La
visión del carrito con las sólidas ruedas llenas de barro abandonado en medio
del pasillo actuó en el ánimo de Yoochun como una cerilla al acercarse a una sustancia
inflamable. En aquel momento de su vida, tanto en la profesional como en la
privada, todo estaba a punto de estallar en
llamas.
Se
encontraba en medio de un proyecto arquitectónico en el que cada día de trabajo
perdido le costaba dinero, y con la pesada y siempre impredecible lluvia
primaveral de Sicilia siempre amenazante, el contratista de la obra le acababa
de decir que se tomaba un semana de vacaciones porque su esposo amenazaba con
dejarle tras la aventura que había tenido con un modelo de lencería, y él
necesitaba tiempo para arreglar las cosas.