Yunho suspiró
fregándose la cienes con cansancio. Hacía más de dos horas que estaba metido en
la tienda de ropa de Boah con sus tres hijas. El vampiro de verdad había
tratado de mostrar interés y de no perder la paciencia con sus niñas, pero
después de lo que parecía ser el millonésimo vestido azul “pero en
un tono más violáceo” que le hacían juzgar,
el rey simplemente necesitaba tomarse un respiro. Ir a luchar contra demonios y
lobos, podía hacerlo, juzgar si el tono perla o el blanco le sentaban mejor a
la piel de Eunjung, no por favor.
Con otro suspiro,
el castaño se apartó el pelo del rostro y se estiró lo mejor que pudo. No
recordaba cuando había sido la última vez que tuvo que quedarse tanto tiempo
sentado sin hacer nada. En eso estaba cuando una voz femenina que no escuchaba
hace años lo llamó.