La cama en la que ambos yacían, desnudos,
era alta y estaba cubierta de sensual tejido de seda. Pero ese roce en su piel
no se acercaba ni por asomo a la sensualidad erótica del tacto de él, ni el
susurro de la tela al besarlo podía compararse con la fiera pasión de un beso
suyo.
Su rostro estaba entre sombras, pero
conocía sus rasgos de memoria, desde la abrasadora intensidad de sus ojos
oscuros, pasando por la arrogancia de su perfil hasta llegar a la sensualidad
explícita de su boca. Sintió como el placer se enroscaba en su interior para
luego estirarse como un muelle. Sólo mirarlo despertaba y excitaba su miembro
de una forma y a un nivel que nunca había conseguido alcanzar ningún otro
hombre. Igual que él era el único joven capaz de complementarlo a él como
hombre. Estaban hechos el uno para el otro, la unión perfecta, y ambos lo
sabían. Sólo allí, con él, podía ser él mismo, bajar la guardia y compartir su
anhelo y su amor.
Él conseguía que lo deseara de mil, de
cien mil, maneras distintas; su sonrisa no dejaba lugar a dudas de que sabía
que todo su cuerpo se estremecía de deleite con cada lenta y deliberada caricia
de sus dedos en la curva de su pecho.
Él giró la cabeza y lo miró. El júbilo
recorrió su cuerpo con la rapidez del mercurio y llevó la mano hacia él,
consciente de cuánto lo amaba.
— Hayami…
El sonido de su propia voz despertó a Changmin,
devolviéndolo a la realidad, mientras su grito aún flotaba en el dormitorio. ¿Hayami
su amante soñado? No podía ser. Era imposible.
Miró hacia el otro lado de la cama. Por
suerte, estaba vacío. Un vistazo al reloj le demostró que había dormido hasta
más tarde de lo habitual. Lo sorprendió haber podido dormir tras los sucesos de
la noche anterior. No se oía ruido en el cuarto de baño ni en el vestidor. Era
obvio que estaba solo en la suite, de lo cual se alegró. Se preguntó por qué
había soñado con Hayami. Nunca había tenido esa fantasía dormido y nunca había
sustituido a su amante imaginario con un hombre real.
Asegurándose que no tenía ninguna
importancia, apartó la ropa de cama y se levantó. Sólo se debía a lo que había
ocurrido la noche anterior, antes de que se acostaran. Si bien era cierto que
cuanto más sabía de Hayami más deseaba saber, la razón era su aerolínea. No iba
a ser tan tonto como para pensar en él como su alma gemela. Eso sería ridículo.
Se duchó rápidamente, aprensivo; no
deseaba el regreso de la araña ni el de Hayami. Sería horrible que él se
enterase de su estúpida fantasía. Pero eso no ocurriría. Changmin pensó, irónico,
que él no iba a contárselo. Se puso sus vaqueros nuevos y un de las camisetas.
Tras cepillarse el pelo y maquillarse
levemente, cruzó el patio en dirección a la entrada principal de la casa.
Estaba en el vestíbulo, preguntándose qué hacer respecto al desayuno, cuando Yunho
llegó desde la dirección opuesta. Le sonrió con calidez al verlo. Igual que él,
se había puesto vaqueros, y parecía más joven y menos austero que la tarde anterior.
— ¿No estás con Haya? — preguntó.
— Me he dormido, me temo;
supongo que tenía ganas de desayunar y ha bajado.
— Muy poco galante de su
parte. Pero una suerte para mí, porque así tendré el placer de escoltarte. Esta
mañana el desayuno será estilo bufé, aunque si prefieres algo más…
— No, un desayuno ligero me
parece bien —
le aseguró Changmin.
Yunho era encantador y guapo, y se
sentía más cómodo con él que con Hayami, pero era Hayami quien hacía que su
corazón se desbocara, sólo con pensar en él.
— El castello es tan grande
que estoy seguro de que me perderé antes de que acabe el fin de semana — le dijo a su anfitrión.
— Si quieres una visita
guiada, me encantará ser tu guía.
— Oh, no. No quería decir
que… No pretendía… —
Changmin se sonrojó, temiendo haber dado la impresión de estar pidiendo que le
enseñara el castillo en persona. Pero en vez de mirarlo ceñudo, como habría
hecho Hayami, Yunho esbozó otra cálida sonrisa y se rió.
— Preferirías que fuera Haya
quien te guiara, ya lo veo — dijo — No hace falta que lo niegues. Así es como
debe ser.
Hayami, al otro extremo del largo salón,
observaba a Changmin y a su hermano con el ceño fruncido. Yunho sonreía a Changmin
con calidez, con demasiada calidez a juicio de Hayami, y él le devolvía la
sonrisa. Yunho había puesto la mano en su hombro y él alzaba la vista hacia él.
De repente Hayami sintió una especie de martillazo en el corazón, que se paró
un momento y luego volvió a latir desbocado, movido por una intensa ira. Changmin
era suyo y seguiría siéndolo.
Había cruzado la mitad de la habitación
antes de que la lógica interviniera, advirtiéndole de lo peligroso que sería
rendirse a sus emociones. Pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, Yunho
y Changmin lo habían visto y lo miraban. No podía dejar de avanzar ni tampoco
olvidar lo que acababa de descubrir sobre sus verdaderos sentimientos por Changmin.
— Ah, aquí estás, Haya. He
encontrado a Changmin en el vestíbulo de entrada, solo y con aspecto
hambriento.
— Lo dejé en la cama y pensé
que lo encontraría esperando mi regreso, hambriento sólo por mí.
La respuesta de Hayami a su hermano, y
lo que implicaba, hicieron que Changmin tomara aire rápidamente; había
insinuado que había un acuerdo tácito entre ellos de que él regresaría a la
cama para hacerle el amor nuevamente.
— Me he ofrecido a enseñarle
el castello, pero ha dejado claro que te preferiría a ti como guía — dijo
Yunho.
El comentario de Yunho hizo que Hayami mirara
directamente a Changmin por primera vez desde que se había reunido con ellos.
Parecía arrebolado e incómodo, como si la conversación lo avergonzara, pero Hayami
se dijo que sólo estaba representando un papel y que, en el fondo, se alegraba
de la oportunidad de ponerle celoso con el interés que Yunho demostraba por él.
Aun así, no iba a dejarlo sola con Yunho, ni con nadie.
Esa mañana se había levantado cansado y
frustrado, tras una larga noche casi en vela. En un momento dado, se había
despertado y había descubierto que se había acercado tanto a Changmin que lo
tenía al alcance de la mano. Había deseado poseerlo. Por supuesto, había vuelto
a su lado de la cama sin hacerlo, pero el deseo seguía atormentándolo, incluso
en ese momento. Sabía que la única razón por la que lo deseaba así, era que lo
había retado y rechazado después. No había ninguna otra razón viable ni permisible.
— Pensé que te gustaría ver
parte de la isla mientras estamos aquí — le dijo a Changmin — Así que he pedido que un
helicóptero nos recoja en la pista dentro de media hora. No podremos verlo
todo, por supuesto, pero intentaré enseñarte lo más destacable.
El rostro de Changmin se iluminó de
inmediato. Incapaz de ocultar su alegría, sonrió a Hayami, con ojos chispeantes
de excitación.
— Nunca he pilotado un
helicóptero… —
empezó, pero Hayami movió la cabeza.
— Tampoco pilotarás uno hoy — le advirtió — No
tienes licencia para hacerlo.
— ¿La tienes tú? — lo retó él.
— Desde luego — contestó Hayami — Puedes
desayunar ahora, o podemos tomar un desayuno almuerzo en un hotel que conozco,
que tiene unas vistas espectaculares al mar Jónico.
— Deja que el pobre chico se
tome al menos un café, Haya — protestó Yunho.
Changmin negó con la cabeza.
— Un desayuno almuerzo suena
fantástico — le aseguró a Hayami,
feliz.
Al final sí que tomó café y pan con
miel, que Hayami le llevó él mismo cuando él regresó a la suite a recoger lo
que iba a necesitar.
Cuando entró con una bandeja, en la que
había una cafetera, dos tazas, pan fresco, confituras y miel, Changmin sintió
un dulce pinchazo de inseguridad, debido tanto a su fantasía privada como a lo
que había ocurrido entre ellos.
Ver a Hayami vestido con vaqueros y una
suave camisa de lino blanco, de manga corta, que realzaba la anchura y
virilidad de su torso, incrementó su conciencia de él. Se preguntó qué
ocurriría si le dijera, con la extroversión y la confianza sexual que debería
tener, que no podía dejar de pensar en él y que deseaba que hicieran el amor.
La noche anterior se había enfadado cuando se apartó de él, pero la había
deseado. ¿La desearía aún?
Volvió a preguntarse qué le ocurría.
Aunque su virginidad fuera un carga para él, no era razón válida para sentir lo
que estaba sintiendo. Desear a Hayami físicamente ya habría sido bastante malo,
dada su ambición de trabajar para él, pero la necesidad y el deseo contra los
que estaba batallando incluían un anhelo emocional de conectar con él.
Tenía que ser porque compartían ciertos
aspectos de su infancia. Habría sentido lo mismo por cualquier hombre que, como
él, fuera el hermano del medio y hubiera perdido a su madre.
— Aquí tienes.
Había estado tan ensimismado en sus
pensamientos, que no había notado que Hayami había servido dos tazas de café.
Aceptó la que le ofrecía y sus dedos se rozaron. Tuvo que esforzarse para no
incrementar la intimidad del contacto. Era un locura, y muy peligrosa.
Cualquiera habría pensado que nunca antes había estado cerca de un hombre.
Y no lo había estado. Al menos no de un
hombre tan sensualmente poderoso y tan viril y dominante como Hayami. Era
único, pero se recordó que su respuesta a él distaba de serlo. Agarró la taza
de café y simuló interés en la panorámica que se veía por la ventana para
evitar mirarlo e incrementar aún más su vulnerabilidad. Sin duda, hordas de jóvenes
habían sentido lo mismo que él por Hayami. Pero, a diferencia de él, habrían
tenido la confianza sexual suficiente para demostrárselo. Se preguntó cómo
reaccionaría él si supiera la verdad, ¿sentiría la repulsión que él temía o se
limitaría a reírse? No iba a arriesgarse a descubrirlo. Porque sabía que, en
ningún caso, lo alzaría en brazos para llevarlo a la cama. No después de cómo
lo había detenido la noche anterior.
Changmin aferró la taza con más fuerza,
demasiado consciente de los traicioneros temblores de deseo que empezaban a
atenazar su cuerpo. Recordó un comentario burlón que le había hecho Chansung
cuando le dijo que no iba a renunciar a su sueño de trabajar para Hayami en las
Aerolíneas Avanti.
— “¿Estás seguro de que quieres el empleo y no
al hombre, hermanito? Hay docenas de aerolíneas que estarían encantadas de
contratar a alguien tan cualificado como tú; pero a ti sólo parece interesarte
trabajar para Jung Hayami.”
Su respuesta había sido inmediata. Había
desdeñado el comentario de su hermano, he insistido, rojo como la grana, en que
la única razón de su empeño en hacer a Jung Hayami cambiar de opinión era
hacerse valer, y no tenía nada que ver con el hombre en cuestión. Al menos, no
en el sentido que Chansung insinuaba.
Lo cierto era que su empeño en obligar a
Hayami a admitir que estaba más que capacitado para formar parte de su
plantilla de pilotos, surgía de su resentimiento por haber sido rechazado como
profesional sin razón justificable; tenía que hacerle cambiar de opinión.
— Será mejor que comas algo.
¿O eres un de esos jóvenes que no desayuna?
La voz de Hayami, teñida de
desaprobación y desdén, interrumpió sus caóticos y confusos pensamientos.
Agradeciendo una excusa que le impediría llegar a una conclusión que sabía que
no iba a gustarle, Changmin respondió dejando la taza de café en la mesa,
eligiendo una rebanada de pan y untándola con miel.
— La comida es combustible
para el cuerpo humano. No desearía pilotar un avión que no hubiera repostado
correctamente, y me aplico la misma norma. Además — añadió con ironía— es
imposible crecer en un casa llena de hombres y no desayunar. Mi padre insistía
en que todos desayunáramos un enorme bol de avena durante el invierno y, a
decir verdad, sigue siendo mi comida de consuelo preferida — calló abruptamente, dándose cuenta de
que le había permitido ver un faceta de debilidad que solía ocultar a todos.
— La mía son los espaguetis
con salsa de tomate. Yunho solía preparárnoslos; nuestra madrastra nos mandaba
a la cama sin cenar bastante a menudo, pero nuestra antigua cocinera enseñó a Yunho
a preparar algunos platos sencillos — le dijo Hayami.
Se miraron, ambos preguntándose qué los
había llevado a confesar un aspecto de sí mismos que normalmente mantenían en
secreto. Para Hayami, hacer ese tipo de confidencia sobre su infancia exigía
encontrar la explicación de por qué lo había hecho. Agarró un trozo de pan, le
puso mermelada y lo mordió con sus blancos dientes, de una forma que provocó en
Changmin una oleada de calor sensual que lo pilló desprevenido.
Hayami se dijo que sólo estaba
intercambiando confidencias con él para hacer que bajara la guardia hasta que
él estuviera listo para demostrarle quién de los dos era más fuerte.
— Me sorprende que no hayas
intentado sacar la licencia de piloto de helicóptero.
Changmin se preguntó si había utilizado
la palabra «intentado» para irritarlo. Si era el caso, lo había conseguido.
Se sonrojó y le contestó a la defensiva.
— Pensaba hacerlo, pero las
clases son caras. No soy rico, como tú. Tengo que trabajar para ganarme la vida
y, como no tengo trabajo como piloto, necesito dinero para mantener mi licencia
al día. No me queda mucho para darme el capricho de recibir clases de pilotaje
de helicópteros.
— Y eso es culpa mía, ¿no?
¿Por no darte un empleo? — Se burló Hayami— Hay otras aerolíneas — añadió.
— No para mí. Para mí solo
existes tú, quiero decir Avanti.
El rostro de Changmin adquirió un tono
escarlata. No sabía cómo había podido cometer la metedura de pata de sustituir
el nombre de su aerolínea con ese «tú» tan personal. Miró a Hayami, pero él desvió la mirada
y agarró su taza de café con indiferencia, como si no se hubiera dado cuenta de
su error.
Hayami entretanto, cínico, pensaba que
había sido muy listo introduciendo ese «tú», supuestamente accidental. No le había
permitido notar que se había dado cuenta, pero en ningún momento lo había
engañado. Era obvio que Changmin pertenecía al club de «conquistar el corazón de un hombre alabando
su ego»,
pero él había aprendido a no confiar en su ego hacía mucho tiempo, y de la
manera más dura.
— Las clases de mandarín no
son baratas —
dijo, con voz suave — Y supongo que eres autónomo, ¿no?
Changmin notó que volvía a arderle el
rostro, pero esa vez el calor se debía a la ira. Los padres que le pagaban para
que enseñara mandarín a sus hijos y los hombres y jóvenes de negocios que
ansiaban añadir el conocimiento del mandarín a su curriculum pagaban muy bien,
sin duda, pero él trabajaba mucho para tener el máximo número de alumnos
posible sin perjudicar la calidad de su enseñanza.
Una cosa que su padre les había
inculcado a todos era la necesidad de «pagar su deuda con la sociedad». Desde muy pequeños habían hecho recados para los
ancianos del vecindario y ayudado en casa para ganarse dinero para sus gastos; él
había dado un paso más y encajaba cuantas clases gratis podía en su horario,
enseñando a niños que carecían de medios económicos varias noches a la semana. Por
supuesto, no iba a defenderse de la pulla de Hayami diciéndoselo. No era algo
que hubiera sentido la necesidad de incluir en su currículo, así que tampoco
tenía por qué utilizar ese dato para que él mejorara su opinión de él.
A no ser, claro, que tuviera otro motivo
para buscar su aprobación y querer gustarle. Había soñado con él he imaginado
que era su alma gemela, sí, pero había sido consecuencia de lo ocurrido durante
la noche y no significaba nada. Si no tenía cuidado, empezaría a pensar que
corría el peligro de enamorarse de él.
Su corazón dio un vuelco. Enamorarse de Hayami.
Eso sí que sería el chiste del año. Y él sería el objeto del chiste, la persona
de quien todos se reirían. Pero tal vez no fuera un chiste. Se preguntó si se
estaba enamorando de él; si cabía la posibilidad de que ya lo hubiera hecho.
El pánico lo atenazó. Dejó el pan con
miel que había estado disfrutando un minuto antes. No podía haberse enamorado
de Hayami; su pánico no tenía sentido. Haber querido acostarse con él no
implicaba que lo quisiera. Pero también había querido que lo abrazara…
— Será mejor que nos
pongamos en marcha si quieres ver algo de la isla antes de que tengamos que
regresar para el baile.
Fue un alivio que la voz de Hayami interrumpiera
la dolorosa confusión de sus pensamientos.
— Mira, he estado pensando — le dijo, con un sonrisa esplendorosa
— Tú tienes cosas que hacer y yo voy a quitarte tiempo, no me importa
quedarme aquí.
Aunque no estaba enamorado, sería más
inteligente y seguro no pasar todo el día a solas con él.
Hayami apretó los labios al oír que
quería quedarse allí, sin él. No podía pensar que iba a engañarlo tan
fácilmente. Se preguntó si realmente creía que tenía oportunidades con Yunho o
sólo intentaba ponerlo celoso.
— ¿Tienes la esperanza de
que Yunho cumpla su oferta de enseñarte el castello? — preguntó, cínico.
— No — refutó Changmin con sinceridad.
— Como he dicho, es hora de
ponernos en marcha —
dijo Hayami, ignorando su negativa. De ninguna manera iba a dejarlo allí solo.
Estaban en el coche, un Maserati verde
oscuro, de exterior discreto y caro y oloroso cuero en el interior, con Hayami al
volante, de camino a la pista de vuelo por un, según él, atajo.
— Estás aquí por una única
razón, y no es la de coquetear con mi hermano — Hayami, cambió de marcha para enfrentarse a un
serie de curvas muy cerradas — ¿Recuerdas lo que te dije sobre el futuro de
tu hermano si desobedecías mis órdenes? Sigue en pie.
Changmin se negó a contestar, mientras
miraba por la ventanilla y tragaba saliva al ver la pendiente de la estrecha
carretera que seguían.
Hayami tenía el poder. Por el bien de Chansung,
no podía retarlo. Se preguntó qué haría si le exigía que se entregara a él.
Estaba seguro de que era muy capaz de hacer esa exigencia y justificar sus
razones. Pero si lo hacía… La inmediata reacción de su cuerpo lo desconcertó.
Era imposible que deseara que él se lo exigiera; sería arcaico, feudal e
impensable. Pero si lo hacía y no le quedaba más opción que permitirle llevarlo
a su cama y entregarse a su voluntad, sus caricias, su posesión, ¿qué haría él?
Hayami, captó él leve gemido de Changmin,
y se preguntó qué pensaba o, más bien, en quién pensaba. Había sido un gemido
de anticipación y placer, que había suavizado sus rasgos. Una expresión como
ésa no podía ser simulada. Seguramente, él creía que estaba demasiado
concentrado en la conducción para verlo, pero él era consciente de cada mirada,
cada sonido, olor o suspiro que emitía. Todo lo relacionado con él estaba
grabado en sus sentidos para irritarlo y atormentarlo.
Lo atormentaba, sí, porque lo irritaba.
No era el tormento de un hombre tan ansioso por un joven que permitía que él invadiera
sus pensamientos, sensaciones y todo su ser. Si sentía algo, era ira, porque
sabía instintivamente que él estaba pensando en un hombre al que deseaba, un
hombre que ya le había proporcionado placer sexual y con quien anhelaba repetir
la experiencia. Lo enfadaba que lo creyera tan estúpido como para dejarse
engañar y sentía desprecio por él como joven, porque era obvio que no podía
serle fiel a un hombre con quien ya había mantenido una relación.
Se preguntó qué era él para Changmin.
Tal vez un especie de chulo de playa pero en el mundo de la aviación. Un
jugador, no un trabajador.
Hayami redujo la velocidad. Aunque le
gustaban las máquinas potentes, nunca corría riesgos con ellas. Sólo los tontos
lo hacían. El Maserati era único, adaptado exclusivamente para él y digno de una
pista de carreras. Pero, a diferencia de su difunto hermanastro, Hayami no
utilizaba la velocidad para lucirse. Además en ese momento, aunque sus
sentimientos lo urgían a acelerar y descargarse de tensiones, se negó a
hacerlo. Se regía por un código muy estricto, y no iba a permitir que ningún joven
lo llevara a saltarse sus normas.
Habían llegado al aeródromo. Changmin vio
el jet de Hayami en un hangar, abierto. El helicóptero estaba en la pista, y el
logo de Aerolíneas Avanti, en color plata sobre blanco, destellaba bajo la luz
del sol.
Hayami detuvo el coche ante un
impresionante edificio de cromo que, a pesar de su diseño moderno y urbano,
parecía encajar perfectamente en el paisaje.
Changmin estudió el edificio y Hayami notó
su interés. Yunho, que había estudiado arquitectura y compartía su aprecio por
la estructura y el diseño, había incorporado muchas de las ideas de Hayami en
el diseño de la terminal y del edificio de oficinas, que contaba con una unidad
de control de tráfico aéreo. Hayami realizaba muchos negocios con la isla y,
por razones diversas, había decidido construir su propia terminal de vuelo, en
vez de depender de las instalaciones del aeropuerto público.
Además de mantener el helicóptero
permanentemente basado en la isla, Hayami financiaba un servicio de ambulancia
aérea, incluyendo el aparato en sí. Sus hermanos y él se habían unido para
hacer lo posible para paliar el dominio feudal que ejercía su padre en la
tierra y en la gente que dependía de él y de él para ganarse la vida.
Yunho trabajaba incansablemente para
mejorar el futuro de los niños que, sin su apoyo, no tendrían una vida mejor
que la de sus padres y abuelos. Además de los proyectos de construcción que él
financiaba en la isla, Yoochun, con la ayuda económica de Yunho y Hayami,
estaba construyendo una facultad universitaria que abriría las puertas a una
forma de vida diferente a la juventud de la isla. Hayami tenía en nómina a
varios jóvenes de los pueblos que conformaban el principado de su padre, a los
que había adiestrado como mecánicos de vuelo, asumiendo los costes. Todos los
empleados de la terminal aérea eran lugareños y estaban bien pagados.
— Quiero comprobar que todo
está a punto —
le dijo a Changmin, antes de abrir la puerta del coche.
Un sonriente auxiliar de tierra le abrió
la puerta a Changmin. Él, sin saber si debía esperar a Hayami, o seguirlo, optó
por la segunda opción y se apresuró a alcanzarlo.
Dentro del edificio, una bonita
recepcionista dio la bienvenida a Hayami. Changmin centró su atención en las
reproducciones de dibujos de Leonardo da Vinci, que decoraban las paredes de
color blanco roto que había frente a la pared de cristal de la entrada.
— Son copias de los dibujos
de Leonardo sobre distintas opciones de vuelo — le dijo Hayami al ver que contemplaba las
reproducciones.
— Sí, lo sé — contestó Changmin — Cuando
el resto de las chicos colgaban imágenes de grupos pop en las paredes de su
dormitorio, yo las decoraba con éstas. Las encontré en una tienda de segunda
mano y persuadí al propietario hasta que accedió a dármelas a cambio de que
trabajara en la tienda los sábados.
Hayami desvió la mirada.
— Yo compré mi primer juego
cuando fui a Florencia a visitar a mi familia materna. Mi madrastra las arrancó
de las paredes de mi dormitorio y las quemó para castigarme por no haberle
llevado un regalo a Yoohwan.
— ¡Qué cruel! — exclamó Changmin, con voz temblorosa
de indignación. Instintivamente, puso una mano sobre el brazo de Hayami; la
retiró de inmediato, como si se hubiera quemado.
Él, tensándose, se apartó y fue hacia la
bonita recepcionista, sin volver la vista atrás. Changmin era tonto si creía
que lo estaba engañando con su falsa compasión.
Hayami desechó la advertencia que hizo
que su corazón se acelerara y le advirtió que sus reacciones ante lo que decía Changmin
eran tanto ilógicas como peligrosas.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Ayyy maldito viejo!!! Todo el daño que le hizo a Hayami con sus cosas, ahora desconfia de Min creyendo que solo lo hace para ganarse un puesto en su empresa cuando al fiin Min acepto que esta enamorandose de Hayami.
ResponderEliminarY la tension sexual crece y crece!!!
Hayami el solo piensa en tantas cosas crea un historia que nisiquiera el pobre de Changmin ni por asomó piensa tsk
ResponderEliminarVaya que a Hayami le va a costar demaciado bajar la guardia, esa barrera que se ha formado para no sufrir lo hace pensar mas de la cuenta, lo.malo es que cuando decida aseotat se es amor lo que sente por ChangMin tal ves lo habra lastimado de alguna cruel manera y va a lamentarlo. Me encata que ChangMin lentamente se vea enamorado de Hayami porque creo que es mas maduro asceptar un sentimiento tan poderos que negarlo, el manejar los propios sentimientos requiere de todos los codigos que uno tiene, rechasarlos es cobardia. AGUAS HAYAMI😉
ResponderEliminarSabes qué? Me encata ese espíritu filantrópico de los hermanos, leerlos tan comprometidos con cada proyecto me emocionó mucho¡¡¡ Cómo es que su padre no admira eso de ellos?? El mió lo haría😢😢😢😢
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