Había sido un buen vuelo, pero Hayami no
había esperado otra cosa. Al fin y al cabo, él mismo había pilotado el nuevo
jet, poco después de que se lo entregaran, hacía seis meses, y le había
impresionado lo bien que se manejaba.
Hayami no tenía piloto propio. Prefería
utilizar a uno de los pilotos que llevaban sus jets ejecutivos del servicio de
primera clase, porque así comprobaba que se mantenía el alto nivel que exigía a
cuantos trabajaban para él. Shim Chansung era su piloto más joven y el vuelo de
ese día había demostrado lo bien que trabajaba. A él le había gustado
especialmente cómo había suavizado las turbulencias con las que se habían
encontrado a mitad de vuelo, haciendo que el avión volara un poco más alto. Shim
había demostrado buen juicio al tomar esa decisión.