A Hani le encantaba vivir en el rancho. Le encantaba estar con los perros, con los caballos y con las vacas, le encantaba hacer correr a las gallinas, le encantaba buscar a los gatitos que había escondido su umma, le encantaba la gente que vivía por allí y que la quería un montón.
Lo único que le daba un poco de miedo era
el abuelo, que estaba siempre sentado en su mecedora y le gruñía. Umma decía
que era su manera de reírse, pero Hani no estaba tan segura. El abuelo le recordaba al oso del cuento que papá le
había leído y, siempre que iba a la habitación del bebé, no le quedaba más
remedio que pasar por dónde estaba el abuelo.