Despedido.
Estaba despedido porque un cliente del hotel lo había tocado. El recepcionista
del hotel había dado aviso sin duda del incidente, y se había elevado una queja
a la empresa para la que Jaejoong trabajaba. Su jefe lo esperaba cuando él
regresó con las demás trabajadoras para darle la noticia. Ahora estaba sin
trabajo. Se suponía que era verano, pero la brillante luz de la mañana había
desaparecido y había comenzado a llover. Cuando salió a la calle, Jaejoong se
encogió dentro de la gabardina, una prenda de buena calidad que pertenecía a su
vida anterior, la vida que llevaba antes de la muerte de su madre y del
nacimiento de su hijo.
Tenía
veinticuatro años, se recordó. Era demasiado mayor para llorar por estar solo y
sentirse vulnerable y desesperadamente preocupado por cómo se las iba a
arreglar sin su trabajo de limpiador.
Las
calles de la ciudad estaban ahora llenas de gente, y no quería llegar tarde a la
guardería para recoger a Taemin. En la guardería, había colgado un cartel en el
que se solicitaban ayudantes para profesores de la escuela de primaria. A
Jaejoong le habría encantado solicitar el puesto, pero era demasiado peligroso.
Investigarían su vida y descubrirían que los inteligentes abogados de Yoohwan
habían amenazado con demandarlo por asegurar que lo habían violado, asegurando
que en realidad se había tratado de sexo consentido. Su reputación quedaría
arruinada. No tenía ninguna prueba de que lo hubieran violado. Había sido su
palabra contra la de Yoohwan, y él ni siquiera recordaba lo que había sucedido.
Aunque sabía sin lugar a dudas que él no había consentido.
Su
hermanastro se puso furioso cuando recibió la llamada telefónica de los abogados
de Yoohwan. Estaba convencido de que Yoohwan iba a pagar. Jaejoong se
estremeció, aunque no hacía frío, y luego forzó una sonrisa mientras subía los
escalones que llevaban a la puerta de la guardería.
Las
brillantes paredes amarillas estaban decoradas con dibujos de los niños, y la
señorita Yoona, un de las profesoras más antiguas, la saludó con un sonrisa
cálida.
—
Hay un hombre esperándote.
La señorita Lee no quería dejarle pasar, le dijo que iba contra las normas,
pero está claro que es de los que sólo siguen sus propias normas
— le dijo a Jaejoong.
Un
escalofrío le recorrió la espina dorsal. Hyunjoong los había encontrado.
Se
suponía que la guardería no podía permitir que entrara nadie que no estuviera
autorizado por los padres. Pero Jaejoong sabía lo persuasivo que podía llegar a
ser Hyunjoong. Sintió náuseas. Intentaría volver a tomar el control de su vida.
Diría que era por su bien. Le recordaría que sus padres le habían dejado sus
bienes a él porque confiaban en que cuidaría de él, aunque su madre le había
dicho que la casa sería para él, porque había pertenecido a su padre.
Pero
no debía pensar en nada de eso ahora, se dijo.
Necesitaría
de toda su energía y su fuerza para sobrevivir al presente; no debía perderlas
pensando en el pasado.
—
Está en la sala de espera
— le informó la señorita Yoona refiriéndose a la pequeña habitación con pared
de cristal a través de la cual los padres podían observar a los niños mientras
esperaban para recogerlos.
Jaejoong asintió con la cabeza, pero en lugar de
ir a la sala de espera, entró en la guardería, ocupada por otras madres que
habían ido a buscar a sus hijos. Taemin estaba sentado en el suelo, jugando con
unos juguetes, y como siempre que lo veía, a Jaejoong se le llenó el corazón de
amor. En cuanto el niño lo vio, estiró los brazos para que lo tomara en brazos.
Sólo cuando lo tuvo sujeto entre los brazos se sintió con la suficiente
valentía para mirar a través del panel de cristal hacia la otra habitación.
Sólo
había una persona allí. Estaba de pie dándole la espalda al cristal, y no era Hyunjoong.
Pero no pudo sentir ningún alivio, porque experimentó una conmoción y la misma
excitación en las terminaciones nerviosas que cuando ese hombre lo había
sujetado poco antes en el vestíbulo del hotel.
Jaejoong sujetó con fuerza a Taemin,
provocando que el niño se revolviera entre sus brazos en el momento exacto en
el que el hombre del vestíbulo del hotel se daba la vuelta.
Ahora
no llevaba puestas las gafas de sol y podía verle los ojos.
Jaejoong sintió que le faltaba el aire, como
si le hubieran dado un fuerte golpe. Supo al instante quién era. ¿Cómo no iba a
saberlo cuando los ojos que brillaban en aquel rostro masculino eran los ojos
de su hijo? No podía negarse que Taemin y él compartían la misma sangre, y sin
embargo, no se parecía en nada al padre de Taemin, el hombre que lo había
violado. Jung Yoohwan tenía el rostro redondo y suave y los ojos marrones y
demasiado juntos. Era de mediana estatura y más grueso. Aquel hombre era alto,
de hombros anchos, y su cuerpo, como Jaejoong ya sabía, era duro y musculoso.
Olía a piel limpia y a una colonia sutil, no a alcohol.
Todo
en aquel hombre hablaba de su poderío. Cuando aquel hombre daba su palabra,
sería ley. Todo en Yoohwan daba a entender que no se podía confiar en él, pero
a pesar de sus diferencias, aquel hombre tenía que guardar algún parentesco con
su agresor. Taemin era la prueba viviente.
Jaejoong quería darse la vuelta y salir
corriendo. El miedo se había apoderado de él y sentía sus defensas tan débiles
como un castillo de naipes. Pero supo instintivamente que aquel hombre no
suponía una amenaza para él. No estaba concentrado en Jaejoong, sino en su
hijo. En Taemin.
Sintió
que se le secaba la boca y el corazón le latía con fuerza. No tenía escapatoria.
Lo sabía. Aun así, intentó contener el temblor de las manos mientras ataba a Taemin
al carrito y luego salía por la puerta.
Él
lo estaba esperando en el pasillo, y extendió un de sus morenas manos hacia el
carro, obligando a Jaejoong a mover la suya para evitar el contacto.
Yunho
frunció el ceño al darse cuenta de cómo reaccionaba ante él. ¿Sería su rechazo
herencia del legado que le había dejado Yoohwan? Antes se había quedado
impactado ante su vulnerabilidad, y por aquel extraño deseo de consolarlo.
Ahora,
aquel sentimiento había regresado.
Yunho
no estaba acostumbrado a experimentar sentimientos tan poderosos por nadie que
no fuera de su familia más cercana. Nunca había negado su sentimiento de
protección por sus dos hermanos pequeños, ni su convicción de que, como hermano
mayor, a falta del amor de su padre y de la ausencia de su madre, era
responsabilidad suya protegerlos.
Había
crecido cargando con aquella responsabilidad, pero nunca había sentido aquel
instinto de protección hacia nadie más.
Se
debía al niño, por supuesto. No podía haber otra razón para su ilógica
reacción.
Había
necesitado de varias horas de impacientes llamadas telefónicas y de presión
para seguirle la pista a través de la agencia que lo había contratado, por culpa
de ese maldito recepcionista que le había impedido seguirlo en el hotel.
Aquella
mañana sentía lástima por él. Ahora sólo se sentía motivado por el deber hacia
su familia para enmendar lo que Yoohwan había hecho, se dijo. Y por supuesto,
para asegurarse de que el hijo de Yoohwan creciera siendo consciente del legado
de los Jung. Había necesitado más tiempo y más dinero de lo que le habría
gustado para seguirle la pista, pero ahora que lo tenía delante, no le cabía
ninguna duda de que el niño era un Jung. Lo supo desde el momento que puso los
ojos en él en la guardería, y, a juzgar por la expresión del docel cuando lo
miró, él también lo sabía.
Ahora
estaban fuera, y nadie podía oírlos.
—
¿Quién eres?
— Preguntó Jaejoong inquieto— ¿Y
qué quieres?
—
Soy Jung Yunho, el mayor de
los hermanastros de Yoohwan del primer matrimonio de nuestro padre.
Hyunjoong
le había hablado de la familia de Yoohwan, o más bien lo había intentado. Pero él
se había negado a escucharle. Después de todo, Yoohwan se había negado a reconocer
a su hijo.
—
¿Eres hermano de Yoohwan?
El
tono de su voz encerraba desconfianza, y Yunho percibió algo parecido a la
repulsión. No podía culparlo. De hecho, él compartía aquella repulsión.
—
No
— lo corrigió— Sólo
éramos hermanastros.
Qué
bien comprendía Jaejoong aquella necesidad de distanciarse de un supuesto
hermano. Pero qué ridículo resultaba imaginar que aquel hombre y él tenían algo
en común, que pudieran compartir la antipatía y la culpabilidad que formaba
parte de su vida.
Todavía
le parecía escuchar a su madre decirle casi suplicante:
—
Pero cariño, Hyunjoong sólo
intenta ser amigo tuyo. ¿Por qué no puedes ser más simpático con él?
Jaejoong había intentado explicarle a su madre
cómo se sentía, pero, ¿cómo explicar lo que uno mismo no entiende? Al final, en
uno de los lados estaba Hyunjoong, el hijo bueno, y en el otro él, el hijo malo.
¿Dónde
estaba?, se preguntó Yunho observando cómo las sombras cubrían sus ojos de
tristeza. Le pareció que se hallaba en algún lugar del pasado. Pero él estaba
allí por el presente y por el futuro.
Seguramente
estaba resentido contra Yoohwan, por decirlo de una manera suave. Aunque el
amor que sentía por su hijo resultaba obvio, era una madre ejemplar y devoto.
Pero por alguna razón, había rechazado la oferta de su hermanastro de vivir
bajo su mismo techo, según le habían informado en la agencia. Kim Hyunjoong no
había sido capaz de darle una explicación lógica a aquello, aunque había dado a
entender que se trataba de una pelea que él no había querido arreglar después.
—
Jaejoong tiene tendencia
desde siempre a reaccionar con exageración — le había
dicho a Yunho— Lo
único que yo quería, lo que siempre he querido, es ayudarlo.
—
Entre nosotros tres y Yoohwan
no había nada de cariño.
La
voz de Yunho, con su perfecto coreano sin acento, hizo que Jaejoong regresara del pasado.
—
No pienso esconderte ese
hecho... ni tampoco el hecho de que Yoohwan era el hijo favorito de nuestro
padre. También puedo asegurarte que el estilo de vida de Yoohwan no es el
nuestro.
Jaejoong lo miró y luego desvió la vista con
el corazón latiéndole con fuerza, como le ocurría siempre que pensaba en la
concepción de Taemin. Sin duda, Jung Yunho estaba intentando decirle que su
hermano y él no estaban cortados por el mismo patrón que su hermanastro
pequeño. Pero, ¿por qué?
—
Y en cuanto a lo que
quiero...
Guardó
silencio durante tanto tiempo, que Jaejoong volvió a mirarlo, sintiendo una
opresión en el corazón al ver que estaba mirando a Taemin.
—
Antes de que muriera
— continuó Yunho— Yoohwan
le dijo a nuestro padre que había un niño. Pero murió antes de poder dar más
detalles. Nuestro padre quería tanto a Yoohwan, que exigió que buscáramos a ese
niño. Al ver que no lo encontrábamos, pensamos que era otro de los engaños de Yoohwan.
Yunho
volvió a callarse. Jaejoong mantuvo la vista fija mientras él hablaba, y Yunho
se dio cuenta de que sujetaba con fuerza el carrito, con tensión.
Lo
que le había sucedido era de una crueldad tal, que cualquier persona decente
sentiría repulsión. Lo único bueno era que parecía que él no recordaba lo que
había ocurrido.
—
Por supuesto, cuando supe
que, después de todo, sí había un niño, tuve que averiguar la verdad.
Yunho
había dejado de andar, obligando a Jaejoong a hacer lo mismo.
—
¿Cómo lo supiste?
— Jaejoong tuvo que hacer un esfuerzo para hablar.
Yunho
lo miró. Era una persona tremendamente sincera. La verdad, después de todo, era
la base de todo lo que valía la pena.
—
Un amigo de Yoohwan me
contó que te habían echado algo en la bebida, y lo que él te hizo.
Jaejoong sintió deseos de cerrar los ojos,
como si dejando todo fuera lograra mágicamente que desapareciera. El hecho de
escucharle pronunciar aquellas palabras era tan humillante como si se hubiera
quedado desnudo en medio de la calle.
—
Sé que te pusiste en
contacto con Yoohwan para decirle que su hijo había nacido...
—
No
— le interrumpió Jaejoong, movido por el orgullo— Yo no me puse en contacto con él. Nunca lo habría hecho. Fue mi
hermanastro. Yo no lo supe hasta... hasta que Hyunjoong me dijo que Yoohwan
negaba todo lo que había ocurrido.
Yunho
frunció el ceño. ¿Sería aquélla la causa por la que habían discutido?
—
Tu hermanastro no me
mencionó que Yoohwan hubiera negado que fuera el padre de tu hijo cuando hablé
con él. Estaba muy preocupado por ti, y me pidió que le mantuviera informado de
los progresos que hiciera en tu búsqueda.
Jaejoong sintió como si el corazón le hubiera
dejado de latir. Se giró hacia Yunho con gesto implorante.
—
No... No le habrás dicho
dónde estoy, ¿verdad? — Yunho frunció el ceño todavía más.
—
Me aseguró que su única
intención es ayudarte y protegerte.
Ayudarlo
y protegerlo a él, pero no a Taemin. Hyunjoong no quería saber nada del niño, y
si por él fuera, Taemin saldría de su vida para siempre.
¿Cuánto
tiempo le quedaba antes de que Hyunjoong diera con él y empezara con su eterna
lucha para que entregara a Taemin en adopción? El pánico se apoderó de Jaejoong.
Todo el mundo le había dicho siempre que tenía mucha suerte por contar con un
hermanastro tan entregado, pero nadie lo conocía como él.
—
No debe saber dónde
estamos.
En
su pánico había revelado más de lo que le hubiera gustado, pensó Jaejoong al
ver el modo en que Jung Yunho lo estaba observando. Estaba esperando a que él
le explicara por qué no quería que Hyunjoong diera con ellos.
—
Hyunjoong cree que sería
mejor entregar a Taemin en adopción — consiguió decir
finalmente.
¿Porque
no había logrado que Yoohwan pagara? ¿O porque pensaba que era la mejor opción
para el niño?
No
hacía falta pensar mucho para descubrir la respuesta. Hyunjoong le había
preguntado específicamente si Taemin iba a recibir alguna aportación de la
fortuna de la familia.
—
Pero tú no estás de acuerdo
con eso, ¿verdad? — le preguntó Yunho ahora.
—
No. Yo nunca podría renunciar
a él. Nunca. Nadie podrá obligarme a hacer eso nunca.
La
pasión de su expresión y de su voz lo cambió por completo, devolviéndolo de
nuevo a la vida y dejando al descubierto la auténtica perfección de su delicada
belleza.
Yunho
sintió como si alguien le hubiera dado un súbito golpe en el pecho, haciéndole
incapaz de respirar adecuadamente.
—
Estoy de acuerdo en que un
niño tan pequeño necesita a su madre — dijo en cuando logró
recuperar el control— En
cualquier caso, tu hijo es un Jung, y como tal, lo lógico es que crezca entre
los miembros de su propia familia, con su gente y en su país. Es mi deber hacia
Taemin y hacia mi familia asegurarme de que se críe como un Jung, y que tú,
como su madre, seas tratado como debe serlo la madre de un Jung. Por eso estoy
aquí. Para llevaros a ambos a Sicilia conmigo.
Jaejoong se lo quedó mirando. Aquel discurso
sobre el deber estaba a años luz del mundo que él conocía. Aquel mundo
pertenecía a otro tiempo, a una época feudal, y sin embargo resonó dentro de él.
—
¿Quieres llevarnos a Taemin
y a mí a Sicilia... para vivir allí? — preguntó nervioso,
espaciando las palabras para clarificarlas en el interior de su cabeza y
asegurarse de que no lo había entendido mal.
El
«sí» de Yunho fue seco, como la breve
inclinación de su cabeza.
—
Pero no tienes ninguna
prueba de que Taemin...
El
modo en que lo estaba mirando hizo que Jaejoong guardara silencio.
—
La evidencia de su sangre
es obvia para los dos — le aseguró mirando el carrito antes
de volver a mirarlo a él— El
niño podría ser mío. Lleva la marca de los Jung.
¡Suyo!
¿Por qué aquella afirmación le resultaba tan atractiva?
—
No se parece a Yoohwan
— fue lo único que consiguió decir.
—
No
— reconoció Yunho— Yoohwan
se parecía a su madre, y creo que por eso mi padre lo quería tanto. Estaba
obsesionado con ella, y esa obsesión mató a nuestra madre y destruyó nuestra
infancia, privándonos del amor de nuestro padre y de la presencia de nuestra
madre. Eso no le ocurrirá a tu hijo. En Sicilia te tendrá a ti, su madre, y el
amor y la protección de sus tíos y la compañía de sus primos. Será un Jung.
Hacía
que sonara tan sencillo y tan... tan correcto. Pero Jaejoong no sabía nada de
él ni de su familia, aparte de las molestias que se habían tomado para seguirle
la pista a Taemin.
¿Cómo
iba a confiar en él, en un desconocido?
Como
si Yunho hubiera presentido su ansiedad, le preguntó:
—
Quieres a tu hijo, ¿verdad?
—
Por supuesto que sí.
—
Sin duda deseas lo mejor
para él.
—
Sí
— reconoció Jaejoong, indefenso.
—
Estarás de acuerdo entonces
en que tendrá una vida mucho mejor creciendo en Sicilia como un Jung de la que
tendría aquí.
—
Con un umma que trabaja
como limpiador, quieres decir — lo desafió Jaejoong.
-
Umma?
-
Es como nos llaman a los
doceles que somos madre
—
Ok, entiendo. Tienes que
aceptar que un niño con pocos recursos tendrá una vida más dura. Además, no es
sólo cuestión de dinero, aunque por supuesto es importante. Tú estás solo en el
mundo, ya no tienes contacto con tu hermanastro y eres la única familia que
tiene Taemin. Eso no es sano para un niño, y menos para un varón, está demostrado.
En Sicilia, Taemin tendrá una familia adecuada. Si le quieres tanto como dices,
entonces estarás dispuesto a venir a Sicilia por su bien. Después de todo, ¿qué
te retiene aquí?
Su
última pregunta fue dura, pero también muy cierta, admitió Jaejoong. Nada lo
retenía allí, pero tampoco podía irse a un país extranjero con un hombre al que
no conocía. Aunque en Sicilia no tendría que temer por Hyunjoong. Algo le decía
que su hijo estaría a salvo en manos de Jung Yunho.
Pero,
¿y él? ¿Qué hacer con la inquietante, peligrosa y no deseada reacción que
experimentaba ante aquel hombre? El pánico se apoderó de él, pero luchó contra ella.
Ahora tenía que pensar en Taemin, no en él. Jung Yunho tenía razón al decir que
el niño tendría una vida mejor en Sicilia como Jung que con él solo en Corea.
Cuando Jaejoong añadía a la ecuación la potencial amenaza de su hermanastro,
sólo había una decisión posible que tomar.
Una
extraña sensación lo inundó, haciéndolo sentir ligero, como si flotara por
encima de la acera. Tardó varios segundos en reconocer que se trataba de una
sensación de alivio al verse liberado de una pesada carga.
La
gente pensaría que estaba loco al irse con un hombre al que no conocía.
—
¿Y qué ocurrirá si me
niego? — preguntó Jaejoong ahora. Yunho estaba esperando
aquella pregunta.
—
Si te niegas, entonces
exigiré mis derechos como pariente de sangre de Taemin ante los tribunales.
Jaejoong se dio cuenta de que hablaba en
serio.
—
Me estás pidiendo que
confié plenamente en ti — señaló él— No tengo motivos para confiar en tu
familia.
—
Yoohwan nunca fue un
auténtico Jung. Con su comportamiento se deshonró a sí mismo y a nuestro
apellido, del mismo modo que te deshonró a ti. Mi deber es arreglar ese mal.
Tienes mi palabra de que no sufrirás ningún daño mientras estés bajo mi
protección. — Unas palabras feudales que casaban
con su forma de pensar feudal, reflexionó Jaejoong, más conmovido por lo que Yunho
acababa de decirle de lo que quería admitir. Le estaba ofreciendo algo que él
deseaba: seguridad y tranquilidad. ¿Qué opción le quedaba más que tomar lo que
le ofrecía? Jaejoong aspiró con fuerza el aire, y luego preguntó con toda la
calma que pudo:
—
¿Cuándo tenemos que
marcharnos?
Había
accedido con más facilidad de la que Yunho esperaba. Eso no era razón para
sospechar de él, ya que sabía todo lo que tenía que saber de Jaejoong, pero
despertó su curiosidad.
—
Pronto
— le respondió— Cuanto
antes mejor. Mi padre no se encuentra bien.De
hecho está muy enfermo, y su mayor deseo es ver al hijo de Yoohwan.
—
Necesito hacer algunas
cosas — comenzó a decir Jaejoong. La realidad de lo que
acababa de decidir comenzó a abrumarlo. Pero, a juzgar por la expresión de Jung
Yunho, estaba claro que no iba a permitirle echarse atrás.
—
¿Qué cosas?
— le preguntó, confirmando sus pensamientos.
—
Tengo que comunicarlo en la
guardería de Taemin, y en el ayuntamiento. Y necesito comprobar si necesita
vacunas especiales para viajar a Sicilia.
—
No las necesita. Y en
cuanto al tema de la guardería y de tu apartamento, puedes dejármelo
tranquilamente a mí. Sin embargo, ambos necesitaréis ropa adecuada para el
clima cálido. Ahora es pleno verano en Sicilia.
¿Ropa
nueva? ¿Cómo diablos iba a pagarla? Como si Yunho hubiera adivinado lo que
estaba pensando, continuó con voz suave:
—
Por supuesto, yo correré
con los gastos de todo lo que necesites.
—
No somos un caso de caridad
— le espetó Jaejoong humillado— No
permitiré que pagues nuestra ropa.
—
¿No? Entonces tendré que telefonear a uno de mis cuñados para que se encargue
de vuestro guardarropa. Ambos son coreanos, por cierto, así que confío en que
tendrás muchas cosas en común con ellos. Mi hermano pequeño, Yoochun, y su
esposo tienen un hijo adoptado, un niño de la misma edad de Taemin.
¿Sus
hermanos tenían esposos coreanos? ¿Tendría compañía de otros doceles? La
ansiedad de Jaejoong se calmó un poco, pero volvió a recuperarla al preguntarse
cómo reaccionarían con él los esposos de sus hermanos.
—
¿Vivís todos juntos?
— le preguntó con inseguridad.
—
Sí y no. Yoochun tiene su
propio hogar en la isla, mientras que Hayami y yo contamos con nuestro propio
apartamento dentro del castillo de los Jung,
donde también vive mi padre. Prepararemos unas habitaciones para que os
instaléis vosotros.
— ¿Taemin y yo? —
quiso saber Jaejoong.
—
Por supuesto. Su lugar está
contigo, ya te lo he dicho — Yunho consultó su reloj— Nos encontraremos mañana por la mañana
para hacer las compras necesarias. Con suerte, podremos salir hacia Sicilia
mañana por la noche. Le pediré a Hayami que tenga el jet privado listo para
nosotros. En cuanto al papeleo relacionado con tu vida aquí, ya te he dicho que
lo dejes en mis manos.
—
¿Y no le dirás a Hyunjoong
que me has encontrado?
No
quería haberlo preguntado, y desde luego no quiso sonar tan desesperado ni necesitado
de que lo tranquilizaran, pero ya era demasiado tarde. Yunho lo estaba mirando
como si buscara en su rostro la confirmación de algo, tal vez del miedo que
sentía hacia Hyunjoong.
—
No, no se lo contaré
— aseguró Yunho. Él le tenía miedo a su hermanastro. Lo había sospechado, pero
su reacción confirmaba sus sospechas. La pregunta era, ¿por qué?
—
Si me encuentra, intentará
convencerme de que entregue a Taemin en adopción —
Jaejoong se sintió obligado a defender su argumento.
Yunho
asintió con la cabeza y repitió:
—
No se lo diré.
Estaba
amaneciendo dentro de su apartamento cuando Jaejoong se despertó bruscamente de
un inquieto sueño, con el corazón latiéndole muy deprisa y todos los sentidos
alerta. Miró hacia la cuna de Taemin y rezó por estar haciendo lo correcto al
haber accedido a ir a Sicilia. Esperaba no haber cambiado una prisión por otra.
Si Taemin estaba bien, nada más importaba. Nada.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
O.o pobre Jae. Pero esta haciendo lo correcto, no solo por el niñox si no por el mismo tambien. Si esta bajo la proteccion de Yunho todo estara bien. Muchas gracias :)
ResponderEliminarJae a sufrido mucho .... Yunho tiene que cuidarlo mucho <3 ... gracias, me gustó mucho~~~ ^w^
ResponderEliminarDios....esperemos que las cosas para Jaejoong mejoren en Silicia y que HyunJoong no lo encuentre .....gracias y espero la continuación
ResponderEliminarComo q solo x eso lo despidieron ahhh. Q malos. Si Yun lleva a Jae y protegelo con su bb. No dejes q su hermano lo busqué.... gracias x la actu
ResponderEliminarPues viendolo bien si le conviene irse a jaejoong ya q no esta pasando por buenos momentos y necesita ayuda y proteccion. Esperemos q como dice no pase de una prision a otra.
ResponderEliminarEspero que ahora jaejoong si pueda ser feliz 😄
ResponderEliminarQue los tres sean felices y olviden el pasado 👍
Gracias seguire leyendo.
Se que lo hace por su hijo debe tener un poco de desconfianza no conoce a nadie pero Jaejoong se que Yunho te protegerá
ResponderEliminarEspero que Jae y su niño encuentren un poco de paz al lado de los Jung....gracias
ResponderEliminarEspero que Jae y su niño encuentren un poco de paz al lado de los Jung....gracias
ResponderEliminarIgual que Yunho quiero saber por qué Jae teme tanto a HungJoong. No resultaria raro que tanto interes en protejerlo tenga una doble intención. Me encató este primer acercamiento, todo lo que Yunho proyecta es convicción y deboción por lo que es correcto y apresiadp para él me encató¡¡¡ Ya desde la charla con Hayami me dejó pasmada con su temor a ser inecesario para sus hermanos. Lo adoroooo estoy anciosa porque haya amor YunJae aquí¡¡¡
ResponderEliminar