está a
salvo.
— No gracias a ti. —Aquello
fue demasiado.
— Yo nunca pondría a Heechul en peligro. Está
protegido y calentito.
— Y a tu cuidado. Y tú sufres una enfermedad que te deja sin fuerzas
suficientes para subir unos escalones sin correr el riesgo de desmayarte, así
que peor aún será salir de paseo en estas condiciones.
— Eso no es justo — protestó Junsu — Estoy mucho mejor desde que tomo las
pastillas de hierro.
— ¿Mucho mejor? — Junsu percibió la mofa en su tono
de voz — Acabo de verte,
estabas tan agotado que no podías ni poner un pie delante de otro. ¿Qué os pasa
a los Coreanos, por qué sentís esa necesidad de recorrer todos los lugares
aunque el sentido común os diga que las circunstancias no son favorables?
— No lo sé… seguramente se trate del mismo grupo de genes que convierte
a los hombres Jung en seres arrogantes — Junsu
estaba herido por el comentario.
Estaban
caminando hacia la villa. Yoochun tiraba del carrito y avanzaba mucho más que él,
que trataba de seguirle el paso.
— Puedes decir que estás mejor — le
dijo Yoochun, ignorando su comentario sobre su arrogancia y volviendo en su
lugar al tema que sin duda le convenía más, porque suponía criticarlo, pensó Junsu
— Mírate. Te cuesta
esfuerzo recorrer unos cuantos metros. No te esfuerces en negarlo. ¿Y cómo
diablos se te ocurre salir sin abrigo?
— ¿Cuál es el problema? — Le gritó Junsu, que
había perdido la serenidad —
¿Te preocupa que estropee esta ropa tan cara que has comprado?
— No seas ridículo. Deberías tener muy claro que no me preocupan unas
cuantas prendas de ropa. Lo que me preocupa es tu hijo, y a ti debería pasarte
lo mismo. ¿No te has parado a pensar en lo que hubiera ocurrido si te desmayas,
o cuánto tiempo llevabais ya fuera? Debes de haber notado cómo ha cambiado el
tiempo.
Junsu tuvo que asentir con la cabeza.
— Este viento podría haber volcado perfectamente el carrito. Podríais
haber pillado los dos un neumonía. O incluso haber muerto.
Yoochun
no pensaba decirle cómo se había sentido cuando regresó antes de tiempo de un reunión
y descubrió que Heechul y él no estaban. Entonces María le contó que Junsu había dicho que quería ir a dar un paseo.
Yoochun no sabía qué le hizo seguir primero la senda que llevaba a los
limoneros, pero había tenido mucha suerte. Estaba furioso por que Junsu hubiera
puesto en peligro todo el esfuerzo por el que había pasado para llegar hasta Heechul
y él y cumplir con la parte de responsabilidad que les tocaba a sus hermanos y
a él.
Yoochun
sentía cómo el corazón le latía con una mezcla de furia y alivio. Alivio por
haberlos encontrado y furia por haber tenido que salir a buscarlos.
— ¿Para qué diablos querías salir, además? No, déjame averiguarlo… te
aburrías y echabas de menos tu habitual estilo de vida. Bueno, aquí no
encontrarás las fiestas que tanto te gustan, ni tampoco los hombres que acuden
a ellas.
— No estaba buscando ni fiestas ni hombres — aseguró
Junsu — De hecho, lo último que
quiero es un hombre.
Ya
habían llegado, y él estaba exhausto. Exhausto y enfermo por el terror que
Yoochun le había inspirado de manera tan gráfica al describirle lo que podría
haberle ocurrido a Heechul. A pesar de aceptar que él tenía la culpa, seguía
tan enfadado con él que era la rabia lo que virtualmente la mantenía de pie.
Fue Yoochun quien sacó del carrito a Heechul, que milagrosamente se había
dormido, y quien lo subió por las escaleras hasta su dormitorio mientras Junsu iba
tras ellos, haciendo un esfuerzo por reunir la energía para llegar hasta la
habitación. Heechul parecía muy pequeño apoyado contra el hombro de Yoochun… y
completamente a salvo.
— Será mejor que te pongas esto — le
dijo Junsu a Yoochun sin apenas fuerza, quitándose la chaqueta y entregándosela
— Yo me ocuparé de Heechul.
— Yo también puedo
ponerlo en la cuna, está dormido.
¿Se
estaba negando a entregarle al niño? ¿Por qué? ¿Qué creía que iba a hacer,
dejarlo caer al suelo?
— No puede acostarse
así. Lleva un peto de calle.
— Sí, pero seguramente
se podrá quitar, ¿no?
Yoochun
no se molestó siquiera en esperar un respuesta. Lo estaba ignorando, como si él
no tuviera nada que decir en lo que se refería al bienestar de Heechul.
Junsu
resopló mientras Yoochun llevaba a Heechul al dormitorio infantil. Él dejó la
chaqueta de cuero sobre la cama y fue tras Yoochun protestando.
— No hace falta que
hagas esto. Podrías despertarlo.
Yoochun
seguía ignorándolo y dejó a Heechul en el cambiador con una pericia inesperada.
Después le quitó con eficacia el conjunto de calle. Heechul seguía
completamente dormido.
— Tal vez quieras
cambiarle también el pañal —
sugirió Junsu con sarcasmo.
— Lo que me gustaría sería sentir que tiene alguien que se preocupa de
él con responsabilidad. Pero ahora mismo, por mucho que me gustaría pensarlo,
no puedo — le dijo Yoochun.
El
orgullo y la culpabilidad se enfrentaron en el interior del corazón de Junsu. Odiaba
que cuestionaran su forma de cuidar a Heechul, pero al mismo tiempo era muy
consciente de que se había dejado cegar por su obstinación de que Yoochun no le
dijera lo que tenía y no tenía que hacer.
— Si algo le hubiera ocurrido a Heechul, nunca me lo habría perdonado — admitió
en voz baja y torturada. La culpabilidad había ganado la batalla.
Yoochun
ocultó su sorpresa ante aquél confesión. No era propio de un joven como sabía
que era aquél, y sin embargo, si tenía que ser sincero, aquélla no era la
primera vez en el poco tiempo que hacía que lo conocía que le había hecho
cuestionarse las percepciones que tenía de él. También estaba todavía
batallando para negar la profundidad del deseo sexual que despertaba en él…
pero seguía fracasando, tal y como su cuerpo le estaba diciendo en esos
momentos con claridad.
¿Cómo
era posible que deseara a un joven al sólo podía despreciar? Yoochun metió a Heechul
en la cuna y lo tapó.
— María me ha pedido que te diga
que está preparando para ti un receta especial de hígado para la cena, además
de un plato de espinacas — le dijo a Junsu con
sequedad.
María
se había tomado al pie de la letra las indicaciones del médico para la dieta de
Junsu, pensó él.
— Confiaba en lograr convencer a María de que unos canelones rellenos de
espinacas y queso ricota serían igual de beneficiosos.
— Tienes que
quitarte esa ropa mojada.
— Sí — Yoochun estaba pasando
por delante de él para dirigirse a la puerta del dormitorio. Junsu contuvo el
aliento y le dijo a regañadientes —
gracias por… por venir a buscarnos.
Yoochun
tenía la cabeza inclinada, así que Junsu no vio el modo en que lo miró antes de
decir con frialdad:
— No hace falta que me des las gracias. Después de todo, tengo un
interés personal en proteger a Heechul.
Se
marchó antes de que Junsu tuviera tiempo para levantar la cabeza y mirarlo,
para alivio suyo. Lo último que necesitaba ahora era que Yoochun se diera
cuenta de que su comentario respecto a que era Heechul
quien le importaba
le había hecho daño.
¿Daño? ¿Qué locura era aquella? ¿Cómo podía un hombre
al que sólo hacía cuatro días que conocía hacerle daño desde el punto de vista
emocional?
Era
posible que un corazón reconociera a otro en el espacio de un breve latido, con
todo lo que eso significaba, se recordó Junsu. Pero Yoochun y él no tenían
corazones que se reconocieran, ¿verdad? De hecho, probablemente Yoochun no
tuviera ni siquiera corazón.
¿No
tenía corazón? Entonces, ¿qué era lo que bombeaba sangre por aquel magnífico
cuerpo?
Realmente
era magnífico. Lo había visto en el modo en que la camiseta mojada se le pegaba
al cuerpo. Junsu se frotó los ojos. Tenía frío y estaba mojado, necesitaba una ducha
caliente y probablemente, descansar. Una súbita ráfaga de aire azotó la lluvia
contra la ventana de su dormitorio, haciéndolo estremecerse mientras pensaba en
las cosas horribles qué podrían haber ocurrido si Yoochun no hubiera ido a
buscarles. Tal vez no lo hubiera expresado con muchas palabras, pero Junsu sabía
que él no lo consideraba adecuado para hacerse cargo de Heechul, y tal vez
tuviera razón. No había hecho muy buen trabajo hasta el momento, a juzgar por
cómo había cuidado de su sobrino, ¿verdad? Heechul había empezado por fin a
comer y a ganar peso desde que habían llegado allí. ¿Qué iba a suceder si al
final resultaba ser hijo de Yuhwan?
¿De
verdad tenía que preguntarse eso? Yoochun y sus hermanos le quitarían a Heechul.
Le buscarían una madre sustituta adecuada, lo rodearían de todos los cuidados
que pudiera comprar el dinero de los Jung, lo cuidarían y lo protegerían.
Pero
él lo quería, se dijo Junsu con firmeza. Y sin duda eso tenía alguna importancia.
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Mil gracias!!!! Yoochun y Junsu dejen de retarse, porque al querer desafiar uno al otro terminaran heridos, dios quiero seguir leyendo espero la siguiente actualización..espero que sea pronto
ResponderEliminarYoochun es un odioso >.< no para de llamar la atención a JunSu:/ ya quiero saber los resultados de ADN o.o estoy seguro que descubrirán que JunSu no es la omma de Heechul ..
ResponderEliminarGracias por la actu^^/
Pienso que Yoochun jamas le quitaria una madre q su hijo... y dejame decir que este Yoochun de esta historia me recuerda mucho al Yoochun verdadero...
ResponderEliminarPor como el trata de parecer frio pero no lo es...
Asi mismo es nuestro Yoochun y por lo de su padre...
Gracias por la historia x3 estaba tan feliz de que hayas actualizado seguido x3
Eres un amor
Ay Junsu ves lo que pasa por ser tan obstinado? sé que te sientes encerrado ahi pero debes entender que el bebe es prioritario y no debes exponerlo y mucho menos darle pie a Yoochun para reclamarte cosas, piensa bien las cosas antes de hacerlas niño.
ResponderEliminarWaaaaa ya estan sintiendo cositas los dos, todo mejoraria si Junsu hablara y explicara la verdad, pero entiendo su miedo, temor. U.u Gracias linda!
ResponderEliminarEn verdad que los hermanos Jung han tenido una niñes muy dura. Pero me alegra que lo que tanto amo, el mugre viejo del príncipe ya no este con él.
ResponderEliminarDios, gracias que llego Yoochun a tiempo para evitar que pasara algo malo con Junsu y el bebe.
Por todos los Cielos, a ojos de Yoochun Junsu carese no solo de escrupulos y moral sino también de cerebro. Es tan injusto que Junsu tenga que aguantar semejante tratato. Pero es triste que Mi Chunnie sienta tantas emociones opuestas por la infancia tan lamentable que tuvo junto a Yunho y Hayami y aun así su preocupación por el bebé y Junsu puede más.
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