Habían ocurrido tantas cosas que era difícil
aceptar que sólo habían pasado veinticuatro horas desde que había bajado por
esa escalerilla, pensó Changmin mientras Hayami se hacía a un lado para dejar
que subiera antes que él al jet privado.
Esa vez, en vez de su uniforme de
piloto, llevaba su ropa nueva: vaqueros de diseño ajustados a sus largas y
esbeltas piernas, zapatos de tacón y una camiseta blanca que había costado una
millonada. A él, personalmente, le parecía que se ajustaba demasiado a su pecho
que era casi tan grande como el de una mujer, por eso llevaba un suave chaqueta
de cuero encima, a pesar del calor. Unas gafas de sol y un bolso de cuero
completaban el conjunto; casi el uniforme de los jóvenes educados y adinerados
que se veían entre la Quinta Avenida y Knightsbrige, París y Milán.
Vio como cargaban en el avión su nuevo
juego de maletas de cuero, blancas con asas marrón claro y un logo tan pequeño
y discreto que sólo los expertos verían, junto con otras dos en versión
masculina, más gastadas.
Lo había sorprendido que Hayami le
anunciara que él mismo pilotaría el avión hasta Sicilia y más aún que le dijera
que él viajaría con él en la cabina, como copiloto.
— Aunque no harás más que representar el papel
de copiloto —
había sentenciado.
— No
tuviste quejas sobre cómo llevé el jet cuando te traje a Florencia — se
había defendido Changmin — Soy
un piloto bien cualificado.
— Por ahora. Si hubiera
ocurrido algo, el que hubieras estado pilotando el avión de forma ilegal,
habría anulado el seguro, y eso habría bastado para que te quitaran la licencia
durante un periodo muy largo.
La advertencia provocó a Changmin un
escalofrío de aprensión, y no sólo por la amenaza que contenía. Lo que había
dicho era muy cierto y hería su orgullo haberlo pasado por alto en su empeño
por demostrar su valía.
Mientras subía los escalones detrás de Changmin,
Hayami tuvo amplia oportunidad de admirar la curva de su trasero embutido en
los nuevos vaqueros, así como sus largas piernas. Incluso con zapatos de tacón
era varios centímetros más bajo que él y, a diferencia del uniforme mal
ajustado que había pertenecido a su hermano, los vaqueros realzaban sus curvas
y su casi feminidad.
Aunque no pensaba decírselo a Changmin,
la razón principal de que hubiera decidido pilotar él mismo, con él en el
asiento de copiloto, era no despertar la curiosidad de sus pilotos sobre la
razón de que estuviera viajando con el joven hermano de uno de ellos. Además,
no le habría extrañado que Yunho inquiriera por qué, si Hayami y Changmin compartían
la pasión por volar, no habían compartido la intimidad de esa pasión en su
viaje a Sicilia. Yunho sabía cuánto odiaba delegar el control de algo que podía
hacer él mismo, y la mente analítica y la naturaleza protectora de su hermano
mayor lo llevarían a hacer preguntas astutas si sospechaba que le ocultaba
algo.
Si alguien le hubiera dicho, veinticuatro
horas antes, que iba a ocupar el asiento de copiloto del jet privado de Hayami,
con él mismo en los mandos, Changmin se habría sentido tan excitado y triunfal
por poder demostrar su destreza y su capacidad, que habría dado saltos de
júbilo. Pero veinticuatro horas antes no había sabido lo que sabía tras conocer
a Jung Hayami.
Changmin se atrevió a echarle un vistazo
a su perfil, mientras él realizaba las comprobaciones previas al vuelo, y se le
aceleró el pulso. Su corazón dio una serie de vuelcos que lo dejaron sin
respiración. Changmin transfirió la mirada a sus manos, pero eso no resultó
mejor, porque su corazón volvió a botar cuando recordó esas manos sobre su pecho.
Changmin se dijo que aunque no iría mal
hacerse a la idea del papel que iba a representar, no tenía por qué ir tan
lejos. Se puso los auriculares y borró las inquietantes imágenes de su mente
para concentrarse en las comprobaciones de rigor.
Hayami decidió que había hecho bien
estableciendo la norma de no contratar nunca a pilotos doceles ni femeninos; el
olor de la piel de Changmin, unido al del perfume que llevaba, estaba
distrayendo su atención de la familiar rutina previa al despegue. Y su olor lo
distraía menos que la suave curva de su pecho bajo la camiseta blanca, desde
que se había quitado la chaqueta de cuero. No hacía falta preguntarse por qué
el impacto visual de unos pechos naturales era mucho mayor que el de la solidez
e inmovilidad de los realzados con silicona.
Si se había quitado la chaqueta para
ablandarlo e intentar persuadirlo de que le diera empleo, había cometido un
gran error. Tras sentir el efecto del impacto del suave balanceo en su propio
cuerpo, no se arriesgaría a exponer a sus pilotos a él.
Pilotar un avión requería concentración
total. No la distracción de la visión y el aroma de un joven sexualmente
atractivo.
Hacía calor en la cabina y Hayami se
había quitado la chaqueta de lino. Su camisa, de manga corta y desabrochada en
el cuello, se tensó contra su ancha espalda cuando se inclinó hacia delante. Changmin
tuvo que contener el aliento y luchar contra un estremecimiento de placer al
recordar la sensación de esos hombros y del calor de su piel bajo las manos. La
noche anterior, la humedad había moldeado la tela a su carne, permitiéndole ver
claramente la estructura de sus músculos y el color oscuro de su vello
corporal, peligrosamente erótico en comparación con los torsos masculinos
depilados habituales en las campañas publicitarias.
Sintiéndose culpable, Changmin desvió la
mirada y todo su cuerpo se calentó cuando, en su prisa por dejar de admirar su
torso, se fijó en sus piernas abiertas. No vio nada, excepto que era un hombre,
claro. Pero era inapropiado mirar una entrepierna masculina, al menos para él…
Se le había secado la boca y su corazón
latía demasiado rápido y desacompasado. De alguna manera, consiguió desviar la
vista.
— ¿Cuánto dura el vuelo? — preguntó, para concentrarse en otra
cosa.
Hayami admitió para sí que duraba
demasiado, teniendo en cuenta la intimidad que les imponía la cabina. Se
removió en el asiento para aliviar la tensión que sentía pulsando en su
entrepierna.
— Una hora, menos si tenemos
viento de cola.
Changmin asintió con vigor para
enmascarar la vergüenza que había sentido al ver cómo Hayami movía su cuerpo;
parecía estar advirtiéndole contra sus descaradas miradas.
La voz del controlador de tráfico aéreo
en lo auriculares lo devolvió al mundo real; años de entrenamiento le
permitieron concentrarse en lo que tenía que hacer.
Llevaban menos de quince minutos en el
aire cuando Changmin se vio obligado a admitir para sí que Hayami era un piloto
de primera, con un destreza técnica superior y absoluto control de sí mismo y
del aparato. Pero en ese momento, con Sicilia bajo ellos, mostrándoles su
belleza, la destreza como piloto de Hayami estaba pasando a un segundo plano.
La visión del monte Etna, tan peligroso y al tiempo atractivo, lo hizo
reflexionar sobre lo bien que encajaba Hayami con la tierra en la que había
nacido.
— Si miras hacia el este
ahora, verás el castello.
Él se quedó sin aliento al ver el tamaño
del imponente castillo. Estaba situado sobre un afloramiento rocoso y cientos
de metros de olivares lo separaban de un pueblo medieval amurallado. Tras el
pueblo, la tierra ascendía hacia las montañas, cuyas empinadas laderas estaban salpicadas
por pequeños grupos de construcciones.
Hayami frunció el ceño al mirar los
pueblos que había bajo ellos. Su padre controlaba sus tierras y a los que
vivían en ellas con una mentalidad feudal que se negaba a abandonar. Le gustaba
considerarse un patriarca reverenciado por su gente, pero la verdad era que se
acercaba más a la definición de déspota. En los remotos pueblecitos de montaña
del feudo de los Jung, vivían familias tan pobres que los niños seguían
teniendo que dejar la escuela para trabajar una tierra por la que aún tenían
que pagar un diezmo al padre de Hayami.
Yunho había jurado abandonar esa
práctica en cuanto heredara pero, entretanto, había descontento en uno de los
pueblos. Hayami apoyaba enteramente a los lugareños, por supuesto. La expresión
absorta y maravillada de Changmin lo llevó a volar en círculo para ofrecerle una
vista mejor.
Su colaboración en la cabina había sido
inesperadamente armónica, un buen augurio para el fin de semana y para su
empeño en que todos, pero especialmente su padre, se vieran obligados a
reconocer que no había nada ni nadie que no pudiera tener en exclusiva si lo
deseaba.
Tras un descenso de libro a la pista de
aterrizaje privada de Hayami, el jet se detuvo lentamente. El sol resplandecía
en la pista, tornándola de un blanco cegador bajo el intenso azul del cielo.
Lo primero que notó Changmin cuando
salió a la escalerilla que habían acercado dos empleados vestidos con monos
inmaculados con el logo de Aerolíneas Avanti, fue el aroma cítrico que se
mezclaba con el agrio y pesado olor a combustible, humos y metal caliente. El
calor del sol, mucho más fuerte que en Florencia, le llevó a sacar sus gafas de
sol y agradecer a Cristina la advertencia de que necesitaría un sombrero para
proteger la cabeza si salía durante el día.
Unos hombres estaban descargando el
equipaje. Hayami se reunió con él en la plataforma metálica. Estaban allí, en
silencio, cuando una reluciente limusina, con un banderín revoloteando sobre el
capó, se acercó y se detuvo, perfectamente alineada con los escalones. Un
chófer uniformado bajó y fue a abrir la puerta de atrás. El hombre que salió
del coche era alto y de cabello oscuro, su parecido físico con Hayami era tan
inconfundible como su aire de autoridad.
Inseguro, Changmin, se volvió para mirar
a Hayami. Vio cómo su pecho se expandía al inhalar y cómo después exhalaba de
forma controlada y apretaba los labios.
— Parece que Yunho ha
decidido darnos la bienvenida en persona — dijo, con voz cortante.
Yunho. Changmin pensó que el nombre le
iba bien. Todo él exudaba un aura que hablaba de poder total aliado con un
autocontrol perfecto y aderezado con algo que sugería que podía ser muy
peligroso en caso de provocación. Sin embargo, a pesar de su poder y atractivo,
verlo no hizo que su corazón volara en caída libre ni que los músculos de la
parte inferior de su cuerpo se tensaran para negar el íntimo deseo sexual que
provocaba en ellos, a diferencia de lo que le ocurría con Hayami.
Changmin no tenía ánimo para bajar la
escalera. No sabía si era porque estaba allí en contra de su voluntad, o porque
temía que el hombre que los esperaba no se dejara engañar por la farsa y que Hayami
lo castigara por ello, despidiendo a Chansung.
Sin darse cuenta de lo que hacía,
retrocedió hacia Hayami, tembloroso. Automáticamente, él rodeó su cintura con
un brazo, para estabilizarlo, y lo giró hacia su cuerpo, sujetándolo de forma
que casi quedó apoyado en él, sintiendo los fuertes músculos de uno de sus
muslos entre las piernas.
Changmin se quedó sin aire y tembló aún
más ante la inesperada intimidad sensual de la postura. Se debatió entre
apartarse e inclinarse más hacia él y enterrar el rostro en su hombro para no
tener que enfrentarse al escrutinio del hombre que los esperaba abajo.
Lo invadió el pánico y se rindió a él.
— No puedo hacerlo — musitó con voz entrecortada —
Él, tu hermano, se dará cuenta…. Yo…
Él brazo de Hayami se tensó a su
alrededor.
A esas alturas, tendría que estar
acostumbrado al efecto que su hermano mayor ejercía en los jóvenes. No había una
razón real para sentir una oleada tan fiera y primitiva de posesión masculina.
Al fin y al cabo, no sentía nada por Changmin y él sería un tonto si arriesgaba
el empleo de su hermano coqueteando con Yunho.
— Yunho es un hombre, no un
mago. No lee corazones ni mentes, por mucho que a veces desee que la gente crea
que puede hacerlo. Como cualquier otro hombre, creerá lo que vea, y esto es lo
que verá.
Lo acercó hacia él y bajó la cabeza. Él inclinó
la suya hacia atrás, para mirarlo, ofreciéndole libre acceso a sus labios, y
sus ojos traicionaron su deseo de un beso. Hayami puso un mano en el lateral de
su rostro, sin saber si era para protegerlo del sol y de la mirada de su
hermano, o para retenerlo cautivo. Pero en cuanto posó la boca en sus labios,
descubrió que el motivo le era indiferente.
No entendía por qué con ese joven, en
vez de sospechar y racionalizar que actuaba para seducirlo, la sensación de su
boca temblando de excitación bajo la suya lo inducía a creer en él y le hacía
sentirse poderoso y vulnerable al mismo tiempo. Y lo excitaba tanto, que lo
estaba apretando más contra su cuerpo, profundizando el beso y explorando su
suave y temblorosa boca a conciencia, como si fuera suyo y estuvieran a solas
en un lugar en el que sólo lo que estaba sintiendo importara.
No era real. Hayami estaba interpretando
un papel, nada más, se recordó Changmin. Pero su cuerpo no escuchaba a su
mente. En vez de eso estaba reaccionado al hecho de estar en brazos de un
hombre que lo besaba con fiereza y deseo. Se dijo que Hayami no lo deseaba y
que no podía permitir que sus labios se ablandaran bajo los suyos ni que su
cuerpo se fundiera con el de él. No podía ponerse en una situación de la que
saldría humillado y herido. ¿Herido?
El frenético temblor del cuerpo de Changmin
y la agitada presión de la mano que apoyó en su pecho para apartarlo,
devolvieron a Hayami al mundo real.
En cuanto lo soltó, Changmin empezó a
bajar los escalones, aterrorizado por haber comprendido que Hayami podía herirlo.
No entendía cómo había conseguido involucrarse emocionalmente con un hombre al
que había conocido veinticuatro horas antes. Pero no se trataba del tiempo
transcurrido, sino de su cualidad. Había tenido más intimidad con él que con
ningún otro hombre en su vida. Desde el momento en que lo había detenido cuando
bajaba del avión, había ocupado sus pensamientos cada minuto del día.
Desconcertado por su descubrimiento, Changmin
olvidó que llevaba Zapatos de tacon y gimió cuando uno se de ellos se enganchó en un
escalón y empezó a caer hacia delante.
Unos brazos fuertes lo agarraron y
pusieron a salvo, pero no eran los de Hayami. Su cuerpo lo supo de inmediato y
por eso pudo relajarse en ellos sin miedo a traicionar sus sentimientos.
Jung Yunho era tan alto y ancho como Hayami,
pero mientras que Hayami poseía un fiera intensidad sensual que le robaba los
sentidos, Yunho tenía el inconfundible aire de alguien que se sentía con
derecho a todo y lo aceptaba, de un manera que le recordaba a su propio hermano
mayor. Era obvio que estaba cómodo consigo mismo y con su posición. Su mirada
magnética lo recorrió de pies a cabeza, no sólo evaluándolo como un hombre,
sino también como un hermano mayor que comprobase si era lo bastante bueno para Hayami.
Changmin se sentía a salvo con él, pero
sólo lo estaría mientras él creyera que su hermano era prioritario en su vida.
— Lo siento. He cometido la
tontería de olvidar el tipo de calzado que llevo — se disculpó, echándose hacia atrás.
Él lo soltó de inmediato.
— Vaya, vaya, ¿qué he hecho
para merecer esta recepción, Yunho?
La voz de Hayami, sarcástica y cínica,
sonó a sus espaldas y a él le dio un vuelco el corazón.
— ¿Hay alguna razón por la
que no deba ser el primero en darte la bienvenida a casa? Y al joven Shim
también, por supuesto —
le ofreció a Changmin un breve pero cálida sonrisa — Debes
haber impresionado mucho a Hayami si te ha permitido copilotar el avión.
— Changmin no necesita
impresionarme con su destreza como piloto. Lo que valoro en él es su absoluta
lealtad hacia mí —
le dijo Hayami a su hermano, rodeando la cintura de Changmin con un brazo y
atrayéndolo hacia él. Lo miró y con la mano libre le apartó un mechón de pelo
de la mejilla, después pasó el pulgar por su labio inferior mientras acariciaba
la curva de su cintura; como si no pudiera resistirse a tocarlo.
Estaba representando tan bien su papel
de enamorado, que hasta Changmin se sintió impresionado. Se preguntó a qué se
había debido el comentario que había hecho sobre su lealtad. Apuntaba a una
rivalidad entre ellos que en algún momento había calado hondo y seguía
presente, al menos por parte de Hayami. Se preguntó si ésa sería la razón de
que le hubiera exigido lealtad y devoción absoluta como «su joven» durante todo el fin de semana.
De repente, se encontró imaginándose
cómo habría reaccionado él si hubiera tenido un hermana mayor y hubieran
competido por la atenciones de un chico. La oleada de emociones que lo atenazó
fue reveladora: ira y cólera contra el chico y contra su hermana. Pero el foco
central de esa ira habría estado dirigido a su hermana, junto con la necesidad
de demostrarle que no sólo podía encontrar a otro chico que no se sentiría
tentado por ella, sino a uno que sería mucho mejor que el que había perdido.
Tal vez por eso Hayami lo hubiera
chantajeado para que lo acompañara.
— Espero que mi hermano haya
sido lo bastante práctico como para explicarte lo que se celebra este fin de
semana y los eventos que tendrán lugar — la voz serena de Yunho interrumpió sus especulaciones.
— Oh, sí — le aseguró con sinceridad — Hayami
me lo ha explicado todo — al menos eso era verdad.
— Has sido muy amable
viniendo a recibirnos, Yunho, pero tal vez haya sido un pérdida de tiempo.
Prefiero conducir hasta el castello yo mismo, porque necesitaré mi coche cuando
esté allí. He prometido a Changmin que haré tiempo para enseñarle parte de la
isla.
La noticia era nueva para Changmin, pero
consiguió no manifestar su sorpresa.
— Ya he dado órdenes para
que lleven tu coche a casa — aseguró Yunho a Hayami.
Changmin se preguntó si hablaba como un
hermano mayor y superior recordándole al menor e inferior que siempre iría por
delante de él o si él le estaba dando demasiada importancia al intercambio. No
era habitual en él involucrarse tanto en la dinámica de relaciones familiares
de otras personas, solía estar demasiado ocupado siendo defensivo en la suya,
pero en su interior había echado raíz un diminuta semilla de compañerismo hacia
Hayami y, por más que lo intentaba, no podía ignorarla.
— El viaje de vuelta juntos
me permitirá conocer un poco mejor a Changmin — decía Yunho con suavidad. Se volvió
hacia él — Tu hermano es uno de los pilotos de Hayami ¿no es así,
Changmin?
— Mi
hermano menor, sí — corroboró Changmin — Igual que Hayami, soy el
mediano de la familia. Es algo más que compartimos, como nuestro amor por
volar.
Se preguntó por qué había dicho eso. Era
como si estuviera tomando postura, reafirmando no sólo su lealtad a Hayami,
sino también el hecho de compartían un vínculo especial. Vio que Hayami fruncía
el ceño y deseó no haber hablado de forma tan impulsiva y directa. Hayami no
necesitaba que tomara postura por él. Al fin y al cabo no eran un pareja que se
enfrentara al mundo junta y unida. Yunho lo estaba mirando, pensativo, y el
ceño de Hayami se había intensificado.
Fue Yunho quien lo condujo hacia el
chófer, que esperaba a que subieran al coche. Yunho ocupó el asiento delantero,
dejando que Hayami se sentara detrás de él, mientras que Changmin lo hacía tras
el chófer.
— Hayami te habrá informado,
imagino, que al ser el único miembro de la familia que asiste a los eventos
acompañado, muchos de nuestros invitados te verán como su anfitrión.
Changmin lanzó a Hayami una mirada
frenética. No le había dicho nada de eso.
Él ignoró su mirada, pero agarró su mano
como lo haría un amante, aunque
Changmin sospechó que era una
advertencia, y contestó a su hermano.
— Changmin es más que capaz
de representar su papel, Yunho.
Changmin supuso que tanto sus palabras
como el que le agarrara la mano tenían el propósito de recordarle el control
que tenía sobre él y la obediencia que esperaba.
El viaje al castello no duró mucho
tiempo, apenas suficiente para que Changmin admirase los olivares que estaban
atravesando, que dieron paso a un paisaje más árido cuando la carretera inició
su ascenso, con el mar a un lado y las montañas al otro.
Finalmente, tomaron una curva
pronunciada y vio el castello ante ellos; más que sujetarse en las rocas sobre
las que estaba construido, parecía aferrarlas con sus garras, como un ave de
presa. A pesar del sol que iluminaba los muros, Changmin se estremeció. El
castillo parecía diseñado para intimidar e imponer, atrapar y aprisionar. Era,
sin duda, un auténtica fortaleza, dura, invencible y hostil. Como el mismo Hayami.
Cuando cruzaron un arco de piedra que
daba a un enorme patio con una ornada fuente, Changmin no vio el castillo
medieval que había esperado, sino la elegante fachada de un magnífico palacio
del siglo XVIII. No pudo contener una exclamación de sorpresa.
Yunho giró en el asiento para mirarlo y,
sonriente, le explicó la historia.
— Uno de nuestros
antepasados tuvo el buen juicio de reemplazar los edificios originales. Lo
único que queda del castello son las murallas exteriores y un par de torres.
Eso me recuerda, Haya, que le he dicho a María que os instalara en la suite de
la torre oeste, para que tuvierais intimidad. Como puedes imaginar, la casa
estará llena de invitados, así que pensé que estarías más cómodo allí que en tu
antigua habitación.
Changmin se preguntó, con aprensión, qué
significaba eso en concreto. Miró a Hayami, pero él no estaba mirando en su
dirección y admitió para sí que no era el mejor momento para preguntarle cómo
iban a dormir.
Mientras se acercaban a los empinados
escalones de mármol que conducían a la impresionante puerta doble, Changmin se
dio cuenta de que iba a resultarle difícil subirlos con elegancia con su calzado actual.
Inesperadamente, Hayami pareció darse cuenta de cuenta de su problema porque,
sin decir una palabra, colocó la mano bajo su codo para ofrecerle apoyo.
Durante un segundo, su espíritu rebelde
deseó protestar por la ayuda, pero los chicazos no están acostumbrados al calzado de tacon y lo cierto era que agradecía la ayuda. Lo último que deseaba era hacer
el ridículo cayéndose de bruces. Pero subir los escalones tan cerca de él hizo
que sus muslos se rozaran, provocando un cosquilleo en su cuerpo que, sin duda,
no tenía relación alguna con sus días de chicazo rebelde.
— Sois los primeros en
llegar — estaba diciendo Yunho
— Oficialmente, el cóctel empieza a las siete, y la cena para los huéspedes
será a las diez, pero padre planea empezar a recibir alrededor de las seis,
aunque pretendo evitar que se esfuerce, dada su mala salud.
— ¿Tiene el corazón tan
débil como nos han dicho? ¿O es otra de sus tretas para conseguir que todos
saltemos por el aro que más le convenga?
Changmin, al captar la amargura de la
voz de Hayami, se movió instintivamente hacia él, en gesto mudo de consuelo y
apoyo, pero se detuvo. Hayami no tenía por qué desear su consuelo y su apoyo.
Y, la verdad, él tampoco tenía por qué ofrecérselos.
Lo alivió comprobar que él no pareciera
haber notado el movimiento, aunque había trasladado la mano de su codo a su
cadera, acercándolo más a él. Sin embargo, no lo miraba, dedicaba toda su
atención a su hermano.
— El problema de corazón es
muy real — estaba diciendo Yunho
— Habría preferido no correr el riesgo de empeorarlo con todo este jaleo,
pero insistió y me amenazó con organizar algo él mismo si no lo hacía yo.
— Y su palabra, por
supuesto, es la ley —
dijo Hayami con cinismo.
— Es el cabeza de la familia
y nuestro deber es respetar las tradiciones y responsabilidades inherentes al
honor del apellido Jung.
— Tú puedes respetarle si
quieres, Yunho, pero yo nunca lo haré.
— No he dicho que le respete
a él. He dicho que es nuestro deber respetar las responsabilidades inherentes a
nuestro nombre. No por nosotros mismos y, desde luego, no por nuestro padre,
sino por nuestra gente. Son sus tradiciones las que honramos este fin de
semana, no las de nuestro padre.
Ya habían llegado arriba de las
escaleras. Los hombres estaba inmóviles, mirándose, y Hayami seguía teniendo el
brazo en su cintura. Changmin se dijo que no se había apartado de él porque era
parte del papel que se veía obligado a representar.
— Suenas igual de feudal que
él, Yunho, y ya sabes lo que opino al respecto — le dijo Hayami a su hermano.
— Sí. Dices que eres un
hombre moderno que no inclina la cabeza ante nadie ni espera que nadie la
incline ante él. Eso está muy bien para ti, Hayami, pero mucha de nuestra gente
no piensa como tú. Si ignoramos y despreciamos nuestro linaje, de hecho los
ignoramos y despreciamos a ellos también.
— Es culpa de nuestro padre
que sigan viviendo en el Medievo, tratados como siervos, igual que nos trató a
nosotros en nuestra juventud. No puedo aceptar ni aceptaré eso nunca. Lo sabes.
En mi opinión, nuestro deber y responsabilidad es liberar a nuestra gente del
yugo feudal que nuestro padre ya no tiene ningún derecho a imponerles.
— Estoy de acuerdo. Pero
algunos de ellos, los más mayores, temen esa libertad porque implica un cambio.
— Me alegro de no estar en
tu lugar, Yunho, y de que la responsabilidad, como heredero de nuestro padre,
de corregir las injusticias cometidas recaiga sobre ti, no sobre mí.
— ¿Lo consideras mi justo
castigo por ser el primogénito, Haya? Todos nacemos con papeles en la vida y no
tenemos poder sobre eso. Sí tenemos poder para elegir cómo cumplir con nuestro
papel. Tú has elegido demostrarle al mundo que no aceptas ni aceptarás ninguna
limitación que los demás intenten imponerte. Pero sigues siendo un Jung.
Compartimos la misma sangre…
— La sangre de nuestro padre — interrumpió Hayami con amargura.
— La sangre de muchas
generaciones —
contraatacó Yunho — Tu ejemplo demostrará a nuestra gente que no
tiene por qué aceptar limitaciones, mientras que el respeto que yo he dado a
nuestro padre permitirá, espero, que los más jóvenes inicien la transición a un
estilo de vida más moderno sin pisotear a las generaciones anteriores. Mi deseo
es que utilicemos este fin de semana para sentar las bases de lo que hay de
bueno, justo y honorable en ser un Jung.
Jung Yunho no hablaba con tanto
convencimiento como Hayami, pero su empeño y determinación eran
incuestionables. Era el hermano mayor y dejaba muy claro que su voluntad
prevalecería, al tiempo que demostraba respeto y amor fraternal a Hayami. Pero Changmin
se preguntó si eso sería suficiente para un hombre como Hayami, que estaba
obviamente dominado por la necesidad de ser el primero. ¿Llegaría a conformarse
alguna vez con lo que había logrado o pensaría siempre que no era suficiente
porque no era el hijo primogénito?
Mientras los hermanos hablaban, alguien
había abierto las dobles puertas y todos entraron juntos. Hayami seguía
manteniéndolo a su lado.
El vestíbulo había sido obviamente
diseñado para impresionar, con su techo pintado al fresco, su ornada decoración
rococó y la enorme y resplandeciente lámpara de araña que colgaba sobre la
escalinata curvada. Olía a poder y riqueza.
Otra puerta doble, abierta, permitía ver
la siguiente habitación y muchas más, todas abiertas; la luz del sol iluminaba
los suelos de madera con incrustaciones. Changmin pensó que aquello no era un
hogar, era una declaración de intenciones, la sede de un reino.
Yunho miró su reloj.
— Son las cuatro. Imagino
que desearéis relajaros y acomodaros mientras podáis, así que dejaré que lleves
a Changmin a la suite, Haya; nos reuniremos en la biblioteca a las cinco y
media, por si hay algún cambio de última hora que tengamos que comentar.
— Por aquí — Hayami lo giró, enfrentándolo a las
puertas principales, y conduciéndolo a través del patio hacia un puerta
estrecha — Es más rápido que ir a través de la casa — explicó, al ver que Changmin miraba
con incertidumbre la escalera de caracol de piedra, iluminada sólo por
aspilleras.
Impulsivamente, él se quitó los zapatos.
— Prefiero acabar con los
pies sucios que con un tobillo roto — le dijo.
Lo cierto era que los escalones de
piedra estaban inmaculadamente limpios, pero subirlos por delante de Hayami,
dada su estrechez, estaba haciendo que el corazón se le descompasara. No era
porque él estuviera a su espalda, claro; sino porque eran muchos y el ascenso
en espiral la estaba mareando y quitándole el aliento.
Por fin llegaron arriba: un espacio
redondo y vacío, con paredes encaladas y suelo de madera, oscurecida por el
paso del tiempo. En la pared curva había una puerta que Hayami le abrió.
Changmin no sabía qué esperar tras el
impresionante contraste entre la desnudez de la torre y sus escalones de piedra
y la extravagancia de la entrada principal y el vestíbulo del castello. Pero el
vestíbulo que había tras la puerta era sorprendentemente moderno, y le recordó
la excelente renovación del apartamento de Hayami. Un nicho en la pared exhibía
una escultura moderna, y la lámpara también era moderna. El suelo de madera era
pulido y claro, las ventanas estaban cubiertas con sencillas cortinas de lino y
el asiento del mirador estaba tapizado con tela negra con finas rayas grises y
blancas, discretas y clásicas.
Una puerta doble, de madera tallada,
conducía a una enorme habitación decorada con el mismo estilo, pero Changmin no
prestó ninguna atención a eso. Miró con horror la enorme cama que dominaba la
habitación.
— No será el único
dormitorio, ¿verdad? —
le preguntó a Hayami.
— Si preguntas si es el
único dormitorio del castello, no lo es. Si preguntas si es el único dormitorio
de la suite, lo es —
contestó él.
— No podemos compartir
dormitorio — protestó Changmin,
deseando sentarse.
— No tenemos otra opción — repuso él con un gélida mirada de
desdén e impaciencia.
— Pero sólo hay una cama.
— Que mide casi dos metros
de ancho. Te aseguro que, aunque no fuera el caso, no tengo ninguna intención
de convertir nuestra supuesta relación pública como amantes en algo real en
privado. ¿No te lo había dejado claro ya? Por supuesto, si temes no poder
resistirte a tu lujuria por mí y…
— ¡No! — Interrumpió Changmin — Claro
que no.
— Entonces no tienes nada
que temer — le dijo,
encogiéndose de hombros — Admito que habrá que superar ciertos
inconvenientes, pero ambos somos adultos y estoy seguro de que podremos
encontrar la forma de respetar nuestra necesidad de intimidad personal.
Changmin, sin atreverse a hablar, se
acercó a las ventanas y lo sorprendió comprobar que sólo se veía el mar.
— Esta torre forma parte de
la muralla original —
le dijo Hayami — Es un de las tres que nuestro antepasado
dejó en pie cuando inició la reconstrucción. Está unida a la casa principal por
un pasillo, a través de las puertas que hay frente a la ventana. Las paredes que
hay a los lados de la cama comunican con un vestidor y un cuarto de baño.
Juraría que han subido nuestras maletas y organizado nuestra ropa.
— No puedo compartir un
habitación contigo —
afirmó Changmin al comprender exactamente a lo que se enfrentaba.
No se trataba sólo de compartir la cama.
También compartirían cuarto de baño. Tendría que vestirse y desnudarse en la misma
habitación que él. Tendría que estar allí cuando él se vistiera y desvistiera.
La excitación que provocó en su cuerpo esa idea no era una reacción que
estuviera dispuesto a admitir.
— No tienes otra opción — le dijo Hayami.
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Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Naaaa, si puedes Min ya verás que si y espero que en una de esas noches, ambos cedan a sus instintos xD
ResponderEliminarSi, definitivamente este es un nuevo reto para nuestro chicazo
EliminarBueno nada le quita lo obstinados XD pero la tensión sexual esta que florece mas en cada roce que tienen bueno aumentará mas y lo sabemos bien si comparten dormitorio
ResponderEliminarPor favor¡¡¡ Hayami fue quien dijo No siento deseo de tí y el primero en meter mano en su pijama que no me salga con que se va a controlar... si como no. Amo a Yunho tan cabal y pendiete de todos ♡♡♡ a que Esa reacción de ChangMin le ha dejado buena imoresió aunque Hayamí no lo reconozca. Hayami no da pista de lo que ChangmIn lo hace pensar o sentín. Quiero saber que cruza por su mente cuando ChangMin lo sorprende¡¡¡¡
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