Changmin se despertó de repente en la
oscuridad. Un dolor sordo y pesado presionaba su vientre, una sensación de
vacío y deseo insatisfecho. De alguna manera, debía haberse girado mientras
dormía, no un sino al menos un par de veces, dado el ancho de la cama, porque
en vez de estar al borde, estaba muy cerca del lado de Hayami. Lo sabía porque
estaba tumbado de cara a él, y podía ver la curva de su hombro desnudo. Si se
moviera un poco más, casi podría acurrucarse contra su espalda…
Se obligó a darse la vuelta y regresar
lentamente a su lado de la cama. Una vez allí, miró la esfera luminosa de su
reloj de pulsera, que había dejado en la mesilla. Eran las dos y media. La
habitación estaba en silencio, el único movimiento que se percibía era el de la
cortina. El corazón de Changmin dio un bote. Si la ventana estaba abierta, la
araña podría volver a entrar.
De inmediato, se la imaginó entrando por
la ventana, cayendo al suelo y acercándose a la cama. Los dedos de sus pies se
curvaron bajo las sábanas y un escalofrío de aprensión recorrió su espalda.
Quería levantarse e ir a comprobar la ventana, para recuperar la paz, pero le
daba miedo hacerlo. Intentó pensar en otra cosa, pero lo único que se le
ocurría era cuánto deseaba que las cosas hubieran sido distintas unas horas
antes.
En realidad lo que deseaba era haber
sido él el distinto. El tipo de joven con la confianza necesaria para disfrutar
del placer sensual de estar en brazos de Hayami, en vez de recordarse a sí mismo
la razón por la que no podía permitir que la situación llegara a su conclusión
natural. Si lo hubiera hecho, seguramente estaría durmiendo a salvo en sus
brazos, repleto y satisfecho tras hacer el amor, en vez de estar allí solo, aun
deseándolo, aterrorizado por el posible regreso de la araña y trágicamente
consciente de cuánto lo había airado con su conducta.
Tendría que haber puesto fin al asunto
antes de que llegara tan lejos, pero la intensidad de su respuesta a él lo
había pillado desprevenido. Nunca antes se había permitido estar en una
situación similar. Y, dado que él era un hombre muy atractivo y poderosamente
sensual, ningún joven digno de ese nombre podría evitar que Hayami lo excitara.
Y él era un joven, sin duda, como habían demostrado sus recién descubiertas
necesidades sensuales.
En ese momento deseó haber vivido su
vida de otra manera y haber adquirido la experiencia necesaria para responder a
Hayami tal y como habría deseado, de forma fácil y natural. Habría sido
maravilloso volver la vista atrás en el futuro y saber que había vivido el
momento al máximo. Había empezado su aventura resentido con Hayami y con todo
lo que él creía que representaba, originariamente por su negativa a ofrecerle
un empleo. Pero, tras lo que había descubierto de él y de su infancia, tras
saber que ambos eran los hijos del medio, tenía la sensación de que los unía un
vínculo especial, aunque Hayami no fuera consciente de ello.
Un crujido de la cortina lo devolvió al
miedo y soltó un grito de pánico.
Hayami se despertó de inmediato, se
sentó y encendió la lámpara de su mesilla. La cálida luz iluminó la cama y el
rostro tenso y asustado de Changmin.
— ¿Crees que está abierta la
ventana? — Preguntó él — Si
es así, la araña podría volver a entrar.
Él había herido su orgullo antes, y lo
castigaría por eso, pero Hayami decidió que no se aprovecharía de un miedo muy
real. Nunca se permitiría caer tan bajo. Aunque estuviera seguro de que una
mezcla de su naturaleza competitiva y de su ira, por negarle un empleo, lo
habían llevado a aprovechar la oportunidad sexual que le había dado para
demostrarle que podía superarlo, eso no implicaba que él fuera capaz de
utilizar su miedo fóbico en contra suya.
Hayami había visto a su padre utilizar
esas tácticas demasiado a menudo para rebajarse a utilizarlas él. Además una
victoria basada en la debilidad de otra persona, en vez de en su propia fuerza,
no era una victoria para Hayami. No, cuando él admitiera que lo deseaba tanto
que nada más importaba, sería porque quería estar en sus brazos, no porque el
miedo lo hubiera llevado a ellos. Su padre lo habría insultado por ello, sin
duda, desdeñándolo, pero la opinión de su padre ya no importaba. Había superado
esa etapa, y el rasero que utilizaba para medirse como hombre era la estimación
moral de sí mismo.
— ¿Quieres que compruebe la
ventana? — ofreció con voz
serena.
— ¿Te importaría? — en su voz se oyó un mezcla de
esperanza e incredulidad. Para él, era nuevo que un hombre, sobre todo uno como
Hayami, se ofreciera a realizar un acto de valentía en su lugar. Se sentía
confuso e inseguro de sí mismo, demasiado consciente de que había entrado en un
terreno desconocido, en el que se sentía muy vulnerable.
No se le había ocurrido que podría
llegar a sentirse tan atraído por Hayami y tan impotente e incapaz de
resistirse a esa atracción. El Jung Hayami que había construido en su cabeza a
través de lo que Chansung le había contado de él y, más importante, lo que
había decidido él después de que rechazara sus solicitudes de trabajo,
ignorando sus excelentes cualificaciones, no se parecía en nada al hombre que lo
había tenido en sus brazos un rato antes, ni al hombre con el que estaba en ese
momento.
Intentó imaginar, sin éxito, a su padre
o a sus hermanos haciendo la oferta que Hayami acababa de hacerle respecto a su
aracnofobia. Lo querían, era indudable, pero la educación recia y competitiva
impartida por su padre los había afectado a todos. Changmin lo había
comprendido cuando salió al mundo y empezó a ganarse la vida. Al observar a los
padres de sus alumnos, resultó obvio que muchos de ellos daban a sus hijas y
doceles un trato muy distinto del que daban a sus hijos.
No podía negarle a su padre el mérito
por haber insistido en tratarlos a todos con igualdad, había hecho cuanto pudo
por ellos, y no debió de resultarle fácil perder a su esposa cuando eran tan
pequeños. Todos habían sufrido por ello, pero Changmin sospechaba que su
pérdida había sido mayor. Sin un modelo de rol femenino que seguir y del que
aprender cómo desarrollar la feminidad que se esperaba de él, había sentido tristeza
e incluso cierta envidia al ver a otros padres con sus hijas e hijos doceles. Changmin
había comprendido, al ver a los doceles coquetear y bromear con sus padres, que
estaban aprendiendo, sutilmente, a utilizar sus dones femeninos, algo que él no
había llegado a hacer.
Era verdad que había aprendido a moderar
la forma directa y sin tapujos de hablar y comportarse que su padre les había
enseñado a todos, y eso había hecho que se sintiera más cómodo consigo mismo.
Pero a la hora de flirtear era como un malabarista que lanzara las mazas por
primera vez y, de inmediato, cayeran a su alrededor sin haber conseguido
mantenerlas en el aire ni un segundo. Eso hacía que volviera a asumir su
comportamiento defensivo de chicazo duro, y llevaba a los hombres a alejarse de
él.
Hayami, que contemplaba las sombras que
se sucedían en su mirada, descubrió que quería saber a qué se debían. A
diferencia de otros miembros de su sexo, apenas había hablado de sí mismo.
Conocía lo básico, dado el número de solicitudes de empleo que había
presentado, pero incluso en la sección dedicada a comentarios personales sobre
aspiraciones y esperanzas, sus palabras habían sido escuetas, a veces incluso
agresivas, centrándose sólo en sus deseos profesionales. Sin embargo esa noche,
su respuesta a él había sido intensa; su pasión se había fundido con la de él,
en vez de competir con ella.
No había intentado controlar su
intimidad. Sorprendentemente, dado lo que sabía de él, había esperado a que él
diera la pauta. Se preguntó por qué. Tal vez había creído que tendría más
posibilidades de salirse con la suya después, actuando así. Iba a sufrir una
gran decepción si había esperado que cambiara de opinión y le ofreciera un
empleo. Era cierto que estaba más cualificado que muchos de sus pilotos, pero
su presencia entre ellos causaría problemas.
Si hubiera sido menos atractivo o menos
claro en sus opiniones, podría haberse sentido tentado a romper su propia
regla, pero le parecía obvio que crearía el caos entre sus pilotos. Algunos lo
apoyarían por su aspecto, otros se opondrían a él por su naturaleza
competitiva. En cualquier caso, el resultado sería una división de opiniones
potencialmente peligrosa. Cuando contrataba a un piloto necesitaba que se
centrara por completo en su trabajo, no en un joven como Changmin.
Si había conseguido llegar al corazón de
él, que se enorgullecía de ser inmune a cualquier tipo de manipulación
femenina, sus pilotos no tenían escapatoria posible.
Quería saber por qué estaba tan empeñado
en trabajar para su aerolínea y si tenía razón al sospechar que, tras no
haberlo conseguido gracias a su destreza como piloto profesional, pretendía
conseguirlo utilizando otras técnicas.
Hayami se dijo que sólo había una forma
de averiguarlo. Apartó la ropa de cama y se puso en pie. Solía dormir
totalmente desnudo, pero esa noche se había puesto ropa interior limpia tras
ducharse, aunque no había imaginado que tendría que asumir deberes contra la
invasión de arácnidos en mitad de la noche.
Fue hacia la ventana, pero se detuvo
junto al lado de la cama que ocupaba Changmin un momento.
— No mencionaste tu
aracnofobia en ninguno de tus currículos, que yo recuerde— comentó.
— Mis hermanos se han
burlado tanto de ella a lo largo de mi vida que he desarrollado un segunda
fobia, que es admitir la primera — bromeó Changmin, incorporándose en la cama y
encogiendo las rodillas, por si la araña andaba cerca. Era difícil concentrarse
en bromear cuando Hayami estaba tan cerca y con tan poca ropa.
Su cuerpo era muy musculoso y se
estrechaba desde los hombros, formando un atlética y masculina forma de uve.
Tenía el pecho salpicado de suave vello oscuro que descendía como una flecha
sobre su vientre plano hasta desaparecer por la cinturilla de sus calzoncillos.
Una prenda que, aunque perfectamente respetable, revelaba su indudable
virilidad. Intentó desviar la vista. Se tragó un traicionero suspiro de deseo
al pensar que era magníficamente masculino. Se preguntó qué se sentiría siendo
el tipo de joven con la confianza suficiente para tocarlo allí íntimamente.
Enrojeció por el peligroso rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Rezó
para que él no hubiera notado que no había podido resistirse a mirarlo.
Hayami sí lo había notado, pero estaba
más preocupado por controlar la reacción de su cuerpo que por la mirada en sí.
No entendía que un mirada de un joven, de quien tenía razones para sospechar
que intentaba manipularlo, consiguiera excitarlo de inmediato, cuando no solía
tener ninguna dificultad para resistirse a jóvenes que se empeñaban a fondo en
seducirlo.
Giró hacia la ventana, recordándose su
propósito.
— Sé que la mayoría de los
chicos pasan por una etapa en la que disfrutan pinchando a las chicas y doceles,
pero habría imaginado que tus padres, especialmente tu madre, habrían
intervenido al descubrir que tu fobia era auténtica.
— Nuestra madre murió cuando
tenía ocho años. Un coche la atropello cuando iba a recogernos al colegio. Mi
padre pensó que la mejor manera de superar mi miedo era avergonzarme para que
no lo sintiera. Siempre nos animó a competir entre nosotros; supongo que pensó
que si los chicos se burlaban de mí, haría cualquier cosa por demostrar que no
tenía miedo. Lo intenté — se encogió de hombros con expresión de derrota — Odiaba
rendirme y que me llamaran llorica. Pero no conseguí dejar de tener miedo.
Hayami se alegró de estar de espaldas a él,
y no sólo porque la mirada de Changmin lo hubiera excitado. Había algo más que
no deseaba que viera. Sentía una inesperada oleada de pena e ira. Tuvo que
tragarse una instintiva crítica a su padre por no haber manejado mejor la
situación. Incluso si él no era consciente de cuánto estaba desvelando, había
captado en su voz un deje defensivo que sugería que sabía que le habían
fallado, pero él también sabía que defendería a su padre y hermanos de
cualquier crítica.
— Tiene que haberte
resultado difícil crecer sin una madre — comentó, cuando recuperó el control.
— No más difícil que a mis
hermanos, o que a ti y a los tuyos — respondió Changmin de inmediato.
Se miraron. Hayami entendía muy bien lo
que él estaba sintiendo. Por razones que no deseaba analizar, se sintió incapaz
de presionarlo más. Se dijo que no era porque despertara sentimientos de
ternura en él. Era porque no quería aprovecharse injustamente de él cuando era
obvio que se sentía muy vulnerable. Se lo imaginó como un niño preadolescente,
alto y anguloso, defendiéndose y compitiendo a todas horas, un niño docel
creciendo en un ambiente masculino sin su madre.
Hayami rechazó la imagen. No era así
como quería pensar en él. Al fin y al cabo, sin duda habría aprendido a manejar
a su padre a su antojo, y a sus hermanos también. Sin embargo no podía dejar de
pensar en lo difícil que debía haber sido su infancia. No igual que la suya,
dado que eran dos personas muy distintas con nada en común. Que ambos fueran
los hijos del medio, y huérfanos de madre, no significaba nada. Nada en absoluto.
Retiró la cortina para revisar la
ventana, que estaba entreabierta. La cerró con firmeza y luego miró el suelo y
la pared que la rodeaban.
— Ahora está cerrada y no
hay rastro de intrusas — dijo, volviéndose hacia Changmin. Él asintió con la cabeza y soltó el
aire con alivio.
— Gracias. Sé que estarás
pensando que soy un tonto, aunque no lo hayas dicho.
— Tonto por tener miedo de
las arañas, no. Pero tonto por tu forma de arriesgarte en otros sentidos, sí.
Era lo más que iba a acercarse a
advertirle sobre sus sospechas. Si tenía sentido común, abandonaría cualquier
intento de iniciar una batalla entre ellos que no ganaría. Él nunca permitía
que lo manipularan hasta vencerlo, en ningún caso. Y él no iba a ser la
excepción, por mucho que compartieran ciertos aspectos de su historia familiar.
Él se preguntó a qué se refería al decir
que era tonto al arriesgarse en ciertos sentidos; estaba seguro de que no era
ningún halago. La dura fachada que Changmin solía presentar al mundo
normalmente lo habría llevado a retarlo y a discutir, pero el Changmin interior
era muy sensible a sus críticas y no quería arriesgarse a que lo hiriera más
pidiéndole explicaciones.
Hayami dejó caer la cortina. Volvía a la
cama cuando, de repente, se detuvo.
— No veo rastro de tu amiga
pero, si te tranquiliza, estoy dispuesto a cambiarte el lado de la cama, así
estarás más lejos de la ventana.
Se preguntó qué diablos lo había llevado
a hacer esa oferta. No debería estar tan pendiente de sus miedos, o él pensaría
que lo tenía tan atrapado que deseaba complacerlo, y no era el caso.
Changmin lo miró con expresión de
asombro y gratitud. No estaba acostumbrado a que la tratasen así y, en ningún
caso, lo habría esperado de Hayami.
— ¿Lo harías? — Dijo con expresión maravillada — Sería
muy amable por tu parte.
Él pensó que estaba excediéndose tanto
en su expresión de entusiasmo y agradecimiento que, si hubiera podido, habría
retirado la oferta. Pero se limitó a encogerse de hombros.
— No lo creas. Simplemente
me gustaría dormir un poco — dijo con tono brusco.
De inmediato, la luz de los ojos de Changmin
se apagó y lo miró con aire avergonzado. Por supuesto, no lo hacía por él, y,
por supuesto, quería dormir en paz. No se atrevió a pedirle disculpas. Él
notaría en su voz la mortificación que sentía. Changmin se trasladó a su lado
de la cama y se tensó al captar el aroma de su piel en las sábanas que él había
ocupado hasta hacía unos minutos. Si el miedo a la araña no le impedía dormir,
sin duda lo haría sentirse envuelto por el calor y aroma del cuerpo de Hayami.
Se tumbó de espaldas a él, pero eso no
le impidió notar el hundimiento del colchón cuando él se metió en la cama.
Cerró los ojos con fuerza intentando obviar su cercanía; sin embargo, le
resultó mucho más difícil que antes. Tal vez porque la intimidad verbal que
habían compartido había conseguido que se sintiera tan vulnerable como con la
intimidad sexual de antes.
Notó que el colchón se hundía más.
Estaba moviéndose hacia él. Se preguntó si iba a cumplir su amenaza:
demostrarle que lo deseaba. Contuvo el aliento con anticipación, en vez de con
la ansiedad que tendría que haber sentido. Estaba a su lado. Sentía el calor de
su cuerpo y el roce de su pierna. El anhelo envolvió su cuerpo como lava
caliente.
Él estiró el brazo por detrás de él, tal
vez para darle la vuelta. Derretido de deseo, se movió instintivamente hacia
él.
— Puede que tú quieras
dormir con la luz encendida, para vigilar por si reaparece tu amiga, pero me
temo que yo no —
se estiró, apagó la lámpara de la mesilla y se alejó de él.
Changmin se dijo que podría haber sido
peor. Podría haberse dado cuenta de lo que él sentía o, peor aún, él podría
haberlo acariciado. Eso sí que habría sido humillante. Al menos, de esa manera
sólo tenía que soportar el dolor de su deseo, no el de un corazón herido. Un
corazón herido… Se dijo que Hayami no podía herir su corazón porque no
significaba nada para él. Nada en absoluto.
Pero estar tendido bajo él mientras se
estiraba para apagar la luz había provocado una potente descarga de deseo de la
que Changmin era incapaz de liberarse. Sólo podía pensar en cómo sería
compartir con él la intimidad del sexo y además sentir la tierna calidez de sus
brazos y la seguridad de su protección. No entendía lo que le estaba
ocurriendo. Ese tipo de pensamientos eran inapropiados e indeseados y, peor
aún, peligrosos y dañinos.
Hayami, irritado, se preguntó qué
diablos le ocurría. Tumbado en la oscuridad, estaba luchando contra su
necesidad de acercarse a Changmin. Por mucho que odiara admitirlo, anhelaba
tomarlo en sus brazos y acariciarlo hasta que volviera a ser el joven entregado
que había sido antes.
La intensidad de su deseo era nueva para
él. No era ningún jovencito inexperto. El estar compartiendo una cama con Changmin
no tendría que haber provocado que su cuerpo lo deseara. El problema era que
llevaba demasiado tiempo sin practicar el sexo. La potente mezcla de necesidad
emocional y física que lo atenazaba no era personal. Llevaba demasiado tiempo
centrándose en el trabajo y había permitido que él le llegara al corazón y le
hiciera sentir una peligrosa curiosidad hacia su persona. Algo que no habría
ocurrido nunca si su deber familiar no lo hubiera obligado a ir al castello.
Regresar al hogar de su infancia le
había traído demasiados recuerdos indeseados. Por eso Changmin había despertado
su compasión. Oírlo hablar de su infancia lo había acercado más a la
infelicidad de la suya. Al menos su padre lo había querido a su manera; el de
él no lo había querido nunca y no había dudado en decirlo. Las cosas no habían
cambiado. La hostilidad de su padre hacia él seguía presente, sustentada en un
colérico desdén. Hayami pensó que él nunca se comportaría así con sus hijos.
Todos serían igual e individualmente queridos, cada uno apreciado y valorado en
sí mismo, al igual que sus doceles e hijas.
Hijos, doceles e hijas. Sin duda le
ocurría algo extraño para pensar así. Ya había decidido que era improbable que
llegara a ser padre, pues no creía que fuera a encontrar un joven que le
inspirara suficiente confianza como para asumir la clase de compromiso que
requería tener hijos. Aunque fuera un pensamiento anticuado, quería que sus
hijos crecieran en un matrimonio de los que duraban toda la vida, por ellos,
más que por él. Le gustaban los jóvenes bellos, y no se avergonzaba de ello,
pero tenía la sensación de que los jóvenes modernas utilizaban su belleza como
un bien que podían vender al mejor postor, pasando de matrimonio a matrimonio y
enriqueciéndose con cada nuevo acuerdo de divorcio, tal y como había hecho
Sofia.
Shim Changmin era menos ambicioso. Sin
duda se conformaría con entregar su cuerpo por un puesto de piloto en su
aerolínea. Considerando cuánto lo deseaba en ese momento, tal vez merecería la
pena ofrecerle ese empleo. Pero Hayami sabía que no lo haría. Su orgullo no se
lo permitía y, además, tenía deberes para con sus pasajeros y clientes. El
único problema era que llevaba demasiado tiempo sin un amante. Era imposible
que él se permitiera desear a un joven que sabía estaba utilizándolo para sus
fines.
Pasó mucho tiempo antes de que Changmin se
durmiera, y aún más hasta que Hayami hizo lo propio, prometiéndose que ganaría
a Changmin en su propio juego. Antes de que concluyera el fin de semana, le
demostraría que podía hacer que lo deseara más que él a Changmin. Por mucho que
intentara manipularlo no iba a ganar, ni tampoco conseguiría un empleo en su
aerolínea.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Y sigue en aumento mi frustración!!!!
ResponderEliminarGod se desean a mas no poder pero son tan tercos aish XD ...pero veremos quien cae primero Hayami ><
ResponderEliminarCada que abren la boca ese par deja salir pedasos de su corazón, sentí a ChangMin tan vulnerable que me dieron ganas de apapacharlo. Al inicio casi me muero de risa por que resultara aracno fobico, luego me brotó la empatía y termine como Hayami sintiendo ganas de zapear al padre de ChangMin y a sus hermanos. Hayami sigue queriendo convencerse a sí mismo pero la verdad es que quien va a perder la partida es él. Este es uno de los fines de semana mas largos que he leido en un fic creo jajaj y todo lleno de estire y afloje jiji.
ResponderEliminar