Jaejoong
sintió calor en las venas. Lo estaba besando como si llevase años esperando a
hacerlo. Lo saboreó, exploró todos los rincones de su boca, lo guió como a una
marioneta para que volviese a conocer una parte de su propia sensualidad que
sólo aquel hombre había sido capaz de despertar.
Su
mano seguía en la curva de su espalda, acariciándolo a través de la fina tela
del traje. El calor que emanaba estaba cargado de su sutil aroma, la seducción
de sus labios y la hábil intrusión de su lengua lo estaban haciendo responder,
envuelto en una nube de deseo.
Se
sentía pequeño, débil y delicado, apoyado contra él. Podía notar su corazón
latiendo contra su puño, cerrado y apoyado en su pecho. Y también notaba cómo
latía su propio corazón, a toda velocidad. Las piernas volvían a temblarle y el
deseo estaba atacando a todos sus nervios, desde las puntas de los pies a las
caderas. Entonces él susurró algo contra su boca y lo hizo sentir una explosión
de excitación sexual que lo hizo retroceder.
Yunho
lo atravesó con su mirada negra como el carbón, con el ceño fruncido y se
acercó.
— ¡No! —
exclamó Jaejoong, porque no quería volver a acercase a él. Avergonzado, se dio
la vuelta y agarró la pesada barra que cruzaba la puerta de salida.
Tenía
un ataque de pánico, lo sabía y él no decía nada. Podía sentirlo a su espalda.
Entonces, lo abrazó. Así atrapado, temblando y consciente de todos los fuertes
músculos de su cuerpo, vio cómo abría la puerta.
Casi
se cayó fuera. El frío aire de la noche lo golpeó y Jaejoong se encontró en un
callejón que debía de dar a un lateral del restaurante. Reinaba el silencio y
estaba oscuro. Fue hacia donde pensaba que estaba la calle principal. Tenía que
salir de allí, tenía que marcharse antes de hacer algo realmente humillante,
antes de ponerse a llorar.
Yunho.
Había permitido que Yunho lo besase. ¿Cómo se había atrevido él? ¿Cómo lo había
permitido él? Lo odiaba.
La
puerta se cerró de un golpe y él echó a correr, pero una mano lo detuvo agarrándolo
por la muñeca.
— ¡Déjame
marchar! — gritó.
— No —
respondió él — Mira
el suelo — le ordenó — Este callejón está adoquinado. Con esos
zapatos, le torcerás un tobillo o algo peor. Y, de todas formas, no vas a ir a ninguna
parte, Kim Jaejoong, hasta que hayamos hablado.
¿Hablar?
¿Todavía quería hablar?
—
Te odio —
dijo él entre dientes — Eso
es todo.
Él
empezó a avanzar sin soltarlo. Lo llevó casi en volandas hasta la calle
principal, que estaba bien iluminada, donde una limusina esperaba aparcada en
la curva.
Se
arrastró de manera nada elegante por el asiento, ya que Yunho no se había
molestado en dar la vuelta y había entrado justo después de él. Lo miró, y
deseó no haberlo hecho, porque estaba muy serio, parecía triste y pensativo.
Entonces lo oyó decir algo en coreano y el coche empezó a moverse.
Jaejoong
se dio cuenta de que tenían un chófer, al que dejó de ver cuando un cristal
negro se interpuso entre ambos.
—
Tengo… tengo que darte mi
dirección — balbució.
—
No vamos a tu casa —
contestó Yunho.
—
Supongo que te parece muy
masculino, hacer de matón arrogante — le dijo Jae — pero todavía veo en ti al borracho que
ha hecho el ridículo en el restaurante, cayéndose delante de todos sus
empleados.
—
No solías ser tan
sarcástico — comentó él — Veo que seis años sin mí para
mantenerte a raya te han convertido en una bruja, yobo.
—
Creía que no te acordabas
de mí — replicó Jaejoong.
Aquello
lo sorprendió. Jaejoong se dio cuenta porque vio cómo palidecía y volvía a
fruncir el ceño.
Pensó
que iba a desmayarse de nuevo y se echó hacia delante.
—
Tranquilo —
murmuró él — Esta
vez lo tengo controlado…
Entonces.
Jaejoong se dio cuenta de que no estaba borracho. Parecía realmente enfermo.
—
¿Estás… bien? —
le preguntó.
—
Sí…
— contestó él en voz baja y ronca.
Jaejoong
tomó aire, lo soltó de nuevo, se humedeció los labios y le puso una mano en la
rodilla.
—
U-Know, por favor —
le rogó — Me estás asustando.
«Yo
mismo me estoy asustando», pensó Yunho.
Consiguió levantar una mano y ponerla encima de la de él. Sus dedos le
parecieron pequeños y frágiles, pero parecían emanar una energía que empezó a
calar en él.
—
Supongo, Kim Jaejoong, que
estás preguntándote si este alcohólico necesita un par de copas de whisky para
dar fuerzas a su sangre.
—
No es broma —
respondió él — Y
deja decir mi nombre así.
—
¿Cómo? —
preguntó él, abriendo los ojos.
Vio
que los de él, de un precioso Negro oscuro casi como un diamante, parecían
preocupados.
—
Como si te estuvieses
burlando de mí.
Él
sonrió débilmente.
—
Y yo que pensaba que me
estaba burlando de mí mismo.
—
Parece que hablas en clave —
dijo Jaejoong sacando la mano de debajo de la de él y echándose hacia atrás.
Miró por la ventana y vio que estaban en la zona más próspera de Japón.
Él
vivía en un piso alquilado de dos pequeñas habitaciones, un salón, una
minúscula cocina y un cuarto de baño mínimo. La entrada no era mucho más grande
que el vestíbulo en que U-Know lo había…
«No
pienses en eso», se reprendió a sí mismo.
—
No llevas alianza…
—
¿Qué? —
preguntó sorprendido.
—
Que no llevas anillos.
—
No. ¿Por qué iba a
llevarlos? — preguntó él, poniéndose a la
defensiva.
—
No era una crítica, sino
sólo una observación. — Él bajó la mirada
hacia las manos de él.
—
Tú tampoco llevas anillos.
—
Pero yo no soy el orgulloso
umma de unos gemelos.
Jaejoong
se sintió como si lo acabase de agarrar por la garganta, dio un grito ahogado y
se quedó inmóvil. ¡Se había olvidado de los gemelos! ¿Cómo había sido posible?
¿Cómo había podido olvidar que aquel hombre… frío, despiadado, lo había
rechazado a él y a sus hijos incluso antes de que naciesen?
—
Doy por hecho que no estás
casado — añadió él con naturalidad.
Luego,
fijó la atención en su rostro y Jaejoong deseó ser capaz de leerle la mente.
—
No —
le confirmó.
—
¿Y quién está ocupándose de
ellos esta noche, algún novio, tal vez?
A
él empezó a acelerársele el corazón. ¿Adónde pretendía llegar Yunho con aquel
interrogatorio?
—
No —
repitió.
—
Entonces, ¿con quién están?
— Con… mi vecina.
—
¿Y su padre?
—
¡Para ya, U-Know! —
le pidió.
—
¿El qué? —
preguntó él con inocencia.
—
¡Deja de jugar conmigo!
—
No estoy jugando contigo —
le dijo, frunciendo el ceño.
—
Entonces, ¿qué estás
haciendo? ¡Sabes lo de los gemelos porque yo mismo te lo conté!
—
No recuerdo… —
empezó, sorprendido.
—
¿Otra vez?
El
coche se detuvo. Jaejoong volvió a mirar por la ventanilla y vio un elegante
bloque de pisos.
Si
Yunho pensaba que iba a entrar allí con él, estaba muy equivocado. Ya había
aguantado suficientes extravagancias suyas esa noche, no le apetecía que su
orgullo cayese por los suelos al ver lo bien que vivía, mientras que sus hijos…
El
chófer le abrió la puerta. Él lo miró y le dio las gracias antes de salir del
coche. El aire era frío y empezó a tiritar. Abrió el bolso.
—
¿Qué estás haciendo? —
le preguntó Yunho al llegar a su lado.
—
Necesito mi teléfono móvil
para llamar un taxi… — Él le quitó el bolso
con cuidado.
—
Antes tenemos que hablar.
Jaejoong
iba a protestar cuando lo agarró de la muñeca y empezó a llevarlo hacia la
entrada del edificio.
—
No quiero entrar ahí
contigo — le dijo, furioso — Quiero que me devuelvas mi bolso y
quiero irme a casa.
—
Tranquilízate. Son sólo las
diez. Seguro que tu niñera no espera que vuelvas tan pronto.
—
Eso no tiene nada que ver
con esto — dijo, intentando zafarse de él — Tengo derecho a decidir por mí mismo lo
que…
Dejó
de hablar al oírlo jurar entre dientes, ya que pensó que iba a desmayarse de
nuevo, pero la expresión de Yunho era de enfado, no de dolor. Y cuando siguió
la dirección de su mirada, Jaejoong vio a través de las puertas de cristal de
la entrada a un hombre apoyado en el mostrador de la recepción, charlando con
calma con el guardia de seguridad que había al otro lado.
Las
puertas se abrieron delante de ellos como por arte de magia y el extraño
pareció reconocer a Yunho, ya que se incorporó y sonrió. Era joven, guapo y coreano,
a juzgar por su aspecto. Yunho dijo algo en coreano y el hombre dejó de sonreír
y frunció el ceño. Ambos se enzarzaron en una acalorada discusión. Yunho le
hizo varias preguntas y el joven respondió con firmeza. Jaejoong los observó
fascinado y el guardia, también. Éste parecía entenderlos. Jaejoong, no. Cuando
el extraño lo miró y dijo algo en referencia a él. Yunho explotó y sacudió la
mano en un gesto que debía de querer decir algo así como «no
te metas donde no le llaman».
Después,
lo condujo al otro lado del vestíbulo, hasta el ascensor. Cuando la puerta se
cerró tras de ellos, Jaejoong vio que el otro hombre fruncía el ceño con
impaciencia.
—
¿Quién es? —
le preguntó, no pudo contener la curiosidad.
—
Mi hermano.
— Jaejoong lo miró.
—
¿Por qué has discutido con
él?
— ¿Acaso importa? —
respondió Yunho con frialdad.
No,
Jaejoong suponía que no importaba. No era asunto suyo que Yunho se pelease con
su familia.
Las
puertas del ascensor se abrieron y Jaejoong fijó su atención en un vestíbulo
lujoso en el que había una sola puerta blanca.
Yunho
utilizó una tarjeta y tecleó un número en el teclado numérico que había en él.
La puerta se abrió y al otro lado apareció una gran entrada cuadrada que su
hija habría descrito como «muy pija».
Con
paso largo y decidido, Yunho lo hizo cruzar la entrada y le soltó la muñeca al
llegar a un bonito salón con sillones y sofás de cuero marrón, iluminado por una
suave luz dorada.
Mientras
Jaejoong se empapaba de todo, él dejó su bolso en una mesita auxiliar, se
desabrochó la camisa y se volvió a aflojar la corbata. Lo que no había esperado
que hiciese fue dejarse caer en uno de los sofás. En ese momento, Jaejoong se
dio cuenta de que volvía a estar pálido y ponía gesto de dolor.
—
Lo siento —
murmuró él — Necesito
unos segundos para… que se me pase.
Se
hizo el silencio y Jaejoong se preguntó qué hacer. Miró hacia donde estaba su
bolso y luego otra vez a Yunho y supo lo que debía hacer. Debía aprovechar la
oportunidad para marcharse de allí. No quería seguir hablando con él. No quería
estar allí. Yunho se había negado a dejarlo hablar seis años antes, cuando él
le había rogado que lo escuchase. Y lo que era más importante, había rechazado
a sus gemelos al mismo tiempo.
Entonces,
¿por qué seguía allí? Sus pies lo llevaron hasta el sofá donde estaba tumbado Yunho.
— ¿Hasta
que se le pase el qué? — le preguntó. Él no respondió.
La
preocupación minó sus defensas.
—
Esto es una tontería —
añadió — U-Know, necesitas un
médico… Él sonrió de medio lado.
—
Te agradecería más que me trajeses un vaso de agua.
—
Bien…
Al
menos así tenía algo que hacer. Ya se había dado la vuelta cuando volvió a oír
su voz.
—
Hay varias botellas en la
nevera. La cocina está…
—
La encontraré —
lo interrumpió — Tal
vez sea rubio, pero no soy del todo tonto.
— ¿Siempre
fuiste tan guerrero? — le preguntó con
curiosidad.
—
¿Quieres decir que no te
acuerdas? — Replicó Jaejoong — Veo que tienes una mente muy selectiva.
U-Know. Te acuerdas de mí, pero no te acuerdas de mí.
—
Me he acordado de ti
mientras te besaba — respondió él con voz ronca — y ha sido lo más dulce que he probado
en muchos años.
Jaejoong
se detuvo.
— Sólo un cretino sin principios sería
capaz de decir algo así.
Luego
salió del salón, dándose el placer de cerrar la puerta tras de él con un buen
golpe, que esperó que doblase su dolor de cabeza.
Cuando
volvió, se lo encontró todavía tumbado en el sofá en el que lo había dejado,
pero sin chaqueta ni corbata, lo que le indicó que había intentado levantarse,
pero había tenido que volver a echarse.
Volvió
a preocuparse por él y se acercó al sofá donde estaba. Se debatió durante
treinta segundos y después suspiró y se sentó a su lado, poniéndole la mano en la frente.
—
Estás frío —
murmuró alarmado.
—
Eso nunca —
contestó él haciendo una mueca — Soy
coreano. Nunca estamos fríos.
—
En serio. Tal vez tengas un
virus o…
—
¿Me estás mimando, yobo? Si me quedo aquí tumbado, pálido
y patético, ¿te calmarás y escucharás lo que tengo que decirte?
— ¿Por qué crees que te encuentras así?
Yunho
le agarró la mano y se la apartó de su frente. Luego, abrió los ojos. Jaejoong
estaba tan cerca que pudo ver las motas doradas que los salpicaban, dando
fuerza y vitalidad a su mirada negra, algo extraño en ese momento en el que estaba
físicamente tan débil. Y lo cautivaron, como habían hecho siempre. Yunho poseía
una altura y un cuerpo masculino que debían de hacer temblar las rodillas de la
mayoría de los jóvenes. No obstante, a Jaejoong lo que más le había atraído
había sido su mirada, desde la primera vez que se había sumergido en ella. Y
todavía tenía el mismo poder de atracción, todavía lo aturdía y lo hacía
sentirse vulnerable.
—
Porque… hace seis años tuve
un grave accidente de tráfico que me dejó en coma durante tres semanas y lo
borró todo de mi memoria. Hasta esta noche, cuando te he visto en esa sala
llena de gente y he empezado a tener breves recuerdos… y ahora vuelvo a morirme
por besarle…
Jaejoong
seguía mirándolo a los ojos, hipnotizado por su belleza y su poder. No habló ni
se movió. Ni siquiera respiró ni parpadeó. Entonces, comprendió lo que acababa
de contarle Yunho, se zafó de él y se puso en pie de un salto.
Luego
intentó respirar y se mojó entero con el vaso de agua que se le había olvidado
que tenía en la mano.
—
Mira lo que has hecho —
murmuró — ¿Cómo le atreves a
contarme todas esas mentiras?
Se
negaba a creer nada de lo que le había dicho. El murmuró algo y se levantó del
sofá, convirtiéndose de nuevo en el impresionante hombre que la aturdía con su
presencia.
—
Deja de acusarme de mentir —
le dijo, quitándole el vaso vacío de la mano.
Jaejoong
intentó mantener la compostura a pesar de que la blusa mojada se le pegaba al
pecho. También se había mojado la cara y el pelo. Su nariz y su barbilla
goteaban. Yunho gimió con impaciencia y volvió a agarrarlo por la muñeca para
llevarlo a otra habitación.
Era
un enorme cuarto de baño blanco. Tomó una toalla y se la tendió.
—
Sécale la ropa—
le ordenó, tomando otra más pequeña para secarle la cara.
Jaejoong
empezó a sentirse más tranquilo, pero todavía impresionado por lo que le
acababa de contar.
— ¿Por
qué me has dicho esas cosas? —
le preguntó.
—
Piénsalo —
le dijo, levantándole la barbilla para secarle las mejillas — ¿Para qué iba a inventarme semejante
historia?
Tenía
razón.
—
¿De verdad no te acuerdas
de mí…? — Él frunció el ceño.
—
Tú lo has dicho muy bien
hace un rato, me acuerdo de ti, pero no me acuerdo de ti. Eres el protagonista
de algunos flashbacks estupendos, Kim Jaejoong. Aparecen y desaparecen de mi
mente antes de que me dé tiempo a comprender lo que pasa. Y uno de ellos ha
sido tan fuerte que ha hecho que me caiga como un muerto a tus pies.
La
imagen del muerto estremeció a Jaejoong.
—
Tienes que quitarle esa
ropa mojada— le dijo él.
—
No. estoy bien. Sólo un
poco mojado.
Yunho
lo había explicado todo con tanta naturalidad… No lo recordaba, pero lo
recordaba. Y todo estaba empezando a encajar, aunque fuese una locura.
—
¿Cómo de grave fue el
accidente?
No
tenía señales en la cara. Jaejoong bajó la mirada y comprobó su garganta,
siguió descendiendo por el pecho, como si tuviese rayos X en los ojos y pudiese
ver a través de su camisa. No se dio cuenta de que él se había puesto muy tenso
y había entrecerrado los ojos.
—
Si quieres, yobo, puedo quitarme la ropa para que
puedas examinarme mejor… — le dijo con voz baja
y ronca.
Continuara
\\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no
les cuesta nada….
Gracias…
pobre Yunho que le pasaría que lo tiene así
ResponderEliminary Jae examinando ese bello rostro y si que se quite la ropa para que Jae lo pueda ver muy bien y de paso se echa un taquito de ojo
espero que todo se arregle entre ellos y que le diga Jae a Yunho que los gemelos son sus hijos y que el sigue esperando por el para ser feliz a su lado
Gracias por compartirlo
Omaiga, que interesante se esta poniendo la situación, estoy curiosa de lo que va a pasar después, no me esperaba esto.
ResponderEliminarSaludos esperó estés bien ❤
Gracias
Asi q Yunho tuvo un accidente. Lo comprendo.....pero aun asi, hay cabos sueltos y nada remediara el dolor, decepcion....y como se las vio negras Joongie cuando tuvo que afrontar su embarazo el solo....y han pasado seis años. Yunho Yunho no es momento para tu humor, pobre Jae....en su lugar ya le hubiera acomodado un par de cachetadas a Yunho. xD. Muchisimas Gracias <3 :-)
ResponderEliminarGracias a todas por los comentarios.
ResponderEliminarSi de ahora en adelante la cosa se pondra buena ^_^
Lo sabia ...
ResponderEliminarPobre Yunho que tremendo accidente casi lo mata ... :(
si con un beso yunho recordó algunas cosas de Jae entonces que ambos tengan una noche bien hard core para que Yunho recupere toda la memoria XD ...
wooo como habrá sudo su accidente que lo tiene mareado le habra dejado consecuencias ...mmm ni le tiendo lo recuerda pero a la vez no lo recuerda XD Jaejoong le creerá todo
ResponderEliminarJae debe escuchar a Yunho, que re diga lo pasó y verá el motivo de su olvido y abandono que tuvo con él y sus hijos.
ResponderEliminarGracias!!!
Ok....las cosas se ponen candentes....xD
ResponderEliminarBueno, bueno eso lonexplica todo, sip, pero porqué no lo besa otra veeeeez??? Si se muere por hacerlo??? Vaya que cosas esto va de bueno a súper bueno, quien es el hermano Guapooo de Yunho?? Eres muy mala, me dejas con la curuisisad de saber que fue lo que ese par se dijo y Jae ha de estar más que curioso.
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