martes, 8 de agosto de 2017

Dueño de mi Corazón. Cap 4




“El ladrón sobrevivió otra vez. Es como una enfermedad, azotándome una y otra vez antes de que pueda sanar. Pero su reinado está llegando a su fin, ellos pagarán, y yo seré el único con una sonrisa en mi cara.”
 
>>>♥<<<

 Más semanas pasaron volando, nuestros problemas acumulándose como víctimas de guerra después de una batalla. Sin ocultar el dolor, Jae se encerró en sí mismo, mirando distraídamente a través de la ventana. Apenas reconocía el afecto, ni siquiera registraba las palabras. Yo estaba lentamente enloqueciendo, tratando de llegar a él, pero sintiendo como si hubiera perdido a mi esposo también.


La soledad picaba como un corte superficial, persistente, sordo, sólo que las emociones no desaparecían, no se marchaban a medida que sanaban gradualmente. Para mí toda la situación sólo empeoró. Con desesperación abrumadora en mi pecho, escapé de mis deberes reales más temprano cada día. Fui en busca de mi Príncipe, aferrándome a la pequeña esperanza que tenía de que pronto regresaría a su Rey.

Saludé a los guardias delante de nuestras habitaciones, vagamente me preguntaba si se dieron cuenta de la gravedad de la amenaza que había puesto sobre ellos, porque sabía que era una promesa que mantendría, si algo le sucedía a Jae de nuevo.

Changmin estaba justo dentro de la puerta, sosteniendo una taza de algún tipo de bebida, sabía que rara vez me acordaba de tomar alimento en estos días.

Mi aprecio no fue verbal, sino que un gesto de mi cabeza dijo todo lo que mis labios no divulgaron. La pequeña mesa lateral donde una lámpara solía ocupar el espacio, ahora permanentemente sostenía una bandeja de diferentes tipos de alimentos preparados en el tamaño de pequeños bocados y por alguien con un ojo para la belleza. Pero incluso esa vista fallaba para inducir el hambre en mi apretado estómago, y por la manera en que Jae perdía peso, sabía que comía aún menos que yo.

En cuanto a mi Príncipe, estaba en su cómodo sillón, situado frente a los jardines en flor. Tenía los ojos distantes, su postura relajada. No lloraba más, pero no sonreía tampoco. Algunos días ni siquiera reconocía quién era y si eso no rompía mi corazón, la forma en que cada día que pasaba tomaba más de él cortaba directamente en mi pecho.

Cuadro de texto: Página32Changmin tomó la taza de mis manos antes de cruzar la distancia hacia Jae. Acaricié su cabello trenzado, algo que sabía que Changmin hacía por él. Tracé la línea entre las raíces y la piel descubierta con mis dedos, inclinándome finalmente para depositar un beso en la punta de su oreja. ― Te he extrañado, mi Príncipe ― susurré con mis labios aún cerca de su cálida carne.

Pero Jae no dijo nada, ni siquiera reconocía mi presencia, y podía sentir la lástima de Changmin detrás de mí como el fuego ardiente de la magia quemando mi piel.

Déjanos, Changmin ― fueron mis siguientes palabras, la preocupación y la desesperación sustituida por la rabia por la que era conocido en tiempos de conflicto.

Tan pronto como la puerta se cerró detrás de él agarré el respaldo acolchado de la silla y la hice girar hacia mí junto con Jae en ella. ― ¡No puedo seguir con esto, Jae! ¿Dónde estás? ¿Por qué me dejaste? ― Caí de rodillas frente a él, agitando las lágrimas de mis pestañas cuando furiosamente lo sacudí. ― ¡Jae! ― Grité, apretando mis dedos sobre sus muslos.

Parpadeó alejando la distancia, sus ojos se centraron en mi casi-roto cuerpo.  ¿Yunho? ― preguntó, mirándose perdido y confundido.

No me dejes... Jae, no me dejes... ― Abracé sus rodillas, dejando que mis lágrimas cayeran sin restricciones, permitiendo que mis sollozos fueran escuchados.

Los dedos de Jae encontraron su camino en mi pelo.

Mi Rey... ― susurró, probablemente conmocionado por la presentación que hice de mí mismo, pero no me importaba. Estaba tan perdido como lo estaba él. Estaba solo, mirándolo marchitarse ante mis ojos. No quería estar solo nunca más.

Te necesito, mi Príncipe. Te necesito a mi lado, para ganar batallas conmigo, para sostener mi mano, incluso cuando nadie pueda ver tus dedos en los míos. Necesito que me abraces, Jae. Dime que todavía te tengo, dime que no volveré a estar tan solo como estaba antes de conocerte. ¡Dímelo, Jae!

Lo miré, casi frenético, observando la preocupación en su cara notando el cambio, como repentinamente revivió.

Estoy aquí, Yunho, estoy aquí ― dijo mientras se deslizaba hacia abajo junto a mí, sus manos gentiles tirando de mi cabeza contra su pecho, contra el latido de su corazón. ― No te dejaré. Nunca, mi Rey. Te lo prometo.

Te fuiste. Sólo me dejaste. Me perdí también. Los miré exhalar su último aliento, llevándose la alegría con ellos. Los vi, Jae... No me hagas verte desaparecer también.

Lo siento, lo siento tanto, Yunho. ― Jae besó mi frente, sosteniéndome más apretado contra él, su tibia carne tan acogedora y la mía tan necesitada.

Estaba desesperado, habría hecho cualquier cosa para tenerlo de vuelta. El mundo estaba girando en direcciones indeseables, mi reinado sufriendo y mi voluntad demasiado débil para tomar decisiones difíciles. Los Kari estaban golpeando de nuevo, yendo tras el trono de Jae, y todo lo que podía hacer era pensar en mi Príncipe, en su presencia que tan obsesivamente extrañaba.

Lo prometo, Jae, no más bebés. Sólo tú, eres todo lo que necesito, mi Príncipe. ― Mis sollozos habían cesado, pero la desesperación en mi voz estaba todavía muy presente. Sinceramente, haría cualquier cosa.

No digas tales palabras, Yunho. Te amo, y con amor cualquier cosa puede pasar. ― dijo Jae suavemente mientras alejaba mi rostro, me miró a los ojos. ― No te dejaré. Somos uno para siempre. Sólo tú para mí y sólo yo para ti. Lo lamento, me perdí por un pequeño tiempo mi amor. No te dejaré nunca más.

Lo besé a continuación, tomando sus labios, poseyéndolos. Él lo era todo, era mío, y sabía cómo imaginaba debería saber a satisfacción y amor. Pero estaba hambriento de él, por su olfato y su tacto, su sabor y sus palabras. No sólo era él quien finalmente despertó, me sentía vivo de nuevo, y pese a sentir fuertemente acerca de tener hijos, dejé que las palabras en mis labios se desvanecieran. En lugar de eso lo probé, positivamente muerto de hambre arranqué sus ropas, desnudándolo delante de mí.

Me puse de pie y lo levanté conmigo sin ninguna dificultad. Me encantaba que yo fuera mucho más grande que él, parecía casi frágil junto a mis grandes brazos, pero nada era tan bueno como la sonrisa en sus labios mientras me miraba.

Quiero hacerte el amor.

La sonrisa se hizo más grande y se sonrojó ligeramente. Habíamos hecho cosas juntos desde la primera noche, cambiamos posiciones y fue tanto gentil y áspero, pero Jae todavía se sonrojaba ante nuestras palabras, se ruborizaba cuando separaba las piernas para mí no importaba qué tan rápido o que de tan buena gana se diera.

Me di cuenta en algún momento a principios de nuestra unión que siempre sería inocente, siempre tendría ese lado gentil con él, y había decidido hace mucho tiempo que era la única cosa que a nadie se le permitía cambiar de mi Príncipe.

Te he echado de menos. Tu mente, tu sonrisa, mi cuerpo extrañaba al tuyo ― le susurré por encima de su pezón, sintiéndolo ya arqueándose debajo de mí.

Dioses, Yunho ―jadeó, empujando el nudo puntiagudo entre mis labios.

Sé ruidoso para mí, demuéstrame que estás conmigo, Jae ― dije mientras dejaba el pezón deslizarse fuera y mis dedos rozaban sus cicatrices.

Jae gritó, inclinándose para ofrecérseme, empujando su goteante polla en mi vientre. Me encantaba la forma en que se veía. Cada curva, cada trozo de piel. Tan suave, mi Jae.

Por favor, Yunho, tómame... te necesito, tanto. Hazme sentir vivo otra vez. Por favor, Yunho ― dijo en una cadena de rápidas palabras, tirando de mis hombros, queriéndome cerca.

Así que atrape su boca en otro duelo de lenguas suaves, chupaba sus labios y rozaba sus dientes. Era casi imposible tener suficiente de su sabor, para encontrar la fuerza necesaria para romper el beso, para permitirle respirar.

Pero lo hice, y con besos suaves sobre su barbilla, cuello y pecho, llegué a su vientre, lamiendo pequeños círculos mientras colocaba mi cuerpo y fuerza de la mejor manera para mantenerlo quieto.

Quiero que te derrames para mí, Jae. Pinta mi pecho y cuello, pero déjame escucharte. Necesito que grites ― le dije, y le di sólo un momento para darse cuenta de lo que estaba diciendo, para conseguir una idea sobre su posición antes de que bajara mi cabeza y me moviera hacia la derecha, mi lengua nunca dejando su contacto con la piel de Jae.

El grito fue ensordecedor cuando llegué a sus cicatrices. Estaba totalmente recuperado del parto, su cuerpo más delgado, pero casi el mismo que había sido la primera vez que lo vi sin un trozo de ropa encima.

Le di a los tres cortes una amplia lamida, sosteniendo las piernas de Jae, presionando hacia abajo contra sus caderas levantadas. Entonces empujé mi lengua en la cresta superficial de la primera cicatriz, siguiendo su línea, saboreando los bordes que contenían el aroma especial de Jae.

Jae estaba corcoveando, ya ronco por los gritos. Sus dedos tenían un agarre de acero en mi pelo, pero la erección frotándose contra mi pecho era firme y llorosa. Sabía que el sabor de las gotas cayendo sobre su vientre sería el mismo que el de las crestas que probé, mordisqueando suavemente. Alternaba entre las tres, insistente y sin piedad, hasta que los gritos de Jae se convirtieron en jadeos llorosos y su cuerpo encerrado en un espasmo jadeante de finalización.

Lo sostuve a través de aquello, mis labios desviándose para dejar suaves besos sobre su vientre y pecho. Sentí la semilla entre nosotros, sentí su corazón acelerado, y sonreí como un tonto.

Estás vivo ― le dije, feliz, emocionado. Era tonto, impropio de un Rey, pero necesitaba lo que habíamos tenido antes. Necesitaba probar que Jae era todavía mío y cada muro entre nosotros fue desmoronado.

Jae lentamente enfocó sus ojos vidriosos en los míos, notando mi sonrisa, registrando las palabras, y su dichosa y agotada expresión se convirtió en una de incredulidad.  

¿Estoy vivo? ― gritó tan fuerte como era posible con su voz rasposa. ― ¡Dioses! ¡Eres un culo de jabalí es lo que eres! ―Palmeó el lado de mi cabeza sin entusiasmo, sólo haciéndome sonreír más amplio.

Lo disfrutaste. Admítelo ― le dije   mientras acariciaba con mi nariz su cuello.

Se podría haber detenido mi corazón ― dijo en un suspiro.

― No. Eres demasiado joven para eso. Todo viril y mío. ―Le sonreí de nuevo.

Es demasiado. Mi cuerpo entero siente tu lengua y labios, es como magia abrumadora ―susurró, asombrado.

Sabía lo sensible que era, cómo su cuerpo reaccionaba a los más pequeños estímulos. Pero nunca me había centrado en sólo una parte de él, nunca hasta el punto en que no pudiera soportarlo más, dónde me diera todo. Así que lo miré a los ojos, finalmente serio y dije:

 Voy a intentar con tus pezones también.

Entonces él comenzó a luchar.

¡No, no lo harás! ¡Te lo prohíbo! ―Mi agarre era demasiado fuerte.― ¡Por favor, Yunho! ¡Por favor, no! ¡No puedo soportar más de lo mismo, no puedo!

Le sonreí, acercándolo más a mi cuerpo, y besé la comisura de sus labios. ― En otra ocasión entonces. ¿Qué acerca de utilizar tu magia en mí ahora?

Jae se quedó quieto debajo de mí, sus dedos deslizándose por mis costados, tocando mi cuerpo.

  ¿Qué diría el reino si supieran que su Príncipe está considerando atar al Rey a su gran cama?

A quién le importa el reino ― le susurré, imaginando la imagen en mi cabeza, ya sintiendo sus labios sobre mí.

Jae sonrió.

A nosotros nos importa el reino, pero aún planeo atarte y hacerte pagar.

Me rendiré de buen grado, mi Príncipe.

Ven entonces, dame esa carne dura con la que sigues clavándome. Tal vez pueda hacerte gritar, incluso sin restricciones.

Casi me caigo mientras me apresuraba a la cabecera de la cama, mis rodillas a cada lado de la cabeza de Jae y mi polla sintiendo el calor del aliento de Jae. Era otra cosa que había extrañado, mi cuerpo finalmente poniéndose al día con mi mente y todas las semanas de abandono tirando de mis bolas.

Jae usaba mi debilidad, conociendo todos los puntos sensibles, llegando con su boca y sus manos sin dar ningún margen de maniobra. Mi Príncipe sabía cómo hacerme gemir y gruñir, lloriquear y gimotear, pero esta vez, sólo esta vez, mi Príncipe demostró incluso que su Rey gritaba en la cama.


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5 comentarios :

  1. me encanto la forma que tiene Yunho de recordar le a Jae que toda vía esta vivo triste al principio pero con un fantástico final de capitulo
    Gracias

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  2. Al fin Jae desperto y Yunho ya lo necesitaba,que buena forma de hacer despertar a Jae

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  3. Pobre Jae no era para menos que se perdiera de tal manera, definitivamente Yunho soportó todo por ambos logrando mantener la cordura. Vaya manera de traer a Jae al mundo de los vivos, demaciado erotico, apasionado y amoroso este reencuentro. ES QUE SON PERFECTOOOOS¡¡¡

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  4. El amor 😍 de Yunho hizo reacocinar a Jae, al ver este el sufrimiento de su rey lo ayudo porque no quiere eso para él.

    Gracias!!!

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  5. Hermoso capitulo me encanto y emociono amo el yunjae.......gracias

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