Aunque era medianoche, seguía totalmente
despierto y el jardín prohibido que había bajo su balcón era demasiado tentador
para resistirse a él. Más aún porque estaba prohibido. Se preguntó qué daño
podía hacer que bajara la escalera y echase un vistazo. Ninguno en absoluto.
Obviamente, Hayami era el tipo de hombre que imponía reglas sin razón, para
alardear de su poder.
La camisola sin tirantes y los
pantalones por debajo de la rodilla que llevaba eran lo bastante prácticos y
respetables para bajar al jardín. Y si Hayami lo veía, tampoco ocurriría nada.
No protestaría. Necesitaba demasiado su
colaboración durante el fin de semana para encerrarlo en una mazmorra, o lo que
quiera que hubieran hecho sus antepasados con la gente que se oponía a ellos de
alguna manera.
Mientras bajaba por la estrecha escalera
de hierro forjado, Changmin pensó que era intrigante que, a pesar de la
admiración y agradecimiento que Hayami sentía hacia su hermano mayor, no
confiara en él lo suficiente para hacerle partícipe de su farsa que,
ostensiblemente, iba a poner en práctica por su padre.
Como ambos eran los hijos de en medio, Changmin
intentó ponerse en su lugar. Shingdon nunca había sido su protector de la forma
en que Jung Yunho parecía haberlo sido de Hayami, así que no era el mismo caso.
Pero se recordó que, la última vez que había estado con sus hermanos, él había
sido muy consciente de ser el único no emparejaba de los tres.
Llegó al jardín, pero se quedó inmóvil,
digiriendo la realidad de lo que acababa de admitir sobre sí mismo. Pero
decidió que no era equiparable a lo que Hayami planeaba hacer y, además, el
hermano mayor de él no tenía pareja. Ni siquiera sabía por qué se molestaba en
intentar entender sus motivaciones. No se merecía su comprensión.
Entró en el jardín, intrigado por el
largo y estrecho canal.
— Ahhhh… — el súbito impacto de chorros de agua
helada golpeándolo desde todas direcciones, llevó a Changmin a gritar e
intentar apartarse de los surtidores que estaban empapando su ropa y su pelo.
— Te advertí que no bajaras
aquí.
Una mano firme se cerró sobre brazo
mojado y tiró de él, apartándolo del canal y llevándolo hacia otro tramo de escaleras.
— Pero no me advertiste que
habías tendido un trampa por si lo hacía — se quejó Changmin, empapado y tiritando de frío.
— No seas ridículo. Los surtidores de
agua son la razón de que te dijera que no salieras al jardín. En otros tiempos
eran un rasgo característico de los jardines italianos renacentistas,
instalados para divertir a sus propietarios y empapar a los invitados
desprevenidos. Estos están siendo restaurados, y eso nos impide apagarlos hasta
que lleguen las piezas que faltan.
— Si me hubieras dicho eso
desde el principio, no habría salido al jardín.
— Mi advertencia debería
haber bastado. Habría servido con cualquiera menos con un joven que insiste en
comportarse como un niño rebelde.
Seguía agarrándolo y Changmin intentó
zafarse de él. Su movimiento activó un luz de seguridad que iluminó la zona
pavimentada con mármol en la que se encontraban y un estatua que sujetaba un
cesta de uvas, y reveló el hecho de que la camisa que Hayami había lucido
durante la cena estaba pegada a su torso y que el remojón había hecho que su
pijama se volviera completamente transparente.
El gritito de pánico de Changmin,
combinado con su frenético intento para retroceder hacia las sombras, provocó una
exclamación impaciente de Hayami, que tenía los labios tensos y curvados hacia
abajo.
— Tu modestia es
risiblemente innecesaria — farfulló — Incluso si fueras el joven más deseable del
mundo y llevara toda la velada anticipando el momento de llevarte a la cama, tu
aspecto en este momento habría congelado mi ardor más de lo que los surtidores
han empapado tu ropa. ¿Qué diablos llevas puesto, por cierto?
— Un pijama — contestó Changmin.
— Horrible. Un joven sólo
debería dormir cubierta por los brazos de su amante o su propia piel.
A esas alturas, el incómodo abrazo que
estaba sufriendo empezaba a hacer que Changmin tiritara y anhelara un de las
gruesas y esponjosas toallas que había en el cuarto de baño de su suite.
— Bueno, ahora que hemos
dejado claro que no nos excitamos el uno al otro, y que el sexo al aire libre
no es una opción, ¿te importaría decirme cuál es la ruta más rápida y seca para
volver a mí habitación? — para cuando terminó de hablar, tiritaba tanto, que los dientes le
castañeteaban.
Él, en cambio, estaba predecible y
arrogantemente guapo; como el vencedor mirando el botín con desdén tras la
batalla. La luz iluminaba sus pómulos esculpidos y su viril mandíbula. Él sintió
un extraño estremecimiento.
— Por aquí — le dijo Hayami, señalando la escalera
— Es un camino bastante largo, pero seco.
Los escalones llevaban a un balcón mucho
más ancho que el suyo, en el que había una mesa y sillas, y a una puerta
abierta tras la que se veía un dormitorio obvia y magníficamente masculino,
iluminado por una lámpara moderna de madera y plata.
Changmin miró a Hayami, luego la
habitación, y de nuevo a él, resistiéndose a la firme presión de su mano en la
parte baja de su espalda.
— Pero es tu dormitorio — dijo como un tonto.
— Correcto. También es la única
forma de volver a tu habitación sin pasar por el jardín.
Sonó exasperado e irritado, pero Changmin
se había distraído con el delicioso calor que estaba invadiendo su cuerpo con
el contacto de su mano en la espalda. Si se inclinaba hacia él, la calidez se
incrementaría y extendería más, llegando a sus pies, por ejemplo, para subir
hacia su…
— Esto es culpa tuya — lo acusó. Sin duda lo era, nadie
antes le había hecho desear absorber el calor de su contacto de una forma tan
sensual.
— Fuiste tú quien lo inició
todo.
Changmin, herido por la aseveración,
giró en redondo y se defendió indignado.
— No, de eso nada. Me has
tocado tú. ¡Oh!
¡Oh!, sin duda. La expresión de Hayami dejó
muy claro que se referían a cosas distintas. Changmin enrojeció cuando él, que
había estado mirando su rostro, recorrió su cuerpo con los ojos, deteniéndose
en la curva de su pecho, tenso contra la camisola empapada. La intensidad de su
mirada consiguió, para su vergüenza, que sus pezones se tensaran y
endurecieran, haciéndole desear abrazarse para ocultarlos.
Hayami se advirtió que lo que estaba pensando
no era buena idea. Él no era su tipo y, además, su papel temporal en su vida
debía limitarse a un mero negocio. Pero el ridículo comentario había despertado
su sentido del humor y, además, su pecho era absolutamente delicioso. Lo sería
aún más sin la camisola que se pegaba a él, bajo sus manos, mientras acariciaba
los duros pezones con labios y lengua. En realidad no podía hacer ningún mal.
De hecho, añadiría autenticidad a sus papeles.
Hayami iba a tocarlo, besarlo, y quizás
más que eso. Changmin sintió pánico y retrocedió hacia el interior de la
habitación.
Hayami lo siguió, su instinto depredador
se había despertado.
— Dijiste que no me deseabas — le recordó Changmin cuando estiró el
brazo hacia él y lo atrajo hacia sí.
— Tú dijiste que no me
deseabas a mí —
lo retó él, frotando la nariz contra la suya, con un erotismo tal que él sintió
que un corriente, equivalente a la de un docena de motores de jet, surcaba su
cuerpo. La voz de él había sonado junto a sus labios igual que un susurro, tan suave
como retazos de nube al amanecer — Y mentiste — añadió.
Changmin tragó aire y, con él, se tragó
también una docena de objeciones. La lengua de Hayami estaba trazando los
contornos de su boca y la intimidad del acto lo dejó mudo. Cualquier idea de
batallar verbalmente con él quedó acallada. Admitió para sí la imposibilidad de
hacer nada, mientras la suave e incitante caricia de la experta lengua
masculina adquiría fuerza y aprovechaba su momento de debilidad. Se aferró a
los hombros de Hayami mientras su respuesta a la posesión sensual de su beso
ascendía en espiral hacia las alturas, tan alto que pensó que le faltaba el
oxígeno.
Él se preguntaba cómo un joven tan
testarudo, irritante y peleón podía aferrarse a él, impotente, rendido a la
sensualidad que se había encendido entre ellos.
Cómo podía derretirse en sus brazos y en
sus besos como si hubiera nacido para ello. Y, también, por qué él era tan
estúpido como para responder a esa reacción igual que un adolescente inexperto
que nunca hubiera visto a un joven excitado.
Hayami no tenía respuesta. Pero sí sabía
que la reacción de él le había incitado a apartar su ropa húmeda y rodear su
torso con las manos, a atormentarse retrasando el momento de deslizarlas hacia
arriba, sentir el peso de su pecho, acariciarlos, frotar sus pezones con los
pulgares y sentir la corriente de placer que se desató en su cuerpo. Oyó y
sintió su gemido en los labios mientras lo besaba.
Ese gemido de placer surcó su cuerpo
como un relámpago. Quería más: quería su piel desnuda bajo manos y labios, oír
sus gritos de deseo en la oscuridad que envolvía su cama. Quería conocerlo,
disfrutar de él y proporcionarle un placer y una satisfacción únicos en su
experiencia sexual. Lo había retado y, al hacerlo, había minado la hostilidad
que sentía hacia él; la sensualidad de su respuesta, era como una cucharada de
miel tras una de vinagre: irresistible.
Pero Hayami sabía que debía resistirse o
enfrentarse a las consecuencias. El motivo por el que le había dado entrada en
su vida no permitía ninguna intimidad real entre ellos. La prohibía.
Aunque su cuerpo se resistía a la lógica
de su mente, Hayami no era un hombre que permitiera que las necesidades
físicas, de cualquier clase, dominaran sus acciones.
Changmin notó que él había dejado de
besarlo. Y también de acariciarlo. De hecho, había dado un paso atrás, dejándolo
tembloroso y anhelando el calor de su cuerpo.
— Bueno — dijo Hayami, sereno— ahora
que he satisfecho tu curiosidad sexual, tal vez debería recordarte mi
advertencia sobre el papel que espero que representes. Es un rol que no
requiere, ni requerirá nunca, tu presencia en mi cama.
El rostro de Changmin enrojeció al oírle
decir que «había satisfecho su
curiosidad sexual». No había sido él quien lo había besado ni apartado su camisa. Sin
embargo, sí había respondido al beso y se había estremecido de deseo bajo las
expertas caricias de sus manos en su pecho y glúteos.
— Tú fuiste quien me trajo
aquí — protestó, fiero.
— Y tú eres quien ha sentido
curiosidad.
Changmin abrió la boca para refutar la
acusación, pero la cerró de nuevo. No podía, con la mano en el corazón, decir
que no había sentido curiosidad por cómo sería ser besado por él, un hombre tan
alejado de su círculo social y de su experiencia personal. Era natural que se
lo hubiera preguntado, pero eso no implicaba que hubiera deseado que lo besara.
Al menos no al principio, pero tras haber sentido su cálido aliento en los
labios y la caricia de sus manos en el cuerpo, tenía que admitir que había
deseado más.
— Me gustaría volver a mi
habitación, ¿podrías indicarme el camino? — le dijo a Hayami, desesperado por huir de sus
pensamientos, de él y de sus incómodas aseveraciones.
Él asintió con la cabeza.
— Por aquí — cruzó el dormitorio y salió a una
gran sala con despacho, se volvió hacia él y arrugó la frente — Espera
un momento.
Él no podía hacer otra cosa. No tenía ni
idea de cómo volver a su dormitorio y no le apetecía nada pasear por la casa
con su húmedo atuendo.
Él no tardó en volver, cargado con una
enorme toalla color crema, que le entregó.
— Será mejor que te
envuelvas en esto —
le dijo, antes de abrir la puerta — Ve por este pasillo hasta las escaleras,
pásalas y continúa por el pasillo siguiente. La primera puerta a la derecha es
la de tu habitación.
Changmin le dio las gracias, se envolvió
en la toalla y escapó.
Hayami, mientras volvía al trabajo que
había dejado al ver a Changmin en el jardín, se dijo que ése era el problema
con los jóvenes. No podían resistirse a satisfacer su ego haciendo que un
hombre, el que fuera, se excitara por ellos.
Se sentó ante el escritorio y releyó el
correo electrónico que había encontrado en su bandeja de entrega. La empresa de
servicios le pedía disculpas; la estilista que habían encontrado para él había
tenido que cancelar a última hora y no podían encontrar una sustituta apropiada.
Eso le dejaba dos opciones: confiar en Changmin o acompañarlo él mismo.
Ningún hombre de su riqueza y posición
podía llegar a la edad de Hayami sin haber sido halagado, presionado y seducido
para acompañar a bellos jóvenes a exclusivas y caras boutiques, sobre todo si
eran italianas. Además, a veces era más fácil y rápido poner fin a una relación
que ya había cumplido su función endulzando la ruptura con el regalo de unas
cuantas prendas de alta costura.
Nadie había compartido su cama durante
el último año, o algo más. Sin duda, ésa era la razón de que Shim Changmin
hubiera tenido un efecto tan poderoso e inesperado en su libido. A su orgullo
no le agradaba que lo hubiera excitado pero, desde un punto de vista práctico,
el haber compartido unos momentos de intimidad sexual suponía que había cierta
familiaridad entre ellos, y eso funcionaría a su favor en público. En privado
esa intimidad no se repetiría, por supuesto.
Volvió a pensar en el asunto de
conseguirle un vestuario adecuado, y hacerlo rápidamente. Arrugó la frente y
luego buscó entre sus contactos de correo electrónico. Cristina Rosetti era la
mano derecha de un gran modisto y le debía un favor, porque un par de veces
había tenido que pedirle que llevara a ciertas modelos a Nueva York, por un
fallo en sus reservas. Muchos modistos utilizaban su aerolínea para enviar sus
valiosas prendas de diseño exclusivo a desfiles privados y públicos por todo el
mundo, pero hacía años que conocía a Cristina y se llevaba bien con ella,
dentro de una relación estrictamente profesional.
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Rayos por que paró!!! estaba tan emocionada, ni modo... aunque creo que poco a poco esos dos hombres irán cediendo el uno al otro hasta aceptar que se han enamorado.
ResponderEliminarGracias.
Siiii, es emocionante la tensión sexual que hay entre ambos!!! Esta más que claro que se atraen
EliminarYa comenzó el gusanito de la atracción a parecer >o< pero como ellos son tan tercos y obstinados demorara un poco pero de que no se va a volver a repetir es difícil el siguiente será hasta el final XD
ResponderEliminarJajajaja Lo ves Hayami jajaja no puedes resistirte a los encantos de Mi ChangMin, si claro cierta familiaridad si como no, quiero ver que haces cuando Minnie te toque o tú tengas que tocarlo otra vez. Esa negación de tus deseos te va a traicionar y feo jijiji. El solito se puso sentencia. No sé pero quiero ver que ChangMin se resista eso seria un reto para Hayami. Quiero a VoldeMin en acción¡¡¡¡
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