— Bien, aunque por supuesto no
puedo confirmarlo hasta que tenga el resultado de los análisis de sangre, creo
que puedo asegurar a juzgar por lo que me ha dicho, que la causa de sus
síntomas es una falta de hierro.
El
doctor Vittorio dijo su diagnóstico mientras sacaba el brazo de Junsu del
aparato que le había colocado para tomarle la tensión. Le había sacado unas
muestras de sangre. Junsu se sintió muy aliviado, pero también se sintió un farsante,
más todavía que antes.
Su
intención de levantarse pronto para demostrarle a Yoochun lo competente y lo
capaz que era se había visto completamente saboteado cuando se quedó dormido,
despertándose sólo cuando llegó María con un magnífico desayuno. Lo peor fue
que dejó muy claro que iba a quedarse allí hasta que Junsu se hubiera comido
hasta el último bocado.
Junsu
tenía la impresión de que a María no le caía bien, pero, ¿cómo podía culparla,
dado lo que debía pensar de él? Para María no era más que un joven que se
acostaba con todo el mundo y que no sabía ni quién era el padre de su hijo.
Pero
por muy mal que le cayera a María, Junsu tenía que reconocer que se ocupaba muy
bien de Heechul.
Junsu
estaba dando buena cuenta de los huevos fritos cuando Heechul se despertó y
comenzó a llorar, pero antes de que tuviera siquiera la oportunidad de dejar el
cuchillo y el tenedor, María había entrado en acción.
Cuando
Junsu hubo terminado el desayuno, María, bajo la ansiosa supervisión de Junsu,
había cambiado, alimentado, bañado y vestido a Heechul mientras explicaba con
su inglés chapucero que era madre de cinco hijos, abuela de doce nietos y
bisabuela de otros tres. Junsu estaba asombrado por la eficacia de sus
habilidades maternales. Sobre todo, le impresionaba que se las hubiera
arreglado para que Heechul comiera de un tirón y contento.
— Es porque el pequeño sabe que
yo sé lo que está bien — le había asegurado
María a Junsu con firmeza cuando este le había confesado lo preocupado que
estaba porque Heechul se negaba a comer todo lo que debía — No come porque está asustado… porque
sabe que usted está asustado — aseguró
la mujer, convencida.
— Yo sólo quiero hacer lo que sea
mejor para él — había respondido Junsu emocionado, tan
aliviado al ver que Heechul se tomaba todo el biberón, que se le olvidó que la
lealtad de María estaba con Jung Yoochun — Le quiero mucho.
La
expresión escrutadora de María se suavizó un poco entonces, y sacudió la cabeza
diciéndole a Junsu con calma:
— Él sabe que lo quiere. Y
también lo quiere a usted. Está todo el rato mirándolo.
Los
dos habían intercambiado sonrisas vacilantes y cautelosas. Ambos tenían en
común que buscaban lo mejor para Heechul.
Junsu
no se había dado cuenta de qué hora era hasta que María se lo había recordado.
Estaba muy interesado en aprovechar al máximo la oportunidad de conseguir
algunos trucos para la crianza de los niños de una experta, y también se
entretuvo viendo a Heechul dar patadas y gorgojear feliz en el cambiador. Era
un niño completamente distinto al bebé asustado al que estaba acostumbrado.
Pero se había hecho tarde, y el médico estaba a punto de llegar.
Junsu
había advertido que sólo tenía media hora para ducharse y vestirse. Le
agradeció a María con una inclinación de cabeza el hecho de que se ofreciera a
ocuparse de Heechul y la mujer se lo llevó con él abajo para que Junsu pudiera
arreglarse.
Yoochun
hizo pasar al doctor Vittorio a su habitación a las diez en punto. Hizo las
presentaciones y luego dijo que María volvería a subir a Heechul para que el
médico le sacara las muestras necesarias para las pruebas de ADN.
Cuando
Yoochun dijo que el doctor Vittorio era el médico de la familia, Junsu dio por
hecho que se trataría de un hombre mayor, no alguien de treinta y pocos años,
de edad similar a Yoochun. Aunque por suerte tenía un personalidad mucho más
amable.
Su
amabilidad y su excelente inglés hicieron que Junsu se sintiera completamente a gusto.
Tanto,
que ahora que le había dado el diagnóstico sobre la causa de sus síntomas, fue
capaz de sacudir la cabeza, aliviado.
— ¿Eso es todo? Estaba empezando a temer que
se tratara de algo grave.
— La anemia es algo grave — aseguró
el doctor Vittorio con firmeza —
Yoochun me ha dicho que no está comiendo.
— Hace tan sólo unas horas que me
conoce, ¿por qué cree que puede hacer ese tipo de afirmaciones respecto a mí? — comenzó
a decir Junsu acaloradamente. Pero se detuvo al instante al darse cuenta de que
el doctor Vittorio era el médico de la familia Jung, y que eso significaba que sus simpatías
estarían con ellos.
— Usted es un joven madre soltero
con un niño pequeño. Para Yoochun es suficiente con eso para sacar su instinto
de protección.
El
médico estaba hablando con suma naturalidad, como si lo que acababa de decir
fuera el comentario más normal del mundo. Junsu llegó incluso a plantearse si
no lo habría entendido mal.
Como si hubiera presentido su confusión, el médico
continuó hablando.
— La muerte de la princesa poco
después del nacimiento de Yoochun afectó a los tres hijos, naturalmente, pero
especialmente a Yoochun. Comprendo que usted pueda pensar que se preocupa demasiado,
y tal vez incluso que se mete donde no le llaman — reconoció
— Pero la muerte de su
madre dejó una marca en todos sus hijos.
— Sí, por supuesto —
se vio obligado a decir Junsu —
No sabía eso.
El doctor se encogió levemente de hombros.
— Tal vez no hubiera razón para
que Yuhwan se lo contara. Después de todo, no estaba muy unido a sus hermanos
mayores.
El
desprecio del médico hacia el fallecido quedó más que patente con aquéllas
pocas palabras.
— En cuanto a su anemia, es frecuente que las
madres recién paridas la sufran. Tengo entendido que el bebé nació varias
semanas antes de tiempo, ¿verdad?
—
Sí — reconoció Junsu — Nació por cesárea.
Leeteuk
le había pedido a Junho que no siguiera adelante con la cesárea anticipada que
había insistido en que quería, asegurando que «todo el mundo» tenía a su hijo
un mes antes para evitar aumentar de peso, pero él se negó a cambiar de
opinión.
— ¿Había alguna complicación?
Junsu se estaba metiendo ahora en aguas peligrosas.
—
No, la verdad es que no — tuvo que admitir.
— Entonces, ¿fue una cuestión de
conveniencia? — El médico frunció el
ceño, dejando muy clara su desaprobación — Una cirugía de ese tipo puede afectar la salud tanto de la madre como
del niño, pero sabré más cosas cuando tenga los resultados de los análisis de
sangre.
El
doctor Vittorio había sido muy meticuloso; eso tenía que reconocerlo. Le había
sacado sangre como para llenar varios frascos, y también le había tomado
muestras de la boca, seguramente porque Junsu le había dicho que había tenido
un catarro muy fuerte.
Se
había mostrado profesional y educado, excepto el breve lapso en el que él había
admitido que Heechul había nacido por medio de una cesárea innecesaria y
practicada antes de tiempo. El doctor tenía que saber, por supuesto, que él no
estaba seguro de que Yuhwan fuera el padre, y eso debía influir en la opinión
que tuviera de él, aunque no lo demostrara.
No
como Jung Yoochun, que había dejado muy claro lo que pensaba de su moralidad.
¿Estaba
siendo Junsu egoísta al desear que Heechul no fuera hijo de Jung Yuhwan? Le
daba igual quién fuera su padre, él seguiría queriéndole tanto como ahora, pero
por el bien de Leeteuk esperaba que él fuera el padre, de ese modo un parte de
él viviría en su hijo. Leeteuk había sido un hombre tan amable, tan cariñoso, y
con tanto que dar. Aunque se hubiera enamorado desesperadamente de Junho,
siempre había sido cariñoso con él, nunca había querido hacerle daño. Pero se
lo había hecho.
Junsu
no quería pensar en ello. Era más fácil y más seguro concentrarse en la ira que
le despertaba Yoochun que en el dolor que le había causado Leeteuk. No podía
imaginarse a alguien como Jung Yoochun mostrándose tan amable con un ex amante.
Él no tendría compasión por un joven al que ya no quería en su cama ni en su
vida, y sin embargo, cuando deseaba a un joven, Junsu tenía la impresión de que
ese deseo sería apasionado, conducido por ese tipo de sexualidad que seguía
siendo un misterio para él. No era el tipo de joven que despertaba aquel tipo
de deseo en los hombres, ¿verdad? Leeteuk y él habían sido amigos, buenos
compañeros que disfrutaban el uno de la compañía del otro, y cuya amistad se
había convertido en amor. Se sentía seguro con Leeteuk, a salvo de la
incomodidad y el miedo a la burla que había experimentado tan intensamente al
crecer a la sombra de Junho.
Durante
sus años adolescentes tuvo que aprender a aceptar que a los chicos les gustaba Junho,
que lo encontraban deseable, y que él palidecía en la comparación, igual que
tuvo que aprender a dibujar una sonrisa valiente cuando Junho se burlaba de él
delante de aquellos chicos por su falta de encanto y de experiencia sexual.
Cuando
Junsu fue a la universidad y su hermano se preparó para convertirse en
esteticista, se llevó consigo sus traumas adolescentes. Conoció a Leeteuk
cuando se apuntó a un curso de posgrado. Él estaba en el mismo curso, pero iba
un año por delante de él. Tenía veinticuatro años, y él veintidós. Se había
reído con cariño cuando le explicó avergonzado e incómodo que todavía era
virgen y por qué.
Cuando
hicieron el amor, fue de forma tierna y delicada, pero en cierto modo, Junsu siempre
tuvo cuidado de no abrumar a Leeteuk con su propia necesidad de pasión. Ahora
se preguntaba si esa habría sido la causa de que, a pesar de que Leeteuk le
hubiera dicho que la quería, su amor no habría sido más el de un amigo que el
de un amante. ¿Por qué incluso cuando estaba entre sus brazos, él había tenido
la sensación de que en cierto modo no era lo suficientemente bueno, que era
indigno de la pasión de un hombre?
Si
Leeteuk no había sentido pasión hacia él, entonces un hombre como Yoochun mucho
menos todavía.
A
Junsu le sorprendió la velocidad con la que su mente había llegado a aquel
absurdo razonamiento. ¿Por qué diablos iba a desearlo Yoochun? Él no lo deseaba
a Yoochun. En absoluto. Ni un poquito. El mero hecho de pensar en estar entre
sus brazos en su cama la hacía sentir… Junsu sintió cómo le ardía el rostro
mientras trataba de rechazar exactamente lo que la hacía sentir.
No
podía imaginar a Junho sintiéndose humillado porque un hombre tan guapo,
sensual y sexualmente experimentado lo hubiera visto desnudo. Nada más lejos de
la realidad. Su fallecido hermano habría sido el primero en aprovecharse de la
situación, habría posado y hecho cualquier cosa con tal de asegurarse de que
Yoochun lo deseara de tal manera su cuerpo que no pudiera resistirse a él. Junho
estaba muy seguro de su propia sexualidad. Y los hombres lo encontraban irresistible.
A
veces Junsu deseaba haber tenido algo de la autoestima de su hermano, aunque
rechazaba la idea de acostarse con todo el mundo, como hacia Junho. Sin
embargo, habría estado bien ser capaz de poner a Yoochun en su sitio al saber
que, de haber querido, habría podido conseguir que lo deseara. No era que él
quisiera, por supuesto. El mero hecho de pensar en estar en la cama con un
hombre así, que seguramente podría volver loco a un joven con sólo rozarle la
piel desnuda, bastaba para que el corazón le latiera con una señal de advertencia.
Junsu
se dio cuenta de lo lejos que habían ido sus pensamientos desde que empezó a
pensar en lo mucho que le gustaría que Heechul fuera hijo de Leeteuk. Aunque
había una cosa clara, fuera quien fuera su padre: él era su tutor legal, y no
estaba dispuesto a entregárselo a nadie.
— ¿Qué tengo que hacer si estoy
anémica? — le preguntó al médico al ver que
había terminado de guardar todo en su maletín.
— Eso depende de lo grave que sea
la anemia. Necesitará tomar suplemento de hierro, y creo que un poco de nuestro
cálido sol siciliano también le vendría bien, aunque para eso tendrá que
esperar una semana o más. ¿Puedo decirle a Yoochun que estoy listo para hacerle
las pruebas al pequeño ahora, con su permiso?
Junsu
asintió con la cabeza mientras veía cómo se acercaba a la puerta, la abría y
desaparecía a través de él para regresar unos minutos después acompañado de
María, que llevaba a Heechul en brazos, y de Yoochun.
Heechul estaba completamente despierto, y sonrió en
cuanto lo vio. A Junsu se le derritió el corazón de amor.
— Todavía está un poco por debajo
de su peso —
le dijo al médico a la defensiva mientras le daba las gracias a María y
agarraba a Heechul en brazos.
Ya
le había contado los problemas que tuvo el niño después de nacer. El médico
asintió, pero estaba concentrado en examinar a Heechul.
— Es un poco pequeño para su edad — aseguró
el doctor antes de pedirle a Junsu que lo sostuviera mientras él le practicaba
la prueba de ADN.
Unos
segundos más tarde, al ver cómo le hacía un frotis al bebé en el interior de la
boca, Junsu sintió un pinchazo de incomodidad. ¿Era así como se tomaban las
muestras de ADN? ¿Era ésa la razón por la que también se lo había hecho a él,
para comprobar también su ADN? Nunca se le habría pasado por la cabeza una cosa
así. Pero daba lo mismo, se dijo Junsu. Después de todo, Heechul y él tenían la
misma sangre.
Sí,
pero no era su madre. ¿Cuánto afinaba la prueba de ADN? No se atrevió a
preguntarlo. Pero al parecer, Yoochun sí.
— ¿Qué porcentaje de acierto
respecto a la paternidad del niño tiene esta prueba, y cuándo tendremos los
resultados? — le preguntó al médico.
—
Será lo suficientemente fidedigna como para dejar claro si Yuhwan es el padre
del pequeño o no — respondió el doctor
Vittorio sonriéndole a Junsu y dándole las gracias por haber mantenido al niño
quieto — Y tendremos los
resultados dentro de una semana.
Junsu,
por supuesto, no podía preguntar si le estaban haciendo también el test a él, y
si sería posible establecer la relación que tenía con Heechul a través de las
muestras que le habían tomado. Si era así, levantaría sospechas. Además, daba
lo mismo. Él era el tutor legal de Heechul.
Pero
Yoochun pensaba que era la madre, y no lo era. ¿Y qué? No era culpa suya que
Yoochun estuviera equivocado, ¿verdad?
Tal vez debería haberle dicho la verdad en Corea.
La
familia Jung estaba sin duda acostumbrada a salirse con la suya y manejarse con
sus propias normas. Si Heechul era el hijo de Jung Yuhwan, entonces tal vez a
la familia le conviniera enfrentarse sólo a la custodia legal del niño y no
también a su madre biológica. Junsu supo instintivamente que, si Heechul era
hijo de Yuhwan, entonces los Jung harían todo lo que estuviera en su mano para
criarle como uno de los suyos a pesar de que Yoochun le hubiera asegurado que
tanto sus hermanos como él consideraban sagrado el lazo que unía a una madre
con su hijo.
Después de todo, él no era la madre de Heechul.
El
médico, Yoochun y María se habían marchado, y Junsu colocó a Heechul sobre la
preciosa colchoneta de bebé que había encontrado junto con otros objetos en la
habitación infantil que había al lado de la suya.
A
Heechul le encantaba estar bocarriba y tener la libertad de dar patadas y mover
los brazos. Junsu le besó la tripita y se rió cuando él le tiró suavemente del
pelo. Le sonría feliz. A Junsu se le llenaron los ojos de lágrimas. Era hijo de
Leeteuk. Estaba seguro de ello.
— Eres una maravilla, ¿lo sabes? — Le dijo
añadiendo con suavidad — y
tu padre te hubiera querido mucho.
— Fuera su padre quien fuera.
A Junsu le dio un vuelco al corazón.
No
se había dado cuenta de que Yoochun había regresado y que ahora estaba de pie
en el umbral que separaba el cuarto del niño de su dormitorio. Su voz resultaba
tan dura como un cristal.
— Tal vez pienses que quiero que
tu hermanastro sea el padre de Heechul porque tu familia es rica, pero lo
cierto es que espero que no sea así — le
respondió con furia en cuanto fue capaz de hablar.
— Mentiroso. Si eso fuera cierto,
entonces no te habrías puesto en contacto con Yuhwan para decirle que estabas
embarazado, ni desde luego hubieras aceptado las veinticinco mil libras de él.
No tiene sentido que lo niegues. El cheque salió de la cuenta bancaria de Yuhwan.
¿Junho
había aceptado dinero de Jung Yuhwan? Nunca le había dicho una palabra al
respecto a Junsu. Pero eso era típico de su hermano, porque sabía que él no lo
hubiera aprobado. Lo único que Junho le había dicho fue que Jung Yuhwan no
quería saber nada del embarazo, y que él tenía intención de decirle a Leeteuk
que el bebé era suyo. Habían roto su compromiso justo antes de que Junho se
fuera a Cannes, pero sabía que Leeteuk lo adoraba y volvería con él. Y eso fue
justo lo que ocurrió.
— Es extraño y resulta muy
inteligente por tu parte el modo en que te has reinventado como una madre
amorosa, dispuesto a sacrificarse por su querido hijo.
— Ser una buena madre es algo más que comprar ropa de bebé cara — se
defendió Junsu.
— Sí, y lo primero es saber quién
es el padre de tu hijo. A menos, por supuesto, que ya lo sepas pero no quieras
decirlo porque confías en conseguir más dinero. Si ése es el caso, deja que te
diga que estás perdiendo el tiempo. Ya te he dicho cuáles son los términos del
acuerdo si el hijo resulta no ser de Yuhwan.
— Qué típico de un hombre como tú
pensar sólo en términos monetarios. Lo que yo quiero para Heechul no puede comprarse.
— ¿Un hombre como yo?
Yoochun
había salido ahora del umbral, y se dirigía hacia él como un Lucifer vengador
que tuviera pensado destruirlo. Junsu se colocó delante de Heechul con gesto
protector.
— Tú, por supuesto, eres un experto
en el sexo masculino, ¿verdad? Así que dime. ¿Qué quieres decir con eso de «un
hombre como yo»?
Yoochun estaba muy cerca de él. Demasiado cerca.
— Eres arrogante y… y egoísta.
Crees que lo único que importa es lo que tú deseas, y…
— ¿Y qué es lo que yo deseo? ¿A ti? ¿Es eso lo
que piensas?
Junsu
estaba horrorizado. ¿Cómo era posible que la situación se le hubiera escapado
de control tan rápidamente?
— No, por supuesto que no — lo
negó. El modo en que lo estaba mirando y el silencio que guardaba la ponían
nervioso, así que añadió sin pensar en lo que decía — ¿por qué ibas a desearme? Yo…
— ¿Tú qué? ¿Quieres que te desee?
¿Quieres que te diga que cada centímetro de tu cuerpo está ahora grabado en mi
memoria? ¿Que en el futuro no seré capaz de mirar o de tocar a otro joven sin
compararlo contigo? ¿Que, a partir de ahora, mi modelo de un mujer o joven deseable
tiene tu imagen? ¿Es eso lo que quieres?
Yoochun
continuó hablando sin esperar la respuesta de Junsu, por suerte para él, porque
no estaba en condiciones de pensar ni decir nada tras haber escuchado lo que
acababa de oír.
— Por supuesto ese tipo de cosas
tienen un precio, ¿verdad? Y estoy seguro de que por ese precio estarás más que
dispuesto a cumplir mis deseos y ayudarme a liberarme de esas imágenes. Después
de todo, de lo que estamos hablando es de una forma muy básica de lujuria.
Su
voz resultaba suave y burlona, y sin embargo estaba teñida de algo antiguo
entre un hombre y una mujer o joven. Junsu lo reconoció en lo más profundo de
su interior. Lo reconoció y respondió a ello,
admitió.
Deseaba
huir de él, de las no deseadas sensaciones que le había despertado en su
interior. Pero, peligrosamente, quería quedarse. Aborrecía lo que Yoochun
estaba diciendo, y sin embargo, había algo salvaje dentro de él que quería,
aunque sólo fuera por un vez, que se convirtiera en el tipo de joven que
respondería con sencillez a ese reto y que disfrutaría despertando y
compartiendo su lujuria. El tipo de joven que se sentiría triunfante al haber
conseguido excitarle, y que después de satisfacerse se marcharía sin un segundo
de arrepentimiento.
Pocos
jóvenes se alejarían de un hombre así, sospechó Junsu. Él que fuera capaz de
hacerlo se sentiría muy poderoso. Junho podría haberlo hecho, por supuesto,
pero, ¿habría algún joven capaz de domar a Yoochun y mantenerlo?
¿Qué
clase de absurdos pensamientos eran aquellos? A ojos de Yoochun, ¿acaso no era él
ya ese joven que él estaba describiendo mentalmente, teniendo en cuenta que él
creía que era su hermano?
¿Cómo
sería por una vez en la vida interpretar aquel papel, descubrir el poder de ser
un joven que disfrutaba de su sexualidad y que la utilizaba para conseguir lo
que quería? ¿Qué se sentiría al caminar por aquél otra senda, viviendo esa otra
vida?
¿Acaso
estaba loco? Tenía cosas más importantes de las que ocuparse que no fuera su
triste y reprimida sensualidad. Tenía que pensar en Heechul y protegerlo.
Yoochun
le dirigió una mirada cargada de sensualidad que le calentó la sangre. Un deseo
se apoderó de su cuerpo y fluyó salvajemente por su interior.
— ¿No tienes nada que decir? — lo
retó Yoochun.
Si
aceptaba el desafío, sería culpa suya. Y él le debía algo después del modo en
que se había comportado hacia él. ¿Por qué no se limitaba a hacer lo que le
apetecía? El corazón le latía con fuerza ante aquellos pensamientos extraños
para él. ¿Qué era lo que quería? No lo desearía a él, ¿verdad? No, por supuesto
que no. Pero allí había una tentación, una fuerza volcánica tan poderosa como
el propio Etna que quería expresarse. Pero él no podía permitir que lo hiciera.
Lo
que estaba pensando resultaba demasiado peligroso, y un forma de locura. Tal
vez fuera un síntoma de la anemia, pensó tembloroso, como la debilidad en las
piernas y el fuerte latido del corazón.
—
No, no tengo nada que decir — le
respondió a Yoochun —
Después de todo, tú no eres Yuhwan.
¿Para qué diablos había dicho aquello?
— No, desde luego que no lo soy.
Aquéllas
palabras le dijeron a Junsu lo que necesitaba saber respecto a la extensión de
su locura… y del peligro. Trató de evitarlo, de evitarle a él, pero ya era
demasiado tarde. Yoochun lo agarró con facilidad, del mismo modo que lo había
tomado en brazos y lo había levantado la noche anterior, y le sujetó los
antebrazos, haciendo que le resultara imposible escapar.
— Tal vez creas que estás siendo
muy inteligente burlándote de mí, pero te prometo que me lo pienso cobrar todo
— la voz de Yoochun resultaba áspera contra su piel.
— Estupendo… pero tendrás que cobrártelo a través de tus insultos,
porque no lo conseguirás de ninguna otra manera — respondió
Junsu con sequedad, tratando de que su voz sonara más segura de cómo se sentía él.
— ¿No? — los
ojos de leopardo de Yoochun se clavaron en su presa, que era él.
Aquello
había llegado demasiado lejos. Lo que había empezado como una intención de
señalar su desprecio por Junsu se había torcido de tal manera, que ahora su
propia arma apuntaba hacia él, tuvo que admitir Yoochun. Las palabras que había
intentado utilizar para distanciarse de él se habían vuelto contra él,
conjurando imágenes de Junsu en el interior de su cabeza que ahora le hacían
sentir un deseo inaceptable.
¿Cómo
podía desear a un joven así? Debería haberle resultado imposible, teniendo en
cuenta únicamente su moral sexual, y más considerando el hecho de que Yoochun
sabía que había sido un de las diversiones de Yuhwan. Tendría que haber sido
imposible, pero allí estaba. La visión de Junsu agachado en el suelo, con el
rostro iluminado por el amor mientras besaba a su bebé, le había atravesado las
defensas que creía impenetrables, obligándole a tener un contacto directo con
sus propios sentimientos respecto a la pérdida de su madre. Aquello le había
llenado de ira contra sí mismo por ser vulnerable, y contra él por provocar aquél
vulnerabilidad, y ahora aquél rabia se había convertido en un fiero deseo
masculino que ardía de forma incontrolada dentro de él.
Por
su propio bienestar emocional, necesitaba sacarse de la cabeza aquél imagen no
deseada que tenía ahora de él como madre devota. Y la mejor forma de hacerlo
era permitiendo que su cuerpo llenara su cabeza con imágenes muy distintas de Junsu.
Esa era la razón por la que deseaba. Para protegerse. Nada más.
Cuando
lo besó y él respondió a sus besos exactamente como sabía que lo haría, su
mente registró con exactitud lo que era Junsu. Yoochun le miró la boca y
observó cómo él temblaba sensualmente. Bajo la blusa de seda que llevaba, la
blusa que él había pagado, al igual que las otras prendas caras que colgaban
ahora en el vestidor del dormitorio, Yoochun pudo ver con claridad sus pezones
erectos. Casi ausente, le quitó la mano derecha del brazo y la deslizó despacio
por el contorno de su pecho.
Junsu
se estremeció violentamente y cerró los ojos, sorprendido ante la profundidad
del abismo de su propia sexualidad, y su peligro. Si una simple caricia como
aquél podía provocar semejante efecto en él, ¿qué sentiría cuando lo besara?
¿Hasta
qué punto lejano lo llevaría en aquél oscuridad cálida y aterciopelada en la
que nunca antes había estado? Se sentía mareado, no sabía si por el deseo o por
la anemia.
Pero
la razón no importaba. Lo importante era que, en cierta forma, no quería
resistirse a lo que estaba sintiendo, que deseaba atraer más cerca al hombre
que lo provocaba en lugar de apartarlo de sí.
Yoochun
le estaba acariciando el pezón entre el pulgar y el dedo índice, lo que le
provocó destellos de sensaciones eróticas. Junsu le miró la boca, tan bien
hecha que podría haber sido obra de un artista del Renacimiento, con aquel
labio inferior sensualmente carnoso. Cuando acercó sus labios a los de él,
poseía al mismo tiempo que acariciaba, y empujaba a Junsu más profundamente
hacia su propia sexualidad. Podía sentir su respiración cálida y viril cuando lo
atrajo hacia sí, y la mano que le había estado sujetando el brazo se apretó
contra el arco de su espina dorsal, de modo que su cuerpo se ajustó al de Yoochun.
Junsu se apoyó débilmente contra él, saboreando la sensación de su mano en su pecho
y de su peso contra los muslos de Yoochun, piel suave contra músculo duro,
acomodándose el uno al otro.
Allí,
en aquel lugar desconocido donde ahora estaba, no había necesidad de que él
estuviera en guardia ni controlara sus reacciones, no tenía que preocuparse de
cómo la juzgarían, ni sentirse humillado como le había sucedido con Leeteuk, al
que le agradecía su amor pero era consciente de que su pasión no era pareja a
la suya, por lo que procuraba no hacer nada que pudiera inducirle a pensar que él
lo deseaba intensamente.
Allí,
Junsu podía apartarse de la imagen que su vida había moldeado en él y averiguar
qué se sentía al ser libre para ser él mismo de verdad. La melodía de su propio
deseo le susurró un mensaje persuasivo.
La
boca de Yoochun era experta. Aquello era sexualidad en estado puro, que la
ataba a su voluntad y a su propio deseo. La lengua de Yoochun intentó traspasar
el sello de sus labios cerrados mientras le acariciaba el pecho con la mano, y
aquel ataque a sus sentidos hizo que su cuerpo se acelerara al mismo ritmo. Junsu
podía escuchar el sonido de su propia respiración, y se rindió con Yoochun…
hasta que oyó llorar a Heechul.
Inmediatamente
regresó a la realidad, ignorando a Yoochun mientras él lo soltaba para que
fuera a atender al niño.
Junsu
no quería pensar que, cuando se miraron el uno al otro, lo que había en sus
ojos era arrepentimiento.
— Tengo que atender unos asuntos
de trabajo. Si necesitas algo para el niño, por favor informa a María.
Junsu,
que seguía dándole la espalda, asintió para darle a entender que lo había oído,
pero no se atrevió a darse la vuelta hasta que estuvo seguro de que se había
marchado de la habitación. Le temblaban las manos mientras sujetaba a Heechul.
Estaba asombrado ante su comportamiento. ¿Qué diablos se había apoderado de él?
Las emociones y los sentimientos que había experimentado habían sido
aterradoramente diferentes a todo lo que él pensaba de sí mismo.
¿Habrían
sido un reflejo de la rabia que había guardado durante tanto tiempo? Porque Junsu
tenía que admitir que llevaba mucho tiempo enfadado: Enfadado con Junho, consigo
mismo, incluso con Leeteuk. Tanto, que la ira que Jung Yoochun había provocado
en él había encendido el fuego del volcán de sus emociones.
Lo
cierto era que él había dejado muy claro que lo consideraba poco más que un chico
de compañía, pensó Junsu mientras vestía a Heechul. Un seductor que se le había
insinuado. Un pícaro que no sabía lo que era experimentar auténtica pasión
sexual. La verdad era que había renunciado a hacerlo con el único amante que
había tenido.
Era
mejor que Yoochun no lo deseara en realidad. Si le hubiera hecho el amor podría
haber despertado su pasión hasta el extremo de que el deseo que sentía por él
podría habérsele ido de las manos.
¿Qué
se sentiría al ser deseado por un hombre como Yoochun? Que lo deseara, que lo
llevara a la cama y lo dejara allí hasta que la hubiera excitado y luego
solazado en su mutua pasión más allá del punto en el que ninguno de los dos
controlaran su destino?
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Aaaaaaahh el segundo acercamiento ...aaaahhh Junsu todo lo que llevas guardado salio a flote al estar en los brazos de Yoochun..... dios déjense querer
ResponderEliminarAaaaaaahh el segundo acercamiento ...aaaahhh Junsu todo lo que llevas guardado salio a flote al estar en los brazos de Yoochun..... dios déjense querer
ResponderEliminarJunsu se siente tan menos porq de alguna manera los de su alrededor preferian a junho. Ciegos! Nunca pudieron ver lo que Junsu es en realidad.....espero que con Yoochun saque todo lo que es al exterior, alguien apasionado, lujurioso, inteligente, etc ..... Gracias!
ResponderEliminarYoochun se lee tan javdjwdvekfej lo describen tan macho? XD
ResponderEliminarOMG
Ya quiero saber que pasa... si Yoochun supiera que Junsu es todo lo contrario a lo que se imagina... lol
Me hubiera matado que Junsu fuera virgen xD
Gracias por la actu x3
Vete con cuidado Junsu porque si dejas que lo que estas empezando a sentir por Yoochun crezca puedes salir de nuevo herido.
ResponderEliminarNo!! ese encuentro fogoso estará buenísimo!!!!! Ese Yoochun ya probó y seguramente irá por más, va a quedar prendado de Junsu y cuando sepa la verdad quien sabe como se pondrá. Voy al siguiente cap
ResponderEliminarOMG!!!!!!!!! Esos dos se tienen tantas ganas que no pueden disimularlo.
ResponderEliminarIncreible que tanto Mi Chunnie como Junsu tengan tantas emociones reprimidas. Ninguno asceptará tan facilmente que desean ser amados tal cuales son, nadie a destacado las virtudes que cada uno tiene en diferentes situacuines a ambos los han relegado y menospresiado. Aquí lo que me preocupa es la lista de nuevos insultos que Yoochun pueda lanzar junto con lo herido que va a resultar el delfín. Algo es seguro, Yoochun esta provocando a pretexto de queres aborrecer algo a lo que ya es adicto♡♡♡♡ que pasaría si a Junsu se le escapa el nombre de Leeteuk en mitad de un tercer beso???
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