Al final, no fue tan terrible como él había
temido. Hayami se fue al vestíbulo con su ordenador portátil mientras él se
duchaba en el enorme cuarto de baño, con zona de vapor y bañera de lujo. Puso a
su disposición la intimidad del vestidor mientras él se duchaba y luego se
ponía la ropa que había seleccionado previamente.
El nuevo corte de pelo era
sorprendentemente fácil de manejar, al igual que los trucos de maquillaje que
le habían enseñado. Pero lo que no pudo hacer fue subirse la cremallera del traje
hasta arriba. Por más que lo intentó, se quedó a unos milímetros de la parte
superior, y tampoco pudo enganchar el diminuto corchete que había al final de
la cremallera.
Habría podido pedirle a Hayami que lo
hiciera por él, pero no estaba dispuesto a admitir que necesitaba su ayuda para
nada. Además, considerando lo que había dicho sobre su posible deseo por él,
quería evitar que pensara que estaba utilizando una estratagema de seducción al
alegar que no podía subirse la cremallera. En cualquier caso, el traje estaba
casi cerrado y los estrechos tirantes lo mantenían en su sitio.
— ¿Estás listo? — preguntó él, llamando a la puerta con
los nudillos.
— Sí — respondió, abriendo la puerta. Con
vaqueros y camisa, Hayami había estado impresionante, pero con traje de gala
estaba increíble. Estaba… Changmin tragó saliva y ordenó a su corazón que
recuperara un ritmo normal.
El traje de cóctel acariciaba su piel y
sensibilizaba sus terminaciones nerviosas, o tal vez el responsable de eso
fuera Hayami.
Cuando él le abrió la puerta y sus finos
gemelos de oro destellaron bajo la luz, el corazón de Changmin dio unos
saltitos. Se preguntó si seguiría siendo virgen si hubiera conocido a un hombre
como Hayami unos años antes. Pero no había otro hombre como Hayami. Era único.
Y, además, sospechaba que un hombre con su experiencia sexual sentiría desdén,
si no puro rechazo, hacia un joven como él.
Casi había llegado a decirlo cuando
comentó, tras un solo beso, que no deseaba volver a besarlo. Pero lo había hecho
de nuevo, aunque hubiera sido como parte del papel que él había decidido que
debían representar. Lo más importante era que él no se rindiera a su debilidad,
que no permitiera que Hayami viera o adivinara que su vulnerabilidad podía
volver a darle la victoria en otra batalla. Ya lo había derrotado una vez
mediante el chantaje. Su orgullo no le permitiría asumir una segunda derrota en
sus manos.
El pasillo, de paredes de piedra sin
decoración alguna, se abrió a una galería forrada de madera y llena de retratos
ostentosamente enmarcados.
— Este corredor mide casi
cuatrocientos metros. Mis hermanos y yo solíamos montar en bicicleta aquí cuando
llovía — le dijo Hayami, interrumpiendo
el silencio — No tiene habitaciones a los lados, sólo dos
escaleras, un que baja a las cocinas y sube a las habitaciones de servicio y a
la guardería, y otra que conduce a las habitaciones privadas de mi padre. Una
de sus normas era que no podíamos utilizar la galería para no molestarlo «mientras trabajaba», un eufemismo que
utilizaba cuando estaba con su amante. No escatimaba el uso de la fusta cuando
nos descubría saltándonos esa regla.
— Mi padre nunca nos pegó — comentó Changmin, anonadado — No
era esa clase de hombre. De hecho, nos habría animado a utilizar la galería
para hacer carreras. Mi padre adora los deportes competitivos y, sobre todo,
adora a los ganadores.
Hayami frunció el ceño mientras
escuchaba. Su enojo por haberle contado a Changmin algo tan personal sobre su
infancia, se desvaneció al oír el comentario de él. Aunque no hubiera castigado
a sus hijos físicamente, como su propio padre, había otras formas de infligir
dolor a los seres jóvenes y vulnerables. Hayami veía claramente que Changmin se
sentía inferior a sus hermanos, y también que lo negaría con fiereza si
insinuaba algo similar. El que hubiera llegado al extremo al que había llegado
para demostrar que pilotaba tan bien como Chansung, si no mejor, lo dejaba muy
claro. Pero no era sólo cuestión de ser mejor. Se trataba de la necesidad de
ser aceptado y valorado en una situación familiar en la que sólo el primogénito
tenía opción a ser el mejor.
Si lo comentara, él lo negaría, sin
duda, igual que habría hecho él en el mismo caso. Pero no podía ocultarle la
verdad. Veía y entendía su motivación perfectamente, tal vez porque su reacción
se parecía demasiado a la que habría tenido él. Hayami frunció el ceño. Era la
primera vez que reconocía en otra persona los mismos sentimientos que lo habían
dominado, y no le parecía un descubrimiento agradable.
No quería ver en Changmin sus propias
vulnerabilidades ni, en forma alguna, quería reconocer que compartían algo tan
personal como las reacciones emocionales instintivas debidas a su infancia.
Además, las circunstancias diferían. Él estaba en medio de un trío de hermanos
del mismo sexo; él era un docel entre chicos, los cuales no eran valorados como
chicos. Se preguntó si eso lo había llevado a competir con el sexo masculino en
general, así como a intentar superar a sus hermanos. Potencialmente, eso lo
convertiría en un joven que utilizaría el sexo como arma para machacar a su
contrincante masculino, dado que los hombres solían ser considerados los
instigadores y vencedores en asuntos sexuales. Él sentiría la necesidad de
usurpar ese papel. Pero, entonces, no era lógico que no hubiera intentado
retarlo sexualmente.
Él tenía un cerebro muy analítico y no
le gustaban las cosas que no cuadraban.
En ese momento, su irritante problema
era que Shim Changmin no le cuadraba.
Justo cuando Changmin empezaba a pensar
que tendría que haberse puesto unos zapatos planos para la larga expedición, Hayami
giró hacia unas puertas dobles que daban a un salón abovedado lleno de muebles
oscuros. Los sortearon para alcanzar otro juego de puertas. El ambiente de la
habitación era opresivo y Changmin se alegró de dejarla atrás, aunque la
biblioteca en la que se encontraban era igualmente poco acogedora.
Eventualmente, tras atravesar dos
oscuras y formales habitaciones más, llegaron a otro pasillo, mucho más corto,
que los condujo a un imponente escalera que descendía hacia el vestíbulo que Changmin
reconoció como el de entrada.
Por primera vez, aunque no se veía a
nadie en el vestíbulo, Hayami le ofreció su brazo para descender por la
escalera como pareja. Changmin, a pesar de los zapatos con tacón, volvió a ser
consciente de que Hayami era mucho más alto que él. Le resultó extraño que, a
pesar de la altura adicional que le otorgaban sus zapatos, pudiera sentirse
frágil y femenino. Y lo desconcertó aún más su absurdo impulso de acercarse más
a Hayami, hasta el punto de que sus caderas se rozaron mientras descendían.
Cuando Hayami percibió que Changmin se
acercaba a él, se dijo que sólo lo permitía porque la cercanía física
convencería a todos de su compromiso con él. El que aún no hubiera
espectadores, se dijo, era irrelevante. Pronto los habría y lo importante era
que su intimidad pareciera la cosa más natural del mundo.
Llegaron al vestíbulo y Hayami condujo a
Changmin hacia un elegante salón lleno de muebles dorados. Algunos tenían
motivos egipcios y otros estaban tapizados con desvaída seda azul claro con
bordados en hilo de oro que representaban, supuso Changmin, el escudo familiar.
La habitación estaba iluminada por dos arañas cuya luz se reflejaba en varios
espejos dorados. Había muchas mesas bajas atiborradas de ornamentos.
— Parte de la decoración de estas habitaciones
se remonta a los tiempos de Napoleón, tras su victoriosa campaña en
Egipto — comentó Hayami — La
seda azul fue tejida específicamente para incorporar el escudo de armas de la
familia. Se rumorea que nuestro antepasado tenía la ambición de casar a su hijo
mayor con Pauline, la hermana de Napoleón. Supongo que fue una suerte que no lo
consiguiera.
Mientras atravesaban otra sala, decorada
en tonos amarillos, Changmin oyó el runrún de la conversación en la habitación
contigua. Un lacayo con impresionante traje de librea, que incluía un peluca
empolvada, salió con un bandeja vacía, seguido por otro. La aprensión nerviosa
burbujeó en el estómago de Changmin, como si fuera una jovencita a punto de
conocer al padre de su primer amor.
De repente, Yunho apareció en el umbral.
— Aquí estáis — dijo, animoso.
Segundos después, Changmin entraba en el
salón del brazo de Hayami, mientras Yunho les abría paso entre los invitados,
muchos de ellos de edad avanzada y luciendo medallas y condecoraciones
equiparables en magnificencia a las joyas de sus esposas.
El anciano príncipe estaba sentado en lo
que Changmin sospechó era un sillón creado para un inválido, aunque resultara
obvio que el padre de Hayami lo consideraba un especie de trono. Su cabello
plateado destellaba bajo la luz y sus rasgos eran tan orgullosos y arrogantes
como los de su segundo hijo. Una mano, de nudillos agarrotados por la edad,
aferraba el pomo de plata de un bastón. A Changmin le pareció un digno miembro de
la realeza hasta que él giró la cabeza para mirarlo. En vez de la mirada
orgullosa de Hayami, vio que tenía los ojos pequeños y cargados de odio, y que
su expresión evidenciaba una vida de auto indulgencia y presunción. Primero
pensó que no era digno de ser el padre de Hayami, después que no tenía ningún
derecho a pensar eso.
Como si se hubiera dado una orden
silenciosa, los invitados se apartaron del camino que conducía al viejo
príncipe, y todos los presentes los observaron con expectación. Changmin comprendió
que la hostilidad entre padre e hijo era bien conocida por todos.
— Hayami, te has arriesgado mucho
al traer aquí a tu amigo, ¿no crees? ¿Cuántas veces tengo que advertirte que un
segundo hijo tiene que temer ser suplantado, en todo, por el primogénito? Un joven
siempre buscará al mejor padre posible para sus hijos, por eso los primogénitos
siempre consiguen el primer plato y los segundones han de conformarse con las
sobras o lo que es rechazado.
Changmin pensó, airado, que el príncipe
además de cruel, era malvado. Acababa de decirle algo horrible a su propio
hijo, y en público. Había insinuado que Hayami nunca podría conservar al joven al
que amara si su hermano lo deseaba. El príncipe no había insultado sólo a Hayami,
también lo había insultado a él.
Sin poder contenerse, Changmin se irguió
con orgullo y se dispuso a hablar.
— Hayami sabe que nadie
podría ocupar su lugar en mi corazón ni en mi vida — anunció con voz firme. Casi oyó la
inhalación concertada de toda la audiencia — En cuanto a lo de que sea
el hijo segundo, eso incrementa mi amor por él, no lo disminuye.
— Sólo un tonto creería eso.
No hay joven o mujer vivo que no desee ver a su propio hijo heredar los títulos
de la familia, en lugar del hijo del hermano mayor de su marido. Tu sexo ha mentido,
engañado y asesinado para reclamar ese derecho de nacimiento — dijo el príncipe con frialdad.
— Puede que hace siglos sí,
pero en los tiempos modernos lo que una madre desea para su hijo es un padre
que lo quiera y poder verlo crecer libre de las restricciones impuestas por las
expectativas de la familia. Lo que Hayami puede ofrecer a sus hijos es mucho
más grande que un título vacío y carente de significado.
Changmin percibió la oleada de asombro
que se alzaba a su alrededor. Pero la euforia que sentía por haber defendido a Hayami
se apagó cuando se volvió hacia él y vio que, lejos de estar complacido con él,
lo miraba con disgusto.
El príncipe no había concluido.
— ¡Bah! — Exclamó — Puede que ahora creas eso,
pero ningún joven desea a un hombre que guarda silencio mientras él tiene que
defenderlo. Pero tú siempre fuiste dado a refugiarte tras las faldas de los
jóvenes, ¿verdad, Hayami? No has cambiado.
— Ni tampoco tú, padre — le dijo Hayami con desdén — Sin
embargo, no deseo enzarzarme en un intercambio de insultos verbales con un
viejo enfermo cuya vida toca a su fin, aunque me atrevo a decir que te gustaría
poder obligarme a hacerlo.
Sin dar a su padre la oportunidad de
decir otra palabra, Hayami agarró el brazo de Changmin y se dio la vuelta para
presentárselo a la pareja de mediana edad que había tras ellos. Eran un
dignatario local y su esposa, con quienes Hayami inició una conversación sobre
un proyecto de restauración de edificios civiles para el que estaba aportando
fondos. Era obvio que el dignatario tenía una elevada opinión de él y Changmin adivinó
que estaba de su parte, aunque no hizo ninguna mención al duro intercambio que
acababa de tener lugar entre padre e hijo.
El príncipe parecía considerarse la ley,
y no respetaba los sentimientos de nadie, y menos los de su segundo hijo.
Crecer con un padre así tenía que haber sido muy duro, mucho peor que la
infancia de Changmin. El padre de él había promovido la rivalidad y competencia
entre los hermanos, y no había sido consciente de las necesidades emocionales
de un adolescente, pero los quería a todos. El príncipe no parecía querer a
ninguno de sus hijos.
Hayami se excusó ante el dignatario y su
esposa, alegando que quería presentar a Changmin al mayor número de personas
posible. Sin embargo, lo condujo a una recámara y se situó ante él, bloqueando
la salida y las miradas curiosas de cualquier otra persona.
— Si mi padre te hubiera
pagado para humillarme, no podrías haber hecho mejor trabajo para él — dijo con voz queda y colérica.
— Sólo intentaba defenderte,
nada más — le espetó Changmin.
— ¿Defenderme? — Su respuesta pareció incrementar su
enfado — Ése es mi papel, no el tuyo. Un hombre se defiende a
sí mismo y a los que dependen de él. Un joven defiende a su hijo. Pero no
pudiste resistirte a asumir el control, ¿verdad? Aunque eso supusiera humillar
al hombre al que, te recuerdo, se supone que amas.
— ¿Me acusas a mí de asumir
el control? ¡Tiene gracia, viniendo de ti! Y serías capaz de verlo tú mismo si
no estuvieras tan obsesionado con demostrarle a tu padre que haber nacido el
segundo no te impide ser todo un éxito.
— No tengo nada que
demostrar a nadie, y menos aún a mi padre. La única opinión y aprobación que me
importa es la mía propia.
Se miraron con ira mientras
intercambiaban esos susurros furiosos.
— Basura — dijo Changmin — Si
eso fuera verdad, no me habrías chantajeado para traerme aquí. ¿Sabes cuál es
tu problema…?
— Sé cuál es el tuyo — interrumpió Hayami — No
puedes permitir que un hombre sea un hombre porque tienes que competir con él.
De hecho, estás tan obsesionado con competir con mi sexo, que te has convertido
en un mutación de joven asexuado que piensa que a los hombres les atrae un
amazona que libra sus batallas por ellos.
— Eso no es verdad — a Changmin le tembló la voz; sabía
que las desagradables palabras habían tocado un fibra sensible.
Sus hermanos se habían burlado de él a
menudo, diciéndole que asustaba a los hombres. Las bromas lo habían herido,
pero se lo había ocultado, porque no sabía cómo cambiar. Sin embargo, no era
cierto que siempre hubiera querido competir con los hombres y ganarlos. En el
fondo de su ser, anhelaba un hombre en quien pudiera confiar tan implícitamente
como para bajar la guardia con él, alguien que lo entendiera y no se riera de él,
sino que lo ayudara a recuperar su identidad. Sin embargo no sabía cómo podría
llegar a confiar en un hombre hasta tal punto, dado su enorme miedo al rechazo.
Hayami era consciente de que se había
excedido en su reacción, pero oír a Changmin defenderlo había despertado
dolorosos recuerdos de su infancia, y de los intentos de su madre antes, y de Yunho
después, de protegerlo de su padre. Odiaba el recuerdo de su vulnerabilidad y
su incapacidad de protegerse solo. Su deber era proteger a Changmin, no al
revés, pero él no le había permitido hacerlo. Al contrario, había ayudado a su
padre a humillarlo.
— Recuerda por qué estás
aquí — advirtió Hayami,
retrocediendo — Si quieres defender a un miembro de mi sexo,
piensa en tu hermano.
La habitación en la que estaban se llenó
gradualmente con recién llegados y Changmin se vio separado de Hayami, que
había sido asaltado por un deslumbrante joven, que se agarró a su brazo y, con un
sonrisa falsa, le dijo a Changmin que había prometido llevar a Hayami a hablar
con su marido. Cinco minutos después, cuando los vio de pie y muy juntos, no
había ningún marido a la vista, y el morena se comía a Hayami con los ojos.
A él eso no le importaba, por supuesto.
De hecho, era un alivio verse libre de su compañía después de cómo le había
hablado. Sin embargo, por alguna razón, sentía un nudo de tristeza en la
garganta, a pesar de que estaba haciendo lo posible por circular y hablar con
la gente. Un hombre muy persistente lo había acorralado en un rincón y no
dejaba de preguntarle cuándo se haría el anuncio oficial. Al final había
conseguido escapar diciéndole que se lo preguntara a Hayami.
Un camarero le ofreció una bebida, pero
la rechazó. No estaba acostumbrado a cenar tan tarde; se sentía algo mareado y
casi enfermo por la mezcla de hambre, desconsuelo y cansancio. Una mirada
discreta a su reloj le confirmó que aún eran las nueve de la noche, faltaba una
hora para la cena.
Le dolían los pies y sacó uno del zapato
de tacón; suspiró cuando cayó al suelo. Incapaz de volver a ponérselo estando
de pie, se inclinó para hacerlo y descubrió, horrorizado, que el movimiento
había hecho que se le bajara la cremallera del traje. Se enderezó y sujetó la
parte delantera del traje con una mano mientras retrocedía hacia la pared,
preguntándose qué iba a hacer. No tenía ni idea de dónde estaba el cuarto de
baño más cercano y era imposible subirse la cremallera de forma discreta.
Hacían falta dos manos y mucho esfuerzo, y sabía que ni siquiera así
conseguiría subirla del todo.
Paralizado de aprensión, con los brazos
cruzados bajo el pecho, anheló poder desaparecer por arte de magia. Hayami se
enfurecería si le hacía quedar mal, y a él tampoco le hacía gracia la idea de
que se le cayera el traje, sobre todo porque debajo sólo llevaba unos pequeños
boxer color carne.
— ¿Tienes frío?
Era Yunho. Changmin tragó saliva y negó
con la cabeza; se le encogió el corazón al sentir que uno de los tirantes del traje
se deslizaba hombro abajo.
— Has hecho un defensa muy
apasionada de Haya —
comentó Yunho con un sonrisa.
— Tengo sentimientos muy
apasionados por él —
contestó Changmin.
Eso, al fin y al cabo, era verdad. No
tenía por qué explicar que su pasión tenía una base más colérica que sensual.
— Ahora está enfadado
conmigo. Dice que lo he humillado — Changmin no sabía el porqué de su admisión, pero Yunho
tenía un magnetismo especial que propiciaba las confesiones.
— Es un hombre muy
orgulloso.
— Sí.
— ¿Seguro que no tienes
frío?
Changmin volvió a negar con la cabeza.
Después, decidiendo que Yunho podía ser su único recurso para salir de la
habitación sin perder la dignidad y el traje, admitió la verdad.
— Es mi traje. La cremallera
no estaba bien abrochada y se ha bajado. No me atrevo a moverme por si se baja
aún más.
— Entiendo. En ese caso,
dado que Hayami no está aquí para efectuar un caballeroso rescate, tal vez,
dado que soy su hermano, me permitas hacerlo a mí.
Normalmente se habría sentido incómodo y
avergonzado, pero en cambio sintió una extraña sensación de alivio y seguridad.
Como si Hayami y él realmente fueran un pareja y Yunho un hermano más para él.
— Si pudieras, te lo
agradecería —
le dijo — Pero no sé cómo vas a ayudarme sin que nadie lo vea.
— Fácil. Simplemente haré
esto — Yunho sonrió,
estiró el brazo y tiró de él, inclinándolo sobre su cuerpo, con el hombro
apoyado en su torso.
Le hizo de pantalla, ocultándolo a los
invitados, llevó una mano a su espalda y subió la cremallera, con una destreza
y rapidez que dejó claro que estaba bien familiarizado con las complejidades de
las cremalleras de la ropa femenina y de docel. Incluso consiguió enganchar el
corchete. Changmin le sonrió con gratitud y alivio.
Desde el otro extremo de la habitación, Hayami
observaba a Changmin y a su hermano con ira creciente. Le había ordenado
expresamente que no flirteara con Yunho, pero eso era lo que estaba haciendo,
mirándolo con ojos de gacela, sonriendo y riendo con él, mientras que Yunho
estaba demasiado cerca de él. Una oleada de furia, era furia no celos, recorrió
su cuerpo, tan potente y peligrosa como un mezcla de lava y cenizas calientes,
quemándole hasta el cerebro. Él lo estaba haciendo a propósito, era indudable.
Pero pronto aprendería que no permitía que nadie, y menos él, lo tomara por tonto.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Ay dios esto se pone feo!!
ResponderEliminaraja... ahora nuestro Haya estara más pendientes de Min. El papel de Yunho es bastante ambiguo
EliminarEsto esta que quema jajaja los celos los peores enemigos te nublan la vista y ves lo que tu cerebro te dice y ahora que pasara que hará Hayami
ResponderEliminarQue hombre tan malbado el principe, no tiene limite para su odio. Como puede Hayami hacer tal acusasión a ChangMin si el más obsesivo es él... celos y muchos, aunque los niegue. Seguro esto es uno de los movimientos de Yunho para iniciar el escrutinio de ChangMin, no me estrañaría que fuera él el primero en notar que hay mas que atracción reprimida entre ellos. Se me hace que Alguien se le va a pegar a ChangMin como chicle en zapato nomas por celosos jajaj
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