― ¡Muchas gracias! ― gritó
Jaejoong al camión que acababa de empaparlo a él y al cochecito del bebé con el
agua helada de la lluvia. Sintió la frustración y la creciente ansiedad
acumularse en su mandíbula. Si no conseguía cruzar esa maldita carretera en los
próximos minutos, iba a llegar tarde a Finsbury Circus.
La
noche anterior, en respuesta a su llamada desesperada, JongSuk había accedido a
proporcionarle un techo hasta que consiguiera arreglar sus problemas, y había
recalcado también que sólo dispondría de media hora en su descanso para comer
para dejarlo entrar en su piso. Y en ese momento le quedaban escasos quince
minutos para que ese tiempo acabara.
Jaejoong
se enojó más aún. Si el propietario del piso de Kim HeeSun no hubiera llegado
tarde a recoger la llave junto con el último alquiler, él habría llegado a casa
de JongSuk con tiempo de sobra. Sin embargo...
Decidido
a aprovechar cualquier hueco entre el tráfico, tomó aliento y recordó la frase
que la anciana mujer le decía siempre que las cosas se torcían drásticamente:
«Busca siempre el lado positivo. Seguro que
lo encuentras».
Las
frasecitas de Kim HeeSun siempre eran predecibles, pero también eran casi
siempre ciertas. Así que Jaejoong trató de relajarse y se recordó a sí mismo
que las cosas no estaban tan mal. Al menos su hijo de siete meses dormía
plácidamente, seco gracias a la capota del viejo carrito, que habría levantado
las miradas de superioridad de los viandantes si no hubieran estado demasiado
ocupados tratando de no acabar empapados en aquel día oscuro y lluvioso de
finales de enero.
Y, si JongSuk
se marchaba, preocupado como estaba ante su posible ascenso en la agencia de
viajes, él siempre podría encontrar alguna cafetería donde poder resguardarse y
tomarse un té hasta que JongSuk regresara por la tarde. Lo bueno era que él y
su hijo tendrían un lugar donde alojarse mientras Jaejoong buscaba un empleo y
no tendría que ir, gorra en mano, a los servicios sociales.
La
esperanza de poder cruzar la carretera se iba desvaneciendo. Tendría que
caminar por la calle un poco más hasta encontrar un paso de peatones. Molesto
por todos los obstáculos que se ponían en su camino, Jaejoong agarró el carrito
y lo giró en la nueva dirección, encontrándose de frente con una farola.
Apretó
los labios, trató de realizar la maniobra de marcha atrás con el cochecito y
resbaló de la acera hacia atrás, aterrizando en la carretera, sintiendo el
chirriar de los frenos en los oídos y el parachoques de un coche plateado a tan
sólo unos centímetros de su cara.
Podía
haber muerto, además de haberse quedado sin casa. ¿Qué le habría pasado
entonces a su bebé? Sintió un nudo en la garganta. No podía soportar pensar en
ello.
>>> ♥ <<<
Jung
Yunho giró el volante de su Mercedes alquilado para salir de la calle
Threadneedle y entrar en Hishopsgate con decisión. Las reuniones del día habían
sido completamente satisfactorias, como esperaba, como siempre.
Tenía
la tarde libre, excepto por tener que echarle un vistazo a unos papeles. Luego,
dos días más en Londres, con más reuniones programadas, y de vuelta a Seúl, de
vuelta a la base. De vuelta a una primavera temprana. Probablemente una
primavera falsa. No importaba. Salir de esa ciudad que parecía estar siempre
ahogada en la lluvia y en la niebla sería todo un alivio.
Cinco
días de negociaciones intensas, cenas de negocios, reuniones y sesiones para
dejar clara su autoridad en la sede que el banco de la familia Jung tenía en
Londres no habían conseguido proporcionarle la satisfacción del trabajo bien
hecho. Sobre todo aquel día.
No era
cansado como se sentía. Él nunca se sentía cansado. ¿Vacío? Como si le faltara
algo en su vida servida en bandeja de plata. Frunció el ceño, entornando sus
ojos oscuros y brillantes. Despreciaba aquella introspección negativa. Se
negaba a perder el tiempo pensando en esas cosas.
¡Santo
Dios! ¿Acaso no tenía todo lo que un hombre podría desear? Treinta y seis años,
sano, fuerte, rico y, desde la muerte de su padre cuatro años atrás, la cabeza
pensante tras el banco comercial de su familia. Incluso había sido descrito
recientemente en una de las revistas del sector como un genio de las finanzas.
Además, tenía montones de mujeres y docelles hermosos y una prometida dispuesta
a hacer la vista gorda y, tan relajada como él con respecto a la fecha de la
que sería una boda puramente dinástica.
Un
estilo de vida que cualquier hombre envidiaría. ¿Entonces qué diablos le
faltaría?
¡Ni
una sola cosa!
Cuando
llegara a su apartamento, se ducharía, abriría una botella de Brunello di
Montalcino, escucharía algo de música, y dejaría que el vino tinto lo
transportara de vuelta a la Jeju, a las sombras de los árboles alineados a los
lados de las carreteras y al zumbido de las abejas en los prados.
Sus
manos fuertes pero delicadas se relajaron sobre el volante. El tráfico era
horrendo. Los limpiaparabrisas bailaban rítmicamente de un lado para otro bajo
la lluvia. Aquello deprimiría a cualquiera.
Divisó
otra imagen deprimente a unos metros de distancia. Una vagabunda envuelta en un
impermeable, con un viejo sombrero de lana calado hasta las orejas, luchando
con un carrito destartalado que, sin duda, albergaría sus escasas posesiones.
Supuso que sería una mujer. Era demasiado bajita para ser un hombre.
El
tráfico era lento y desesperante, de modo que Yunho tuvo tiempo de pisar el
freno al ver que la mujer resbalaba y caía en la carretera.
Maldiciendo
en voz baja, Yunho salió del coche a toda velocidad, ajeno al tráfico y al
sonido de los claxon. ¿Habría atropellado a aquella criatura patética? Creía
que no. Habría notado el impacto.
Caminó
con rapidez hasta la parte delantera del coche. La mujer seguía sentada donde
había aterrizado, en el arroyo que se había formado en la carretera, junto con
el resto de la basura. Estaba de espaldas a él con la cabeza gacha, y un mechón
de pelo rubio asomaba bajo su gorro de lana empapado. Definitivamente era una
mujer.
Cuando
Yunho estiró el brazo para tocarle el hombro, le preguntó:
― ¿Está usted herida?
Ella
se puso en pie de un salto como si una bomba hubiera explotado debajo de ella y
corrió hacia el cochecito abandonado.
Una
pequeña multitud de curiosos se había amontonado a su alrededor pero, al ver a
la víctima ponerse en pie y salir corriendo con energía, habían perdido
interés, recordando la incómoda y persistente lluvia, y comenzaban a
dispersarse.
― Espere ― dijo Yunho. Si tenía
razón y aquel docel era una sin techo, lo menos que podía hacer era darle
dinero para comer ese día y pasar la noche. Asegurarse de que estuviera bien― Acaba de sufrir un shock.
Colocándole
ambas manos sobre los hombros, la giró y calculó con rapidez cuántas libras
tenía en la cartera. Unas doscientas. ¿Sería una compensación adecuada?
Su
ceño ligeramente fruncido se intensificó más al ver la cara pálida de la mujer.
El corazón le dio un vuelco y tardó unos segundos en reaccionar antes de hablar
con voz fría como el hielo.
― ¡Kim Jaejoong, por todos los demonios!
¡Tirado en el arroyo, a donde perteneces!
Yunho
se arrepintió de sus palabras según las dijo. Insultar a aquel docel que había
creído mujer era algo indigno, aparte de una pérdida de aliento. ¿Y qué
significaba esa explosión repentina? ¿Que seguía importándole que aquel docel
adorable, encantador e increíblemente sexy que lo había encantado y asombrado
hubiera resultado ser un ladrón?
Por
supuesto que no le importaba. ¿Cómo iba a importarle? Lo había sacado de su
cabeza y de su corazón con una precisión quirúrgica hacía más de un año.
Jaejoong
habría sido incapaz de decir palabra, ni aunque su vida hubiera dependido de
ello. Tan sólo unos segundos antes, una mano en el hombro y una voz diciendo
algo lo habían sacado de su ensimismamiento. Y, de pronto, cualquier rastro de
energía lo había abandonado de nuevo.
>>>♥<<<
¡Él!
¡Allí, en Londres! El último hombre al que quería ver, al último que quería
admitir de nuevo en su mente; una mente que por fin había conseguido borrarlo
de su memoria. Tan guapo como siempre, con las gotas de agua empapando su pelo
negro como la noche y aquella boca que prometía el paraíso en la tierra, una
boca para comérsela. Su traje hecho a medida se ajustaba a la perfección a su
cuerpo, proporcionándole una elegancia coreana que resaltaba aquella presencia
intimidante que él recordaba vagamente.
Apenas
podía respirar con aquella mirada de odio clavada en su rostro, y sintió cómo
el color le desaparecía de la cara.
>>>♥<<<
Yunho
notó que sus ojos grises y grandes parecían embrujados, rodeados por las
ojeras, dominando sus rasgos pálidos. Su boca estaba temblorosa. ¿Sería por el
shock de haber sido casi atropellado? ¿O sería algo más? Obviamente no estaba
herido.
Yunho
se dijo a sí mismo que no tenía ningún interés en el aspecto que Jaejoong
presentaba: Si se había quedado sin casa, o incluso si acababa de salir de la
cárcel, él sería el único culpable.
Con
eso en mente, comenzó a darse la vuelta y, en ese preciso momento, oyó un grito
proveniente del carrito. Frunció el ceño y vio cómo Jaejoong sacaba un pequeño
bulto envuelto en un chal y lo apretaba contra su pecho. La expresión de amor y
ternura que suavizó sus rasgos, le hizo recordar la belleza interna que una vez
tanto lo había fascinado. Lo había impresionado también tratando a los gemelos
de JiHee no sólo con firmeza, sino también como si fueran los niños más
maravillosos del planeta.
Un
niñero excelente. No podía culparlo en eso. Y trabajando para una de las
agencias más respetadas del Reino Unido, lo que significaba que seguía
engañando con éxito a todos a su alrededor.
― Estoy seguro de que tus jefes pueden
permitirse proporcionarte un vehículo más moderno. Parece que hayan encontrado
ese trasto en un basurero.
Yunho
observó la cara sonrojada de Jaejoong.
― Ya no trabajo ― dijo
él ― como niñero. Algo que estoy
seguro de que ya sabrás, Señor. Changmin es mi hijo.
«Y tuyo también», se
dijo a sí mismo. Nada en el mundo le haría decirlo en voz alta.
― Y ahora ― prosiguió Jaejoong
acercándose al carrito ― tengo que
irme. Ya llego muy tarde.
― ¿A dónde?
Un
viento frío soplaba en ese momento y la lluvia caía con más fuerza. Yunho
observó que Jaejoong tenía la cara más delgada de lo que recordaba. Pálido.
Cuando estaban en la isla, su cara brillaba llena de vitalidad bajo el sol, y
unas diminutas pecas adornaban su nariz. Una nariz que se arrugaba cuando se
reía y, a veces, incluso sólo cuando sonreía.
Había
sonreído mucho. Su desenfadada alegría de vivir había sido lo primero que lo
había atraído hacia su red. Tenía que admitir que su calidez y su jovialidad
habían sido algunas de las herramientas que formaban parte de su impresionante
arsenal. Ese arsenal debía de tener al menos cinco estrellas, si había podido
engañar a un banquero cínico y sofisticado dándole la vuelta a su vida por
completo.
Lo
estaba ignorando, inclinándose sobre el carrito, haciendo todo lo posible por
proteger al niño de la lluvia mientras volvía a colocarle la capota al
cochecito.
Irritado
por su falta de reacción ante una pregunta perfectamente razonable, y más
irritado aún consigo mismo por preocuparse por la respuesta, preguntó:
― ¿Y bien?
¿Por
qué no se marcharía sin más? Jaejoong tenía ganas de gritar. Volverlo a ver la
estaba destrozando por dentro. Se había obligado a sí mismo a olvidar. A borrar
de su memoria aquellas semanas de ensueño en la isla, borrar la manera en que
lo había amado y cómo se había engañado a sí mismo pensando que Yunho lo amaba
a él. Y lo que había venido después. Una pesadilla llena de humillación, dolor
y desgracia. La creencia de Yunho de que él era un ladrón, su indiferencia
cuando él lo había negado, el modo en que él se había asegurado de que nunca
volviera a trabajar como niñero después de eso.
― A Finsbury Circus ― murmuró
Jaejoong. Si contestaba a su pregunta, aunque no tenía ningún derecho a
hacerla, quizá así desaparecería y él podría seguir su camino.
No
tenía sentido correr. Para cuando llegara allí, JongSuk ya se habría marchado.
No querría llegar tarde al trabajo, no cuando se jugaba el ascenso. Y el taxi
con el resto de sus cosas llegaría por la tarde, como JongSuk había sugerido.
Al parecer había escaleras, muchas, y Jaejoong necesitaría ayuda para subir sus
pertenencias hasta el segundo piso.
― Te llevaré. No está lejos ― dijo
él haciendo que sonara como una orden.
― No ― contestó él. Caminaría
hasta que se le rompieran los pies antes que aceptar su ayuda.
― No seas idiota ― dijo
él con impaciencia― Estás
empapado y, como tú has dicho, no podrás llegar a tu cita por ti mismo.
Ya le
había agarrado el brazo con fuerza y lo arrastraba hacia el coche. Tenía la
puerta del copiloto abierta. El asiento de cuero parecía cómodo. El interior
estaba cálido y seco, pero flotaba en el aire la leve fragancia del aftershave
que solía utilizar. Era demasiado íntimo. Él no lo notaría, por supuesto, ya
que lo despreciaba profundamente.
Hecho
un lío, Jaejoong comenzó a meterse en el coche.
― ¡Mi carrito! ― exclamó
― No puedo dejarlo. Todas mis
cosas están ahí.
― Yo me ocuparé. Deja ya de perder mi tiempo
y el tuyo. Entra en el coche.
Sus
palabras sonaron con la autoridad de un hombre acostumbrado a llevar la voz
cantante. Changmin se agitó en brazos de Jaejoong. Podían estar allí, bajo la
lluvia, discutiendo todo el día, pero él tenía que preocuparse por el bienestar
de su hijo.
Finalmente
se rindió, sintiendo el calor en sus mejillas y obedeció vacilante las
instrucciones de «abróchate
el cinturón, y al niño también», mientras Yunho se
acercaba al carrito y lo empujaba por el pavimento hacia una tienda de caridad.
Le
llevó sólo unos segundos y una generosa donación deshacerse del armatoste y
sacar las mantas de lana, el osito de peluche azul y las bolsas de plástico que
había dentro. Yunho no sabía por qué se molestaba. Desde luego no por el bien
de ese maldito ladrón; eso estaba claro.
Se
molestaba por el bien del pobre niño. Sí, por supuesto. Complacido con aquel
pensamiento, dejó el contenido del carrito en el asiento trasero del coche y se
colocó tras el volante. Ningún docel podría andar con ese tiempo empujando a un
bebé en un trasto que debía de haber estado de moda en los tiempos de la reina
Victoria.
― ¿Dirección? ― preguntó
él apretando los dientes mientras ponía el motor en marcha.
Tras
escuchar la respuesta vacilante de Jaejoong, el coche echó a andar. Observó que
no llevaba anillo de boda. ¿Sería eomma soltero? Seguro que había ido directo
de su cama a la de otro. Al pensar en eso, sintió cómo se le revolvía el
estómago.
El
bebé balbuceó. Yunho lo miró de reojo y vio sus brazos moverse vigorosamente,
junto con unos rizos oscuros que asomaban por encima de su gorrito. Unos rizos
tan oscuros y brillantes como sus enormes ojos marrones. Era un niño muy mono.
Era una pena que la criatura hubiera acabado con una eomma ladrón como ése.
Jaejoong
miró el reloj digital del coche y calculó que quizá podrían llegar a tiempo.
Entonces comenzó a martirizarse a sí mismo por el hecho de tener un aspecto tan
indeseable y desaliñado.
La
montaña de sus posesiones, cosas del bebé que estaban en ese momento apiladas
en el pasillo del amable vecino de Kim HeeSun, tendrían que ser metidas en un
taxi tal como estaban, sin contar con una bolsa de basura que albergaba el
resto de su propia ropa. El espacio que quedaba libre en el carrito había sido
ocupado por algunas cosas de Changmin tales como pañales, cambios de ropa y
biberones, de modo que no le había quedado más remedio que llevar puesto todo
lo que tenía, cubriéndolo con el voluminoso impermeable que Kim HeeSun
utilizaba para cuidar su jardín cuando hacía mal tiempo.
Así
que, sí, tenía un aspecto horrible. ¿Pero qué más daba?
― ¿Y de qué se trata esa cita? ¿Son negocios o
es algo personal? ― preguntó Yunho, simplemente por decir
algo para romper el incómodo silencio que se extendía entre ambos. No era que
estuviera realmente interesado. De ninguna manera. Únicamente estaba decidido a
ahorrarle al niño el tiempo horrible y prefería que el trayecto fuese lo menos
desagradable posible.
― Personal ― contestó Jae nervioso.
Yunho
lo miró con el ceño fruncido. Parecía enfermo, pálido. Su cara era más delgada
de lo que debería ser, pero su cuerpo estaba más hinchado, habiendo perdido las
curvas que una vez lo habían caracterizado.
― ¿Y? ― insistió él. ¿Pero qué le
ocurría? No le importaba un comino la vida personal de Jae. Giró el coche y se
metió por una calle relativamente libre de tráfico, buscando el número que él
le había dicho.
Lo oyó
suspirar antes de contestar.
― Me mudo a casa de un amigo. Sólo tiene un
poco de tiempo para dejarme entrar ― dijo él con rapidez para
que dejara de hacer preguntas ― Puede que
incluso ya se haya marchado.
Pero
no fue así. A Jaejoong le dio un vuelco el corazón al ver a JongSuk bajar el
escaso tramo de escaleras que llevaban a la puerta de la calle del edificio
mientras que Yunho frenaba en seco.
Mientras
que Jaejoong poco menos que salía volando fuera del coche, él salió y recogió
las cosas que había depositado en el asiento trasero, preguntándose si ese
hombre sería el padre del bebé. Él había dicho que iba a mudarse con él.
Observó
al tipo con los ojos entornados. No parecía el típico desesperado. Alto, pelo marrón,
ojos café. No parecía ser el padre. Al pensar eso sintió cómo le hervía la
sangre. ¿Con cuántos hombres habría estado? No era que le importara, desde
luego. Se sentía afortunado por haber podido escapar.
Su
amigo hablaba con rapidez, le dio algo a Jaejoong y luego miró hacia la casa.
Entonces, tras darle un beso en la mejilla a su amigo, se alejó por la calle a
toda velocidad.
Solucionado.
Él y su hijo estarían a salvo de la lluvia en pocos segundos.
¿Entonces
por qué no se sentía cómodo en absoluto?
― ¿Va todo bien? ― preguntó
acercándose a él.
Jae
murmuró algo inaudible, instándole a que se marchara y lo dejara en paz. Odiaba
el hecho de que lo hiciese sentir así, lo odiaba a él por haber descubierto el
tipo de persona que era, por lo que le había hecho. Y, sin embargo, no podía
dejar de recordar el calor de su pasión, imágenes que creía olvidadas para
siempre. Comenzó a subir las escaleras con toda la dignidad posible, sabiendo
que él lo seguía.
Abrió
una puerta que daba a un pasillo estrecho y desierto, entró y dijo con toda la
educación del mundo:
― Gracias por traerme ― no
lo miró a los ojos, simplemente señaló las mantas y las bolsas que él llevaba ―
Déjalas aquí. Bajaré luego a
recogerlas.
Changmin
comenzaba a agitarse mientras él se dirigía hacia las escaleras. Jaejoong lo
apretó contra su pecho; no quería que llamase su atención. Yunho no era tonto. Él
no quería que el físico de su hijo pusiese en funcionamiento el cerebro de su
padre.
Pero
notó cómo él lo seguía. No tenía ningún derecho. No quería que estuviese cerca
de él ni de su bebé. Se había quedado sin derechos en ese campo en el momento
en que la había tachado de ladrón y se había asegurado de que nunca volviese a
ser contratado como niñero.
Tomó
aliento tratando de calmarse, sabiendo que aquello no conduciría a nada más que
a ponerlo histérico. No tenía sentido enfadarse por algo tan mundano como la
mera educación.
Las
buenas maneras de Yunho lo habían impresionado cuando lo conoció en la casa que
su hermana y su cuñado tenían en una isla coreana. Lo había tratado como a un
invitado muy preciado, a él, que simplemente trabajaba como niñero mientras la
niñera oficial se recuperaba tras romperse una pierna. Así que, incluso aunque
lo tuviese por un ladrón, su educación le impediría marcharse y ver cómo él solo
subía sus cosas hasta el segundo piso.
Aun
así, para cuando él introdujo la llave en la cerradura de la puerta marcada con
el nombre de JongSuk, él estaba demasiado cerca. Su cercanía prácticamente le
quemaba en la piel. ¿Podría notar cómo se le había acelerado el pulso? Su
respiración era cada vez más rápida y sentía sus respuestas más primitivas
completamente descontroladas. Era detestable que su cuerpo aún reaccionara ante
él cuando lo odiaba con todas sus fuerzas.
― Gracias ― dijo sin saber cómo había
sido capaz de hablar. Estaba a punto de explotar. Él nunca había pretendido
nada de Yunho más que una simple aventura de verano. Pero su mundo se había
venido abajo al ver que Yunho había creído las palabras de esa esnob de clase
alta llamada Jun JiHyun, que le había creído a ella a pesar de que Jaejoong lo
hubiese negado todo. Y eso le había hecho sentirse rechazado y destrozado. Y el
hecho de que Yunho se hubiera encargado de apartarlo de la profesión que amaba,
había añadido resentimiento a todo aquello.
La
puerta se abrió, dando directamente al salón. Era el típico piso de soltero.
Los únicos toques de confort eran un sofá de cuero frente a una enorme
televisión de pantalla plana y una mesa baja con un par de latas de cerveza
vacías encima. Era evidente cómo vería Yunho, acostumbrado al lujo discreto y a
las antigüedades, aquel ático de techo bajo lleno de revistas de coches
apiladas y con las paredes ajenas a cualquier tipo de decoración.
― Adiós ― añadió Jaejoong. Ceñirse
a las formalidades era lo único que podía hacer. Se giró para mirarlo y vio
cómo colocaba las cosas en el sofá. Pero la dignidad era difícil de mantener
cuando Changmin le había agarrado el gorro de lana y se lo estaba bajando hasta
los ojos.
Los
ojos oscuros de Yunho se habían centrado en él. ¿Sentiría pena? Jaejoong
levantó la barbilla y trató de calmarse.
― Has sido muy... ― trató
de decir las palabras― muy amable. ¿Has preguntado cuándo puedo
pasar a recoger mi carrito?
Si la
tienda de caridad no le guardaba el cochecito más de un día, eso significaría
otro paseo bajo la lluvia con Changmin a cuestas. Aunque ese bruto arrogante no
habría pensado en eso, claro.
Yunho
levantó una ceja y esbozó una sonrisa.
― No lo harás ― contestó
él ― Lo he donado a la beneficencia ― junto
con un generoso cheque por cualquier problema que pudieran tener para tirarlo
en el contenedor más cercano. Yunho se metió la mano en el bolsillo del pecho.
― ¿Cómo te has atrevido? ― preguntó
él con sus ojos grises llenos de lágrimas ― No tenías ningún derecho a regalar mis pertenencias. ¡Tenía un valor
sentimental! ― exclamó sintiendo una mezcla de ira y
angustia en el pecho, recordando el día en que Kim HeeSun había aparecido por
la calle orgullosa con el carrito. Lo había conseguido gracias a una conocida
que trabajaba para una anciana adinerada que residía en Belgravia. Había estado
en el ático durante décadas, y la señora Gore― Blenchley se había sentido más
que complacida al saber que iba a ir a parar a un buen hogar.
«Piensa en los niños y niñas aristocráticos
que habrán dado sus paseos diarios en este carrito»,
había dicho Kim HeeSun. «Ya no los
fabrican así. Es de calidad. Mira lo bonito que es. Dame una hora y parecerá
como nuevo. Será perfecto para cuando nazca tu bebé».
La
anciana había estado a su lado durante sus veinticuatro años. Tras ser despedido
de su antiguo puesto cuando el padre de Jaejoong había vuelto a casarse al
morir su madre, Sunnie se había mantenido en contacto, escribiéndole cartas y
mandándole regalos. Y había sido ella la que la había acogido a su regreso de Corea.
Sin trabajo, embarazado y sin casa.
Y
ahora su vieja amiga se había ido por culpa de una apoplejía.
Con
las lágrimas resbalando por sus mejillas, se giró para encarar a Yunho,
sintiendo cómo la pena le quemaba en el pecho.
― No te importa nada que no venga en bandeja
de plata, ¿verdad? Ni siquiera los sentimientos de la gente. ¡Sal de mi vista!
¡Ahora! ¡Vete!
Yunho
se puso pálido, entornó los ojos y levantó la cabeza con orgullo. Nadie le
hablaba de ese modo. ¡Nadie!
Lo
miró con odio, sacó su cartera y tiró al suelo unos cuantos billetes.
― Consíguele a tu hijo algo más apropiado de
este siglo ― dijo con frialdad, y se marchó, lavándose las manos con respecto a su
hijo por segunda vez en su vida.
Gracias…
Pobre de mi Jae, la verdad es que le ha tocado muy duro y tras del hecho Yunho lo trata de esa manera tan humillante.
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no
les cuesta nada….
Gracias…
Pobre de mi Jae, la verdad es que le ha tocado muy duro y tras del hecho Yunho lo trata de esa manera tan humillante.
Que buen capitulo, ya tengo ganas de saber que más va ha pasar, gracias por una actualización más.
ResponderEliminarPobre de jj
ResponderEliminarQue cruel por parte de yh yo tmbn le guardaría rencor a el!
Ya quiero saber que más pasa^^
No tardes en actualizar
Gracias
Ya estoy odiando a Yunho è.é pobre Jae todo lo que tiene que pasar u.u
ResponderEliminarGracias por compartir ^^/ espero el siguiente cap :)
Ya estoy odiando a Yunho è.é pobre Jae todo lo que tiene que pasar u.u
ResponderEliminarGracias por compartir ^^/ espero el siguiente cap :)
Que mugre es Yunho, creyó en una vieja en lugar de Jae con quien ya estaba teniendo una relación, y además dejo a Jae embarazado, en fin haber que pasa?
ResponderEliminarGracias!!!
Mira Jung Yunho ... va a llefar el día en que este encuetro humillante te hará rograr el amor se Jae. No es a Jae a quien humilla lanzando los billetes como si de pordioceros se tratara y cuando sepa que Changmin es su bebe se le va a ir el orgullo hasta el suelo. Quien sea que haya inculpado a Jae estoy segura que deseará no haberlo hecho.
ResponderEliminarGrrrr... odio a yunho mode on. Abu pobre... jaesito, el tiene lindos sentimientos. Su aventura de cerano trajo consecuencias abuuu estare pendiemte al sgte capitulo.
ResponderEliminar:( no tenia derecho a regalar algo que no le pertenece. Con dinero no se arregla todo.
ResponderEliminarMe pregunto porq le prepararon esa trampa a Jae el no robaria nada y yunho debio creerle cuando le dijo.
Super interesante. Gracias por el cap amiga.
Que bueno se lee....mi pobre Jae sufriendo y Yunho con su soberbia agregando mas dolor .....muchas gracias
ResponderEliminarpobre Jae si que a sido muy cruel Yunho con el pero cuando se entere de que Jae tiene a su hijo si que regresara y querrá llevarlos con el o eso espero
ResponderEliminarGracias
Ya odio a Yunho, definitivamente.
ResponderEliminarnooo, cómo lo trata como basura a Jae, Yunho se arrepentirá de lo que le está haciendo a su familia. Está muy interesante la historia, no veo la hora de seguir leyendo .gracias
ResponderEliminarPobre Jae todo lo que ha pasado y mas con un bebe,Yunho ha cometido un error no creo que Jae sea un ladron
ResponderEliminarPobre bb Jae cuanto sufre.
ResponderEliminarPobre jae , yunho malooooooooo
ResponderEliminarEspero que yunho se arrepienta de todo lo malo que le esta haciendo a jae :(
Muchas gracias seguiré leyendo ❤
Ohhh.... 😱😱😱
ResponderEliminarJaejoong dice ser bueno... Pero Yunho cree lo contrario.... >< fue engañado y ya se va... Como volverá, como sabrá que el pequeño changmin II es su hijo... ><
Se va a leer el otro... ^^
Pues como estamos en cuarentena yo voy a provechar para leer aquí y allá. Ayy pobre Jae no o deja de darme rabia que YunHo lo trate así.
ResponderEliminar