— Espero que disfrutaras
flirteando con mi hermano, porque al tuyo le ha costado su empleo.
Iban de camino hacia la cena bufé que se
ofrecía a los huéspedes de la casa, pero las palabras de Hayami hicieron que Changmin
se detuviera en seco.
— No he estado flirteando
con nadie.
— Mentiroso — contradijo él — Te
he visto con mis propios ojos. Y no creas que no sé por qué contraviniste
expresamente mis órdenes. Tenías que intentar ganar la partida, ¿verdad, Changmin?
Pero nunca competirás conmigo y saldrás vencedor. No soy esa clase de hombre.
— No. No ha sido así en
absoluto — protestó él de inmediato
— Tu problema es que estás tan obsesionado con demostrar que ser el
segundo hijo no implica que seas de segunda categoría, que crees que todo el
mundo pretende retarte, incluso cuando no es el caso.
La acusación enojó a Hayami. Agarró su
brazo y casi lo arrastró a un pequeña recámara vacía, cerrando la puerta tras
él.
— Por más que Yunho coquetee
contigo y te haga creer que te desea, te aseguro que no es así. La única razón
por la que mostraría interés por ti sería su errónea creencia de que necesita
protegerme. Pero yo nunca cometo el mismo error dos veces. Puede que una vez
fuera lo bastante estúpido para dejar que una mujer me convenciera de que me
quería, cuando sólo deseaba utilizarme como escalón para llegar a Yunho y todo
aquello que habría obtenido casándose con él. Pero la rapidez con la que
transfirió su afecto por mí hacia Yunho me enseñó un lección que no he olvidado.
Changmin comprendió que, además,
seguramente fue una lección muy dolorosa, dado su orgullo y la crueldad con la
que su padre se mofaba de él como segundo hijo.
— ¿Aún la amas?
No había podido evitar la pregunta. No lo
sorprendió ver la incrédula y amarga mirada que le lanzó él por atreverse a
preguntar algo tan personal.
— Nunca la amé — afirmó — Pero me juré que no
volvería a permitir que una mujer o docel me humillara públicamente de nuevo,
transfiriendo su afecto de mí a otro hombre, y menos que nadie a Yunho, por
buenas que sean sus intenciones. Por eso…
— Por eso me chantajeaste
para que viniera aquí contigo.
— Por eso tu comportamiento
acaba de costarle a tu hermano su empleo — repitió Hayami.
— Pero yo no estaba
flirteando con Yunho. Puedes preguntárselo si quieres.
— No necesito preguntárselo.
Tengo ojos y he visto lo que estaba ocurriendo.
— No has podido verlo.
Porque lo que «estaba ocurriendo»
como tú dices, es que se me había bajado la cremallera del traje, porque no
había podido cerrarla del todo. Yunho la estaba subiendo por mí.
El deje sincero de su voz obligó a Hayami
a escucharlo.
— Si es así, ¿por qué no me
pediste a mí que la cerrara bien antes de salir de nuestra suite?
Buena pregunta. Changmin sopesó las
consecuencias de decir la verdad o de intentar evadirse con una excusa. Nunca
había sido buen mentiroso, así que inspiró profundamente y optó por la verdad.
— No quería que pensaras que
estaba intentando…
— ¿Intentando qué? — presionó Hayami impaciente.
— No quería que pensaras que
intentaba… bueno, seducirte — dijo Changmin, defensiva, alzando la barbilla.
Hayami decidió que la afirmación era
demasiado ridícula para no ser verdad.
— ¿Y tienes las agallas de
acusarme a mí de paranoia? — dijo, incrédulo. Abrió la puerta — Muy bien, aceptaré tu
explicación, por esta vez.
— Muy generoso por tu parte — masculló Changmin para sí, yendo
hacia la puerta. No se dio cuenta de que Hayami lo había oído hasta que él
repuso con voz fría.
— Sí que lo es. Y más vale
que no cometas más errores de juicio similares, porque no seré tan comprensivo una
segunda vez.
Aunque Changmin sintió la tentación de
retarlo por su actitud arrogante, optó por no hacerlo. Él aún tenía el futuro
de su hermano en sus manos.
La velada llegaba a su fin y, mientras Changmin
luchaba por contener los bostezos, Hayami se inclinó hacia él.
— Estás cansado. Será mejor
que subas a la habitación. Yo te seguiré más tarde.
Su aparente consideración, comparada con
su actitud anterior, lo sorprendió y emocionó de una manera que no deseaba.
Asintió rápidamente con la cabeza, aceptando la sutil oferta que le permitiría
prepararse para acostarse en privado.
Cuando se levantó, Yunho, que estaba
manteniendo una conversación en otra zona de la mesa, apartó la silla y fue
hacia él.
— ¿Vas a acostarte?
Entonces, te daré las buenas noches.
Changmin empezó a sonreír con cortesía
pero, para su asombro, Yunho puso las manos en sus brazos y lo besó en una
mejilla y luego en la otra.
Era siciliano, por supuesto. Y no había
habido nada sensual en su abrazo. Al fin y al cabo, él pensaba que Hayami y él eran
pareja. Aun así, él se sintió incómodo y le dio la espalda en cuanto lo soltó.
Descubrió que Hayami también se había levantado y estaba ante él. Dio un paso
para sortearlo, pero él lo detuvo, tomó su mano, lo atrajo e inclinó la cabeza.
Para cuando él se dio cuenta de que iba
a besarlo, era demasiado tarde para intentar impedirlo. La boca de él estaba
sobre la suya, lo rodeaba con un brazo y sus labios se estaban ablandando,
obedientes. Un vistazo hacia arriba le permitió ver el brillo de sus ojos bajo
las oscuras pestañas. Hipnotizado e impotente, consciente del impacto de su
respuesta a él, dio un paso atrás con el rostro arrebolado.
Fue un alivio escabullirse siguiendo al
lacayo que se acercó para acompañarlo a la suite de la torre.
Mientras dejaban el salón, reconoció
que, para su sorpresa, había disfrutado de algunas partes de la velada. Había
conocido a gente fascinante y había descubierto muchas cosas sobre la vida de Hayami
y de sus hermanos en su infancia y juventud. Todo el mundo había mencionado lo
triste que había sido para ellos la pérdida de su madre, incluso había oído
referencias discretas, y otras no tanto, sobre el segundo matrimonio de su
padre con su amante, y su preferencia por el hijo que había tenido con ella, en
vez de por los tres de su primera esposa. También se había enterado de la
impopularidad de Yoohwan y de que mucha gente opinaba que su muerte al volante
de su deportivo los había liberado de una persona muy desagradable. De Hayami habían
hablado con admiración y respeto por cuanto había conseguido.
Cuando llegaron a la puerta de la suite
de la torre, el lacayo hizo una leve reverencia de despedida y Changmin le dio
las gracias antes de abrir la puerta y entrar.
Le dolían los pies y fue un alivio
quitarse los zapatos. Le habría encantado darse un largo baño, pero no estaba
seguro de cuánto tiempo tendría antes de que llegara Hayami. Por suerte, pudo
desenganchar el corchete del traje y bajar la cremallera. Tras quitárselo en el
vestidor, lo colgó y cruzó el dormitorio en sus pequeños boxer, intentando no
mirar la cama, ya abierta, de camino al cuarto de baño.
Hayami, con el ceño fruncido, observaba
a Yunho, que estaba sentado a unos metros de él, hablando con uno de los
invitados. El agudo pinchazo de instinto posesivo y viril que había
experimentado cuando Yunho le había dado dos besos de buenas noches a Changmin aún
no había remitido del todo. Se dijo que no podía ser debido a que Changmin significara
nada para él. Sin embargo, se había sentido obligado a reforzar el hecho de que
era suyo, sin saber por qué. Había sido una reacción instintiva, sin más.
Apartó su silla con impaciencia y se despidió de los que lo rodeaban.
Changmin se quitó la ropa interior,
entró en la cabina de ducha y abrió el grifo. La sensación del intenso chorro
de agua en la piel le pareció maravillosa, y su calor acentuó el aroma del gel
de baño que había encontrado en un cesta llena de productos de aseo básicos.
Estaba tan cansado, que se quedaría
dormido en cuanto apoyara la cabeza en la almohada. Además, no temía que Hayami
intentara aprovecharse de la situación, a pesar de cómo lo había besado en el
salón. Había sido sólo parte de su papel.
Cerró el grifo. Estaba a punto de salir
de la ducha cuando la vio.
Era la araña más enorme que había visto
en su vida, y estaba justo delante de él, en la salida de la ducha. La única
forma de evitarla sería pasar por encima. Se estremeció de arriba abajo. Lo
aterrorizaban las arañas, desde siempre. Sus hermanos, por supuesto, se habían
alegrado al descubrir que podían hacerle la vida imposible con criaturas que no
les importaba lo más mínimo atrapar, y las habían utilizado en su contra hasta
el día que se desmayó cuando Chansung intentó meterle un por la parte trasera
de la camiseta.
Se preguntó si la araña entraría en la
ducha.
Empezó a temblar y palideció. No se
atrevía a dejar de mirarla, por si se movía. Estaba seguro de que la araña le
devolvía la mirada. Sintió náuseas. Su cuerpo era una masa de nervios y terror.
Sabía que su miedo era irracional, pero eso no lo ayudaba. Nada había ayudado nunca.
La araña alzó un pata y luego otra. Un
grito de pánico burbujeó en su garganta, pero tenía los músculos tan
paralizados por el terror que no consiguió emitirlo. Se puso rígido; y el
corazón le latía con tanta fuerza que empezaba a marearse. No podía perder el
conocimiento, porque la araña podría andar sobre él. Al pensarlo, un intenso
temblor puso fin a su rigidez.
Hayami abrió la puerta del dormitorio,
quitándose la chaqueta mientras cerraba. Todas las luces estaban encendidas,
pero no había rastro de Changmin. Había esperado que ya estuviera en la cama.
Se desató la pajarita y se desabotonó el cuello de la camisa. Los eventos
formales y la ropa formal no le gustaban demasiado. Mientras se quitaba los
gemelos, fue hacia el vestidor. La puerta estaba abierta pero Changmin no
estaba allí; tenía que estar en el cuarto de baño.
Fue hacia la puerta entreabierta y llamó
con los nudillos.
— ¿Changmin?
Hayami. Changmin sintió un intenso
alivio, miró la puerta y luego de nuevo a la araña. Se había movido. Estaba
entrando en la ducha.
Hayami oyó su gritó y abrió la puerta
del cuarto de baño. Estaba acurrucado en un rincón de la ducha, desnudo y pálido,
con un mano sobre su pecho y otra cubriéndose el sexo, con los ojos oscuros de
terror.
— ¿Qué ocurre? — preguntó Hayami, perplejo.
Changmin apartó la mano de su pecho, tan
llenos como él había imaginado, con pezones de color melocotón, erectos en ese
momento, presumiblemente por el frío, porque él tenía la carne de gallina.
Entre los dedos de la otra mano, pudo ver los suaves rizos de vello que cubrían
su sexo. Esa actitud modesta le pareció más erótica y atrayente que verlo
totalmente desnudo. Su cuerpo tenía más curvas de las que había esperado, y Hayami
sintió una reacción inmediata.
— Es un araña — su voz sonó débil y aterrorizada, y
su cuerpo se estremeció cuando lo miró a él y después de nuevo un punto del
suelo. Soltó un gemido y se apretó más contra el rincón — Se
está moviendo. Oh, por favor… no…
Hayami nunca se había visto como un
héroe en potencia, era demasiado cínico para eso, pero el obvio terror de Changmin
lo hizo reaccionar con tanta rapidez como si fuera James Bond. Agarró una
toalla, que dejó caer sobre la araña, luego levantó a Changmin en brazos y lo
apretó con fuerza mientras él se estremecía convulsivamente entre sollozos.
Agarró otra enorme toalla, lo llevó al
dormitorio y una vez allí, dejó a Changmin en una silla y lo envolvió en la
toalla antes de regresar al cuarto de baño. Iba a levantar la toalla con la que
había atrapado a la araña, cuando oyó a Changmin.
— Por favor, no la mates. No
tiene la culpa de aterrorizarme así.
Un joven que odiaba a las arañas, pero
no quería que las mataran. Hayami pensó que, sin duda, era único. Alzó a la
araña del suelo, sacó la mano por la ventana y la ladeó para dejarla caer.
Después cerró la ventana.
Envuelto en la toalla, pero aún
temblando involuntariamente, Changmin miró a Hayami con ansiedad.
— ¿Qué has hecho con ella?
— No te preocupes, está sana
y salva, con todas sus patas intactas. La he sacado por la ventana.
— Pensarás que soy un
auténtico idiota.
— Eres un joven — dijo él — Te está permitido…
— ¿Ser un idiota? — lo retó Min.
— Tener miedo a las arañas — corrigió él.
— Gracias por… lo que
hiciste. Mis hermanos se habrían reído.
Alzó la vista hacia él. Ya que la araña
había desaparecido y su terror estaba controlado, empezaba a sentir vergüenza.
Había estado desnudo en la ducha, y él lo había levantado en brazos y…
— Tu camisa está toda mojada — dijo con voz ronca, mirando su torso.
Su corazón latía con fuerza, con un ritmo primitivo que su cuerpo reconocía y
su mente intentaba rechazar.
Hayami se encogió de hombros. Envuelto
en una toalla, con el cabello revuelto y los labios aún temblorosos, resultaba
demasiado atractivo. Lo observó mientras se pasaba la punta de la lengua por
los labios, sin dejar de mirar su torso. De inmediato, la fuerza de su propio
deseo entró en acción, al reconocer el sutil mensaje que él le estaba enviando.
Podía haberse dicho que no debía haber intimidad entre ellos, pero eso había
sido antes de verlo en los brazos de Yunho y comprender que los únicos brazos
masculinos que iba a tolerar a su alrededor eran los de él mismo.
— Entonces, tal vez tendría
que quitármela. O, mejor aún, ¿por qué no me la quitas tú?
Changmin soltó un largo suspiro de
anhelo. No sabía cómo habían llegado a ese punto, pero una vez alcanzado, sí
sabía que no quería dar marcha atrás.
— No se me dan bien este
tipo de cosas —
le advirtió. Hayami lo miró.
— Mentiroso — dijo con voz suave, yendo hacia él — Mi
cuerpo me dice que se te dan de maravilla.
Un momento después, lo levantaba de la
silla en la que lo había dejado tras rescatarlo de la ducha, pero esa vez sin
la toalla, que apartó. Él sintió sus manos cálidas y firmes en la piel desnuda,
y su aura de seguridad puso fin a cualquier titubeo.
Mientras lo llevaba a la cama, él se
agarró a su cuello con un brazo, apoyando la mano en su nuca, mientras que la
otra, instintivamente, se deslizaba dentro de su camisa abierta. Su pecho
estaba caliente y duro; sentir sus duros músculos bajo la piel hizo que el
deseo que ya tensaba su vientre se convirtiera en una persistente y casi
dolorosa pulsión de necesidad. Notó como la quemazón se extendía, hinchando su
pecho y endureciendo sus pezones. Introdujo los dedos entre el pelo de su nuca
y alzó la vista hacia su boca, entreabriendo los labios. Todos sus sentidos
parecían haberse intensificado, su conciencia sensual se exacerbó y el mero
aroma de su piel actuó como un potente afrodisíaco.
La forma en que Changmin lo estaba
mirando estaba ejerciendo en él el mismo efecto que un trago de alcohol puro en
un estómago vacío, provocando en él una descarga de energía masculina y
testosterona demasiado poderosa. Como el Etna en sus momentos de mayor peligro,
desafiaba y burlaba los frágiles intentos de un mortal por contenerla.
Había llegado a la cama, pero en vez de
dejar a Changmin encima, se sentó al borde, con él en brazos, mientras aceptaba
el ofrecimiento de sus labios entreabiertos, introduciendo la lengua
profundamente en la cálida intimidad de su beso. Deslizó la mano libre hacia su
pecho, para disfrutar del placer erótico del contraste entre la suavidad y
blandura de su seno y la dureza de su pezón tenso e hinchado.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de
Changmin, arqueándolo hacia arriba y suplicando más, Hayami, con un gruñido
grave y viril, respondió a su necesidad. Siguió besándolo mientras llevaba a su
carne a rendirse incrementando las expertas caricias de sus dedos sobre el
pezón.
Él no supo exactamente cuándo la mano
abandonó su seno para cubrir su miembro,
perfectamente acompasado con la intensidad de su anhelo. Sólo sabía que sentir
su peso allí, en ese punto que pulsaba con frenesí, supuso un alivio momentáneo
al que pronto sustituyó un deseo aún más intenso.
Al interrumpir el beso para contemplar
el cuerpo desnudo de Changmin, Hayami sintió la urgencia que atenazaba al suyo
propio. Sus pezones requerían la servidumbre de sus labios. La sensual
relajación de sus muslos lo invitó a frotar el pulgar por la parte superior de
su miembro sobre la cabeza para luego bajar y acariciar su suave anillo, esa
estrecha entrada en la que introdujo un dedo en el calor líquido que encerraba.
Changmin gimió, un largo y lento sonido un
tanto femenino que surgió de lo más profundo de su ser, reflejando la espiral
de placer ascendente que estaban provocando las expertas caricias de Hayami en
su glande y entrada. Quería moverse con él y aferrarse al placer, al tiempo que
anhelaba escapar de su dominio, temiendo que lo sobrepasara. Su cuerpo se había
convertido en algo ajeno a él, en un instrumento dulcemente atormentado que
respondía sólo a las órdenes de Hayami.
En lo más profundo de su interior,
sentía un anhelo que sólo podría ser satisfecho por la posesión mutua de sus
cuerpos, al sentirlo dentro de él, rodeándolo y sujetándolo con sus muslos.
Sintió una oleada de júbilo. Por fin se acercaba el momento. Pronto sería el joven
que había deseado ser durante mucho tiempo: completo, satisfecho y conocedor de
su propia sexualidad y de todos sus secretos gracias a Hayami, que muy pronto lo
libraría de la carga de su virginidad.
La cruda verdad ensombreció su júbilo.
No podía permitir que Hayami descubriera que seguía siendo virgen. Sería la
humillación final. Y lo descubriría si no lo detenía pronto.
Hayami comprendió que Changmin lo
empujaba y se apartaba de él, intentando incorporarse, rechazándolo. Lo soltó
rápidamente, reaccionando con orgullo a su distanciamiento.
— Dijiste que… que esto no
ocurriría — le recordó Changmin.
El dolor de su cuerpo al verse privado del contacto era casi insoportable.
Tenía los nervios a flor de piel, desbocados por el peso del deseo
insatisfecho.
Hayami se levantó, fue hacia la silla,
agarró la toalla que había dejado allí y se la lanzó, dándole la espalda
mientras Changmin se envolvía en ella. La acusación de Changmin lo había
herido. Era cierto que había dicho que no lo tocaría, pero había sido antes. Se
preguntó antes de qué. ¿De ver a Yunho mirándolo? ¿De entrar en el cuarto de
baño y sentir un excitación incontrolable?
— Soy un hombre — le dijo a Changmin, encogiéndose de
hombros con indiferencia, un vez controló sus emociones y su cuerpo y pudo
darse la vuelta para mirarlo — Te ofreciste a mí, así que respondí.
— Estaba asustado por la
araña — se defendió Changmin.
La mirada de Hayami traspasó sus frágiles defensas.
— No fue el miedo lo que te
llevó a arquearte bajo mis manos, ni a ofrecerte a mí en todas las formas en
que un joven excitado sexualmente puede ofrecerse a un hombre, suplicando sus
caricias y su posesión. Si quisiera, podría volver a demostrarte ahora mismo
cómo respondiste a mí. Si quisiera hacerlo. Pero no es el caso.
Sus palabras lo avergonzaron. Changmin deseó
negarlas, pero no podía. Era cierto que había respondido a él. Pero sólo
porque, en brazos de Hayami, su fantasía secreta de cómo sería su imaginario
amante perfecto había cobrado vida de repente. Por eso había respondido a Hayami
con tanta pasión, no porque lo deseara a él en sí mismo. Eso era algo
impensable que no debía ni podía hacer. Era demasiado arriesgado permitirse
desear al hombre real, porque entonces podría… Tal vez, enamorarse de él y
quererlo de por vida. Enamorarse de Hayami era ridículo y fatalmente peligroso.
Hayami sabía que estaba siendo muy poco
galante al decir cosas que nunca habría soñado con decirle a un joven, por
sexualmente frustrado que se sintiera. Pero había algo en Changmin que le hacía
traspasar los límites de sus propias reglas; algo que sacaba a la luz un pasión
emocional que lo irritaba tanto como él. No podía controlar ninguna de las dos
cosas, y ambas lo retaban y lo incitaban a dominarlas con su posesión y
superioridad, aunque estuvieran fuera de su alcance. Changmin y la pasión que
sentía por él, unidos, lo transportaban a un lugar que había creído conquistar
muchos años antes, un lugar en el que las frías cenizas de su juvenil necesidad
de demostrar su valía estaban empezado a encenderse de nuevo.
Se preguntó si realmente tenía tan poco
control de sí mismo que el rechazo de un joven podía desatar en él la necesidad
compulsiva de demostrarle que podía hacer que lo deseara más que a ningún otro
hombre. Y sobre todo, se preguntó por qué le ocurría con ese joven.
Hayami estaba en el cuarto de baño. Eso
dio a Changmin la oportunidad de ponerse el camisón de seda que formaba parte
del vestuario que le habían proporcionado antes de meterse en la enorme cama y
tumbarse lo más cerca del borde que pudo.
Hayami había tenido razón al acusarlo.
Lo había deseado. Seguía deseándolo. Pero, por vergonzante que hubiera sido esa
acusación, no podía compararse con la vergüenza que habría sentido sino lo
hubiera detenido y él hubiese descubierto la verdad. Había oído a sus hermanos
bromear sobre vírgenes «madur@s»
y lo horroroso que sería acabar en la cama, accidentalmente, con un de ellos.
Los hombres modernos querían que sus parejas sexuales fueran buenas amantes: jóvenes
pulidos y sofisticados, informados y entretenidos tanto en la cama como fuera
de ella. Changmin, en cambio, se sentía como una novicia en los brazos de Hayami,
vibrante de excitación por los placeres que podía llegar a sentir y, al mismo
tiempo, demasiado abrumado por su excitación para saber cómo dirigirla de la
forma adecuada.
Había tenido ganas de quitarle la camisa
y explorar cada centímetro de su torso con las manos y cubrirlo de besos; un joven
más experto habría sabido cómo excitarlo con una sola caricia. Sospechaba que Hayami
era un experto en sensualidad y en todos los placeres inherentes a ella;
posiblemente habría sentido desdén por sus intentos de demostrarle el deseo que
sentía por él.
Bajo el agua de la ducha, mientras
esperaba a que su deseo se apagara, Hayami se maldijo a sí mismo. Se preguntó
por qué se había permitido tocar a Changmin, para empezar. Y por qué, después
de haberlo hecho, seguía siendo incapaz de controlar y rechazar el deseo físico
que lo atenazaba. Sólo era un joven y él nunca jamás permitía que un joven o
mujer llegara a importarle tanto como para no poder dejar de desearlo, y mucho
menos que lo llevara al punto en el que se encontraba en ese momento.
Se dijo que era porque lo había
rechazado, ni más ni menos. Lo había rechazado en el hogar de su infancia,
donde el recuerdo de muchos otros rechazos fustigaba su espíritu y derrumbaba
la barrera protectora que había erigido alrededor de sus sentimientos.
No entendía por qué él había cambiado de
opinión. Sabía que lo había deseado. Se preguntó qué buscaba ganar con ello.
Tal vez pensaba que el rechazo haría que la deseara más, hasta el punto de
llegar a controlarlo mediante la fuerza de ese deseo.
Todo lo que la vida le había enseñado
para protegerse resurgió en él como un llamarada, repudiando esa posibilidad.
Él era el único que controlaba sus deseos. Nunca había habido, ni habría, un joven
que tuviera el poder de hacerle desearlo en contra de su voluntad, física o
emocionalmente. Si Changmin quería competir para ver cuál de ellos tenía más
control sobre su sexualidad, estaba más que dispuesto a participar, y ganar. Ganaría.
Su orgullo lo exigía.
Tal vez porque una pequeña parte de él
temía no tener las defensas que habría deseado contra su habilidad para
excitarlo. El orgullo tensó sus músculos. No iba a permitirse admitir que lo
deseaba más que Changmin a él. No era cierto. Y lo demostraría antes de que
acabara el fin de semana.
Hayami giró el grifo hasta la posición
de agua fría. Su cuerpo se tensó, tanto por la presión de sus pensamientos,
como por el impacto del agua helada en la piel.
Niñ@s un comentario no les cuesta nada….
Gracias…
Y una vez mas pararon... rayos a este paso me matarán de frustración!!!
ResponderEliminarNo eres la unica!!
EliminarTsuki!!! Te amo!!
EliminarMil gracias por mostrar tu apoyo y gusto por esta historia.
Al parecer no ha gustado mucho u.u
El deseo crece mas intensamente en cada roce y beso >< pero no a Changmin le tubo que venir el pensamiento de que es virgen god Changmin dime como lo dejaras de ser si lo detienes al hombre XD aish
ResponderEliminarRukii muchas gracias por los comentarios, en esta historia. La verdad me alegra mucho cuando alguien comenta a esta pareja, porque siento que no ha sido muy bien aceptada por las lectoras.
ResponderEliminarEspero que sigas disfrutando de la historia.
Un abrazo ^o^
De verdad que de ese par nonse hace uno, los dos estan que se derriten de deseo y no dan paso atraz con su lios. No me cabe en la cabeza como es que ChangMin sigue virgen??? Él es totalmente sexy¡¡¡ fuera temores Minie si sigues así vas a morir virgen y Dios mira nada más es Hayami😱😱. En verdad amo el HayaMin y mas cuando se lian de manera tan intensa.
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