Jaejoong torció el gesto cuando sintió cómo su
propio cuerpo se mostraba reacio a embutirse en la incomodidad de su ropa, que
Maria había lavado y le había devuelto tras haber llevado prendas ligeras
durante dos días enteros.
Los
únicos habitantes del castillo eran el viejo príncipe, Yunho y los criados.
¿Podría
seguir llevando su ropa nueva? Mientras jugaba con Taemin en un parte en sombra
del jardín, se había sentido tan a salvo que se había quitado el chal.
Las
palabras del esposo de Yoochun le habían servido para confirmar que podía
confiar en Yunho, y lo hacían sentirse seguro de su propia capacidad de juicio.
Junsu le había prometido que, cuando hubiera terminado de instalarse, lo
llevaría a dar una vuelta por la isla. Le había dicho que estaba encantado con
que Heechul, su sobrino, tuviera otro niño con el que jugar.
—
Será maravilloso tener
cerca otro docel con el que tengo tantas cosas en común
— le había dicho Junsu con cariño.
Jaejoong confiaba en que se hicieran amigos. A
él siempre le había resultado difícil tener amigos de pequeño, y también en la
universidad, porque seguía viviendo en casa, y su madre siempre se había
mostrado muy preocupada porque se relacionara con la «gente
adecuada».
Tras
la terrible muerte en accidente de su madre y su padrastro cuando viajaban en
un minibus durante un safari, Jaejoong se marchó por fin de casa. Una de sus
profesoras de la universidad lo había ayudado a conseguir un trabajo en la
Biblioteca Coreana de Seúl. Tuvo la suerte de alquilar una habitación en la
casa de una viuda. Pero por supuesto, eso no era tan divertido como compartir
apartamento con otros chicos.
Hyunjoong
se había mostrado preocupado por él, recordándole que su madre le había dejado
a él la casa y la responsabilidad del bienestar de Jaejoong. No era que se hubieran
peleado por la decisión de Jaejoong de mudarse a Seúl, pero Hyunjoong le había
hecho saber que su decisión le entristecía.
Para
él había sido un shock regresar un día a casa del trabajo y encontrárselo en la
sala de visitas tomando el té con su casera. La señora Park le contó a Jaejoong
que Hyunjoong le había pedido que lo mantuviera vigilado.
—
Jaejoong tiene tendencia a
salir con tipos poco adecuados — le dijo Hyunjoong— la clase de hombres con la que una
madre no quiere que su hijo se relacione.
Jaejoong se sonrojó completamente, recordando
la humillación y lo indefenso que se había sentido mientras lo escuchaba.
Jaejoong empezó a buscar su antigua ropa. Su
maleta ya había aparecido. La habían guardado en la bodega. Sin duda por lo
vieja que estaba, pensó él. Y sin embargo, ahora que tenía otra vez su propia
ropa, se dio cuenta con culpabilidad de que en realidad no quería ponérsela. Le
recordaba a Hyunjoong. La había escogido por él.
El
sol lanzaba sus rayos por el pulido suelo de madera y la alfombra antigua que lo
cubría. Mientras se movía, la luz del sol le rozó el brazo, haciéndole brillar
el brazo. Junsu tenía un bronceado precioso. Su piel, al igual que sus ojos,
parecía echar chispas de buena salud y felicidad. La piel de Jaejoong parecía
casi enfermiza en comparación.
Estaba
claro que Junsu era feliz y estaba enamorado. Irradiaba felicidad. Le había
confesado a Jaejoong que Yoochun y él estaban esperando un hijo.
—
Nuestro segundo hijo
— aseguró Junsu mientras abrazaba a su sobrino con amor.
¿Qué
se sentiría al ser tan feliz y contar con la seguridad de saber que se tenía
derecho a ser la persona que uno era, que nadie intentaría cambiarte?
Más
que nada en el mundo, lo que deseaba era que Taemin creciera con esa libertad y
con la seguridad de que era un niño querido.
Antes
de que le diera por cambiar de opinión, se vistió rápidamente con otro de los
nuevos conjuntos, un precioso vestido de verano con el escote cuadrado de
algodón azul y blanco. Jaejoong miró la chaqueta que había sacado para cubrirse
los brazos y volvió a guardarla con firmeza en el cajón.
A
Taemin ya le habían presentado a su abuelo quien, según captó Jaejoong al
instante, no estaba interesado en absoluto en él. A él tampoco le había caído
bien en absoluto; sobre todo cuando se había echado a llorar emocionado por su
hijo, refiriéndose a él como al hijo de su hijo más querido.
Jaejoong no había podido evitar mirar a Yunho
cuando el viejo príncipe habló de su preferencia por Yoohwan, pero le resultó
imposible, debido a la dureza de su rostro, saber qué estaba pensando.
Jaejoong acababa de salir al pasillo con Taemin
cuando Yunho salió de uno de los salones.
—
Ah, bien
— dijo al verlo— Estaba
a punto de preguntarle a Maria si sabía dónde estabas. ¿Tienes un minuto?
—
Por supuesto
— sonrió Jaejoong. Se sentía más relajado con él ahora que Junsu le había
asegurado que podía confiar en él, pero no lo suficientemente relajado como
para no dar un respingo cuando Yunho le puso la mano bajo el codo para guiarlo
hacia la terraza.
No
era la primera vez que reaccionaba con traicionera intensidad a su contacto y a
su proximidad, y sintió cómo Yunho lo miraba, aunque, para su alivio, no dijo
nada.
Estaba
vestido de manera formal con un traje de verano y camisa de rayas. Aquella ropa
enfatizaba su masculinidad, lo que provocó que los músculos del estómago de
Jaejoong se contrajeran. A aquellas alturas, ya era consciente de que Yunho era
un hombre muy poderoso sexualmente. Jaejoong era capaz de reconocer aquello.
Cuando
estuvieron sentados y una de las doncellas les había llevado café y Taemin
estaba felizmente jugando sobre su mantita, Yunho habló.
—
Dado que el castillo va a
ser ahora tu hogar y el de Taemin, tenemos que hablar de proporcionarte algo
más cómodo y adecuado que esas dos habitaciones que estáis ocupando en este
momento.
—
Nuestras habitaciones están
bien — le aseguró Jaejoong, pero Yunho sacudió la cabeza.
—
No. Yo tengo mi propio
apartamento dentro del castillo, mi padre tiene sus aposentos, y es importante
que vosotros dos tengáis algo vuestro, donde podáis construir vuestro hogar.
Además, llegará un momento en el que tal vez quieras recibir a tus amigos en
privado. Después de todo, eres un docel joven, y es natural que algún día
conozcas a un hombre...
Jaejoong estaba tan agitado que sintió ganas
de ponerse de pie y salir corriendo, pero no podía dejar allí a Taemin.
—
No quiero conocer a ningún
hombre. Yo nunca... — estaba demasiado disgustado como para
seguir hablando, pero Yunho podía adivinar en qué estaba pensando.
—
Lo que hizo mi hermanastro
es imperdonable, pero no puedes permitir que su comportamiento te prive de tu
derecho a disfrutar de tu feminidad. Si lo haces, le estarás dando la victoria.
Además, tienes que pensar en Taemin. No quiero sermonearte, pero he visto de primera
mano los efectos que el victimismo de mi madre causado por mi padre provocó en
el desarrollo emocional de mis hermanos y en mí. Es difícil reconocer el amor
de adulto cuando no se ha presenciado de niño. Mi intención es proporcionarle a
Taemin un referente masculino para su vida, pero no puedo reemplazar lo que
aprenderá viviendo con dos personas que se aman. Sé que dejar atrás el horror de lo que Yoohwan te hizo y volver a
confiar en los de mi sexo requiere coraje, pero creo que tú tienes ese coraje.
Jaejoong no podía dejarle seguir. Eso sería
injusto. Sus comentarios sobre la responsabilidad que él tenía hacia Taemin
habían dado en el blanco. Después de todo, lo sabía todo sobre los efectos a
largo plazo que podía provocar el daño emocional causado en la infancia. Volvió
a sentarse y cruzó las manos en el regazo para que Yunho no se diera cuenta de
cómo estaba temblando. No podía mirarle. Sabía que si lo hacía no sería capaz
de decirle lo que pensaba que debía contarle.
—
Yo... no es sólo por lo que
me hizo Yoohwan por lo que no quiero conocer a nadie.
Yunho
observó la cabeza inclinada de Jaejoong. No cabía ninguna duda de la intensidad
de su reacción.
De
pronto fue muy consciente de que estaba caminando por un campo de minas y que
debía andarse con sumo cuidado.
Revisó
mentalmente todo lo que sabía de él a toda velocidad, y luego dijo con toda la
naturalidad que pudo:
—
Tengo la impresión de que
no te gustan los hombres por alguna razón. Tal vez no te gustara que tu madre
volviera a casarse. Esa es una reacción muy normal. En aquel momento tenías
doce años, creo recordar. Es una edad difícil para todos. Si tu padrastro no
era comprensivo y amable...
—
No
— Jaejoong sacudió la cabeza con firmeza— No, no es eso. De hecho, tanto mi padre como Hyunjoong eran... ambos
eran muy amables. Sobre todo Hyunjoong.
Hyunjoong.
Su hermanastro. El hombre que tan mal le había caído a Yunho al conocerlo y que
tanto había insistido en que le informara si conseguía dar con la pista de
Jaejoong. De pronto, de manera instintiva. Yunho supo con exactitud quién lo
había herido.
—
Fue tu hermanastro,
¿verdad?
—
¡No!
Yunho
percibió ahora el miedo en su voz.
Jaejoong estaba de pie, diez veces más agitado
todavía que antes. Golpeaba la mesa mientras reforzaba su negativa.
—
¡No! —
eso hizo que la taza de café saliera volando y le manchara la parte baja de su
corto pantalón.
Yunho
reaccionó al instante.
—
¿Estás bien?
— Le preguntó— ¿Te
has quemado con el café?
Jaejoong vio cómo Yunho se acercaba a él
llevando en la mano la botella de agua que había sobre la mesa. Un minuto más y
lo tocaría, y Jaejoong no podía soportarlo.
—
No...
— dejó escapar aquella palabra como un niño asustado, y estiró los brazos para
impedir que se acercara.
—
No pasa nada, Jaejoong —
le dijo Yunho con calma— No
te tocaré ni me acercaré a ti. Te lo prometo. Pero necesito saber si te has quemado.
La
voz de Yunho sonaba tan calmada, que lo devolvió a la realidad y a la cordura.
—
No. Estoy bien.
—
Bien. Ahora podemos
sentarnos y hablar.
Hablar
de lo que Jaejoong acababa de decir... de lo que acababa de admitir, a eso se
refería. Jaejoong lo sabía. Estaba empezando a sentirse incómodo y mareado.
Trató de no hacerlo, pero no pudo evitar mirar ansiosamente hacia las puertas
que daban a la terraza.
—
Hyunjoong no puede hacerte
daño aquí, Jaejoong — le aseguró Yunho— No volverá a hacerte daño nunca, porque
no se lo permitiré.
La
boca le temblaba cuando se sentó y le dijo con tono mecánico:
—
Él te dirá que soy una
mentirosa, y que lo único que quiere es protegerme. Te dirá que me busco los
amigos que no debo, como le decía a mi madre.
El
pasado amenazaba con apoderarse de nuevo de él, pero Jaejoong hizo un esfuerzo
heroico por apartarlo de sí. Ya no era un niño ni un adolescente. Era un adulto.
Yunho lo estaba mirando, sin duda esperando una explicación adecuada. No tenía
sentido tratar de fingir que no se la debía.
—
Sé lo que debes estar
pensando — reconoció Jaejoong— Pero no fue así. No había nada sexual en el modo en que Hyunjoong me
hablaba o se comportaba conmigo. Era sólo que... bueno, él decía que estaba
siendo protector, pero para mí era como estar siendo reprimido. Nada de lo que
él hacía estaba mal, y para mi madre resultaba muy difícil entenderlo. Pensaba
que yo era muy difícil y poco razonable. Acababa de empezar el instituto y
estaba haciendo amigos, pero Hyunjoong insistió en ir a recogerme. Tenía un
amigo en particular, pero a él no le gustaba. Estuvo a punto de ocurrir un
accidente. Él iba montada en su bicicleta y Hyunjoong dio marcha atrás con el
coche.
Ahora
que había empezado a hablar no podía detenerse, y los miedos y las dudas
surgieron de él a borbotones ante el alivio de ser capaz de hablar por fin sin
temor a que lo reprendieran, como siempre hacía su madre.
—
Traté de decirle a mi madre
cómo me sentía, pero a ella le cabía bien Hyunjoong. Dijo que yo estaba siendo
muy difícil.
Hubo
algo en la intensidad con la que Yunho lo estaba escuchando, que llevó a
Jaejoong a alzar los ojos para mirarlo. El desprecio que vio en sus ojos lo
hizo estremecerse.
—
Piensas igual que mi madre.
Puedo verlo en tu expresión — comenzó a decir, pero Yunho lo
atajó.
—
Mi expresión es por tu
madre — le dijo con sequedad— Tal vez tu hermanastro no te agrediera sexualmente, pero su actitud
hacia ti fue abusiva.
Yunho
le creía. Lo comprendía. Se ponía de su lado.
Una
inmensa oleada de alivio y gratitud atravesó a Jaejoong. Junsu le había dicho
que podía confiar en Yunho, y ahora sabía que era verdad. Podía confiar en él.
Por primera vez en su vida había alguien dispuesto a escucharlo, a comprenderlo
y a creerle.
—
No debió ser fácil para mi
madre — Jaejoong se sintió obligado a defenderla— Le estaba agradecida a Hyunjoong por
aceptarnos en la vida de su padre, supongo. Solía decirme que su padre nunca se
hubiera casado con mi madre si él no hubiera querido. Mi madre era una mujer
que necesitaba tener a alguien en quien apoyarse. Se enfadó mucho con mi padre
por morirse, y a veces yo sentía que hubiera preferido no tenerme. Habría sido
más fácil para ella volver a casarse si no hubiera tenido un hijo.
En
lo más profundo de su interior, Yunho sintió una corriente de comunicación
entre ellos. No le gustaba hablar de su propia infancia, y no solía hacerlo,
pero ahora, con Jaejoong, le resultaba inexplicablemente natural y fácil
compartir su propio dolor.
—
Es duro para un niño asumir
el hecho de que la persona que más debe quererlo no lo haga. Eso hace que de
adulto le resulte más difícil aceptar el amor. Mis dos hermanos han tenido
suerte en ese sentido, porque han conocido jóvenes dispuestos a ayudarles a
reconocer lo que es el amor.
—
Creo que también tuvieron
suerte al contar contigo, que los quisiste y los protegiste
— se descubrió Jaejoong diciendo, vacilante pero muy sinceramente.
Para
él era una nueva experiencia poder hablar sinceramente sobre lo que pensaba y
sentía, lo que suponía una vigorizante libertad tras años de controlar
cuidadosamente lo que decía y lo que hacía por si Hyunjoong lo utilizaba para
acusarlo de hacer algo mal.
Sus
hermanos lo habían tenido a él, reconoció Yunho, pero Jaejoong no contó con
nadie que le hiciera sentir su derecho a ser querido y valorado. Aquella era una
carencia que ambos compartían, y Yunho era muy consciente de lo que significaba
aquella carencia.
—
Tu hermanastro te trató muy
mal — le dijo a Jaejoong.
—
Probablemente no fue culpa
de Hyunjoong — se sintió obligado a decir Jaejoong— Seguramente yo era difícil. A veces los
adolescentes son así. Pero cuando él empezó a criticarme y a decirme lo que
debía o no debía llevar, lo que no debía hacer, comencé a sentirme asustado.
Y
eso era exactamente lo que su hermanastro deseaba, pensó Yunho.
Cuanto
más sabía sobre el hermanastro de Jaejoong, más lo despreciaba, y más animado
se sentía para liberar a Jaejoong de la prisión en la que Hyunjoong lo había
encerrado.
—
Lo que me asustaba era la
manera que tenía de manipular la verdad para que pareciera que yo era quien
estaba haciendo las cosas mal. A veces incluso yo me llegaba a preguntar si no
había hecho las cosas que me acusaba de hacer.
—
Estaba tratando de
destrozar tu derecho a escoger tus propias opciones morales.
A
cada palabra que Yunho pronunciaba, Jaejoong sentía como si lo estuvieran
liberando del terrible peso con el que cargaba.
—
Hyunjoong le contó a mi
madre que yo salía con gente terrible en el instituto sólo porque me vio
riéndome con una pandilla de chicos y chicas cuando vino a recogerme. Todo era
completamente inocente, pero él se puso furioso. Dijo cosas con las que yo no
era capaz de lidiar a los trece años, cosas sobre los chicos y el sexo,
sugiriendo que yo estaba provocando a los chicos, y que quería...
Jaejoong no podía seguir, pero al parecer no
hacía falta, porque Yunho lo entendió.
—
Te dijo cosas que te
hicieron sentirte avergonzado de ti mismo y de tu curiosidad sexual.
—
Sí
— reconoció él. Yunho lo había expresado con sencillez, pero así era
exactamente como se había sentido— Debió
decirle algo a mi madre también, porque me dio un charla sobre la actitud
provocativa... y el peligro de llevar ropa sexy. Me llevó de compras y me compró
pantalones largos y anchos. Yo los odiaba, no
quería ponérmelos, me hacían sentir diferente a los otros chicos. Pero Hyunjoong
dijo que si no quería llevarlas era porque deseaba que los chicos me miraran.
«Solía entrar en mi habitación por las
noches, cuando yo ya me había metido en la cama, y se sentaba a los pies para
interrogarme. Me preguntaba una y otra vez con quién hablaba en el instituto,
si había hablado con chicos, si quería hacerlo. A veces yo mentía y decía que
no sólo para que se fuera, pero un día él me estuvo espiando y supo que mentía.
Jaejoong comenzó a temblar.
—
Fue horrible. Estaba muy
enfadado. Agarró las piezas de mi colección de objetos de porcelana y las fue
arrojando al suelo una por una hasta que todas estuvieron rotas. Dijo que no
quería enfadarse conmigo pero que era culpa mía, porque le había mentido. Dijo
que lo único que quería era cuidarme porque yo le importaba, y no quería que
los chicos pensaran que yo era fácil.
»Mi madre siempre me estaba diciendo
que tenía mucha suerte por contar con un hermanastro tan cariñoso. Ella no lo
entendía. Nadie lo entendía. Yo quería ir a la universidad, y, cuando me
ofrecieron una plaza en la universidad Nacional de Seúl, yo estaba en las
nubes. Pero mi madre empezó a decir que no me consideraba lo suficientemente
maduro como para vivir lejos de casa, que sería mucho mejor si hacía lo que
había hecho Hyunjoong, ir a la universidad local para poder seguir viviendo en
casa. Yo sabía que era idea de Hyunjoong, igual que sé que la abolladura que le
hizo al coche del chico que me llevó al baile de fin de curso no fue accidental.
Jaejoong no hubiera podido detener el torrente
de palabras ahora ni aunque lo hubiera deseado.
—
Antes de conocer al padre
de Hyunjoong, mi madre siempre me había dicho que nuestra casa, que había
pertenecido a la familia de mi padre, terminaría siendo mía. Pero cuando mi
padrastro y ella murieron, descubrí que le habían dejado la casa a Hyunjoong, y
que además le habían nombrado mi tutor legal. Por suerte, para entonces yo
tenía más de dieciocho años, y uno de mis profesores de la universidad me ayudó
a conseguir un trabajo en Seúl. Creo que comprendía un poco cómo era Hyunjoong,
porque se había mostrado arisco con él cuando me dio unas clases extras.
»Hyunjoong estaba furioso. Me rogó que
regresara a casa, pero no lo hice. Yo sabía que tenía que quedarse en Busan
porque allí tiene su negocio. Fue maravilloso vivir y trabajar en Seúl. Pero yo
seguía sin poder ser completamente la persona que
quería ser. Cada vez que veía un vestido bonito o una falda pantalón
corta imaginaba el rostro de Hyunjoong dentro de mi cabeza, o escuchaba su voz
— la propia voz de Jaejoong se fue desvaneciendo.
Se
dio cuenta de que se sentía muy débil y algo mareado, y lo que era peor,
incapaz de comprender lo que había hecho.
—
No debería haberte contado
nada de esto — las palabras salieron de su boca
antes de que pudiera pensar en ello.
—
¿Porque a tu hermanastro no
le hubiera gustado? No tendrías que habérmelo contado porque no debería haber
sucedido — fue la respuesta de Yunho.
Su
propia infancia y la de sus hermanos había resultado también miserable por la
falta de amor de su padre hacia ellos, pero lo que Jaejoong había sufrido era
distinto.
Yunho
tenía un sabor amargo en la boca, y se sentía muy decidido. Jaejoong era ahora
miembro de su familia. A ojos de Yunho, eso significaba que, además de
compensarlo por el daño que le había hecho Yoohwan, también era su deber
devolverle lo que le habían quitado.
—
Después de lo que me acabas
de contar, entiendo perfectamente que trataras de evitar Yoohwan.
—
Yo sabía que se estaba
burlando de mí al fingir que le interesaba. No me gustaba nada. Por suerte, no
puedo recordar nada de... de lo que pasó — dijo Jaejoong con
sinceridad— Cuando
Gummy, la esposa del escritor con el que estaba trabajando, me encontró, yo
seguía medio drogado.
— ¿Nunca denunciaste lo ocurrido a la
Policía?
—
No
— reconoció Jaejoong— Tenía
miedo de que no me creyeran.
Porque
su retorcido hermanastro le había dicho tantas veces que era culpable de
promiscuidad sólo por ser docel, que todavía no era capaz de confiar en que los
hombres le creyeran o lo protegieran, reflexionó Yunho.
—
Fue un gran shock para mí
cuando Gummy me preguntó si podría estar embarazado. No se me había ocurrido
pensarlo. Fue un estupidez por mi parte, lo sé, pero di por hecho que Yoohwan
habría... bueno, que no se habría arriesgado a tener un hijo.
—
Era típico de Yoohwan no
pensar en eso.
—
Cuando... cuando todo
ocurrió, Gummy vio en mi pasaporte que yo había dado el nombre de Hyunjoong
como mi pariente más cercano. Le supliqué que no le dijera nada a nadie,
pero... su intención era buena, lo sé. Y cuando Hyunjoong llegó a Seúl, estaba
tan preocupado, que él...
—
Utilizó el mismo truco que
había usado con tu madre — respondió Yunho en su lugar.
Jaejoong asintió con la cabeza.
—
Quería que yo me librara de
mi hijo. Dijo que eso sería lo mejor. Pero yo no podía. No quería. Entonces, Hyunjoong
empezó a decir que tal vez yo había querido que ocurriera. Yo le contesté que
por supuesto que no, pero él insistió en que probablemente yo seduje a Yoohwan,
porque en caso contrario querría librarme de su bebé. Creo que Gummy y Kagin
estaban de acuerdo con él, aunque nunca lo dijeron.
»Cuando nació Taemin, Hyunjoong trató
de que Yoohwan asumiera su responsabilidad hacia él, aunque le supliqué que no
lo hiciera. Cuando Yoohwan se negó, Hyunjoong comenzó a presionarme para que
entregara a Taemin en adopción. Incluso se las arregló para convencer a Gummy
para que se pusiera de su lado — Jaejoong se
estremeció— Tenía
mucho miedo de que consiguiera separarnos.
Como
había conseguido separarle con éxito de cualquiera que hubiera podido quererlo
o ayudarlo, pensó Yunho.
—
Y ésa es la razón por la
que...
—
Por la que yo accediste a
venir a Sicilia — terminó Yunho por él.
—
Sí. Pensé que Taemin
estaría a salvo aquí.
—
Y acertaste
— le confirmó Yunho.
—
Ahora debes comprender por
qué no quiero relacionarme con nadie — le dijo Jaejoong con
cansancio.
Durante
unos segundos, creyó que Yunho no iba a responder. Pero entonces, cuando el
silencio se hizo tan largo que empezó a sentir que había dicho algo que no
debía. Yunho le preguntó con voz pausada:
—
Nunca ha habido nadie
importante desde el punto de vista sexual, ¿verdad? Alguien a quien, al mirar
atrás, reconozcas como la persona con la que compartiste intimidad sexual y que
te dio los cimientos para comprender y valorar tu propia sexualidad.
Por
alguna razón, Jaejoong se dio cuenta de que tenía muchas ganas de llorar. Había
pasado tantos años alejado de lo que significaba ser un docel, que había
llegado a aceptarlo como su destino. Había cargado con ello, y con el peso
secreto de su dolor. Ahora, con unas cuantas palabras, Yunho había encendido una
luz en aquel oscuro lugar secreto de su interior, iluminándolo de tal forma que
la luz le hacía daño. Se dio cuenta de que estaba avergonzado. Avergonzado y
asustado.
No
podía responder a la pregunta de Yunho. La verdad le dolía demasiado, lo hacía
sentirse demasiado desnudo y vulnerable. Pero algo en su interior se rebelaba, y
lo llevó a darle una respuesta a Yunho.
—
No. Nunca
— se oyó decir con voz temblorosa— Era
demasiado joven cuando... cuando Hyunjoong empezó a hacerme sentir incómodo
respecto a...
Jaejoong tuvo que detenerse. Ya había dicho
demasiado. Resultaba ridículo y doloroso que él, un docel de veinticuatro años,
una umma, nunca hubiera experimentado el placer del sexo.
—
¿Respecto a sentirte atraído
hacia el sexo opuesto? ¿Respecto a que te gustaran los chicos y exploraras las
sensaciones que te producía excitarlos?
Jaejoong quiso taparse los oídos con las
manos, como si todavía tuviera doce años.
—
No hay nada de lo que
avergonzarse — le estaba diciendo Yunho— Así es como nos iniciamos todos.
Despertando a la curiosidad, con emoción y miedo a hacer el ridículo.
—
No puedo creer que tú te
hayas sentido así alguna vez. Que hayas estado preocupado de hacer el ridículo,
quiero decir — se apresuró a explicarse Jaejoong. No
quería pensar en la primera parte de la descripción de Yunho, porque le
procuraba demasiado conflicto interior, y ya tenía demasiados problemas como
para preocuparse de más cosas.
—
Te aseguro que sí me pasó.
A todo el mundo le sucede. Es un parte natural del crecimiento, pero a ti te
fue negada.
—
No podía soportar la idea
de que alguien pensara en mí del modo en que Hyunjoong me contó que los hombres
piensan en los doceles que les dan acceso a su intimidad sexual. Ni siquiera me
permitía sentirme atraído por nadie — reconoció Jaejoong.
Le
resultaba desconcertante lo avergonzado que se hubiera sentido poco tiempo
atrás al decir cosas semejantes, cosas de las que ahora podía hablar
abiertamente con Yunho.
—
Así que Hyunjoong reprimió
tus inclinaciones naturales junto con tus deseos y el derecho a disfrutar de tu
sexualidad — le espetó Yunho
—
Yo sólo quería sentirme a
salvo.
—
¿De los chicos o de tu
hermanastro?
Jaejoong abrió mucho los ojos en silencio al
darse cuenta de lo bien que entendía Yunho cómo se sentía.
—
Supongo que podría haber
intentado ser... ser más normal cuando fui a Seúl, pero los jóvenes y las
chicas de mi edad que veía eran tan... tan diferentes a todo lo que yo era, que
pensé que nadie... pensé que, si comenzaba a salir con alguien, cuando supiera
la verdad se reiría de mí. Y ahora, por supuesto, es demasiado tarde. No podría
empezar un relación ahora ni aunque quisiera. ¿Qué hombre de estos tiempos
querría un docel como yo, una umma soltero que no tiene ni idea de cómo dar y
recibir placer sexual, o lo que significa disfrutar del sexo? ¿Cómo podría
explicárselo?
—
Igual que me lo has contado
a mí.
Sus
palabras hicieron que levantara la cabeza para mirarlo, asombrado no sólo por
darse cuenta de lo que había hecho, sino lo que era más importante, por lo
fácil que le había resultado.
—
Eso es distinto
— le dijo con debilidad— Tú
no eres... nosotros no somos... sé que puedo confiar en ti porque...
—
¿Por qué?
Jaejoong no estaba seguro. Sólo sabía que Yunho
era distinto, uno entre un millón, un hombre lleno de cualidades poco frecuentes
en el mundo moderno.
—
Debió de ser muy duro para
ti llevar un vida tan poco natural siendo un joven atractivo.
¿Yunho
lo consideraba atractivo? ¿O lo decía sólo porque sentía lástima por él?
—
No tienes que compadecerte
de mí — se defendió Jaejoong— Soy muy feliz así.
—
No, no lo eres
— lo corrigió Yunho— Crees
que eres feliz, pero tienes tanto miedo de ser castigado, que has renunciado
por completo a tu sexualidad. Esa no es manera de vivir, negando constantemente
un parte tan esencial de ti mismo — la voz de Yunho
había cambiado y se había vuelto autoritaria.
—
Es el modo en que tengo que
vivir — aseguró Jaejoong— No tengo otra opción.
—
¿Pero te gustaría tenerla?
¿Desearías, si pudieras, recobrar tu sexualidad? Así tendrías la libertad y el
derecho a encontrar a alguien con quien compartir tu vida.
—
Yo...
Jaejoong deseaba desesperadamente agarrarse a
su orgullo y negar que deseara nada semejante, pero las palabras de Yunho
habían despertado en él un anhelo tan doloroso y profundo por todo lo que no
podría tener ya nunca, que le daba vergüenza decirle la verdad.
—
Sí
— admitió.
Yunho
apartó la vista de él. Había tomado una decisión. Había estado allí todo el
tiempo mientras lo escuchaba. Al principio se trataba más bien de un conciencia
que se había transformado ahora en un decisión firme.
—
Hay algo que tengo que
decirte — le aseguró— Un miembro de mi sexo te ha robado el derecho a tu sexualidad, y ese
daño se ha visto aumentado por un miembro de mi familia. Como Jung y como
primogénito de los hermanos, tengo la obligación de recompensarte y devolverte
lo que te han quitado. Esa es la ley de la familia Jung y el código por el que
nos regimos.
—
Eso es una tontería
— le dijo Jaejoong intranquilo. Algo oscuro y frío brillaba en las
profundidades de sus ojos cuando giró la cabeza para mirarlo.
—
Es mi deber
— repitió Yunho— Y
no sólo te atañe a ti, sino también a Taemin, que lleva mi sangre. Tiene
derecho a crecer con una madre que goza de su sexualidad en lugar de temerla, y
que puede servirle a él de ejemplo para apreciar las cualidades de un docel y
una mujer. ¿Cómo va a encontrar una compañera o compañero que valga la pena si
no sabe qué buscar? Es tu obligación como madre proporcionarle un patrón para
esa mujer o docel.
Cada
palabra que Yunho pronunciaba lo hacía sentirse más culpable.
—
Está muy bien que me digas
todo esto — le dijo, indefensa— pero no puedo convertirme en la clase de docel que describes.
—
Sí, claro que puedes. Yo
seré tu guía y tu maestro.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
eso es Yunho se su guía y su maestro y enséñale a Jae como amar y ser feliz pero con tigo con nadie mas ya quiero que empiecen las clases de como le enseñara Yunho a Jae el arte del amor XD
ResponderEliminarGracias estaré esperando el siguiente capítulo con ansia
Kyaaaa q hermosooo geaxias x la actu
ResponderEliminarLOL jajajajaja ese Yunho. Que pretende xD. Pobre Jae, el daño q le hizo su madre y el cerdo de Hyun joong. Aparte Yunho y Jae se comprenden y entienden bien wiiiii . Gracias!
ResponderEliminarQue declaración más tentadora jajajaja, esta historia me parece prometedora 7u7
ResponderEliminarHola, esperó estés bien, me alegra mucho que actualices pronto, saludos, que estés bien 💕💜
pobre jaejoong ese hyun se aprovechaba de su miedo pero ahora yunho esta ahi para protegerlo y lo va encaminar por el buen camino de la sexualidad XD valla que si va ser un super maestro que le enseñara con teoria y practica *q* me encanta ** gracias por actualizar amiga :)
ResponderEliminarY dinos Yunho como es eso de maestro coml le vas a enseñar full prácticas jajaja ....pobre Jaejoong totalmente reprimido por el loco de su hermanastro que lo traumo
ResponderEliminarWOOOO que sacrificadooo,Yunho sera su maestro,muero por saber ,me imagino que sera teórico y practica me encanta gracias
ResponderEliminarWOOOO que sacrificadooo,Yunho sera su maestro,muero por saber ,me imagino que sera teórico y practica me encanta gracias
ResponderEliminarJae si que ha liberado mucha de su carga emocional y psicológica en esta Charla. No había como esperar que retomara su reguridad y autoconfianza porque jamás la tuvo. Ay Yunho Mi heroe jajaja mira que acomedido no puede ver la desgracia del debil sin meter mano jiji. Aunque punto para él por que como el caballero que es lo ha dicho conntacto y elegancia. Jae no pudo ser mas suertudo en hayar semejante mentor¡¡¡ Aquí se viene lo bueno¡¡¡¡
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