“El ladrón sobrevivió otra vez. Es como una
enfermedad, azotándome una y otra vez antes de que pueda sanar. Pero su reinado
está llegando a su fin, ellos pagarán, y yo seré el único con una sonrisa en mi
cara.”
>>>♥<<<
Más semanas pasaron volando, nuestros
problemas acumulándose como víctimas de guerra después de una batalla. Sin
ocultar el dolor, Jae se encerró en sí mismo, mirando distraídamente a través
de la ventana. Apenas reconocía el afecto, ni siquiera registraba las palabras.
Yo estaba lentamente enloqueciendo, tratando de llegar a él, pero sintiendo
como si hubiera perdido a mi esposo también.
La soledad picaba como un corte
superficial, persistente, sordo, sólo que las emociones no desaparecían, no se
marchaban a medida que sanaban gradualmente. Para mí toda la situación sólo
empeoró. Con desesperación abrumadora en mi pecho, escapé de mis deberes reales
más temprano cada día. Fui en busca de mi Príncipe, aferrándome a la pequeña
esperanza que tenía de que pronto regresaría a su Rey.
Saludé a los guardias delante de
nuestras habitaciones, vagamente me preguntaba si se dieron cuenta de la
gravedad de la amenaza que había puesto sobre ellos, porque sabía que era una
promesa que mantendría, si algo le sucedía a Jae de nuevo.
Changmin estaba justo dentro de la puerta,
sosteniendo una taza de algún tipo de bebida, sabía que rara vez me acordaba de
tomar alimento en estos días.
Mi aprecio no fue verbal, sino que un
gesto de mi cabeza dijo todo lo que mis labios no divulgaron. La pequeña mesa
lateral donde una lámpara solía ocupar el espacio, ahora permanentemente
sostenía una bandeja de diferentes tipos de alimentos preparados en el tamaño
de pequeños bocados y por alguien con un ojo para la belleza. Pero incluso esa
vista fallaba para inducir el hambre en mi apretado estómago, y por la manera
en que Jae perdía peso, sabía que comía aún menos que yo.
En cuanto a mi Príncipe, estaba en su
cómodo sillón, situado frente a los jardines en flor. Tenía los ojos distantes,
su postura relajada. No lloraba más, pero no sonreía tampoco. Algunos días ni
siquiera reconocía quién era y si eso no rompía mi corazón, la forma en que
cada día que pasaba tomaba más de él cortaba directamente en mi pecho.
Changmin tomó la taza de mis manos antes
de cruzar la distancia hacia Jae. Acaricié su cabello trenzado, algo que sabía
que Changmin hacía por él. Tracé la línea entre las raíces y la piel
descubierta con mis dedos, inclinándome finalmente para depositar un beso en la
punta de su oreja. ― Te he extrañado, mi Príncipe ― susurré con mis labios aún cerca de
su cálida carne.
Pero Jae no dijo nada, ni siquiera
reconocía mi presencia, y podía sentir la lástima de Changmin detrás de mí como
el fuego ardiente de la magia quemando mi piel.
― Déjanos, Changmin ― fueron mis siguientes palabras, la
preocupación y la desesperación sustituida por la rabia por la que era conocido
en tiempos de conflicto.
Tan pronto como la puerta se cerró
detrás de él agarré el respaldo acolchado de la silla y la hice girar hacia mí
junto con Jae en ella. ― ¡No puedo seguir con esto, Jae! ¿Dónde
estás? ¿Por qué me dejaste? ― Caí
de rodillas frente a él, agitando las lágrimas de mis pestañas cuando
furiosamente lo sacudí. ― ¡Jae! ― Grité, apretando mis dedos sobre sus muslos.
Parpadeó alejando la distancia, sus ojos
se centraron en mi casi-roto cuerpo. ― ¿Yunho? ― preguntó, mirándose perdido y
confundido.
― No me dejes... Jae, no me dejes... ― Abracé sus rodillas, dejando que mis
lágrimas cayeran sin restricciones, permitiendo que mis sollozos fueran
escuchados.
Los dedos de Jae encontraron su camino
en mi pelo.
― Mi Rey... ― susurró, probablemente conmocionado por la presentación que hice de
mí mismo, pero no me importaba. Estaba tan perdido como lo estaba él. Estaba
solo, mirándolo marchitarse ante mis ojos. No quería estar solo nunca más.
― Te necesito, mi Príncipe. Te necesito a mi lado,
para ganar batallas conmigo, para sostener mi mano, incluso cuando nadie pueda
ver tus dedos en los míos. Necesito que me abraces, Jae. Dime que todavía te
tengo, dime que no volveré a estar tan solo como estaba antes de conocerte.
¡Dímelo, Jae!
Lo miré, casi frenético, observando la
preocupación en su cara notando el cambio, como repentinamente revivió.
― Estoy aquí, Yunho, estoy aquí ― dijo mientras se deslizaba hacia
abajo junto a mí, sus manos gentiles tirando de mi cabeza contra su pecho,
contra el latido de su corazón. ― No te dejaré. Nunca, mi Rey. Te lo prometo.
― Te fuiste. Sólo me dejaste. Me perdí
también. Los miré exhalar su último aliento, llevándose la alegría con ellos.
Los vi, Jae... No me hagas verte desaparecer también.
― Lo siento, lo siento tanto, Yunho. ― Jae besó mi frente, sosteniéndome más
apretado contra él, su tibia carne tan acogedora y la mía tan necesitada.
Estaba desesperado, habría hecho
cualquier cosa para tenerlo de vuelta. El mundo estaba girando en direcciones
indeseables, mi reinado sufriendo y mi voluntad demasiado débil para tomar
decisiones difíciles. Los Kari estaban golpeando de nuevo, yendo tras el trono
de Jae, y todo lo que podía hacer era pensar en mi Príncipe, en su presencia
que tan obsesivamente extrañaba.
― Lo prometo, Jae, no más bebés. Sólo tú, eres
todo lo que necesito, mi Príncipe. ― Mis sollozos habían cesado, pero la desesperación en mi voz estaba
todavía muy presente. Sinceramente, haría cualquier cosa.
― No digas tales palabras, Yunho. Te amo, y
con amor cualquier cosa puede pasar. ― dijo Jae suavemente mientras alejaba mi rostro, me miró a los ojos. ―
No te dejaré. Somos uno para siempre. Sólo tú para mí y sólo yo para ti.
Lo lamento, me perdí por un pequeño tiempo mi amor. No te dejaré nunca más.
Lo besé a continuación, tomando sus
labios, poseyéndolos. Él lo era todo, era mío, y sabía cómo imaginaba debería
saber a satisfacción y amor. Pero estaba hambriento de él, por su olfato y su tacto,
su sabor y sus palabras. No sólo era él quien finalmente despertó, me sentía
vivo de nuevo, y pese a sentir fuertemente acerca de tener hijos, dejé que las
palabras en mis labios se desvanecieran. En lugar de eso lo probé,
positivamente muerto de hambre arranqué sus ropas, desnudándolo delante de mí.
Me puse de pie y lo levanté conmigo sin
ninguna dificultad. Me encantaba que yo fuera mucho más grande que él, parecía
casi frágil junto a mis grandes brazos, pero nada era tan bueno como la sonrisa
en sus labios mientras me miraba.
― Quiero hacerte el amor.
La sonrisa se hizo más grande y se
sonrojó ligeramente. Habíamos hecho cosas juntos desde la primera noche,
cambiamos posiciones y fue tanto gentil y áspero, pero Jae todavía se sonrojaba
ante nuestras palabras, se ruborizaba cuando separaba las piernas para mí no
importaba qué tan rápido o que de tan buena gana se diera.
Me di cuenta en algún momento a
principios de nuestra unión que siempre sería inocente, siempre tendría ese
lado gentil con él, y había decidido hace mucho tiempo que era la única cosa
que a nadie se le permitía cambiar de mi Príncipe.
― Te he echado de menos. Tu mente, tu sonrisa,
mi cuerpo extrañaba al tuyo ― le
susurré por encima de su pezón, sintiéndolo ya arqueándose debajo de mí.
― Dioses, Yunho ―jadeó, empujando el nudo puntiagudo
entre mis labios.
― Sé ruidoso para mí, demuéstrame que estás
conmigo, Jae ― dije
mientras dejaba el pezón deslizarse fuera y mis dedos rozaban sus cicatrices.
Jae gritó, inclinándose para
ofrecérseme, empujando su goteante polla en mi vientre. Me encantaba la forma
en que se veía. Cada curva, cada trozo de piel. Tan suave, mi Jae.
― Por favor, Yunho, tómame... te necesito,
tanto. Hazme sentir vivo otra vez. Por favor, Yunho ― dijo en una cadena de rápidas
palabras, tirando de mis hombros, queriéndome cerca.
Así que atrape su boca en otro duelo de
lenguas suaves, chupaba sus labios y rozaba sus dientes. Era casi imposible
tener suficiente de su sabor, para encontrar la fuerza necesaria para romper el
beso, para permitirle respirar.
Pero lo hice, y con besos suaves sobre
su barbilla, cuello y pecho, llegué a su vientre, lamiendo pequeños círculos
mientras colocaba mi cuerpo y fuerza de la mejor manera para mantenerlo quieto.
― Quiero que te derrames para mí, Jae. Pinta
mi pecho y cuello, pero déjame escucharte. Necesito que grites ― le dije, y le di sólo un momento para
darse cuenta de lo que estaba diciendo, para conseguir una idea sobre su
posición antes de que bajara mi cabeza y me moviera hacia la derecha, mi lengua
nunca dejando su contacto con la piel de Jae.
El grito fue ensordecedor cuando llegué
a sus cicatrices. Estaba totalmente recuperado del parto, su cuerpo más
delgado, pero casi el mismo que había sido la primera vez que lo vi sin un
trozo de ropa encima.
Le di a los tres cortes una amplia
lamida, sosteniendo las piernas de Jae, presionando hacia abajo contra sus
caderas levantadas. Entonces empujé mi lengua en la cresta superficial de la
primera cicatriz, siguiendo su línea, saboreando los bordes que contenían el
aroma especial de Jae.
Jae estaba corcoveando, ya ronco por los
gritos. Sus dedos tenían un agarre de acero en mi pelo, pero la erección
frotándose contra mi pecho era firme y llorosa. Sabía que el sabor de las gotas
cayendo sobre su vientre sería el mismo que el de las crestas que probé,
mordisqueando suavemente. Alternaba entre las tres, insistente y sin piedad,
hasta que los gritos de Jae se convirtieron en jadeos llorosos y su cuerpo
encerrado en un espasmo jadeante de finalización.
Lo sostuve a través de aquello, mis
labios desviándose para dejar suaves besos sobre su vientre y pecho. Sentí la
semilla entre nosotros, sentí su corazón acelerado, y sonreí como un tonto.
― Estás vivo ― le dije, feliz, emocionado. Era tonto, impropio de un Rey, pero
necesitaba lo que habíamos tenido antes. Necesitaba probar que Jae era todavía
mío y cada muro entre nosotros fue desmoronado.
Jae lentamente enfocó sus ojos vidriosos
en los míos, notando mi sonrisa, registrando las palabras, y su dichosa y
agotada expresión se convirtió en una de incredulidad.
― ¿Estoy vivo? ― gritó tan fuerte como era posible con
su voz rasposa. ― ¡Dioses! ¡Eres un culo de jabalí es lo que
eres! ―Palmeó el lado de mi
cabeza sin entusiasmo, sólo haciéndome sonreír más amplio.
― Lo disfrutaste. Admítelo ― le dije mientras acariciaba con mi nariz su cuello.
― Se podría haber detenido mi corazón ― dijo en un suspiro.
― No. Eres demasiado joven para eso. Todo viril y mío. ―Le sonreí de nuevo.
― Es demasiado. Mi cuerpo entero siente tu
lengua y labios, es como magia abrumadora ―susurró, asombrado.
Sabía lo sensible que era, cómo su
cuerpo reaccionaba a los más pequeños estímulos. Pero nunca me había centrado
en sólo una parte de él, nunca hasta el punto en que no pudiera soportarlo más,
dónde me diera todo. Así que lo miré a los ojos, finalmente serio y dije:
―Voy a
intentar con tus pezones también.
Entonces él comenzó a luchar.
― ¡No, no lo harás! ¡Te lo prohíbo! ―Mi agarre era demasiado fuerte.― ¡Por
favor, Yunho! ¡Por favor, no! ¡No puedo soportar más de lo mismo, no puedo!
Le sonreí, acercándolo más a mi cuerpo,
y besé la comisura de sus labios. ― En otra ocasión entonces. ¿Qué acerca de
utilizar tu magia en mí ahora?
Jae se quedó quieto debajo de mí, sus
dedos deslizándose por mis costados, tocando mi cuerpo.
― ¿Qué diría
el reino si supieran que su Príncipe está considerando atar al Rey a su gran
cama?
―A quién le importa el reino ― le susurré, imaginando la imagen en
mi cabeza, ya sintiendo sus labios sobre mí.
Jae sonrió.
―A nosotros nos importa el reino, pero aún
planeo atarte y hacerte pagar.
― Me rendiré de buen grado, mi Príncipe.
― Ven entonces, dame esa carne dura con la que
sigues clavándome. Tal vez pueda hacerte gritar, incluso sin restricciones.
Casi me caigo mientras me apresuraba a
la cabecera de la cama, mis rodillas a cada lado de la cabeza de Jae y mi polla
sintiendo el calor del aliento de Jae. Era otra cosa que había extrañado, mi
cuerpo finalmente poniéndose al día con mi mente y todas las semanas de
abandono tirando de mis bolas.
Jae usaba mi debilidad, conociendo todos
los puntos sensibles, llegando con su boca y sus manos sin dar ningún margen de
maniobra. Mi Príncipe sabía cómo hacerme gemir y gruñir, lloriquear y gimotear,
pero esta vez, sólo esta vez, mi Príncipe demostró incluso que su Rey gritaba
en la cama.
me encanto la forma que tiene Yunho de recordar le a Jae que toda vía esta vivo triste al principio pero con un fantástico final de capitulo
ResponderEliminarGracias
Al fin Jae desperto y Yunho ya lo necesitaba,que buena forma de hacer despertar a Jae
ResponderEliminarPobre Jae no era para menos que se perdiera de tal manera, definitivamente Yunho soportó todo por ambos logrando mantener la cordura. Vaya manera de traer a Jae al mundo de los vivos, demaciado erotico, apasionado y amoroso este reencuentro. ES QUE SON PERFECTOOOOS¡¡¡
ResponderEliminarEl amor 😍 de Yunho hizo reacocinar a Jae, al ver este el sufrimiento de su rey lo ayudo porque no quiere eso para él.
ResponderEliminarGracias!!!
Hermoso capitulo me encanto y emociono amo el yunjae.......gracias
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