― ¡Jae! ¡Acabo de oír lo que pasó! ― Junsu se precipitó en la habitación y casi
se me echó encima cuando me senté en la cama.
Era mi primo, unos años más joven que
yo, y el único amigo cercano que tenía en el mundo. Los dos éramos delgados
cuando se trataba de constitución, algo característico para los Kari, pero
aparte de las características faciales similares, no nos parecíamos en nada. Yo
era uno de los puros de origen, no afectado por las generaciones mezcladas con los
Rising Sun, y fui tocado por Dios al nacer, como tenía las cicatrices de tres líneas,
casi arañazos, a la izquierda de mi vientre. Era un don concedido sólo a algunos
hombres Kari, que nos dio la capacidad de tener un hijo. Mi pelo era negro Kari
y largo, y mis ojos eran plateados, el color poco común y transmitido del lado de
la familia de mi padre.
Ahora, Junsu era una mezcla. No tenía ninguna
posibilidad de tener niños, una característica de las mezclas y de los Rising
Sun. Su cabello era de color azul oscuro, alcanzando su hombro del lado izquierdo
y apenas tocando la oreja a la derecha, mientras
que sus ojos eran marrones. Todos los Rising Sun tenían los ojos marrones y el pelo
azul oscuro, pero sus marcas de la sien eran únicas, al igual que el color de los
ojos difería entre los Kari. Junsu carecía de las marcas de la sien, pero siempre
pensé que crecería como su lado Rising Sun y tendría más anchura y más altura que yo.
― Los hice cambiarlo ― susurré mientras me abrazaba.
― ¿Te quedarás aquí? ― Junsu preguntó esperanzado.
― No. Bueno, sólo si el rey no da su
consentimiento a mis términos. Entonces iremos a la guerra otra vez.
― ¿Consentimiento para qué? No seas así, Jae,
dime. ― Junsu gimió, cómodamente
apretado contra mi cuerpo.
― Ellos querían sólo entregarme a él. Hacerme
su Uralain y lavarse las manos de mí. Los hice escribir un contrato.
― No entiendo qué quieren decir con Uralain ― Junsu murmuró.
Con ese comentario en el aire habría
sido obvio para cualquiera que estábamos relacionados.
Pero luego Junsu sólo lo tomo como si nada.
― ¿Qué escribieron en el contrato?
― Solo que el rey no puede tener a nadie en su
cama excepto a mí, y quiero estar legalmente casado. Aunque podría haber sólo
pedido casarnos, y él habría tenido que cumplir con las leyes de la unión.
― ¡Pero es el rey! ¡Deseará un heredero! ― Junsu se apartó y me gritó angustiado.
― Es mejor morir que ser vendido como una puta
en alguna parte. ― dije
de nuevo silenciosamente.
― ¿Qué quieres decir con puta? ¿Qué significa
Uralain? ― Alargó la palabra.
― Eso significa que tengo que dormir con el
rey cada vez que quiera, sin ningún compromiso, y que cuenta con una sala llena
con otros como yo, que comparten su cama también.
Junsu jadeó. ― Me alegra
que dijeras que no ― Me
abrazó estrechamente y pude sentir sus lágrimas empapando mi camisa.
― ¿Firmará?
― No lo sé. Los consejeros deben haberle
enviado el contrato. ― Jugué
con las puntas del corte recto de su cabello.
― ¿Si lo hace, te veré otra vez? ― Preguntó esto en un hilo de voz, casi
haciéndome llorar también.
― No lo sé, pero supongo que no. Lo pedí por
seguridad, pero cedí todos mis otros derechos. Él será mi rey y sólo voy a ser
una decoración a su lado. ― Abracé
más cerca a Junsu, no queriendo pensar en la salida en absoluto.
Nuestra paz fue rota por Shindong mientras
se apresuraba a mi habitación sin molestarse en llamar. ― Tengo el
contrato, mi Príncipe ― dijo,
sin aliento.
― ¿Está firmado? ― Le pregunté, mientras Junsu se alejó
de mí y se paró a un lado.
― Sí, está firmado. Ahora tenemos que irnos. ― Shindong me apresuró de nuevo.
― Enséñame ― insistí, demasiado asustado como para confiar sólo en la palabra del
hombre.
Shindong dejó escapar un suspiro mientras
se acercó a mí, desenrolló el contrato, y me lo mostró. A pesar de sus protestas,
tomé el documento y comencé a leer. Fue una sorpresa que realmente escribieran
todo lo que había pedido y el documento tenía la firma y los sellos reales de ambas
casas.
Devolví el contrato, pero cuando Shindong
se apresuró otra vez, lo detuve, acercándome y mirándolo a sus ojos. ― ¿Estoy a salvo,
Shindong?
Por primera vez ese día, Shindong me miró,
realmente me miró, y capté la compasión en sus ojos.
― Sí, mi Príncipe, está a salvo.
Mentiría si dijera que no sentía alivio,
pero de todos modos, estaba asustado e indispuesto. No quería marcharme de casa
y yo no quería dejar a Junsu.
Hablando de él, Junsu estaba llorando,
de pie, dos pasos detrás de Shindong. Su hermoso rostro estaba desfigurado por
el dolor y las lágrimas. Cerré la distancia entre nosotros, abrazándolo muy cerca.
― Mi primo hermoso, regirás estas salas cuando
llegue el momento. Estas por encima de los tuyos y serás tan fuerte como yo sé
que eres. Los Kari no son nada sin su línea gobernante. Sabes que siempre
estarás en mi corazón. En esas noches
solitarias que me esperan, dedicaré un pensamiento a tu camino y trataré de no
llorar por la pérdida de mi mejor amigo. Mi familia. ― Besé su frente fugazmente y escapé tan
rápido como pude.
Por primera vez en días, Shindong estaba
persiguiéndome iba detrás de mí mientras me dirigía del palacio hacia el coche.
Mis cosas estaban cargadas ya a bordo y mientras subía al asiento, lo único que
quedaba por hacer era esperar unos momentos para que Shindong me alcanzara. A
pesar de mi edad, iba a ser mi escolta designado. Todavía estaba dispuesto a
apostar que decidían cosas tan triviales recurriendo al palillo más corto.
Las primeras horas del camino fueron
tranquilas. Estaba demasiado perdido en mis pensamientos, asustado, nervioso y
confundido. Creo que Shindong estaba sólo incómodo. No me podía imaginar estar
en sus zapatos. Sabiendo que todo el país dependía del concilio y entregaría a
su príncipe al rey de un país más poderoso no debió haber sido fácil. Sabía que
no me odiaban. Era un peón apenas perceptible en su reino: sin educación,
huérfano, completamente inexperto y sin ninguna habilidad digna de mención.
Pero mi padre estaba muerto. Existía la posibilidad
de que pudiera cambiar mis circunstancias, mejorar yo mismo. Se me ocurrió que
podía hacer preguntas, leer libros de mi elección, y tal vez aprender algunos hechizos
fáciles. Sabía que tenía magia. Había sido puesta a prueba cuando era sólo un niño,
pero mi padre nunca me permitió aprender cómo usarla.
― ¿Cuándo tendrá lugar la ceremonia? ― Le pregunté a Shindong, sintiéndose
extrañamente animado.
Se sorprendió al principio, pero respondió:
― Nos dijeron que los asistentes se encargarían de usted. Una vez que esté
listo, será llevado ante el jefe del concilio y al rey. Leerán los votos allí.
― ¿Será privada? ― Estaba sorprendido. Después de todo,
un rey y un príncipe se estaban casando. Había esperado una celebración de
algún tipo.
― El rey no quiere provocar insatisfacción entre
su pueblo. Algunos no verían con buenos ojos al heredero de Kari sentado en el trono
junto a su rey.
Eso tenía sentido, pero aún así me hizo temer
por mi futuro. No esperaba ser ocultado a los ojos del público. ― ¿No lo acompañare
en las reuniones del consejo y a las relaciones con el pueblo?
― Me dijeron que no. Se limitará a sus
habitaciones hasta que la paz entre nuestros pueblos se restablezca.
No era lo que esperaba, pero de nuevo, no
era muy diferente de la vida que ya tenía. Mi padre me permitió muy pocas libertades
también.
― ¿Qué acerca de sus Uralains? ¿Voy a verlos? ― Era uno de mis temores. Yo era inexperto,
pero no era un completo tonto. Una gran cantidad de hombres, y mujeres, se quedaría
sin la atención del rey, y todos ellos me culparían.
― Han sido asignados a diferentes tareas o
enviados a otras casas. El rey Yunho se aseguró de ello tan pronto como firmó el
contrato.
― Bien. Gracias ― le dije a Shindong. Estoy seguro de
que estaba visiblemente aliviado.
― Nunca hubiéramos aceptado tal acuerdo si no
fuera por su insistencia, mi Príncipe. ¿Entiende lo difícil que es sobrevivir
al nacimiento de un hijo? No habríamos arriesgado su vida.
― ¿Y estar en la cama permanentemente al
servicio del rey es mejor? Tendría que estar con muchos otros, siempre listo
para servirlo entre sus sábanas, pero también correr el riesgo de ser herido
por los amantes celosos o vendido una vez que mi utilidad haya expirado. ― tragué con rabia.
― Mi Príncipe, que cosas dice. El rey habría
asegurado su seguridad, y nunca lo hubiera vendido. Es un príncipe, demasiado
valioso, incluso perdiendo tu trono.
― No hay ninguna garantía. Habría sido otro
esclavo. De esta manera, tengo un lugar
en su casa, y aunque muera dando vida, una parte de mí sobrevivirá.
― Espero que su vida resulte ser larga y
alegre, con muchos niños que le hagan compañía ― dijo Shindong, con una curva en sus labios.
Esto fue suficiente para hacerme sentir
un poco mejor y le mostré mi primera sonrisa genuina de ese día.
En algún momento cerré los ojos y la próxima
vez que los abrí, el carruaje estaba inmóvil y Shindong me apretaba el brazo, tratando
de despertarme.
― Estamos aquí, mi Príncipe.
Me senté erguido, parpadeando alejé el
sueño y con una respiración profunda, salí.
ahora si Jae agárrate que conoceras a tu rey y no lo querrás dejar nunca mas
ResponderEliminarPobre Jae, esta pasando por algo terrible, no comprendo por qué el Rey, su padre lo privó de comocer sus responsabilidades. Su hijo era futuro rey de su pueblo y tal parese que veia a Jae como un giñapo sin caracter incapaz de llevar a su pueblo como gobernante. Ay Diooos se van a ver por primera vez¡¡¡ esto se pone bueno¡¡¡¡
ResponderEliminarQué raro que yunho lo haya aceptado con tanto facilidad, no sé si es confiable
ResponderEliminarGracias por el cap
Que pretendia el padre de Jae al no querer enseñarle nada de su reino, de la vida, pero bueno haber como le va con su rey.
ResponderEliminarGracias!!!
Bueno me guarde lo mejor ,empiezo a leer mi linda ,ya me atrapo pobre Jae siempre le toca lo mas difícil.....o no ....a leer. gracias
ResponderEliminarQue padre mas extraño, como iba a heredar a JJ el reino alguna vez, si nunca lo preparó para ello. Lo mantuvo ignorante y casi encarcelado. Ojalá que todo sea mejor ahora.
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