sábado, 4 de junio de 2016

Herencia Siliciana. Cap 1



El fuerte petardeo de un ruidoso tubo de escape hizo que Junsu mirara hacia atrás y luego comprobara automáticamente que tenía el bolso bien sujeto al hombro. Era un vecindario peligroso. El otro día, la encargada de la guardería le había advertido que no dejara ningún documento personal en su apartamento porque había una oleada de robos, sobre todo de pasaportes. Así que ahora él llevaba el suyo en el bolso.

 — ¿Joven Kim?


Junsu contuvo el aliento. Estaba tan ocupado mirando hacia atrás que no había visto al hombre que ahora tenía delante, bloqueándole la entrada al remodelado edificio en el que él había alquilado un apartamento pequeño.

Pero sólo con mirarlo supo que no se trataba de ningún ladrón. No podía serlo con aquel coche tan caro aparcado a su lado, que tenía toda la pinta de ser suyo. Junsu asintió con cautela.

— ¿Y éste es su hijo?

Junsu sintió una oleada de aprensión mientras agarraba con fuerza a su sobrino huérfano. Después de todo, Heechul sí era su hijo… ahora.

La gélida lluvia de marzo que había comenzado a caer cuando él salió de la tienda en la que trabajaba a tiempo parcial para acercarse a la guardería a recoger a Heechul le había empapado el fino abrigo, y su cabello suave y rubio estaba muy mojado. Para colmo, estaba atrapado en la calle con un hombre que le estaba haciendo preguntas a las que no quería responder. Le dolían los brazos por el peso de Heechul, añadido al del bolso y al de la bolsa de pañales.

 — Si es usted un cobrador de deudas — comenzó a decir. Junsu sentía el corazón lleno de pena. Heechul era suyo. No había razón para pensar que aquel desconocido pudiera amenazar su derecho a llamar a Heechul hijo suyo, aunque no fuera su madre biológica. Eso era lo que se conseguía al vivir temiendo la llegada de más exigencias de dinero: Una se sentía culpable y con los nervios de punta aunque no hubiera razones para ello.

Si lo que buscaba aquel hombre era dinero, entonces estaba perdiendo el tiempo. Ya no había nada más que llevarse. Junsu alzó la barbilla en gesto de orgullo inconsciente. Incluso se habían llevado el carrito de Heechul para pagar las deudas que había dejado su hermano al fallecer. No tenía sentido compadecerse de sí mismo ni lamentar que sus padres no hubieran pensado en dejar un testamento en condiciones. A la larga, como era su único hijo vivo, él heredaría algo. Confiaba en que fuera suficiente para saldar las deudas de Junho y comprar una casita para Heechul y él. Pero según su abogado, el proceso podría llevar bastante tiempo, dado lo complicado de la situación.

El hecho era que sus padres, su hermano, Leeteuk, el prometido de su hermano, y los padres de éste habían muerto junto con otras veinte personas en el mismo y fatal accidente de tren. Había sido un golpe terrible, y Junsu se había visto teniendo que cuidar de sí mismo y del hijo de su fallecido hermano mientras recaía sobre él el pago de las deudas de Junho.

Y por supuesto, tuvo que lidiar con la muerte de Leeteuk.

Los funerales fueron todavía peor que la noticia de las muertes. Por supuesto, Junsu, como único superviviente adulto de la familia, tuvo que arreglarlo todo para enterrar a sus padres y a su hermano. Pensó que tal vez Junho debería ser enterrada con Leeteuk, pero Annette, la hermana mayor de Leeteuk y su único familiar, se negó a contemplar siquiera la idea e insistió en que Leeteuk fuera enterrado con sus padres.
Como el funeral se celebró dos días después del de su familia, Junsu pudo asistir, y descubrir que Annette era exactamente como la había descrito Leeteuk: estirada, vestida con ropa cara, su marido era banquero, y muy fría.

 — Mantén a ese niño alejado de mí — le dijo con sequedad, apartándose de Junsu — Este abrigo me ha costado un fortuna.

Leeteuk le había contado a Junsu que Roger, el marido de Annette, deseaba desesperadamente formar un familia, pero que su hermana se negaba siquiera a considerar la idea.

Leeteuk. A Junsu se le llenaron los ojos de lágrimas. Su único amor. Su único amante. Si las cosas hubieran sido distintas… si hubiera sido él el que hubiera concebido a su hijo… Si al menos…

Haberle perdido seguía doliéndole mucho. Cuando murió, fue cuando admitió que en lo más profundo de su alma había estado alimentando la esperanza de que algún día regresara con él.


>>>♥<<<


Yoochun observó cómo las sombras iban y venían por los ojos grises profundamente expresivos de aquél joven. Era la único parte de él que parecía estar viva. Nunca había visto a un joven con un aspecto tan derrotado.

 — ¿Un cobrador de deudas? — Yoochun lo miró con arrogancia antes de responder — Podría decirse que sí. Aunque yo diría que se trata más bien de un ejecución de embargo.

¿Embargo? No quedaba nada en el apartamento que se pudiera embargar. Los policías judiciales se lo habían llevado todo. Junsu trató de parecer más valiente de lo que se sentía cuando miró al hombre.

La dura luz de la calle otorgaba a sus facciones un aspecto de fría arrogancia unida a la crueldad. Era el rostro de un hombre sin compasión, el rostro de un hombre cuyo linaje estaba enraizado en el peligro, reconoció Junsu.

Para Yoochun resultaba difícil entender qué podría haber visto su joven hermanastro en aquél chico Coreano pálido y vulgar. Estaba delgado hasta el extremo de la malnutrición, y parecía carecer de encanto o personalidad. Pero tal vez estuviera siendo injusto. Con el suficiente champán y las drogas ilegales de diseño que su hermanastro consumía, tal vez hubiera brillado de la enfermiza manera en que a Yuhwan le gustaba que brillaran las mujeres y jóvenes.

Yoochun se sintió asqueado, tanto por el disipado modo de vida de su hermanastro como por la moral del joven que tenía delante, pero sobre todo por la tarea que le habían encomendado.

Él se había opuesto desde el principio. Los niños tenían que estar con su madre. Pero Hayami había señalado que el niño seguiría estando con su madre en todo momento, porque el encargo de Yoochun era llevárselos a los dos a Sicilia con él. De hecho, ahora que había visto las circunstancias en la que ambos parecían estar viviendo, Yoochun pensaba que su intervención en sus vidas sólo podría reportarles beneficios a ambos.

Junsu tenía frío y debía resguardar a Heechul, pero aquel hombre seguía delante. Heechul todavía no se había recuperado del fuerte resfriado que había pillado a principios del invierno.

Pobre niño, había tenido tantos problemas desde que su hermano lo trajo al mundo con tres semanas de antelación, en enero. Primero fue el hecho de que Junho no deseaba tenerlo. Luego estuvo su incapacidad para alimentarse correctamente, seguida del descubrimiento de que tenía dificultades para hablar que llevó a una pequeña operación médica tras la cual había contraído una infección. Y entonces, el destino lo golpeó dejándole sin padres y sin abuelos.

Pero Junsu le compensaría. Lo querría y cuidaría de él. Después de todo, era lo único que le quedaba de Leeteuk y de su familia.

Cuando le llegó la noticia del accidente de tren que había matado a tanta gente, incluida su familia y la de Heechul, Junsu le prometió en silencio al hombre al que tanto había amado que querría y protegería a aquel niño que él creía hijo suyo.

Leeteuk se había mostrado orgulloso y feliz cuando descubrió que Junho estaba embarazado.

Yoochun se estaba impacientando. Después de todo, era un  Jung. Y los Jung habían gobernado sus tierras e impuesto su propia ley en Sicilia desde los tiempos de las Cruzadas. Yoochun había crecido en un ambiente en el que ser un Jung significaba que su palabra era la ley.

 — No sé qué es lo que quiere embargarme — comenzó a decir Junsu con cansancio — pero mi… mi niño tiene frío y tengo que entrar con él.

No le apetecía abrir el bolso delante de aquel desconocido, pero necesitaba sacar las llaves para entrar en el apartamento. Resultaba difícil hacerlo mientras sujetaba al mismo tiempo a Heechul, y cuando se dio cuenta del modo en que lo estaba mirando aquel hombre, con una mezcla de irritación masculina e impaciencia, supo que su intento de discreción había sido una pérdida de tiempo.

— Deje que yo le sujete al niño — aquélla inesperada sugerencia provocó que Junsu abriera los ojos de par en par por el asombro. Parecía como si estuviera acostumbrado a llevar bebés.

 — ¿Tiene usted hijos propios? — Junsu se sonrojó al darse cuenta de lo personal e inapropiada que resultaba aquél pregunta.

 — No — respondió él con sequedad.

A Junsu, que seguía rebuscando en el bolso con un mano, se le puso bocabajo, y varias cosas cayeron a la calle mojada, incluido el monedero, unas cuantas facturas que pertenecían a Junho, las llaves y sus pasaportes. El de Heechul era un triste recordatorio de la luna de miel que tanto había emocionado a su hermano, sus primeras vacaciones en familia. Yoochun frunció el ceño al mirar la acera mojada y ver los pasaportes entre otras cosas que habían salido del bolso del joven.

Ignorando las protestas de Junsu, Yoochun se agachó para recoger las facturas y los dos pasaportes. Los tenía a ambos en la mano, ¿un accidente de la providencia o un señal de que aquél tarea resultaría más sencilla de lo que pensaba? ¿Qué clase de joven llevaba los pasaportes encima?, se preguntó respondiéndose al instante. Obviamente, la que esperaba la oportunidad de viajar al extranjero y quería estar preparada. Suponía que eso sería normal en los buscones de clase alta. Pero aquél patético y poco atractiva joven no podía esperar nada parecido. Yoochun recogió también la cartera, que sintió vacía, y también las llaves.

Le devolvió todo, incluidas las llaves. Junsu suspiró aliviado.

 — Hay que resguardar al bebé de la lluvia y el viento — Yoochun le puso la mano en el brazo, señalando en dirección a su coche Tengo el coche ahí.

¿Se había movido por su propia voluntad, o era una combinación del viento y de su mano en el brazo la que le llevó hasta el vehículo? Junsu se estremeció. ¿Cuáles eran sus intenciones?

 — Deje que yo lo lleve — las largos manos del desconocido fueron hacia Heechul.

 — ¿Qué es lo que quiere? — Inquirió Junsu ansioso — ¿Quién le envía?

 — Nadie me ha mandado a ningún sitio — respondió él con frialdad — Y no debería preguntar quién soy, sino de dónde vengo.

 — No entiendo de qué está hablando.

 — ¿No? A ver qué tal así. Vengo del país y de la familia a la que pertenece el niño.

Junsu tenía los ojos tan grises como el cielo de Corea en marzo, y los abrió de par en par con miedo al comprender el significado de aquéllas palabras.

 — ¿Viene usted de Sicilia? — le preguntó.

 — Así es — respondió él.

De todas las posibilidades que Junsu había imaginado, aquélla no estaba ni por asomo en la ecuación.

 — ¿Quién eres? — preguntó aterrorizado.

Yoochun no estaba acostumbrado a que no le reconocieran. Lo miró con desprecio desde su uno noventa de altura y se cruzó de brazos.

 — Me llamo Jung. Jung Yoochun. Y ahora que te he contestado, tal vez estés dispuesta a pasarme al niño, a mi sobrino, para que lo meta en el coche.

Su sobrino. Así que aquel no era Yuhwan, el rico playboy siciliano con el que su hermano había tenido un aventura en el sur de Francia el pasado mes de mayo y que podía o no podía ser el responsable de la concepción de Heechul. Un hecho que su hermano le había hecho prometer no contar a Leeteuk.

Yoochun aprovechó que estaba pensativo para quitarle al niño de los brazos y después abrir la puerta de atrás del coche.

 — ¿Qué estás haciendo?

Junsu se sintió invadido por el pánico cuando vio cómo Yoochun colocaba a Heechul en una sillita en la parte trasera.

 — Estoy sencillamente colocando al bebé a salvo mientras nosotros hablamos.

 — Estás intentando quitármelo, ¿verdad? — Preguntó Junsu — Te lo quieres llevar.

Yoochun lo miró con dureza. Tendría que haber supuesto que era de los que montaban un drama.

Junsu estaba aterrorizado. ¿Sabría que él no era la auténtica madre de Heechul?

¿Iba a demostrar que no tenía derechos en lo que a Heechul se refería? Era el tipo de hombre perteneciente al tipo de familia que no se detendría ante nada para conseguir lo que deseaba, y si querían a su sobrino… A Junsu le latía con fuerza el corazón. Vio cómo un hombre y una mujer se acercaban a ellos desde el otro lado de la calle. Abrió la boca para pedirles ayuda a gritos.

 — Mira — Yoochun tenía la intención de decirle que estaba exagerando, pero se detuvo al ver que Junsu estaba mirando al otro lado de la calle, a una pareja que se acercaba hacia ellos. Dándose cuenta al instante de lo que pretendía hacer, reaccionó al instante. Él ya estaba cerca del coche, así que fue fácil estrecharlo entre sus brazos y silenciar el grito que tenía pensado soltar con la presión de su boca en la suya.

A Yoochun no se le hubiera ocurrido nunca besar a un joven como aquél. Le llamaba tan poco la atención físicamente como le repugnaba moralmente. Era delgado, rubio, pálido y dispuesto a tener relaciones sexuales con cualquier hombre siempre y cuando fuera rico.

A él le gustaban las mujeres y jóvenes llamativos, inteligentes, orgullosos de todo lo que hacían y de lo que eran. Su padre era el patriarca de un de las familias aristocráticas más antiguas de Sicilia, incluso él tenía también un título, pero era millonario por derecho propio, gracias a sus propias empresas, y estaba muy orgulloso de ese logro. Cuando llegara el momento de sentar la cabeza, quería un joven que fuera igual a él para que pudiera ser su compañera. Alguien que comprendiera las exigencias inherentes a su cuna, pero que al mismo tiempo se hubiera abierto su propio camino en el mundo.

Una cosa que ese joven no debía hacer, sin embargo, era enamorarse de él o esperar que se enamorara de él. Su madre había amado a su padre y ese amor la había destruido. A él no le sucedería nunca algo así, ni quería ser responsable del dolor de otra persona. No tenía intención de convertirse ni en la víctima que había sido su madre ni en el responsable de ese dolor que fue su padre.

La madre del niño estaba muy rígido entre sus brazos, y Yoochun podía sentir el latir acelerado de su corazón.

¿Estaba asustado? ¿De qué? ¿De él? Yoochun se sentía ultrajado. El hecho de provocar temor en alguien, y más en alguien más débil y vulnerable, le resultaba horrible. ¿Cómo podía tenerle miedo un joven que se había entregado al depravado de su hermanastro? Por lo que él sabía de Yuhwan, un joven con miedo al contacto masculino no era precisamente de su estilo. Y por lo que habían descubierto las fuentes de Yunho sobre él, era de los que le gustaban a Yuhwan… un supuesto modelo lleno de glamour. Aunque no había en él nada ni remotamente glamuroso ahora.

Y sin embargo tenía los labios dulces y carnosos, y su delgadez le atraía, haciendo que le dieran ganas de abrazarlo con más fuerza, tentándolo a explorar aquél línea cerrada que era su boca.

Yoochun no estaba acostumbrado a que las mujeres o jóvenes lo rechazaran.

La razón por la que Junsu había terminado en brazos de él había quedado sepultada bajo una oleada de otros sentimientos y un tipo de pánico muy distinto. Leeteuk era el único hombre al que había deseado besar así, pensó con dolor. Pero en cierto sentido, tal vez se debiera al cansancio, al miedo o a ambas cosas, Junsu sentía cómo su voluntad de resistirse se veía mermada por el calor que emanaba de él.

Así era cómo soñaba que Leeteuk lo besara y lo abrazara antes de que se convirtieran en amantes, antes de perderlo por Junho.

Ya había sido suficientemente duro tener que escuchar de labios de Leeteuk que, aunque le gustaba y habían pasado buenos ratos juntos, se había enamorado de Junho. Pero fue todavía peor tener que escuchar la confesión de Junho con unas cuantas copas, cuando le dijo que no estaba seguro de quién era el padre del hijo no deseado que esperaba.

Admitió que podía ser el rico playboy siciliano con quien había tenido una aventura pero que desde entonces la esquivaba y se negaba a responder sus cartas. Pero iba a decirle a Leeteuk que era suyo, porque, tal como le dijo a Junsu sin ningún reparo, podía serlo, ya que se había acostado con Leeteuk en cuanto él regresó de su viaje.

Tener que escuchar a Junho contándole cómo habían hecho el amor fue una auténtica tortura. Junsu se agarró con fuerza a Yoochun. Eran sus besos los que hubiera querido que Leeteuk deseara. Sumido en sus emociones, sintió que el hombre al que estaba agarrado se había convertido en Leeteuk, así que lo besó con todo el deseo y el amor que sentía por él.

La súbita pasión de Junsu pilló a Yoochun por sorpresa. Le estaba apretando el cuerpo contra el suyo, abriendo la boca, y tenía la respiración agitada. Sin saber por qué, él respondió instintivamente, recibiendo la dulzura que le ofrecían sus labios, y permitiendo que el suave gemido de asentimiento de Junsu cuando le introdujo la lengua fuera la señal para deslizarle las manos por el cuerpo.

La sensación de unos duros muslos masculinos apretados contra él devolvió a Junsu a la realidad.

Aquel hombre no era Leeteuk.

En cuanto sintió que se resistía, Yoochun dejó de besarlo y retiró las manos de su cuerpo. Se sintió inundado por una sensación de desagrado. ¿Desde cuándo deseaba él las sobras de Yuhwan?

Por mucho que deseara darse la vuelta y dejarlo allí, sabía que no podía hacerlo.

Sus deberes para con la familia se lo impedían.

 — Tenemos que hablar de algunos asuntos — le dijo a Junsu con frialdad.

 — No permitiré que te lleves a mi bebé — le advirtió él con firmeza. Yoochun lo miró frunciendo el ceño.

 — No seas ridículo. Nadie quiere llevarse a tu hijo. Se trata sencillamente de que los dos me acompañéis a Sicilia para poder arreglar las complejidades legales de cierta situación. Lo único que tendrás que hacer es permanecer allí una semana, diez días a lo sumo, y luego serás libre para regresar aquí si así lo deseas. Te doy mi palabra.

Junsu lo miró. El hecho de que le diera su palabra tendría que haber sonado patético, y sin embargo no pudo evitar reaccionar a aquello a un nivel psicológico profundo, como si hubieran firmado un contrato, casi pronunciado unos votos.

Cuanto antes se pusieran camino a Sicilia, mejor, pensó Yoochun. Y ya que aquél joven tenía los pasaportes encima, no veía la razón de prolongar su partida. Su jet privado estaba a punto, con el plan de vuelo cumplimentado.

 — Vamos a meternos en el coche para librarnos de la lluvia — continuó Yoochun, abriendo la puerta del copiloto para que él entrara. Junsu seguía vacilando — Te aseguro que, lejos de sufrir ningún daño, como pareces estar pensando, al final tú hijo y tú saldréis beneficiados económicamente — le aseguró con frialdad.

¿Beneficio económico? ¿Qué significaba eso? A Junsu comenzó a latirle el corazón a toda prisa.

 — Pero, ¿por qué? Quiero decir, sé que tu hermano… — no fue capaz de decir que sabía que su hermano podría ser el padre de Heechul, porque eso significaba admitir que Heechul podría no ser hijo de Leeteuk. Sin embargo, era en Heechul en quien debía pensar ahora, se dijo, y si la familia del millonario playboy con quien su hermano había tenido un aventura estaba dispuesta a ofrecer algún tipo de ayuda económica al niño, ¿qué derecho tenía él a negarle a su sobrino aquel beneficio?

— Yuhwan era mi hermanastro, no mi hermano. Era siciliano, por lo tanto este niño, su hijo, también es siciliano, y como tal tiene derecho a su herencia. Esa es la ley de nuestra familia.

Junsu se había quedado en las primeras palabras.

 — ¿Yuhwan era siciliano? — Repitió — ¿Qué quiere decir eso?

 — Exactamente lo que he dicho — replicó Yoochun con sequedad — Mi hermanastro, tu amante, el padre del niño, ha muerto. Sin embargo, la familia Jung no tiene otro Yuhwan y seguramente no te proporcionarán otro amante, pero se toman muy a pecho su responsabilidad hacia los de su sangre.

Junsu estaba ahora abotargado mental y emocionalmente, y también tenía frío. La dureza de los últimos meses cayó de pronto encima de él como una losa. Resultaba difícil ahora recordar que había sido un joven segura de sí mismo y exitoso, con una prometedora carrera por delante en el ayuntamiento.

La idea de compartir la responsabilidad de la crianza de aquel niño al que tanto quería con una familia adecuada, con un nombre con los hombros lo suficientemente anchos como para cargar con aquel peso, inundó a Junsu de una inesperada sensación de alivio.

Tal vez Jung Yoochun no rechazara a Heechul, pero estaba dejando muy claro lo que pensaba de él, y Junsu comenzó a decir indignada:

 — Pero yo no… — y entonces se preguntó si sería inteligente decirle que él no era la madre de Heechul, aunque fuera su tío y su tutor legal.

— ¿Tú no qué? ¿No estás afectado por la muerte de Yuhwan? No, ya veo que no  murmuró Yoochun mientras mantenía abierta la puerta del coche para que él entrara — La relación que tuviste con él no fue precisamente larga, ¿verdad?

Cuando se dejó caer en el cómodo asiento del lujoso coche, Junsu bajó la cabeza, consciente de que ahora debía aceptar sus insultos o confesar que no era la madre de Heechul.

 — ¿Qué le ocurrió a… a Yuhwan? — Junsu no supo por qué preguntó aquello. Ni siquiera lo había conocido.

 — Vivió como murió — le dijo Yoochun con sequedad — Creyendo que nada ni nadie importaba aparte de él.

Junsu lo miró, sobrecogido ante el desprecio que reflejaban sus ojos.

 — Estaba luciéndose, conduciendo un coche demasiado rápidamente para él.

Junho le había contado que Yuhwan y él eran tal para cual, y a juzgar por lo que Yoochun acababa de decirle, parecía que estaba en lo cierto, reconoció.

 — Sin embargo, si el niño tiene nuestra sangre — continuó Yoochun — no importa cómo haya sido concebido. Es uno de nosotros, un  Jung.

Junsu deseó instintivamente decirle que Heechul no podía ser de ninguna manera un  Jung, y que su padre era Leeteuk. Estaba tan decidido a creer que Heechul era hijo de Leeteuk que seguía en estado de shock ante la repentina aparición de Jung Yoochun.

Pero estaba empezando a darse cuenta de lo que significaría que Heechul fuera el hijo de Jung Yuhwan. Y debía poner por delante el bienestar y las necesidades del niño hasta que llegara el momento de que Heechul fuera lo suficientemente mayor como para tomar él mismo un decisión. Después de todo, él lo quería tanto por sí mismo como por la idea de que fuera hijo de Leeteuk.

Así como no podía negarse a ir a Sicilia ni rechazar ningún ventaja económica para Heechul, tampoco podía negar el hecho de que pudiera tener «sangre  Jung», tal y como había expresado Yoochun.

Estaba claro que Jung Yoochun no sabía nada de la muerte de su hermano, y que pensaba que él era Junho. Junsu sonrió con tristeza. Si hubiera conocido a su hermano, nunca los habría confundido. A ambos les desagradaba la idea de que sus padres hubieran escogido nombres tan parecidos para ellos, pero era sobre todo Junho el que se quejaba cuando eran pequeñas, asegurando que era una estupidez, porque él era mucho más guapo y popular que Junsu.

 — ¿Qué ocurrirá cuando lleguemos a Sicilia?

 — El médico de nuestra familia practicará una prueba de ADN.

 — Pero eso podríamos haberlo hecho aquí — protestó Junsu. Yoochun continuó, ignorando el comentario.

 — Harán falta al menos cinco días para tener los resultados de la prueba. Si se demuestra que Yuhwan es el padre de tu hijo, entonces significará naturalmente que tu hijo es parte de nuestra familia.

 — ¿Y si ése no es el resultado? preguntó Junsu con brusquedad, incapaz de mirarle, porque sabía que en los ojos de Jung Yoochun habría un reproche por su falta de moral.

Yoochun frunció el ceño. Aquél no era la actitud que esperaba. Creía que se iba a mostrar más falso, asegurando que amaba a Yuhwan y que el hijo era sin duda de su hermanastro. Resultaba extraño que hablara tan abiertamente de la posibilidad de que el niño no fuera de Yuhwan.

 — Entonces serás recompensado económicamente por haber viajado hasta Sicilia y se te entregará una sustanciosa cantidad de dinero a cambio de tu discreción.

Junsu abrió los ojos de par en par.

 — ¿Quieres decir que compraréis mi silencio? — preguntó viendo cómo Yoochun inclinaba la cabeza en gesto de afirmación. Qué desagradable y sórdida era toda aquél situación, pensó Junsu incómodo. Deseó que Heechul y él no tuvieran que formar parte de aquello, pero por el bien del niño, trató de ignorar su disgusto.

 — Por supuesto, si ya sabes que el padre no es Yuhwan…

 — No, no puedo estar seguro tuvo que admitir Junsu. Yoochun se dio cuenta de que estaba diciendo la verdad.

El interior del coche olía a una mezcla de cuero caro con colonia masculina igual de cara. Junsu se giró para mirar al niño dormido, y dio gracias por haberse tomado su tiempo para darle de comer y cambiarlo antes de salir de la guardería.

Heechul era un niño muy tranquilo. Demasiado tranquilo, se preocupaba Junsu, y el médico estuvo de acuerdo con él cuando le expresó sus preocupaciones.

En un principio, Junsu no quiso traicionar a su fallecido hermano contándole al médico que temía que Junho hubiera descuidado con frecuencia al bebé, pero la salud de Heechul era ahora responsabilidad suya, y más importante para él que cualquier fidelidad que pudiera deberle a un hermano cuya actitud en la vida era la opuesta a la suya y quien la había tratado con tan poco cariño muchas veces.

La triste realidad, tal como Junsu se temía y el médico le confirmó, era que el pobre Heechul había sido descuidado por su madre durante sus primeras semanas de vida. La infección que había pillado no se había tratado bien y había puesto en peligro su sistema inmunológico.

También tuvo que sufrir emocionalmente por la negligencia maternal. Junsu se había jurado a sí mismo que le compensaría por las primeras y tristes semanas de su vida.

Heechul había empezado poco a poco a reconocerlo y a responderle, y a principios de aquél semana le había sonreído por primera vez, estirando los brazos para que lo meciera. Pensar en aquellos momentos maravillosos le provocaba un nudo en la garganta.

Yoochun arrancó el motor del coche y lo puso en marcha. Junsu lo miró inquisitivo.

 — ¿Qué estás haciendo?

 — Vamos al aeropuerto. Allí subiremos a un avión que nos llevará a casa, a Sicilia.

¿A Sicilia? ¿En aquel momento? Solo tenía un cambio de ropa para Heechul, por no hablar de él, y tampoco había dicho que estuviera de acuerdo con irse… al menos no lo había hecho formalmente.

 — No podemos hacer eso — protestó él con vehemencia.

 — ¿Por qué no? — preguntó Yoochun.

 — Hay cosas que necesito, gente a la que tengo que avisar… mi casero, y mi jefe, y Heechul necesita ropa y…

 — Puedes llamar a todo el mundo con quien necesites hablar desde el coche. Y en cuanto a todo lo que el niño pueda necesitar, eso déjamelo a mí.

Estaba claro que no era hombre al que le gustara perder el tiempo, pensó Junsu abriendo los ojos de par en par cuando Yoochun apretó un botón del volante y salió un teléfono móvil del salpicadero.

Junsu hizo las llamadas que necesitaba para poder acompañar a Yoochun hasta Sicilia. Estaba terminado de dejar un mensaje en la guardería explicando que se iba cuando un sollozo lo hizo mirar hacia atrás. Heechul se había despertado y estaba llorando.

 — ¿Puedes parar el coche, por favor? — le preguntó a Yoochun. Al ver que fruncía el ceño, se explicó mejor — Quiero sentarme atrás con Heechul.

Yoochun obedeció y se bajó también para abrirle la puerta. Le colocó la mano bajo el codo y lo ayudó a salir. Sus maneras resultaban absolutamente impecables, admitió Junsu. Igual que su forma de besar. También era de primera clase. Junsu se quedó paralizado, la sangre le tiñó las mejillas de culpabilidad. ¿Qué diablos le había hecho pensar en eso? Estaba conmocionado. Yoochun abrió la puerta de atrás para que él pasara.

Junsu no se atrevía a mirarle. Se limitó a quitarse el abrigo y dedicarse a Heechul, que había dejado de llorar pero seguía despierto. Podía escuchar a Yoochun hablando delante en lo que parecía ser italiano, utilizando el teléfono manos libres que él misma acababa de usar.

Mientras le explicaba a un exclusivo servicio de asistencia personal exactamente lo que quería, Yoochun observó discretamente a Junsu por el espejo retrovisor y frunció el ceño. No esperaba que estuviera tan dedicado a su hijo como estaba. Eso, igual que el miedo que había mostrado antes ante él, le hacía sentirse incómodo por el modo en que lo había prejuzgado.

Ahora que se había tomado la decisión y que ya no dependía de él, Junsu podía admitir lo agotado que se sentía. La horrible sensación de que sería más fácil arrastrarse que caminar, o incluso mejor todavía no levantarse se apoderaba en muchas ocasiones de él.

La paz y la comodidad del coche, unidos al movimiento, estaban haciendo que se durmiera. Pero no debía dejarse llevar por las ganas de cerrar los ojos. Debía pensar en Heechul. Tenía que anteponer sus necesidades a las de él…

Yoochun miró por el espejo retrovisor y vio que Junsu seguía todavía dormido. Había transcurrido casi una hora desde que la había visto cerrar los ojos, y se había quedado dormido como un bebé. Pero incluso en sueños tenía la mano colocada en la silla del niño. Yoochun sospechaba que nadie podría tocar al niño sin despertarlo.

El olor a lana barata mojada secándose con la calefacción del coche le llegó a las fosas nasales. Su fastidioso hermano mayor habría dejado claro su repulsión, pensó Yoochun, pero él era más sensato. En la industria de la construcción, había que ser así.

Su padre se puso furioso cuando se enteró de lo que Yoochun tenía pensado hacer con la tierra que le había dejado el tío de su madre. Un resort con su propio aeropuerto privado en tierras de los Jung era impensable, una aberración, una traición hacia todo lo que significaba el apellido Jung: tradición, continuación del linaje masculino, orgullo y discreción.

— En las tierras de mi madre — había corregido Yunho a su padre, intercediendo a favor de su hermano pequeño para protegerlo de la ira de su padre, tal y como había hecho tantas veces durante su infancia. Yoochun era leal a la sangre Jung que compartía con sus hermanos, no a la sangre de su padre.

Las luces del aeropuerto, que brillaban sobre el húmedo asfalto, lucían delante de ellos en la noche de invierno, y cuando Yoochun disminuyó la velocidad del coche, Junsu se despertó. Durante unos instantes no supo dónde estaba, y cuando recordó, miro ansiosamente a Heechul, observando aliviado que seguía dormido. Luego miró hacia delante y vio las manos de Yoochun apoyadas en el volante. Por alguna razón, aquélla visión provocó que el corazón le latiera con fuerza. Tuvo que hacer un esfuerzo por apartar la vista de él y mirar por la ventanilla.

Estaban saliendo de la carretera principal, girando por un camino que llevaba a un puesto de control. Yoochun sacó una tarjeta de plástico que le mostró al guardia de seguridad, quien levantó la barrera.

El coche volvió a adquirir velocidad y Junsu abrió los ojos de par en par sin dar crédito al darse cuenta de que no, no estaba viendo visiones. Yoochun estaba conduciendo directamente hacia el jet plateado que estaba aparcado delante de ellos.


>>> ♥ <<<


 — Buenas noches, señor.

Yoochun le sonrió a Nigel Rowlins, el sobrecargo de su jet privado, cuando le abrió la puerta del Mercedes.

 — Buenas noches, Nigel. ¿Todo listo para irnos?

 — Sí, señor. El plan de vuelo está aprobado y ya han cargado las provisiones. Ya está avisado el control de pasaportes.

Yoochun asintió con la cabeza.

¿Iban a viajar a Sicilia en jet privado? No se le había ocurrido semejante posibilidad, pero es que él no estaba acostumbrado a tratar con gente cuyo estilo de vida incluía jets privados.

Junsu contaba con pasar por una zona de embarque para poder comprar al menos cosas básicas para Heechul. Por suerte llevaba el calienta biberones en la bolsa, junto con un par de cambios de ropa. Él también necesitaría cambiarse de ropa, pero cuanto más barato, mejor, porque no le quedaba mucho dinero en efectivo.

¿Qué iba a hacer? Recordó que Jung Yoochun había dicho que él se encargaría de todo, pero no esperaba ni quería que les comprara nada. No quería sentirse prisionero suyo.

Tal vez se había olvidado de lo que había dicho. Quizá debería recordárselo. Junsu aspiró con fuerza el aire y dijo con calma:

 — Confiaba en que tuviéramos tiempo para comprar ropa.

 — Encontrarás todo lo que necesites a bordo — aseguró Yoochun dando por finalizada la cuestión.

— ¿Todo? — preguntó Junsu con incertidumbre. ¿Cómo podía ser? No le había preguntado qué necesitaba Heechul.

 — Todo — confirmó Yoochun con seriedad. ¿Qué esperaba él? ¿Carta blanca para comprar en las tiendas de diseño del aeropuerto de Icheon?

Salió del coche para abrir la puerta más cercana a Heechul. Sacó al niño, dejando que Junsu se encargara de su abrigo, el bolso y la bolsa del bebé mientras lo seguía.

Ahora estaba muy oscuro y frío, y él se estremeció. El cambio entre el aire frío y el calor del coche despertó a Heechul, y su llanto le rompió el corazón a Junsu. Hacía mucho frío para él y necesitaba comer.

Apartándose de él, Jung Yoochun se dirigió a buen paso hacia el avión con el niño en brazos. Junsu no tuvo más opción que seguirlo.

Si el uniformado sobrecargo que esperaba en la lujosamente amueblada cabina se sorprendió ante su aparición, o ante el hecho de que su jefe llevara en brazos a un bebé lloroso, no dijo nada. Se limitó a retirarle el abrigo a Junsu y a preguntarle si quería tomar algo.

 — Algo caliente mejor que una bebida alcohólica, Russell — Jung Yoochun estaba contestando por él, y el hecho de que no le permitiera tomar su propia decisión hizo que Junsu sintiera deseos de decir que quería champán, aunque lo cierto era que no solía beber alcohol.

Pero se limitó a sonreírle al sobrecargo y a preguntar con vacilación:

 — ¿Hay algún sitio donde pueda calentar el biberón de Heechul?

 — Por supuesto. En la cocina hay leche en polvo, y he dispuesto un cuna en el dormitorio.

— No me extraña que esté tan pálido y tan delgado, está claro que no lo estás alimentando tú.

La crítica de Yoochun, que formuló en el momento en que el sobrecargo desapareció con el biberón, hizo que Junsu se lo quedara mirando fijamente. El color le tiñó las mejillas y luego desapareció mientras él trataba de encontrar un respuesta que consiguiera ponerlo en su sitio y le hiciera saber lo muy en serio que se tomaba sus responsabilidades hacia Heechul.

 — Tengo que salir a trabajar — fue lo único que se le ocurrió decir, rogando para que él no hiciera ningún comentario sobre cuánto mejor era la leche materna que la artificial.

Yoochun ignoró su respuesta.

 — Como te ha dicho Russell, encontrarás todo lo que necesitas en la cabina. Será un vuelo de tres horas, así que si quieres dormir un poco, adelante — Yoochun frunció el ceño al ver la desconfianza reflejada en sus ojos ¿Qué significa esa cara? Estás completamente a salvo. Te puedo asegurar que no estoy tan desesperado como para rebajarme utilizando las sobras de Yuhwan.

La repugnancia que había en su voz hirió a Junsu. ¿Por qué? Sólo había habido un hombre que quiso que lo deseara, y ese fue Leeteuk. Y la había deseado hasta que Junho lo engatusó y lo apartó de él. Pero no deseaba a Jung Yoochun, y nunca lo desearía.

El sobrecargo había reaparecido.

 — Vamos a despegar enseguida — le dijo — Si quiere venir conmigo, hemos preparado un cuna para el bebé.

Junsu se dirigió dócilmente hacia la puerta que le indicaba. Ése era su problema, le había dicho una vez Leeteuk. Era demasiado cumplidor y sumiso. Lo que había querido decir, por supuesto, era que comparado con Junho, que era especialista en correr riesgos y salir indemne de ellos, él era aburrido.

Pero estaba vivo, se recordó con tristeza, mientras que Junho, Leeteuk y los cuatro abuelos estaban muertos. Y todo porque Junho había querido un gran boda en un castillo de cuento de hadas.

Cuando el sobrecargo abrió la puerta que daba a la zona de descanso, Junsu vio que Jung Yoochun estaba ocupado con el ordenador que había aparecido como por arte de magia al tocar un botón en la mesita que tenía delante.

La cabina de descanso era mucho más grande que el espacio práctico y pequeño que Junsu había imaginado. De hecho, se trataba del dormitorio más lujoso que había visto en su vida.

Una moqueta gruesa de color pálido cubría el suelo. La cama, la más ancha que Junsu había visto jamás, apenas ocupaba la tercera parte del espacio.

 — Los controles de la cama están aquí — le estaba diciendo el sobrecargo — Puede levantarla para leer o para ver la televisión — apretó varios botones del mando a distancia con el que le estaba haciendo la demostración, provocando que la cama se levantara como si fuera un silla mientras un gigantesca pantalla de televisión aparecía como por arte de magia en el armario que había en la pared opuesta.

 — Hemos colocado la cuna de viaje aquíañadió — justo al lado del asiento que usted utilizará para despegar. El baño y el vestidor están al otro lado de la puerta que hay junto a la cama. He sacado algunas cosas para el bebé y para usted y las he colgado. Serviré la cena dentro de media hora. Si Yoochun sigue su rutina habitual, querrá trabajar en cuando haya cenado, así que tal vez usted decida dormir un poco. Aterrizaremos poco antes de la una de la mañana. Estaré pendiente por si me necesita para cualquier cosa. En cuanto hayamos alcanzado nuestra velocidad de crucero, le traeré la leche caliente.

A Junsu le hubiera gustado decirle que preferiría cenar solo y lo más lejos posible de Jung Yoochun, pero no lo hizo porque no quería darle más trabajo al sobrecargo.

Se encendió una luz encima de la puerta.

 — Vamos a despegar — le dijo el sobrecargo.

Dos minutos más tarde, Heechul estaba atado en la cuna y Junsu en su asiento.

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13 comentarios :

  1. Lei en la descripcion que esta completo omg esto es asi? Esta demasiado interesante *o* es tuyo el fanfic o es una adaptacion? Porque si es tuyo, dejame decirte que la manera en que esta narrado es Perfecta. Muchas gracias x3 espero el proximo x3

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  2. aaaahhh ya me hacia falta un Yoosu gracias...seguiré leyendo porque lo que ambos sintieron con aquel beso y el que se niegan a siquiera pensar en ello me intriga en saber de que manera ira naciendo el amor entre ellos, aaahh Junsu cuando le dirás que no eres Junho

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. espero que la actualización sea pronto ...mil gracias

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  5. Junsu estaba enamorado de Leetuk y fue su amante! -Shockeada- ..... Wooo Yoochun es medio idiota, y Susu solo busca proteger a Hechul, pero se esta quemando al no sacar de su error a Yoochun. Wiiiii GRACIAS!

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  6. Pobre Junsu, tener que aguantar los insultos de Yoochun sólo por proteger a Heechul, haber como le va.

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  7. Pobre Junsu, le ha tocado una vida dura ;( ojalá que Yoochun cambie de actitud pronto y lo ayude. Gracias por publicar

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  8. Pobre Junsu, le ha tocado una vida dura ;( ojalá que Yoochun cambie de actitud pronto y lo ayude. Gracias por publicar

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  9. Pobre junsu le toco una vida dura,me encanta este fin es muy interezante gracias

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  10. Me encanta como va la historia, espero que los siguientes caps me enganchén más a ésta pareja. Besos atte: Giovanna Gi

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  11. Pobre Junsu ha tenido una vida complicada y triste pero ante todo ha sabido sacar adelante a heechul.
    Yoochun sin saber nada de el lo juzga duramente y para colmo el piensa que es Junho

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  12. Wooo se nota que los Jung no se complican con pequeñeses.
    Pobre Junsu, se nota que la ha pasado mal en la vida y ahora Yoochun cree que es un vividor oportunista. Espero que poco a poco le demuestre lo contrario con su amor y entrega a su bebe.

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  13. Vaya inicio el de este Yoosu, todo un malentendido. Junsu y su corazón noble me dejaron conmovida bien lo dijo mi Chunnie "Junsu es tan bueno que ascepta todo". Y que decir del roll de Chunnie en este primer cap OPD¡¡¡ es que amo todas sus dimenciones¡¡¡ y el hecho de que reconozca que prejuzgó a Junsu hara que descubra cosas a las que esta reenuente a encontrar, tan facil era meterlo al auto y ya, pero terminó besandolo inecesariamente¡¡¡¡¡ jajaja. Bueno hay muchas cosas que empiezo a suponer sobre el rumbo de esta historia♡♡♡♡¡¡¡¡

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