¡Al fin estaba tranquilo!
Jaejoong se tumbó en la playa y dejó que
lo acariciara el sol.
¡Aquello era una bendición!
Por primera vez desde que Kazuya y él
habían llegado a la isla se sentía relajado y cómodo.
Para ser sincero, el hotel en el que
estaban alojados lo intimidaba. Era demasiado lujoso y caro, con todas las
extravagancias posibles para sus ricos huéspedes. Había elegancia y lujo
sibarítico en todas partes, desde la elección de las cuatro piscinas cubiertas
y al aire libre hasta las cafeterías, boutiques de diseño, saunas, hasta las
esencias perfumadas y jabones en el lujoso baño que Kazuya y él estaban
compartiendo.
Él, con su ropa barata, se sentía un
poco incómodo. Para Kazuya era más natural, puesto que él era un niño mimado,
hijo único de padres con dinero. Sabía cómo lucir seda y cachemira. Kazuya, con
su pelo rojizo y figura de modelo, y su ropa de marca, encajaba perfectamente. Él
hablaba su lengua e instintivamente sabía cómo mezclarse con la jet set.
― Jaejoong, relájate. Andas por ahí solo y
alicaído. Puedo decirle a Yesung que arregle algo para ti, con sólo decir la
palabra.
― ¿Qué palabra? ¿Y quién es Yesung? ― preguntó Jaejoong. Kazuya puso los
ojos en blanco.
― Yesung... es el que ha servido nuestra mesa
todas las noches, hasta tú debes de haberte fijado en él.
Era un muchacho delgado con ojos negros
como el carbón y una sonrisa encantadora.
― ¿Estás saliendo con él? ― preguntó Jaejoong, agrandando sus ojos
ónix.
― Nada serio... Una aventura de verano.
Deberías probarlo. ¡A nadie le amarga un dulce! ― exclamó Kazuya; metió crema protectora para el
sol, crema de cacao para los labios y un par de gafas de diseño en una bolsa de
playa ― Dijo que podía conseguirte algo. Y ahora, debo volar.
Voy a encontrarme con él en la plaza del pueblo. Las normas para los empleados
del hotel le impiden hacer relaciones sociales con los huéspedes, al parecer.
De todos modos, piensa en la oferta. Te vendría bien divertirte un poco.
― No, gracias.
Jaejoong sabía que hablaba como una tía
vieja reprimida, pero él no estaba interesado en aventuras fugaces, en el sexo
por el sexo. De sólo pensarlo se estremecía.
Era posible que fuera un anticuado, pero
para él, el sexo era amor. Y cuando se enamorase, y esperaba enamorarse algún
día, sería para siempre.
Se puso el bañador negro y se cubrió con
el chal de seda que le había prestado Kazuya, y se marchó de la enrarecida
atmósfera del hotel, deseando no haber aceptado ir allí.
― ¡No te atrevas a decir que no! ― le había dicho Kazuya ― Es
todo un paquete: vuelo, transporte al hotel, un hotel fabuloso durante tres
semanas. Sólo que mi madre se ha roto una pierna, y no puede ir. Está todo
pagado, así que no hay nada que te impida hacerme compañía, ¿no?
En su momento la idea de unas vacaciones
le había parecido bien. Era una oportunidad de escapar de lo que estaba
sucediendo en su casa. Su padre tenía deudas hasta las cejas. Otra vez. No
había más tierra que vender para mantener a distancia a los acreedores.
Su último plan era transformar diez
acres de descuidados jardines en un safari Park.
― Sólo hace falta inversores. ¡Es un negocio
seguro! ― Jaejoong había
oído aquello muchas veces.
Y él tenía pesadillas en las que los
viejos leones se comían a jirafas o, Dios no lo permitiese, a visitantes.
Por supuesto no iba a suceder.
Así que perderían Rising Sun, la casa
familiar de su madre, y eso la iba a matar. Su madre siempre recordaba los
tiempos en los que sus padres habían estado vivos, cuando Rising Sun era una de
las mejores casas, con servicio doméstico y la holgura económica que da una cartera
de acciones y la propiedad de ganado. Una cartera que su padre había decidido
duplicar, pero que había perdido prácticamente.
Ahora la idea de escaparse ya no le
parecía tan divertida, puesto que Kazuya estaba disfrutando con el camarero por
ahí, y él deambulaba por un hotel en el que se sentía totalmente fuera de
lugar.
En el centro del pueblo se detuvo a
comprar fruta, y una botella de agua, y subió una cuesta rocosa, caminando por
huertas con higueras y limoneros. Pasó por encima de un muro bajo de piedra
hacia una zona de césped, con mariposas y abejas, y pasó por delante de un
edificio de piedra que tenía las ventanas abiertas para que entrase el aire con
perfume a mar y tierra, el calor del sol y el interminable azul del cielo.
Llegó a un camino estrecho que iba hacia
una cala, un lugar con rocas donde penetraba el agua.
Era perfecto.
Se relajó en su lecho de canto rodado.
Cerró los ojos.
Podía pasar ahí todo el día, comer la
fruta que se había llevado para el almuerzo, refrescarse en el mar, leer y
luego reunirse con Kazuya para la cena.
Medio dormido, Jaejoong oyó voces
masculinas que interrumpieron su soledad.
Entreabrió los ojos y vio a los
extraños. Unos muchachos con ropa de deporte de diseño estaban sacando un bote
de goma del agua.
El tercer personaje era distinto.
Era un hombre bronceado, vestido con
unos vaqueros, con un cuerpo y una planta de actor de cine.
Sonriendo para sus adentros, volvió a
cerrar los ojos, esperando que se marchasen a otro sitio. Oyó acento coreano.
No sabía lo que decían, por supuesto, pero el tono de uno de ellos resonaba con
autoridad.
Aquello despertó su curiosidad, y volvió
a abrir los ojos. Al parecer, el hombre elegante agradecía al muchacho del bote
por el viaje.
Luego volvió el silencio. ¡Estupendo! Jaejoong
cerró los ojos y se relajó.
Pero empezó a sentir un cosquilleo
interior, un calor que no podía ser sólo del sol.
― Esto es propiedad privada ― le dijo alguien. Él se irguió e instintivamente se cubrió con el chal
de Kazuya. Recogió su picnic y lo metió en su bolsa de plástico, junto a sus
viejas zapatillas y su libro.
Al verlo recoger torpemente sus cosas, Yunho
se lamentó de haber empleado aquel tono tan duro con él.
Aquel sentimiento de lamento no era algo
habitual en él.
Cuando había estado de pie mirándolo,
había visto el contorno de su cuerpo, remarcado con el sencillo bañador, su
pelo oscuro, su rostro bello, y había sentido que sus labios se curvaban con
cinismo.
Estaban en todas partes. Se las
ingeniaban para llamar su atención de cualquier modo, incluso metiéndose en su
playa privada. Los jóvenes que iban tras su dinero aprovechaban cualquier
oportunidad para lograr su objetivo.
Y sin embargo...
Esperó a que él hiciera los movimientos
típicos del coqueteo, humedecerse los labios con la lengua, pedirle disculpas
nada sinceras, con voz sensual...
Pero él había desaparecido como un gato
asustado. Había recogido sus pertenencias con poca gracia, y cubriéndose, en
lugar de mostrarse, Se había dispuesto a desaparecer.
Tal vez él se hubiera equivocado.
Siempre había una Primera vez.
Él frunció el ceño cuando él lo miró.
Eran negros. Él se sintió algo avergonzado por sus deducciones injustas. Lo vio
ponerse colorado, mortificado.
― Lo siento. No sabía que ésta era una playa
privada. Me iré ahora mismo.
Jaejoong nunca se había sentido tan
desorientado en su vida. Aquella voz había irrumpido en su soledad, sobresaltándolo,
cuando él se había creído solo.
Y en aquel momento, cuando miró a aquel
hombre, sintió un cosquilleo interno. Él era demasiado masculino, demasiado
hombre, demasiado atractivo... Con aquel pelo negro sedoso, ojos color avellana
penetrantes, aquella aristocrática nariz, y esos pómulos salientes y aquella
boca sensual en forma de corazón con aquel hermoso lunar.
Y ese físico.
Jaejoong tragó saliva y hundió su
cabeza, avergonzado por haberse puesto colorado.
Se dio la vuelta para marcharse, se
tropezó, y él lo sujetó con su fuerte mano. Eso lo estremeció.
― No hace falta que te vayas ― le dijo él.
― Pero has dicho...
― Sé lo que he dicho ― dijo él con tono amable y divertido a
la vez.
Él lo miró de lado y vio su torso ancho
y perfecto, con la cadena dorada alrededor de su cuello que dejaba marcas
verdes en su piel.
¡No era un playboy rico entonces! Ningún
playboy se dejaría ver con algo tan barato. Era una persona normal, como él, ¡si
alguien así podía llamarse normal!
Él alzó la vista y vio sus ojos. Eran de
un hermoso color avellana, con un brillo plateado. Parecían sonreírle en aquel
momento.
― Pero sé que su dueño está de vacaciones, y
estoy seguro de que no querría estropearte el día ― agregó él.
Había cometido un error. Ahora tenía que
arreglarlo. Por experiencia sabía que los jóvenes interesados nunca se ponían colorados.
Incluso su madre, que no se había contentado sólo con dejar sin un céntimo a su
padre, sino que le había roto el corazón cuando ella había encontrado un
partido mejor que su padre, cuando las cosas habían empezado a empeorar
económicamente.
No quería pensar en aquello, así que
volvió la atención al extraño, que parecía incómodo y seguía colorado.
― Me da la impresión de que prefieres la
soledad a las multitudes, ¿no? ― Jaejoong dejó escapar un suspiro
profundo y sonrió.
Asintió.
Al principio aquel muchacho lo había
asustado con su voz profunda y su autoridad. Ahora parecía amable y
simpático...
― Por favor, vuelve a ponerte cómodo. Disfruta
del día ― insistió él.
Él tenía un cuerpo espectacular. Curvas
muy atractivas, una cintura que podía abarcar con dos manos...
Yunho frunció el ceño, y dijo:
― Oye, no te lo tomes como algo personal, pero
hay algunos tipos poco recomendables ¡por aquí! Un joven atractivo solo podría
verse en una situación desagradable.
No era sólo atractivo. Era adorable, su
pelo, su cara, y un cuerpo impresionante. Involuntariamente, él sintió una
punzada de algo en sus partes. «¡Basta!», se dijo. Eso no era lo que él quería.
Los jóvenes y mujeres con las que él se
acostaba sabían cuál era el juego. Él nunca había tocado a un inocente, y todo
apuntaba a que el chico que había entrado en la playa privada era eso. Y era el
motivo por el que se había puesto protector de repente, pensó. La idea de que
alguno de los jóvenes a la caza de veraneantes se abalanzara sobre él, con
dulces palabras y falsas promesas, y lo sedujera, le hizo apretar las manos en puños.
Allí estaría seguro. Los lugareños
sabían que no debían traspasar la propiedad, .y los visitantes solían agruparse
en rebaños en las playas públicas, en las cafeterías y en las zonas
comerciales.
Jaejoong se sintió tentado de tomarle la
palabra. Necesitaba soledad, la oportunidad de relajarse, de vaciar su cabeza
de preocupaciones sobre lo que estaba sucediendo en su casa. Era el único modo
de volver a Japón, renovado y capaz de enfrentarse a los problemas…
― ¿Estás seguro de que al dueño no le importa? ― preguntó él― ¿No lo dirás sólo por decir, verdad?
Él no quería molestar. El extraño
sonrió.
― Tienes mi palabra. Conozco muy bien al
dueño. El bote estaba en la costa. Evidentemente él debía de tener permiso para
usar la cala.
― De acuerdo. Gracias ― sonrió Jaejoong.
Volvió a hacerse un nido encima de las
piedras, luego se decepcionó al ver que él estaba a punto de marcharse.
Él no quería que él se marchase, pero no
quería analizar el porqué. Metió la mano en su bolso y sacó dos melocotones.
― ¿Te apetece uno? Remar debe de dar mucha
sed.
No había oído ruido de motor. Quizás él
no pudiera permitirse tener un fueraborda...
Aquel hombre le había inspirado cierta
ternura. Tal vez lo hubiera logrado la falsa cadena de oro, pensó.
Él no se había dado cuenta de que la cadena
le manchaba la piel...
― Gracias ―
dijo Yunho, sorprendido de sí mismo.
Tomó un melocotón y se preguntó si la
piel de él sería tan suave como la de la fruta.
― ¿Eres Japonés? ¿Te alojas en la isla? ― preguntó él.
Él asintió. El zumo de melocotón se le
resbaló por la barbilla.
Jaejoong nombró el hotel y vio que él
achicaba los ojos. Él se sintió inmediatamente incómodo. Si era una persona del
lugar, sabría que aquel hotel costaba un ojo de la cara.
Él estaba a punto de darle una
explicación del motivo por el que se estaba alojando allí cuando lo oyó
exclamar:
― ¡Madre de Dios! ¡Me has hecho acordar! ― se puso de pie. Le sonrió y agregó― Mis... Hay unas personas esperándome para
que las acompañe a hacer un tour por la isla. Disculp... ― se alejó ― Que
lo pases bien, jovencito.
Aquella noche había soñado con él. Lo
que era ridículo. Y se había despertado incendiado, ¡lo que no era nada común
en él.
¿Debería volver a la cala privada? ¿O
no?
¿Aparecería él?
Sintió un nudo en el estómago.
Él tendría que ir a buscar su bote si
tenía gente que quería que le diera una vuelta por el mar. Por otro lado, era
posible que lo requiriesen nuevamente como guía turístico y que no tuviera que
volver a la cala.
Aquella noche, durante la cena, mientras
Kazuya le estaba contando lo que había hecho con Yesung la noche anterior, Jaejoong
estaba distraído. No lo había estado escuchando realmente. Había estado
demasiado ocupado mirando las otras mesas, preguntándose qué grupo habría
contratado los servicios de aquel apuesto coreano para que les mostrase la
isla.
Era ridículo. Si no conocía ni siquiera
su nombre. Cuando llegó el servicio de desayuno, despertó a Kazuya.
― ¡Despiértate!
― ¿Por qué tanto apuro? ¿Dónde está el fuego? ― contestó su amigo.
No había prisas. Era verdad. Pero el
fuego estaba allí, dentro de él, quemándolo.
― Es un día precioso ― dijo.
Se acercó a la mesa y sirvió dos tazas
de café. Le dio una a Kazuya, obligándolo a incorporarse para tomarla.
― ¿Vas a ver a Yesung hoy? ― le preguntó.
Si iba a verlo, él se marcharía a la
cala. Si no, pasaría el día con Kazuya, al lado de la piscina o visitando el
lugar.
― Claro... ¿No me escuchaste anoche? Te lo
dije durante la cena. Su tía tiene una pensión. Él vive con ella durante la
temporada, y tiene una habitación. Me ha dicho que preparará el almuerzo para
mí ― la idea de aquel día entusiasmaba a Kazuya.
Ésta dejó la taza en la mesilla y se levantó para darse una ducha.
Jaejoong agitó la cabeza y bebió su
café. La moral de Kazuya estaba al día, plenamente en el siglo XXI, mientras
que la suya... Bueno, era un poco anticuada...
Entonces, ¿qué hacía él yendo a la cala
privada con el corazón galopándole en el pecho y los ojos desorbitados tratando
de ver si el bote seguía allí en la orilla?, se preguntó.
El bote estaba allí.
Con las piernas flojas, caminó hacia la
orilla. El hombre era fascinante. No era que quisiera tener sexo con él. Él no
era Kazuya. Él era práctico, sensato, ¡y con una moral muy alta!
Para demostrárselo, se lo quitó de la
cabeza. Y decidió darse un baño para refrescarse.
>>>♥<<<
El organizó todo metódicamente: Le pidió
al ama de llaves que arreglase todo como para recibir a un huésped por un
tiempo largo. Pagó a Yamapi la batería nueva y agrego una cantidad por su
molestia y su tiempo. El joven no había querido aceptarlo, pero él había
insistido. Y había ordenado la vuelta de la camioneta a Rising Sun. Le había
dado sus excusas a su prima y se había marchado.
El futuro eomma de su niño estaría
esperando.
Había llamado a la madre de él, y le
había pedido que convenciera a Jaejoong para que hiciera las maletas y lo
estuviera esperando. La mujer, Megumi, muy agradable, había aceptado hacerlo,
de acuerdo con él.
En cuanto a su padre, éste había quedado
contento con el arreglo económico. Se había mostrado incómodo durante todo el
encuentro, lo que dejaba claro que Jaejoong lo había usado para intentar
sacarle dinero a él.
En cuanto al dulce Jaejoong, que le había
asegurado que no quería nada de él, era el típico caso de alguien que dice una
cosa y hace otra.
¿No sería que esperaba una cantidad más
grande para que él lo dejara tranquilo?
¿O querría un matrimonio? Yunho achicó
los ojos. ¡Ni hablar! Podía esperar toda la vida.
Sin embargo, mientras oía el sonido
rítmico del parabrisas que limpiaba la lluvia de la luna, no pudo evitar
recordar aquella mañana.
Aquella mañana.
Lo había visto caminar hacia la cala.
Era el lugar que él solía elegir cuando
necesitaba estar solo y olvidarse de que era uno de los hombres más ricos de Corea,
con todas las presiones y responsabilidades que eso acarreaba. Era el lugar
donde no admitía que lo interrumpieran por nada del mundo.
Una norma que había sido rota por
primera vez el día anterior, cuando su hombre de confianza había llegado,
nervioso, diciéndole que había un problema, que necesitaba de su decisión. Una
decisión que había tenido que tomar mientras remaba.
Cuando había llegado a la cala se había
encontrado con aquel intruso, había despedido a su ayudante y se había acercado
al chico para echarlo de su propiedad.
Había sido un error. Y había terminado
diciéndole que podía ir allí cuando quisiera, deseando no haberlo asustado
demasiado como para que no volviese.
Evidentemente no lo había ahuyentado.
Eso le hacía sentirse bien. No estaba acostumbrado a cometer errores.
Aquella mañana él llevaba su glorioso
pelo recogido. Se le escapaban algunos mechones. Llevaba aquella prenda de seda
atada a la cintura, y debajo Llevaba el mismo traje de baño que la vez
anterior, el cual acariciaba su piel como la caricia de un amante.
¿Se daría cuenta de lo atractivo que
era?, se preguntó. Por el breve encuentro del día anterior, no estaba seguro.
Aquel joven de... ¿veinte y pocos años?
Parecía inocente.
Se acercó con la intención de volver a
asegurarle que no había problema en que él estuviera allí, sin decirle, por
supuesto, que la cala era propiedad suya. Ni que era el dueño de buena parte de
aquellos terrenos, además del dueño del hotel de donde él se estaba alojando.
Él había estado nadando cuando se había
acercado. Y sin pensárselo, había nadado hasta él.
La vio agrandar los ojos, negros como la
noche, antes de sonreír al reconocerlo.
Desde aquel momento, sin saberlo, lo
había cautivado. Con su calidez, su belleza, y aquella sencillez que había
derretido su corazón. Era la primera vez que le ocurría algo así, y no entendía
qué estaba sucediendo. Sólo sabía que no quería que terminase la mañana.
Tuvieron una conversación distendida bajo
el tibio sol. Nada personal, aparte del intercambio de nombres. Él había
observado achicando los ojos cuando le había dicho el nombre, un nombre que
aparecía en las columnas de cotilleos, en las páginas de Economía de Seúl,
donde tenía su oficina principal, y había esperado que lo reconociera.
Pero nada. ¡Él no tenía idea de quién
era él!
Él se había sentido como un niño de seis
años en una mañana de Navidad. ¡Y la sensación había sido estupenda!
― Ayer me convidaste con una fruta. Hoy soy yo
quien te invita a comer pasta. Cocinaré para ti.
Sorprendido por su propia invitación, Yunho
esperó su reacción. Aquel sitio era inviolable para él, un lugar privado. Pero
la compañía de él lo deleitaba y no pensaba perderla.
¿Qué quería decir eso?
Los ojos negros parecieron nublarse. Él
se soltó el pelo.
― No tengo ningún motivo oculto ― le dijo, pensando que él necesitaba
que lo tranquilizara. Los turistas japoneses eran un juego fácil, había oído
decir. Y él no era así.
― Me gusta tu compañía, simplemente... ― Eso era verdad, ¿no?
Él le agarró la barbilla, y entonces ya
no estuvo tan seguro.
Era una barbilla delicada. Él se
estremeció. Era la primera vez que lo tocaba. Él lo miró.
― Vale... De acuerdo.
De allí en adelante, el resultado fue
inevitable, empezando por cuánto le había gustado a él su pequeña cabaña de
piedra.
― ¡Es perfecta! ¿Vives aquí todo el tiempo? ― No todo el tiempo contestó él. Él asintió.
― No. Supongo que no es fácil conseguir
trabajo fuera de temporada. No suelen necesitar guías turísticos si no hay
turistas. Debes tener que ir al continente para conseguir trabajo. Pero, ¡eh!
Debe de ser maravilloso saber que tienes este sitio al que puedes volver en
primavera.
Su sonrisa lo encandiló. Tanto, que él
casi le contó la verdad. Pero, egoístamente, no lo hizo.
Era fantástico encontrar un joven quien
gustaba de su compañía, a quien le gustase él por sí mismo y no por lo que poseía.
¿Incluso más que gustarle?, se preguntó.
El sintió una excitación en todo su cuerpo.
A él se le aceleró la respiración. Su
pecho subió y bajo. Se disculpó por la sencilla comida que preparó.
― ¡Está deliciosa! La salsa de hierbas está
riquísima. Y yo me gano la vida cocinando para cenas privadas y esas cosas,
¡así que lo sé muy bien! No hay mucho trabajo durante el verano, por eso he podido
tomarme vacaciones.
Fue conociendo retazos de su vida
lentamente. Y lo escuchó.
Lo único que le importaba era que él era
el joven más adorable del planeta. Era inevitable.
Cómo sucedió la primera vez, él no lo
sabría nunca. En un momento Jae estaba a punto de marcharse, agradeciéndole la
cena; Sonriéndole, recogiendo sus cosas. Y al siguiente él lo estaba tocando.
Sus hombros tibios...
Él lo tocó, acarició su pecho, donde el
corazón de él estaba latiendo furiosamente.
Y luego fue el frenesí. Una explosión
dentro de su cabeza, y entonces él lo besó. Su boca se abrió para él y sus
cuerpos se unieron. Él gimió y movió su cadera para rozar su erección...
Y él supo que estaba entrando en el
paraíso cuando empezaron a subir las escaleras lentamente, peldaño a peldaño,
de la mano, hacia la habitación.
Llegaron al refugio de su cama donde él
encontró el verdadero paraíso, el amor, por primera vez en su vida.
Él había aceptado con total naturalidad
el hecho de que Jae fuera virgen, y de que él no se hubiera puesto ninguna
protección.
Porque había encontrado a la persona con
la que quería pasar el resto de su vida.
Continuara \\(^_^)//...
Niñ@s un comentario no
les cuesta nada….
Gracias…
Simplemente hermoso espero q yunho no sea cruel con jae . Bendiciones y gracias por actualizar
ResponderEliminarSimplemente hermoso espero q yunho no sea cruel con jae . Bendiciones y gracias por actualizar
ResponderEliminarFue lindo el tiempo que pasaron juntos,espero que puedan aclarar las cosas
ResponderEliminarOjala que puedan aclarar las cosas y el papa no se meta y que Jae haga sufrir a Yunho por tratarlo con arrogancia el cree que por que tiene dinero puede tratar como se le de la gana y gracias por el capitulo
ResponderEliminarfue todo muy hermoso el encuentro y como paso todo y la creación de su bebe pero el mal entendido con el padre de Jae fue lo que arruino todo espero pronto se aclare todo y sean de nuevo muy felices y se de cuenta Yunho que Jae nunca tuvo nada que ver con las ideas de su padre
ResponderEliminarGracias
Fue hermoso todo desde el principio, lastoma que lo arruino el padre de Jae, espero que Yunho se de cuenta de eso.
ResponderEliminarGracias!!!
Espero que Yunho se de cuenta de la verdad .
ResponderEliminarYa no quiero que Jae sufra :(
Muchas gracias por el capitulo 😁❤😍
De verdad que es un capi hermoooso¡¡¡ me encató que ambos llegarón a ese momento de manera linda sin presión o interes de pormedió Yunho fue quien lo engaño primero al no decirle de su verdadera identidad y se llama Engañado??? Si que le va a dar por ser cruel eso es claro. Pero cuando de cuenta de que ama a Jae por sobre sus propios errores se pondra aún más interesante 😉😉😉
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