Mientras una mezcla de
humor y pesar iluminaba su mirada, de ojos tan oscuros y profundos cómo un río
subterráneo, Jung Yunho observó cómo su abuelo daba una vuelta alrededor del
elegante Ascari KZ1 plateado que acababa
de llevar. Un coche de lujo, último modelo y pieza exclusiva, ya que
sólo se fabricarían cincuenta cómo ése. La emoción del viejo al estar tan cerca
de un vehículo tan raro y potente era palpable.
—Un coche que ha costado casi un cuarto de millón.
SungKee, alto y fuerte,
y todavía derecho a sus setenta y cinco años, sacudió su canosa cabeza y esbozó
una sonrisa de aprobación cómo si fuera un chiquillo.
—Es una locura —continuó— pero me alegra ver que
vuelves a tener interés en cosas como éstas.
Yunho no respondió al
comentario de su abuelo, y continuó observando la escena con expresión remota,
haciendo gala de su legendaria reserva. Los
columnistas de los ecos de sociedad a veces decían del millonario dueño
del Banco CTK que era «bello». Yunho detestaba a la prensa y tenía poco tiempo
para tales frivolidades. Sus facciones esculpidas y bronceadas pudieran tal vez
poseer una simetría que llamara la atención entre las féminas y doceles, pero
su mentón fuerte, sus pómulos altos y su boca grande y sensual sugerían una
carácter fuerte que era más que una advertencia para los incautos.
—Aún eres un hombre joven, sólo tienes treinta y un años —dijo Jung SungKee con
cautela, puesto que había pasado mucho tiempo temeroso de enfrentarse con su
nieto, y rara vez se atrevía a intentar traspasar su resistencia— Naturalmente, entiendo que
jamás olvidarás tu dolor, pero es hora de que vuelvas a tomar las riendas de tu
vida.
Maravillado por la
ingenuidad del viejo. Yunho se limitó a murmurar con rotundidad:
—Hace mucho que retomé las riendas de mi vida.
—Pero lo único que has hecho desde que murió Heechul ha sido
trabajar, ganar más y más dinero y hacer negocios cada vez más importantes.
¿Cuánto dinero puede uno ganar en toda una vida? ¿Cuántas casas puede utilizar
un hombre?
Jung SungKee alzó las
manos con gesto extrovertido, abarcando la maravillosa casa de campo que tenía
delante. Y Dove Hall era tan sólo una de las propiedades de las muchas que
tenía su nieto.
—Ya eres más rico de lo que cualquier hombre podría soñar —añadió SungKee.
—Pensaba que el lema de los Jung era ascender y avanzar.
Yunho reflexionaba
sobre la triste realidad de que las personas nunca estaban satisfechas con lo
que tenían.
Lo habían preparado
para ser un hombre centrado en los logros profesionales, con los crueles
instintos de un tiburón asesino. Era competitivo, ambicioso y agresivo cuando
se enfrentaba a un desafío. Cada aspecto de su crianza había sido
cuidadosamente planeado para garantizar que se formara y educara siendo lo
contrario a su fallecido padre, que había sido un vago toda su vida y
consecuentemente una vergüenza para la familia.
—Estoy orgulloso de ti, tremendamente orgulloso —se apresuró a
asegurarle su abuelo en tono de disculpa— Pero la vida puede
ofrecerte tantas cosas aparte de una fusión o un negocio más… El compañerismo
puede parecerte un concepto anticuado…
—Pues claro que ha habido jóvenes —Yunho apretó sus
preciosos labios, pensando que sólo el respeto hacia el viejo refrenó su deseo
de darle una respuesta más mordaz— ¿Es eso lo que quieres oír?
SungKee arqueó una ceja
con pesar.
—Me interesaría un poco más si me enterara de que has estado con
el mismo joven más de una semana.
Exasperado por la
censura. Yunho se adelantó a su abuelo, y la rabia pudo más que la tolerancia.
—Pero no estoy disponible para mantener una relación seria. No
tengo intención de volverme a casar.
Su abuelo lo miró con
sorpresa.
— ¿Acaso he hablado yo de matrimonio?
Nada impresionado por
la expresión de virtuosa ingenuidad de su abuelo, Yunho optó por callar.
Tristemente, era bien
consciente de que por el mero hecho de ser hijo único tenía una responsabilidad
más. La cultura tradicional coreana valoraba enormemente la continuación del
apellido familiar. Comprensiblemente, sus abuelos vivían de acuerdo con los
valores de su generación. Pero Yunho se sentía con igual derecho a defender sus
opiniones, y creía que la honradez era suficiente. Como no tenía el más mínimo
deseo de ser padre, tampoco tenía planes para volverse a casar. Ser eomma había
sido el sueño de su fallecido esposo, por no decir su obsesión. Toda vez que Heechul
había muerto, no veía razón para fingir algo que no deseaba.
—No quiero otro esposo… y menos hijos —reconoció Yunho en
tono de disculpa реro gesto indiferente— Entiendo que esto te disguste; pero así son
las cosas y no pienso cambiar.
Jung SungKee estaba
pálido. Despojado de la exuberancia natural de
su cálida personalidad, de pronto parecía viejo, turbado y sin saber por
dónde tirar. Yunho se sintió muy mal, pero ahogó el repentino deseo de suavizar
el golpe y darle falsas esperanzas a su abuelo. Uno debía decir lo que sentía.
>>>♥<<<
Un veterano ya de los
mercadillos de segunda mano, Jaejoong se unió inmediatamente al competitivo
ajetreo mientras revolvía en un montón de ropa de bebé. Con gesto victorioso
sacó un conjunto de chaqueta y pantalón y preguntó el precio a la señora del
puesto.
Costaba mucho más de lo
que podía permitirse, y lo devolvió al montón sólo con cierto pesar, puesto que
hacía tiempo que había aprendido que sus verdaderas prioridades eran tener un
lugar donde vivir, comida y calor. La ropa era lo cuarto en su lista de necesidades
para la supervivencia, de modo que el tener algo nuevo y elegante apenas estaba
a su alcance. Encontró un suéter y un pantalón cuyo precio podía permitirse. Y
aunque las dos prendas eran usadas, todavía estaban en buen estado. Los
mellizos crecían tan deprisa, que vestirlos a los dos era un desafío continuo.
Al pagar, la vendedora le ofreció rebajarle el precio del conjunto de pantalón,
pero Jaejoong se puso colorado y lo rechazó, dándole las gracias, puesto
que ya se había gastado el dinero que tenía
previsto. La lástima que vio en los ojos de la mujer lo avergonzó.
—Son unos niños preciosos —dijo la vendedora del puesto con renuencia.
Había notado que Jaejoong
no llevaba anillo, y aunque quería ser una mujer caritativa no aceptaba que un
joven fuera eomma soltero.
Jaejoong miró a sus
hijos, sentados el uno al lado del otro en la gastada silla doble, y una
sonrisa de orgullo maternal iluminó brevemente el adusto gesto de sus labios. Yoochun
y Changmin eran unos bebés preciosos, y muy espabilados para sus nueve meses.
La combinación de cabello negro y rizado, tez de un dorado claro y grandes ojos
marrones les otorgaba un aire angelical que resultaba engañoso. A los mellizos
les encantaba llamar la atención y no parar quietos, armaban mucho escándalo
cuando se enfadaban y lloraban mucho cuando estaban aburridos; y para colmo,
apenas dormían. Pero Jaejoong los adoraba, y a menudo los estudiaba con la
aturdida sensación de que era imposible que hubiera tenido dos hijos tan listos
y preciosos. No sólo no se parecían a él,
sino que tampoco tenían su carácter. Sólo en los momentos de depresión, cuando
se enfrentaba a un agotamiento extremo, reconocía que era una lucha durísima
atender sus constantes exigencias.
De regreso a casa, se
fijó sin querer en los doceles jóvenes. Le molestaba cuando le daba por pensar
que los que no tenían hijos parecían más jóvenes, más alegres y atractivos. Al
pasar delante del escaparate de una tienda vio su reflejo y tuvo ganas de
llorar. Tiempo atrás, con arreglarse un poco habría podido decirse que era
bonito. En el presente, sólo quedaba un recuerdo de aquello, y no era más que
un joven menudo, delgado y pelirrojo que apenas se arreglaba. Su aspecto era
anodino, era un joven del montón.
Suspiró con angustia, pensando que el padre de Changmin y de Yoochun jamás
volvería a mirarlo si lo viera así.
De nuevo se maravilló que
se hubiera dignado a fijarse en él. A él le
había parecido tan romántico que un hombre tan espectacular y atractivo
que literalmente podría tener a cualquier joven lo hubiera elegido a él. Реro
el paso del tiempo y los crueles avatares de la vida que habían destruido una a
una sus quiméricas ilusiones y lo habían obligado a enfrentarse a una verdad
más difícil de soportar. En ese momento. Jaejoong
aceptaba que él sólo se había fijado en él porque había sido el único joven que había tenido a mano
cuando le había apetecido tener una relación sexual. Él le había dado lo que
había querido sin exigirle nada a cambio. En ningún momento él lo había visto
más que cómo a una persona perteneciente a una clase social inferior, ya que
por ejemplo, nunca habían tenido ninguna cita. Cuando se le había pasado la adoración inicial, él lo
había plantado con tanta rapidez que sólo de pensarlo le entraban escalofrías.
Nada le había dolido tanto cómo aquel frío y cruel descenso en picado de la
fantasía a la realidad.
Sólo unos minutos
después de regresar a su pequeño apartamento, su casero apareció a su puerta.
—Vas a tener que marcharte —le dijo sin rodeos— He recibido otra queja del ruido que tus niños hacen de noche.
Jaejoong lo miró horrorizado.
—Pero todos los bebes lloran…
—Y dos bebés hacen el doble de ruido.
—Le doy mi palabra de que haré lo posible para tenerlos
callados.
—Eso me dijiste la última vez que hablé contigo, y nada ha
cambiado desde entonces — lo interrumpió el hombre sin piedad— Te doy dos semanas de
aviso. Si no te vas voluntariamente, te echaré yo. Así que vamos a hacerlo del
modo más sencillo posible. Ve a los servicios sociales y pronto te buscarán
otro sitio.
Horrorizado por su
beligerante actitud, Jaejoong trató en vano de razonar con él. Mucho después de
que él se hubiera marchado, él seguía sentado abrazándose las rodillas mientras
trataba de dominar la profunda desesperación que lo asaltaba. Se daba cuenta
con horror de que no tenía modo de contravenir tal orden, teniendo en cuenta
que varias personas se habían quejado de él y sus hijos. Además, no tenía
fuerzas para culpar a los demás inquilinos de haber protestado. Las paredes
eran muy finas y los mellizos lloraban a menudo por las noches.
El apartamento
necesitaba una remodelación, los muebles estaban viejos y gastados y las
instalaciones que tenía que compartir con los demás vecinos eran un tanto
sórdidas. Pero de todos modos la habitación había llegado a ser su hogar. Y, lo
que era más, el edificio estaba bien y la zona era bastante respetable y
segura. No tenía miedo cuando iba por la calle; a diferencia de cuando había
estado embarazado, que se había pasado un par de meses en un apartamento de un
barrio del centro de la ciudad. El tráfico de drogas y las bandas armadas
estaban a la orden del día en esa zona, y él había temido por su vida cada vez
que había puesto un pie en la calle.
Aunque había estado a
punto de acostar a los mellizos para que echaran una siesta, se dio cuenta de
que tendría que volver a salir inmediatamente. En dos semanas, estaría sin
casa, y necesitaba darle a los servicios sociales el tiempo suficiente para que
les buscaran otra. ¿Desde cuándo había caído tan bajo que ya no tenía ni
fuerzas para ser independiente? Pestañeó para tratar de dominar las ganas de llorar. Tenía veintitrés años. Siempre
había sido independiente, dinámico y trabajador. Pero no se había dado cuenta
lo difícil que sería criar a dos niños solo. Desde luego, en los últimos meses
de embarazo había trazado entusiastas planes para retomar su carrera profesional. Había esperado
poder volver a trabajar a tiempo completo, no tener que depender de las ayudas
sociales para sobrevivir. La mala salud, los problemas de vivienda, los costes
de transporte y las noches en vela habían aniquilado sus esperanzas.
Transcurrió una semana
lentamente, durante la cual Jaejoong hizo todo lo posible para encontrar un
lugar donde vivir. Pero las pocas posibilidades que le surgieron terminaron
todas en nada. A mediados de la segunda semana empezó a entrarle el pánico, y
una trabajadora social le informó que tendría que trasladarse a un hostal con
habitación y desayuno que ellos le pagarían.
—Acabarás odiándolo —le advirtió su amigo Kim Junsu— La habitación no será sólo
para ti, con lo que no podrás hacer lo que te apetezca, y probablemente ni habrá instalaciones donde cocinar.
—Lo sé —murmuró Jaejoong con pesar.
—Y los bebés tampoco serán bienvenidos allí —suspiró el bonito
moreno a quien Jaejoong había conocido en el hospital — Te trasladarán de allí
enseguida. ¿Por qué te dejas pisotear, Jaejoong?
— ¿A qué te refieres?
—Me dijiste que el padre de los mellizos tenía dinero. ¿Por qué
no haces para que un poco de ese dinero te beneficie a ti? Si el canalla es lo
suficientemente rico y conocido, incluso podrías vender la exclusiva a la
prensa.
—No seas bobo —Jaejoong se apretó las sienes con los dedos.
—Por supuesto, tendrías que darle un toque picante a la
historia. Decir por ejemplo que en una noche hicisteis el amor diez veces, o lo
insaciables u obscenas que eran sus
exigencias en la cama…
Jaejoong se puso cómo
un tomate.
—No, yo no…
—Los detalles sórdidos son los que hacen interesantes esa clase
de cotilleos, y los que le proporcionarán montones de dinero. ¡No seas tan
modoso! Ese tipo es un canalla. ¡Merece que lo pongas en ridículo!
—Tal vez, pero yo no sería capaz de hacerlo. No es mi estilo.
Agradezco tu ayuda, pero…
—Jamás saldrás del arroyo con esa actitud —Junsu volteó los ojos
maquillados y máscara de pestañas— ¿Te vas a quedar ahí cruzado de brazos? ¿Y
dejar que el tipo se salga con la suya? Si de verdad quieres a esos niños,
tendrás que hacer lo que sea necesario para darles una vida mejor, Jaejoong.
Jaejoong se estremeció cómo
si le hubieran dado una bofetada. Junsu lo miraba con expresión de desafío.
—Es cierto, y tú lo sabes. Estás dejando que el padre de los
niños… ese Yunho cómo se llame… Estás permitiéndole que eluda sus
responsabilidades cómo padre.
—Llamé a la Agencia de Ayuda a la Infancia…
—Sí, cómo que ellos tienen tiempo y recursos para ponerse a
localizar a un magnate de los negocios extranjero. Él es rico. Se negaría a
hacerse una prueba de paternidad, o se marcharía del país, o diría que se había
arruinado. Si te empeñas en llevar esto por la vía legal jamás verás ni un centavo
que de él
—pronosticó el otro con cínica convicción — Si quieres saber mi
opinión, sólo te librarás de tus problemas actuales si les cuentas algo a la
prensa del corazón.
>>>♥<<<
Jaejoong no pudo dormir
esa noche. Pensó en los sacrificios que había tenido que hacer su propia eomma
para criarlo. Viuda cuando él sólo tenía seis años, Minjung había tenido que
trabajar limpiando, de ama de llaves o de cocinera para poder sobrevivir. En la
oscuridad de la habitación, Jaejoong seguía disgustado y nervioso. Yunho lo
había dejado plantado, había ignorado su petición de ayuda y le había roto su
necio corazón. Él había tomado la decisión de morir de hambre antes que pedirle
de nuevo ayuda. ¿Pero dejaría que su orgullo le impidiera cumplir con su deber
hacia sus hijos? ¿Tendría Junsu razón? ¿Podría haber hecho más para presionar a
Yunho?
Dos días después, Jaejoong
se trasladó de su apartamento con la ayuda de Junsu. Afortunadamente su amigo
pudo guardarle algunas cosas. El resto tendría que tirarlo o venderlo en un puesto del mercado,
porque Jaejoong no podía permitirse lo que le costaría pagar un almacenaje. La
casa de acogida estaba llena, y su habitación era pequeña, triste y deprimente.
Después de pasar allí
su primera noche, Jaejoong se levantó con los ojos hinchados, pero también con
una fiera determinación. Había decidido que estaba dispuesto a hacer lo que
fuera para darle a Yoochun y a Changmin un techo seguro. La mera idea de que lo
avergonzaran, lo humillaran y lo rechazaran en público no tendría que detenerlo.
En ese momento, estaba decepcionando a sus hijos con su actitud. Junsu había
hecho bien en decirle lo que pensaba.
Con eso en mente, Jaejoong
fue a la biblioteca a meterse en internet para ver si podía descubrir alguna
información nueva sobre Yunho. Lo había intentado y fracasado hacía algunos
meses, pero ya habían transcurrido varios desde el último intento. Sin embargo
esa vez la búsqueda le dio la opción de intentarlo con un nombre alternativo, y
cuando probó ese vínculo, se sorprendió cuando la pantalla se llenó de posibles
páginas. En la primera que visitó apareció una foto de Yunho.
Sólo entonces se dio
cuenta Jaejoong de que sus intentos anteriores habían resultado fallidos porque
había escrito mal su apellido, deletreando «Jong» en lugar de «Jung». El
sencillo pero crucial error le había impedido enterarse de que Yunho era el
presidente del Banco CTK, que tenía una sucursal en Londres. Durante todo ese
tiempo de penuria económica, Yunho había estado haciendo viajes a menudo al
Reino Unido.
Se pasó un rato
navegando por la red, y leyó varios artículos sobre él; entre otras cosas, lo
describían cómo un hombre guapo, genial, frío o impasible. Ese era el hombre de
quien él se había enamorado locamente. Cuando leyó un comunicado en prensa de una fusión en la que CTK tomaría
parte al día siguiente, Jaejoong se estremeció. Si algo importante estaba a punto de ocurrir,
seguramente Yunho estaría
allí. Si se levantaba temprano a la mañana siguiente, podría ir a la City,
esperar a la puerta del banco y tratar de interceptarlo cuando llegara.
Por supuesto, también
podría tomar el camino más habitual y concertar una entrevista con él, ¿o no?
Hizo una mueca mientras rechazaba la idea. Estaba convencido de que él no
accedería a verlo. Después de todo, la última vez que se habían visto le había
dado un número de teléfono para contactar con él equivocado; y también había ignorado la carta que él le
había enviado pidiéndole ayuda. No, tal vez sería mejor idea no advertir a Yunho
de antemano. El elemento sorpresa tal vez podría darle el empuje que tanto
necesitaba; ya no era tan ingenuo cómo para creer que alguien tan listo y
astuto fuera a escucharlo así cómo así.
Jaejoong dejó a los
mellizos con Junsu a la mañana siguiente muy temprano.
—No te dejes convencer por ninguna tontería que te diga ese tipo
—le
advirtió su amigo angustiado— Tiene mucho más que perder que tú.
— ¿Y cómo le hago entender eso?
Jaejoong dejó a Yoochun
y después a Changmin el en corralito donde ya estaba Mina, la hija de Junsu.
Como siempre, miró a su alrededor y deseó estar en posición de permitirse un
confort similar al de su amigo. Aunque la casa de Junsu era diminuta, los tonos
pastel de las paredes le daban un aspecto acogedor incluso en un día gris.
Ayudado por varios familiares de los que Jaejoong carecía, Junsu trabajaba de
peluquero. Su eomma le cuidaba a la niña a veces por la noche, y su ex novio le
daba la ayuda correspondiente.
—Te apuesto lo que quieras a que no querrá ningún escándalo —le dijo Junsu— Por lo que he leído, los
banqueros suelen ser muy conservadores.
>>>♥<<<
¿Conservadores? Jaejoong
iba dándole vueltas a la idea en el autobús. Cuando había conocido a Yunho le
había parecido conservador; y también frío, reservado y austero. No le había
gustado, ni le había hecho gracia que lo tratara cómo a una sirvienta, y había
detestado su costumbre innata de mandar, que formaba parte de la arrogancia y
la seguridad en la que le habían educado. Pero ninguna de esas particularidades
habían ahogado el inquietante deseo que Yunho había despertado en él. La respuesta hacia él lo había
sorprendido, y echado por tierra muchas cosas que él había asumido de sí mismo.
Su ardiente pasión lo había sorprendido todavía
más. Él lo había agarrado y besado, y después se lo había llevado a la
cama sin dudas ni discusiones. Se encogió por dentro sólo de pensarlo. Se había
comportado cómo una prostituta y, cosa lógica, él lo había tratado como tal.
>>>♥<<<
El Banco CTK, situado
en el corazón de la City londinense, estaba en un impresionante edificio de
estilo contemporáneo. Levantó la vista hacia la luz brillante reflejada en las
filas y filas de ventanales, maravillándose del tamaño y esplendor del
edificio. La mezcla de rabia y nerviosismo provocaron en Jaejoong una nueva oleada
de inquietud. Jung Yunho era, se daba cuenta finalmente, un hombre muy rico y
poderoso. Se colocó en una esquina del edificio para poder observar tanto la
entrada principal cómo la lateral. Los empleados empezaban a llegar; y la
lluvia empezó a caer con más fuerza. Pasado un rato, le había calado la fina
chaqueta hasta dejarlo totalmente empapado.
Como tenía la
cabeza agachada para
intentar no mojarse tanto, estuvo
a punto de perderse el impresionante coche negro que se detuvo con discreción
en la tranquila calle lateral.
Se puso derecho y echó
a andar con rapidez hacia la limusina; si el pasajero era Yunho, no quería que
se le escapara. Otros dos coches más se detuvieron también: uno delante de la
limusina y el segundo detrás. Varios hombres salieron y se desplegaron por la
calle. Sin embargo, Jaejoong tenía la vista fija en el hombre alto y moreno que
en ese momento bajaba del vehículo. La brisa revolvió su brillante cabello negro. Sin aviso previo, un
conocido sentimiento de intimidad aguijoneó a Jaejoong. Lo habría reconocido en
cualquier sitio sólo por el ángulo de su imperiosa cabeza y la gracia y economía
de sus movimientos. No podía apartar los ojos de su rostro bronceado y de aire
enérgico, de la línea recta de sus cejas, de sus ojos profundos, brillantes y
magnéticos. Se le encogió el estómago de la
emoción.
—Yunho…
Trató de hablar, pero
le falló la voz. Porque aunque él no lo había oído, puesto que todavía no
estaba lo suficientemente cerca de él, sí que parecía estar mirando hacia él.
>>>♥<<<
Yunho había percibido
los gestos de alerta de su equipo de seguridad y se había fijado en la razón.
Nada más ver al joven menudo que se dirigía hacia él lo reconoció, y se quedó
inmóvil. La visión del brillo mojado de su cabello caoba y el rostro pálido en
forma de corazón lo transportó al pasado. Recordó cómo la luz del sol que
entraba por la ventana mojada por la lluvia había hecho resplandecer aquel precioso
cabello, e iluminado unos ojos que de tan verdes parecían iridiscentes. Había sido un momento de
realidad desnuda en un interludio que le costaba recordar. Uno de sus
guardaespaldas le impidió el paso con experimentada facilidad, justo en el
mismo momento en el que unos paparazzi entraban corriendo en la calle, cámaras
en mano.
—Dentro, jefe —le urgió Rain, su jefe de seguridad, al ver
que Yunho vacilaba— Son unos paparazzi y un chiquillo sin hogar… ¡Podría ser un
montaje!
Con paso seguro, Yunho
subió las escaleras y desapareció en el interior del edificio. ¿Un montaje? ¿Un
chiquillo sin hogar? Rain sólo podría haberse referido a Jaejoong. ¿Por qué
seguía vestido cómo un estudiante desarrapado? ¿Y por qué habría ido a verlo?
No podía creer que su repentina aparición después de tanto tiempo pudiera
tratarse de una coincidencia. ¿Qué querría de él? ¿Y por qué había intentado
acercarse a él en un lugar público? ¿Habrían estado esperando los fotógrafos a
ver si él se dirigía a él, listo para poner en marcha alguna trampa donde el
objetivo fuera él? Con la sospecha reflejada en su astuta mirada, le pidió a Rain
que vigilara todos y cada uno de los movimientos de Jaejoong.
Era difícil sorprender
a su jefe de seguridad, pero esa orden lo consiguió.
— ¿Sabe el joven que creía que era un chiquillo sin hogar? Se
llama Kim Jaejoong. ¡No lo pierdan de vista! —Le ordenó Yunho en coreano— Síganlo. Quiero saber dónde
vive.
Mientras su eficiente
jefe de seguridad se apresuraba de vuelta a la calle para llevar a cabo las
órdenes recibidas, Yunho adoptó de nuevo una expresión formal.
Accedió al ascensor
para los ejecutivos que lo esperaba, e inmediatamente fue informado de los
últimos precios en las acciones y de las modificaciones finales para el
comunicado de prensa que se haría sobre la fusión. Cuando otro recuento intentó
aflorar de su habitualmente disciplinado subconsciente, él lo ahogó con
implacable rigor. No era una persona introspectiva; ni le gustaba darle vueltas
a los errores pasados. En realidad hacía tiempo que había aceptado que en el
plano emocional era tan frío cómo la reputación que lo precedía.
Al final de su primera
reunión descubrió que había escrito una J rodeada con un círculo; y esa breve
falta de concentración, esa debilidad subliminal que cuestionaba su
autodominio, lo enfureció.
>>>♥<<<
Asombrado por la
técnica de bloqueo del tipo de seguridad, que se había puesto delante de él y
que después había echado a los periodistas que gritaban y protestaban y que
habían pasado junto a él a empujones con el fin de acercarse a Yunho, Jaejoong
se quedó de momento aturdido y sin saber qué hacer. Yunho lo había visto; pero
no sabía si lo habría reconocido. ¿Habría enviado a aquel fortachón para echarlo
de allí? ¿Habría hablado con él de no haber estado allí los periodistas?
Le daba la impresión de
que no habría sido así; de que no le había sonreído, ni lo habría recibido afectuosamente. Era tan
canalla, pensaba con tristeza mientras se ahogaba en un profundo sentimiento de
fracaso. Pero incluso en ese momento, su espíritu rebelde y desafiante lo
levantó de nuevo. Dio la vuelta a la esquina y entró por la puerta principal
del banco, donde se dirigió directamente al mostrador de recepción.
—Me gustaría hablar con el señor Jung —anunció.
La recepcionista que
fue a atenderlo lo estudió fijamente, cómo si tratara de decidir si Jaejoong le
estaba tomando el pelo. En ese momento de intensa observación de su persona, Jaejoong
se sintió muy incómodo cuando se acordó de que tenía el pelo empapado y de que
la chaqueta y los vaqueros que llevaba eran muy viejos.
—Deme su nombre —dijo la elegante joven que estaba detrás del
mostrador— Pero debo
advertirle que el señor Jung está particularmente ocupado y que sus citas se
conciertan con meses de antelación. ¿Querría tal vez ver a otra persona?
—Quiero ver a Yunho. No me vale otra persona. Por favor, ocúpese
de que reciba el aviso con mi nombre. Él me conoce.
Consciente de la
silenciosa incredulidad con que fue recibido su comentario, Jaejoong se retiró
con toda la dignidad posible hasta un asiento. Observó a la recepcionista
hablar con sus dos compañeras; y alguien ahogó una risilla. Jaejoong notó que
se sonrojaba mientras trataba de fingir un interés que no sentía en un grueso
periódico de economía que había en la mesa de centro. Se reprendió para
sus adentros mientras
se decía que
se estaba agobiando.
Seguramente nadie estaría hablando sobre él; del mismo
modo que la explicación más plausible para lo que había ocurrido en la calle
fuese que Yunho ni siquiera lo hubiera reconocido.
Se llevó la mano al
pelo mojado con desazón y se quitó la cola de caballo. Sacó un peine que llevaba
en el bolso y se lo pasó por los mojados rizos oscuros, rezando para que el
pelo se le rizara en lugar de ponérsele fosco. Mientras lo hacía se preguntaba
por qué se molestaba, seguro de que él no lo recibiría.
Allí sentado se dio
cuenta de pronto de algo que debería habérsele ocurrido antes. Hasta entonces
se había equivocado completamente con su apellido. ¿Habría recibido entonces Yunho
la carta que le había enviado diciéndole que estaba embarazado? Había enviado
una a su residencia de Japón, y cuando no había recibido respuesta le había
enviado otra a nombre de la empresa inmobiliaria que le había alquilado la
casa. ¿Pero le habrían entregado ellos una carta en la que figuraba un nombre
equivocado? ¿Y si Yunho no hubiera recibido tampoco ésa?
— ¿Joven Kim? — dijo la recepcionista. Jaejoong se levantó
apresuradamente.
— ¿Sí?
—Tengo una llamada para usted.
Con la sorpresa
reflejada en sus delicadas facciones, Jaejoong aceptó el teléfono inalámbrico
que la joven le tendía.
— ¿Jaejoong?
Era Yunho; y él se
quedó tan sorprendido al oír el modulado sonido de aquella voz suya, que estuvo
a punto de dejar caer el aparato.
— ¿Yunho?
—Estoy esperando una llamada fija vía satélite y me temo que
sólo dispongo de unos minutos. Has escogido un mal día para llamar…
—Es por la fusión —respondió mientras se daba la vuelta con el
teléfono pegado a la oreja; su voz
poseía un timbre tan familiar que hizo que se le encogiera el corazón— Pero por eso mismo he
venido. Sabía que estarías aquí, y he venido a verte.
— ¿Por qué? —Le preguntó Yunho con naturalidad estudiada— ¿Necesitas acaso algún tipo
de ayuda? ¿Por eso has solicitado verme?
—Sí… pero no es algo que pueda hablarse por teléfono —le dijo Jaejoong con
tirantez— Por cierto… ¿Recibiste una carta mía?
—No.
—Ah…
Jaejoong se quedó de
piedra con aquel no tan rotundo, porque si
él no sabía que se había quedado embarazado le esperaba una buena sorpresa.
— ¿Por qué no puedes decirme brevemente de qué se trata? —le preguntó Yunho en
tono seco.
—Porque tengo que verte para hablarle de ello —le recordó.
—Eso no es posible…
Jaejoong bajó la voz y
adoptó un tono casi suplicante.
—No habría venido aquí de no haber estado desesperado…
—Entonces ve al grano — le dijo con fría claridad — No me van los misterios. ― Le ardían los ojos de
las ganas de llorar.
—De acuerdo, no quieres verme —exclamó— Pero no digas que no te he
dado la oportunidad.
Con esa declaración. Jaejoong
cortó la conversación y volvió al mostrador para devolver el teléfono. Antes de
dejarlo, empezó a sonar de nuevo; y cuando estaba dándose la vuelta y echando a
andar hacia la salida, la recepcionista lo llamó por su nombre por segunda vez.
Se dio la vuelta. La joven le tendió el teléfono de nuevo. Él negó con la
cabeza. De pronto se dio cuenta de que algunas personas se estaban fijando en él,
particularmente un hombre delgado y rubio con mirada inquisitiva que le sacó
los colores. Sin más se dio media vuelta y salió corriendo del banco.
Estaba furioso consigo
mismo por haber sido tan impulsivo y tan ingenuo. ¡Qué estupidez por su parte
haber tratado de hablar con Yunho! Él no quería ni hablar con él ni saber nada de él; además la
noticia de que era el padre de unos mellizos no sería bien recibida por su
parte. Se dio cuenta de que el único modo de recibir ayuda económica de Yunho
sería contratando a un abogado para que le exigiera una prueba de paternidad.
Pero también sabía que los asuntos legales iban despacio, y que no le darían
una solución a corto plazo. Así que tenía que pensar en el modo de vencer sus
escrúpulos para ponerse en contacto con un periódico.
Yunho se enfadaría
mucho con él. Un vivido recuerdo lo asaltó en ese momento. Recordó que él le
había tirado encima una bandeja de desayuno y que le había gritado. Su
expresión sobrecogida lo acompañaría hasta la muerte. Entonces se había
percatado de que nadie le había hablado a Yunho así en su vida, ni tampoco le
había dicho nadie que era horrible trabajar con él y que era un hombre
imposible de complacer. Su falta de respeto había resultado insultante para él.
Tan sólo cuando lo había podido convencer para que entendiera su postura él se
había mostrado dispuesto a perdonar la ofensa, y al final él había terminado
saliéndose con la suya.
Jaejoong tardó una hora
en regresar a casa de Junsu, pero no había nadie cuando llegó. Recordó con
pesar que su amigo le había dicho que tal vez saliera de compras con su eomma.
Mientras caminaba por la calle, una limusina se detuvo junto a la acera delante
de él; entonces salió del vehículo un hombre de mediana edad y abrió la puerta
del pasajero.
—El señor Jung quiere llevarlo —le anunció.
Sorprendido, se quedó
inmóvil mientras estudiaba los cristales tintados del largo vehículo plateado con intensidad
antes de aceptar la invitación con un movimiento brusco. Le gustara o no, sabía
que era la mejor oferta que conseguiría. Jaejoong, mareado de los nervios, se
metió en la limusina.
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Hola, fue un capítulo muy largo e interesante, esperó los que vengan después sean iguales.
ResponderEliminarMe encanta la trama de esta historia, me siento muy ansiosa de saber que pasa con Jae y Yunho.
No se cuál sea la reacción de Yunho, por más que lo pienso, pero por el carácter descrito, creó que será muy interesante.
Gracias por la actualización.
Que estés bien. Saludos 💜
Actualiza pronto por favor.
auuuuu esto se pone bueno no que no quería ver a Jae si hasta lo fue a buscar para llevarlo a su casa sorpresa que se llevara el Yunho cuando se entere de que ya es padre de unos lindos mellizos y el que no quería hijos pues ya los tiene y no mido
ResponderEliminarGracias por compartirlo me encanta
Pobre Joongie, debe ser humillante. Yunho me llega, enserio pfff. Gracias
ResponderEliminarLos dos estan muy equivocados :(
ResponderEliminarYunhooo mereces un puñetazooo
Jaejoong todo es por algo :(
Espero que Yunho y Jae encuentren la felicidad juntitos owwww
Continuaré leyendo
Gracias por el capi .😘❤😁
Al parecer el jamás recibió tu carta así que será una gran sorpresa que es padre ahora que serán las cosas Jaejoong de trago su orgullo por su hijos pero que mas podria hacer
ResponderEliminarcuanto ha sufrido Jae, pero ni modo Junsu tiene razón, el y sus hijos sufriendo penurias, mientras Yunho es un hombre rico, es hora de que le ayude para que sus hijos tengan una mejor calidad de vida.
ResponderEliminarGracias!!!
Pobre Jae por todo lo que ha tenido que pasar para salir adelante con sus bebés,ahora que se ha puesto en contado con Yunho que pasara???
ResponderEliminarOMG !! Me muero muerta !! Que buen capitulo ! Me sorprende que Yunho haya estado casado !
ResponderEliminarMe gusta la idea de que Jae sea mucho mas joven que Yunho X3
Ojalá Yunho reconozca su paternidad ...
Que actitud la de Yunho tan más vacia e infeliz, inclyso creo que aunque se haya casado con Heechul no lo amaba como él supone lo amaba, va por la vida con bandera de frio, insufrible. Y Jae menospreciandose como si sacar a sus hermosos bebes no fuera un merito de llevarse la admiración de todos. Espero que Yunho no se comporte más patan de lo que ya lo pinta este cap, algo me dice que Jae no va a tener las cosas sencillas con ese Yunho desconfiado😢😢
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